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La revolución tranquila de Cobo, el obispo al que llamaron pederasta en el metro
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Nuevo arzobispo de Madrid

La revolución tranquila de Cobo, el obispo al que llamaron pederasta en el metro

Es innegable su vertiente "social", en contraposición con la de otros pastores, en donde prima más lo "jurídico" o lo canónico, y nostálgicos de un nacionalcatolicismo

Foto: José Cobo, nuevo arzobispo de Madrid. (EFE/Borja Sánchez Trillo)
José Cobo, nuevo arzobispo de Madrid. (EFE/Borja Sánchez Trillo)

"Ahora necesitaré un tiempo para asimilar esta nueva situación y dejarme ayudar por vosotros para situarme donde siempre, pero de forma diferente". José Cobo, el nuevo arzobispo de Madrid, apenas ha podido ponerse el traje de máxima autoridad de la Iglesia católica en la archidiócesis que abarca la capital, la más determinante e influyente en España. Desde que se hizo público su nombramiento, el 12 de junio, ha entrado en una vorágine sobre las expectativas y miedos que ha generado este obispo menudo, bajito y a quien se le escapa el acento andaluz cada vez que descuelga el teléfono para hablar con sus padres, inmigrantes en la periferia de Madrid, a la que él llegó con siete años.

Un miedo que, en realidad, es al Papa Francisco y a lo que ha visto en Cobo. Tanto, que su Santidad tomó personalmente la decisión de que fuese él y no otro candidato quien asumiese el mando en una sede en la que todavía sigue mandando mucho el cardenal Rouco, hasta el punto de haber cortocircuitado los nueve años del ahora arzobispo saliente, el cardenal Carlos Osoro.

Foto: El papa Francisco (c) oficia la misa de Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro del Vaticano. (EFE/Fabio Frustaci)

Esa periferia —concepto tan del gusto del papa Francisco— ha moldeado a Cobo (Sabiote, Jaén, 1965) por dentro y por fuera. Es lugar físico y eclesiológico al que volverá para situarse de nuevo, pero ahora desde el epicentro del poder de una Iglesia con casi 500 templos, más de 2.000 curas y miles de religiosos y religiosas. Impulsor de los curas villeros de las villas miseria de Buenos Aires, el Papa Bergoglio descubrió cualidades similares en Cobo cuando este, acompañando en su calidad de obispo auxiliar a Osoro, fue a rendirle cuentas personalmente, con la carpeta bajo el brazo, del escándalo suscitado por del caso Fundaciones, un entramado inmobiliario que llevó a la Iglesia madrileña a las primeras páginas de la actualidad por desahuciar a familias y vender los pisos que gestionaba a través de un patronato.

No es el caso de Cobo. Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid antes de entrar en el Seminario de las Vistillas, sus cercanos subrayan su capacidad de gestión y organización. Y esas dotes le permitieron enmarcar en su justo lugar el origen de un escándalo económico que ha estado a punto de sentar en el banquillo al cardenal Osoro.

Al igual que a esos curas a los que Bergoglio dio carta blanca en las periferias argentinas, Francisco vio (y también le contaron) el gusto por lo social de aquel obispo auxiliar, cuestión que le ha valido una etiqueta, la de progresista, en la que no se siente cómodo, sobre todo porque se la arrojan sin misericordia a la cara como una forma de enfrentarlo dentro de la Iglesia con quienes (y no son pocos) se sienten todo lo contrario. "José es un hombre tranquilo y con sentido común. Quien lo conoce sabe que no es un revolucionario. Siempre actúa con discreción, serenidad y buen hacer", señalan desde su entorno más cercano. Pero es innegable su vertiente "social", en contraposición con la de otros pastores en donde prima más lo "jurídico", lo canónico, al igual que en muchos sacerdotes, nostálgicos de un nacionalcatolicismo que creen necesario hacer reverdecer y refractarios a una Iglesia más abierta al mundo como la que abandera Francisco, al que acusan de haber desacralizado la institución.

Un cura contra los CIE

Una de las primeras encomiendas de Cobo tras su ordenación sacerdotal fue la de ser viceconsiliario de las Hermandades del Trabajo, junto con la Hoac, lo más parecido que le queda a la Iglesia del espíritu sindical y obrero que nació a la sombra de las parroquias en los años 50 y 60. Compaginó aquella tarea con la de cura en varias parroquias, entre ellas, la de Aluche, barrio madrileño donde el hambre hacía cola para esperar algunas bolsas de comida con las que transitar las sucesivas crisis, recesiones y pandemias. Cobo ayudó a resistir aquellos momentos, compartió desvelos de drogadictos, desesperanzas de prostitutas y miedo de sin papeles, y en ese barrio fue a pedir el desmantelamiento del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), denunciando la criminalización de los inmigrantes y alertando del discurso del odio que lleva aparejado, ahora ya como presidente del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

Foto: Foto: EFE/Esteban Biba.

Como obispo auxiliar —nombrado a finales de 2017— fue el primero en participar dos años después en un encuentro público con víctimas de abusos sexuales, cuando la inmensa mayoría del Episcopado español seguía de medio lado ante este drama. Él mismo ha reconocido hace unos meses en una jornada académica sobre este asunto, organizada por la Universidad Pontificia Comillas, que en la CEE, "tras un período de diletantismo", se han dado "varios pasos, pero con una aceptación muy diversa". Como usuario de metro, sabe lo que se siente cuando le llaman pederasta por ir vestido con el clergyman, pero también sabe, porque las ha acompañado —a una incluso la ha confirmado hace poco—, el dolor que brota de las víctimas cuando alguien las escucha, experiencias todas desgarradoras que le permiten advertir del peligro de la "eclesiopatía", donde "la Iglesia se convierte en el centro de atención y solo se ocupa de salvar su pellejo, se cierra y solo intenta defenderse".

Nada de esto le hace ganar puntos ante muchos obispos (aunque aprecian su formación y carácter conciliador) y le convierte en una especie de cuerpo extraño, por más que lo que dice, hace y predica esté en sintonía con lo que dice, hace y predica el Papa Francisco. Y de ahí el miedo en un Episcopado español que no acaba de digerir a este pontífice y la campaña que Cobo y Osoro han tenido que soportar cuando empezaron a tomar cuerpo los rumores sobre su nombramiento para saltar de simple auxiliar a arzobispo de Madrid. Una plaza que, por sí misma, da derecho a ser miembro de la Comisión Ejecutiva de la CEE. De hecho, las últimas semanas han sido muy intensas, después de que se lograse intoxicar a través de blogs ultras y tradicionalistas las relaciones entre ambos, llegando incluso a acusar a Cobo (de forma muy poco cristiana, por cierto) de intrigar en el Vaticano contra el cardenal (con quien se ensañaron con cuestiones sobre su salud) y obligó a una implicación directa del Papa, acentuando la desconfianza entre un sector del clero madrileño.

Hay un sector que no lo conoce, está polarizado y crea frentes, aunque esa polarización no es contra Cobo, sino contra el Papa

"Cobo se va a encontrar un problema no solo con los sacerdotes. La etapa del cardenal Rouco terminó con desilusión entre los curas. Osoro generó expectativas que al final se han desinflado. Ahora, lo que hay es un desaliento pastoral y distintas sensibilidades. Los que conocen a Cobo saben que genera confianza. Pero hay un sector que no lo conoce, está polarizado y crea frentes, aunque esa polarización no es contra Cobo, es contra el Papa", señalan los cercanos al nuevo arzobispo.

Es otra vez el Madrid del no pasarán, pero al revés, donde son curas y algunos movimientos que les dan soporte los que cavan trincheras en parroquias para resistir el pontificado herético de Bergoglio, donde se boicotean iniciativas que van en la línea de "la cultura del encuentro" auspiciada por este Papa por ejemplo con el colectivo LGTBI, donde algunos sacerdotes actúan de matones en el patio de las redes sociales contra teólogos que abrazan la hoja de ruta de Francisco, contra mujeres que reclaman su sitio en la Iglesia o contra curas que acompañan a colectivos homosexuales, a los que consiguen amedrentar ante el silencio de buena parte de los obispos, algunos de ellos temerosos también de esa nueva inquisición digital.

placeholder José Cobo. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
José Cobo. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)

"El rouquismo no está desmontado todavía en Madrid ni en la Iglesia en España. Desde su ático, el cardenal gallego ha seguido manejando sus hilos, aunque su influencia ha mermado en Roma, como prueba el nombramiento de Cobo. Pero aún tiene mucha influencia entre un sector del clero y los movimientos eclesiales en la Iglesia madrileña", añaden las fuentes.

Tras la ceremonia de toma de posesión, el 8 de julio en la catedral de la Almudena, José Cobo irá a oficiar su primera misa como arzobispo de Madrid al pueblo más pequeño de la archidiócesis, Aoslos, una parroquia rural con 76 personas censadas. La segunda será en el sur de Madrid, en la periferia arracimada en donde creció. Lugares donde empezará a situarse "donde siempre, pero de forma diferente", primeros compases de una revolución, pero tranquila, de quien está llamado (por el Papa) a perfilar el rostro más amable de una Iglesia en España todavía malhumorada.

"Ahora necesitaré un tiempo para asimilar esta nueva situación y dejarme ayudar por vosotros para situarme donde siempre, pero de forma diferente". José Cobo, el nuevo arzobispo de Madrid, apenas ha podido ponerse el traje de máxima autoridad de la Iglesia católica en la archidiócesis que abarca la capital, la más determinante e influyente en España. Desde que se hizo público su nombramiento, el 12 de junio, ha entrado en una vorágine sobre las expectativas y miedos que ha generado este obispo menudo, bajito y a quien se le escapa el acento andaluz cada vez que descuelga el teléfono para hablar con sus padres, inmigrantes en la periferia de Madrid, a la que él llegó con siete años.

Iglesia Arzobispado de Madrid Carlos Osoro
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