Dos de abril: Yolanda de Ramos
Díaz se emocionó varias veces y sonrió muchas más. Quiere política y no politiqueo. Un mundo mejor donde todos seamos más felices pudiendo comprar perdices. Lo mismo que todos, pero a su manera
Estoy en contra de la sociedad civil. No de su presencia en la vida misma, ni siquiera en los actos políticos, pero sí de que participen. No es cosa de hoy, sino de siempre. Como estoy en contra de los teloneros y de ese tipo de periodismo que en días como estos, cuando España se va de vacaciones, da voz a un puñado de ciudadanos que celebran marcharse a descansar y hacen bromas con la presencia de la suegra en el coche.
Porque hoy era el día de Yolanda Díaz. Y era a ella a quien querían escuchar los asistentes al acto. Tenían sed de rock and roll, de saber si se señalaban ausencias, si el colmillo de la gallega estaba más afilado que otras veces, si anunciaba algo más que su deseo -que no es poco- de ser la primera presidenta del Gobierno de España. Hubo que esperar a las dos y pico de la tarde para que lo dijera.
Hay, al menos, un par de Yolandas. Está la vicepresidenta, brazo armado de la ley. Locuaz, rotunda e incisiva. Cierto instinto asesino, ni rastro de cursilería. Negociadora, la daga en el liguero, las camisas siempre bien planchadas. La que cede, pero lo justo.
Y está la de Sumar, la que destila buen rollo, la que abraza sin medida, lanza besos y se emociona. La que quiere que todos nos demos la mano, como en los finales felices de Disney. Que imaginemos, soñemos e ilusionemos. La que piensa en un país para dentro de diez años, un ritmo incompatible con el de estos tiempos, donde bastan y sobran veinte segundos en Tik tok para explicar la vida. La que no parte de cero en su currículo, porque ella y los que la rodean en cada acto de Sumar se encargan de recordarnos sus logros: la reforma laboral, la subida del SMI, la normativa laboral para las empleadas del hogar, los ERTE durante la pandemia.
Díaz tuvo hoy, como otros días, un puntito de telepredicadora, pero no evangélica, como las que invita a sus actos el otro gallego en Madrid. Lo suyo es más de las de las primeras comunidades cristianas. Sí, se puede. Ven conmigo. Amén. Aunque hoy lanzara un mensaje a los pastores de otra iglesia: "Yo no soy de nadie". Porque ella no cree en esa preposición como muestra de adhesiones. "En Galapagar ahora mismo se está rompiendo una galería de cristales que hay junto al salón", dijo mi vecino de asiento, que al parecer ha estado en esa casa.
Estaba el polideportivo Magariños a reventar. Situado en el número 127 de la calle de Serrano, entre una parroquia cercana al Opus Dei y el casoplón en el que vive o vivía hasta hace poco Carlos Goyanes. Para los seguidores del baloncesto y para Pedro Sánchez es la cuna del club de baloncesto Estudiantes, ese equipo de patio de colegio.
💬@Yolanda_Diaz_: "Hoy quiero recordar unas palabras de Rosalía de Castro: 'Yo soy libre'."#Sumar2A || 🔴https://t.co/tWsX9EdsNi pic.twitter.com/bO9HY1sQiA
— Sumar (@sumar) April 2, 2023
Pero lo de hoy era otra cosa. Eran muchas cosas. Muchos votantes desencantados de Podemos, mucho errejonismo -Íñigo, dime dónde compras, es para un amigo-, personas que otro domingo cualquiera estarían en el Rastro pero no en la parte de los puestos callejeros, sino en las tiendas de antigüedades y ropa de segunda mano. Más Portobello que mercadillo de oferta de bragas 3x2.
Mucho nombre propio de la política y también otros, como las actrices Susi Sánchez y María Vázquez y ese perejil de las fiestas que me interesan llamado Jorge Javier Vázquez. Alberto Garzón, Rita Maestre, Ada Colau, Joan Ribó, Mónica García, Íñigo Errejón, Enrique de Santiago, Jorge Lago, Elizabeth Duval, María Eugenia Rodríguez Palop, Joan Subirats y varios voluntarios repartiendo pegatinas de apoyo a Sumar y otras con el mote que Federico Jiménez Losantos le ha puesto a la vicepresidenta que quiere ser presidenta: "La fashionaria".
Díaz se emocionó varias veces y sonrió muchas más. La gente se le abrazó tanto que a punto estuvieron de malograrle el recogido del pelo. Quiere que el futuro sea ya. Que empiece todo este Domingo de Ramos. Quiere política y no politiqueo. Un mundo mejor donde todos seamos más felices pudiendo comprar perdices. Lo mismo que todos, pero a su manera. Con una banda sonora que mezcla Girl on fire de Alicia Keys con Un mundo ideal de la película Aladdin. Hoy hubo mucho más de lo segundo.
Estoy en contra de la sociedad civil. No de su presencia en la vida misma, ni siquiera en los actos políticos, pero sí de que participen. No es cosa de hoy, sino de siempre. Como estoy en contra de los teloneros y de ese tipo de periodismo que en días como estos, cuando España se va de vacaciones, da voz a un puñado de ciudadanos que celebran marcharse a descansar y hacen bromas con la presencia de la suegra en el coche.
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