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Las heridas abiertas del magnicidio de Pablo Casado: "El dolor todavía sigue ahí"
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BALANCE TRAS UN AÑO DE LA CRISIS

Las heridas abiertas del magnicidio de Pablo Casado: "El dolor todavía sigue ahí"

El exdirigente ha mantenido un silencio sepulcral desde que abandonó definitivamente el partido. Su muerte política sigue generando inquietudes y opiniones contrapuestas en el PP: "Se le trató como a un delincuente"

Foto: La última sesión de Pablo Casado en el Congreso como presidente del PP. (EFE/Chema Moya)
La última sesión de Pablo Casado en el Congreso como presidente del PP. (EFE/Chema Moya)

1 de abril de 2022. Un Pablo Casado visiblemente afectado sube al escenario para pronunciar su discurso de despedida. Enfrente, el plenario del PP, el dirigente que le había descabalgado de la presidencia del partido y amigos que saltaron del barco cuando comenzó a zozobrar. "Fue uno de los momentos más duros de su vida", rememora hoy una fuente de su entorno. "Me voy, pero volveré para lo que necesitéis, para ayudar a este gran proyecto y apoyar a quien hoy recoge el testigo", dijo. Pero la puerta nunca se volvió a abrir. Ni por iniciativa propia, ni tampoco por la de Génova. Feijóo no se opone a "rehabilitar" su figura y naturalizar su presencia en el futuro. Pero en las filas populares, incluso entre afines casadistas, pervive la creencia de que un año no ha sido tiempo suficiente como para actuar como si nada hubiese ocurrido. "El dolor y la pena siguen ahí. Aún me quita el sueño recordar aquellos días", comenta una de las pocas voces que se mantuvo fiel a Casado hasta el final.

Pablo Casado fue el protagonista de una crisis política sin apenas precedentes. Víctima de un magnicidio exprés que, en función del interlocutor, fue consecuencia de su "inmadurez política", de rodearse de "malas compañías" o simplemente de escoger torpemente a su adversario. La mecha se prendió en la noche del miércoles 16 de febrero. Fontaneros de Génova contactaron con detectives para investigar al hermano de Ayuso, fue el titular con el que El Confidencial destapó una trama que acabaría con la muerte política de un candidato que aspiraba a ser presidente del Gobierno. Después, todo pasó muy rápido. "A día de hoy sigo sin entenderlo. Me gustaría tomarme un café con Pablo, que me lo explicase", reflexiona una fuente que, entonces, estaba sentada en el comité de dirección del exdirigente y apenas volvió a saber de él.

Foto: Pablo Casado. (EFE)

Cuando la bomba ya había estallado, el expresidente del PP reunió a la dirección en la sede de Génova. Era jueves, 17 de febrero. Esa misma mañana, Isabel Díaz Ayuso rompió con Génova, y responsabilizó a su otrora amigo Pablo Casado de orquestar una campaña "cruel" para tratar de derribarla. Sobre la mesa solo había un chivatazo que obraba en el poder de la dirección nacional, y que salpicaba a la presidenta de la Comunidad de Madrid en un presunto delito de tráfico de influencias por la adjudicación de un contrato de mascarillas a un familiar. El entonces líder del PP, flanqueado por su inseparable secretario general, Teodoro García Egea, expuso sus suspicacias frente al resto de la dirección.

"Pablo, parece que no hay nada", le conminó uno de sus miembros. Y Casado, según las fuentes consultadas, delegó automáticamente en Egea. "¿Te parecen pocas pruebas?", defendió. "No son pruebas, solo indicios", respondió este mismo cargo. Algunos de los entonces presentes creen que se dieron "muchos pasos en falso", como la apertura de un expediente contra Ayuso que Génova tuvo que rectificar cuando comenzó a desmoronarse el castillo de naipes. Pero tanto los que estaban en aquella dirección como los que vinieron después coinciden en señalar el punto exacto en que la crisis se volvió irreconducible y la salida de Casado, imprescindible.

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El viernes 18 de febrero, el expresidente del PP decidió morir matando, y pronunció las siguientes palabras en la Cope: "Aunque un juez no resuelva que es ilegal cobrar 300.000 euros de una adjudicación del Gobierno dirigida a un hermano, los españoles pueden plantearse si es ejemplar que cuando morían en España 700 personas al día se pueda contratar a tu hermano y recibir 286.000 euros de beneficio". El suelo ya se había abierto bajo sus pies. Lejos de recoger cable, acusó a Ayuso de forma directa de tráfico de influencias. "Su carrera política acabó ahí", opinan voces populares. A los dos días, una gran manifestación acorraló Génova para exigir la dimisión de Pablo Casado. El tsunami era ya imparable. Y la presión sobre el líder del PP, incluso de parte de quienes consideraba fieles, se volvió insoportable: "Pablo, da un paso al lado. Porque España necesita al PP".

¿Rehabilitar a Pablo Casado?

Casado firmó su sentencia de muerte en la noche del 23-F, aunque logró un armisticio tras una tensa reunión con todos los barones del partido, a excepción de Isabel Díaz Ayuso. Y aquella tensa noche, Alberto Núñez Feijóo fue también ungido como nuevo líder nacional, aunque su entronización oficial se pospusiese más de un mes. Tan solo unas horas después —la cita en Génova se alargó hasta bien entrada la madrugada—, Pablo Casado se despidió también del Congreso entre el aplauso de unos compañeros que, en realidad, ya le habían abandonado. Solo tres diputados le siguieron a la puerta de salida: Antonio González Terol, hoy candidato del PP a la alcaldía de Alcorcón; Pablo Montesinos, que abandonó su escaño poco después; y Ana Beltrán, que mantiene su asiento en el Congreso pero sin cargo orgánico.

Otros dirigentes que formaban parte de su círculo habitual continúan en la cúpula del partido, ahora liderado por Feijóo. El mayor exponente es Cuca Gamarra, que mantiene la portavocía del Congreso de los Diputados, la presidencia del Grupo y la secretaría general del partido. El gallego Jaime de Olano, que también se sentó en el comité de dirección de Casado, se encarga del área económica en la dirección del grupo en el Congreso; y Javier Maroto mantuvo la presidencia de los populares en el Senado. Pero la realidad es que un año después de su salida, el número de cargos en activo que mantienen un contacto frecuente con Casado se podrían contar con los dedos de una mano.

placeholder La actual portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra, junto al escaño vacío de Pablo Casado. (EFE)
La actual portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra, junto al escaño vacío de Pablo Casado. (EFE)

"Sigue instalado en la idea de la conspiración y de la traición", explica un dirigente que reconoce que, hace un año, llamaba a Casado "amigo". Este sector considera que aún es demasiado pronto como para que el expresidente reaparezca en eventos del partido. Que hay heridas que aún supuran. "El partido está ahora unido. No podemos permitirnos abrir corrientes internas, eso no nos conviene", comentan, deslizando que una temprana rehabilitación podría reabrir aún "tensiones" con Isabel Díaz Ayuso a solo unos meses de las elecciones autonómicas y municipales.

Ese fue uno de los motivos que dirigentes del PP observan como motivo por el que la dirección de Génova decidió no invitarle al gran cónclave que el partido celebró la pasada semana en Valencia, el acto más multitudinario que preside Feijóo desde que es presidente del partido y que se recordará por la reconciliación entre Mariano Rajoy y José María Aznar, juntos por primera vez en años. En el escenario solo estuvieron los dos expresidentes junto a Feijóo. Con la salvedad de un órdago velado que lanzó Rajoy contra el candidato que venció en primarias a Soraya Sáenz de Santamaría, ningún portavoz hizo mención alguna a la gestión del expolítico en los dos días que duró la jornada. Casi como si la era de Casado no hubiese existido.

Foto: Pablo Casado. (Agencias)

"Pablo no pintaba nada. Se diseñó una imagen de unidad, y él solo hubiese restado", despachan dirigentes de la actual cúpula del partido. No opinan así algunos casadistas que sobreviven en las filas de los populares, aunque con un perfil bajo. "Sigue siendo muy doloroso, pero no se le puede tratar como si fuese un delincuente. Él ha estado callado y tranquilo, con sus cosas. Y eso tiene mucho valor. Ha sido una parte importantísima de la historia de este partido, ganó elegido por la militancia y cogió un partido destrozado y desmoralizado. Con sus aciertos y errores, tiró para adelante. Y eso no se puede borrar", se desahoga una dirigente, que prefiere mantenerse en el anonimato.

Superado el cónclave de Valencia, en el equipo de Feijóo aseguran que el líder mantiene el contacto con Casado, y que su intención es que participe próximamente en actos del partido para sanar la última gran herida que queda en el PP. Según fuentes cercanas al gallego, este le ofreció al expresidente del PP un alto cargo en Europa, en compensación por el mal trago. Pero Casado lo declinó, y prefirió apartarse por completo.

1 de abril de 2022. Un Pablo Casado visiblemente afectado sube al escenario para pronunciar su discurso de despedida. Enfrente, el plenario del PP, el dirigente que le había descabalgado de la presidencia del partido y amigos que saltaron del barco cuando comenzó a zozobrar. "Fue uno de los momentos más duros de su vida", rememora hoy una fuente de su entorno. "Me voy, pero volveré para lo que necesitéis, para ayudar a este gran proyecto y apoyar a quien hoy recoge el testigo", dijo. Pero la puerta nunca se volvió a abrir. Ni por iniciativa propia, ni tampoco por la de Génova. Feijóo no se opone a "rehabilitar" su figura y naturalizar su presencia en el futuro. Pero en las filas populares, incluso entre afines casadistas, pervive la creencia de que un año no ha sido tiempo suficiente como para actuar como si nada hubiese ocurrido. "El dolor y la pena siguen ahí. Aún me quita el sueño recordar aquellos días", comenta una de las pocas voces que se mantuvo fiel a Casado hasta el final.

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