Lo que nos enseña el primer proyecto de Yolanda Díaz para unificar a la izquierda
La líder de Sumar contribuyó a encauzar una alianza de éxito en Galicia que venció resistencias pero acabó en fracaso
¿Algo de lo que ocurre estos días en la izquierda española tiene precedentes en la política gallega? Mucho, si no todo. La idea misma de la confluencia se gestó en Galicia, antes incluso de que se consolidase el movimiento del 15-M. Las dificultades para lograr la convergencia, los días de gloria, las crisis y las decepciones: el círculo completo de lo que se dio en llamar el rupturismo tuvo siempre en el Noroeste un espejo en el que mirarse. Y el reflejo no es especialmente favorecedor: las municipales de mayo certificaron la defunción de las famosas Mareas. El proyecto que Yolanda Díaz contribuyó a impulsar hace una década se agota en Galicia, justo cuando ella toma el mando de un modelo similar en el conjunto del Estado.
“Las claves del fracaso son muy parecidas a las del éxito”, sentencia un militante de aquel movimiento gallego que llegó a convertirse en seria alternativa para la Xunta. La necesidad de unión derivó en un movimiento demasiado híbrido: “Se comprobó que es muy difícil homogeneizar lo heterogéneo. Dicho de otro modo: ese magma que siempre burbujeó a la izquierda del PSOE buscaba unidad, pero quizás no la merecía”. La crisis, el desencanto y la indignación actuaron de cemento ideológico, pero superada la rabia de la crisis de 2008, las divergencias y las contradicciones regresaron. Y con ellas, las traiciones, que han tenido en el movimiento de las Mareas un amplio catálogo.
Precisamente ahora que Sumar se tensiona al máximo por el pacto con Podemos, en Galicia muchos recuerdan el enorme desgaste que las negociaciones por las cuotas de poder provocan en el electorado a lo largo de los últimos años. La desilusión de los simpatizantes fue probablemente mayor en cuanto el mensaje hablaba de acabar con "castas" atornilladas a la política. Una de aquellas negociaciones, la que sucedió a las generales de 2015, significó el principio del declive. El pulso entre los que pretendían un grupo propio en el Congreso y los que abogaban por integrarse en las filas de Podemos provocó unas heridas ya irreparables, como se vislumbró en la repetición electoral de abril de 2016. Aquella tensión distanció para siempre a Yolanda Díaz del otro gran actor del fenómeno Mareas, el histórico del galleguismo Xosé Manuel Beiras.
Ellos dos, Díaz desde Esquerda Unida y Beiras desde Anova —una escisión del BNG—, fueron los artífices de la denominada confluencia, el fenómeno que daría lugar a las Mareas y se extendería por toda España. Fue una coalición inédita, en cuanto rompió el tabú de un pacto de los nacionalistas con una fuerza “sucursalista” de Izquierda Unida. Díaz y Beiras abrieron un camino distinto con aquella Alternativa Galega de Esquerda (AGE) que en 2012, con Pablo Iglesias como asesor anónimo, irrumpió con fuerza en el Parlamento de Galicia, cuando logró un 14% de los votos y desbancó a un BNG que parecía muerto.
La resolución del conflicto sería un precedente de lo que ocurriría años después en Andalucía: un acuerdo in extremis
La marea rupturista siguió creciendo. Tanto que en 2015 su futuro, ya paralelo a la explosión de Podemos, se presentaba sin límites. Fue en las municipales de ese año cuando consiguieron tres de las siete ciudades gallegas: Santiago, A Coruña y Ferrol, referentes de la “nueva política” junto a Barcelona, Madrid, Cádiz, Valencia y Zaragoza. También nacía En Marea como partido instrumental para concurrir a las generales de diciembre. Las discusiones entre Anova, Podemos y EU sobre la fórmula de su alianza y las cuotas de poder fueron la antesala de las diferencias que afloraron en aquella efímera legislatura, culminada con unas elecciones ya no tan ilusionantes para la nueva izquierda de Galicia.
Esa tensión que tanto recuerda a las trabas que ahora padece Sumar se repitió en las autonómicas de diciembre de 2016, las del sorpasso en votos —pero igualados en escaños— al PSdeG. Un éxito menor, dadas las expectativas y la mayoría absoluta del PP de Feijóo. Otra similitud con el actual problema de Sumar: la división en Podemos entre los que abogaban por sumarse al partido instrumental En Marea y los que defendían perfil propio. La resolución del conflicto sería un precedente de lo que ocurriría años después en Andalucía: un acuerdo in extremis, sellado a solo unos minutos del cierre del plazo para registrar candidaturas.
Las heridas de aquellas batallas, tanto internas de Podemos como entre los distintos partidos que lo acompañaban, alumbraron una legislatura desastrosa en el Parlamento gallego, con un grupo parlamentario dividido en mil pedazos y una hostilidad que no tardó en proyectarse en el Congreso. Mientras Podemos apoyaba los Presupuestos Generales de Pedro Sánchez de 2019, En Marea los rechazaba por lesivos para Galicia, y los diputados gallegos se dividieron. Tampoco resultaron edificantes el plenario del partido de finales de 2018, celebrado entre gritos y acusaciones de fraude, ni las posteriores primarias, con denuncias cruzadas de pucherazos y amenazas judiciales.
La espiral autodestructiva derivaría con la caída de las tres grandes alcaldías en 2019, la pérdida de representación en el Parlamento gallego en 2020 y el varapalo de las últimas municipales, en las que la izquierda rupturista se quedó sin representación en Vigo y A Coruña y reducida a la irrelevancia en el resto de ayuntamientos importantes. Sin representación incluso en Ferrol, la Corporación en la que Díaz dio sus primeros pasos en política.
Por el camino, la vicepresidenta Segunda se ha dejado la amistad de Beiras, que la tacha de traidora, pero también se labró el afecto de quienes aprecian el tesón con el que apostó por la unidad. Ahora le toca repetir confluencia, quizás con la lección de que no con cualquiera ni a cualquier precio.
¿Algo de lo que ocurre estos días en la izquierda española tiene precedentes en la política gallega? Mucho, si no todo. La idea misma de la confluencia se gestó en Galicia, antes incluso de que se consolidase el movimiento del 15-M. Las dificultades para lograr la convergencia, los días de gloria, las crisis y las decepciones: el círculo completo de lo que se dio en llamar el rupturismo tuvo siempre en el Noroeste un espejo en el que mirarse. Y el reflejo no es especialmente favorecedor: las municipales de mayo certificaron la defunción de las famosas Mareas. El proyecto que Yolanda Díaz contribuyó a impulsar hace una década se agota en Galicia, justo cuando ella toma el mando de un modelo similar en el conjunto del Estado.
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