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'Nomadland' cañí: los jornaleros del salario mínimo que recorren el país en furgoneta
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TEMPOREROS DEL SIGLO XXI

'Nomadland' cañí: los jornaleros del salario mínimo que recorren el país en furgoneta

“Yo tenía dos trabajos el pasado año. Uno era una jornada de cuatro horas al día y el otro, de tres. Ganaba, respectivamente, 400 y 300 euros. Es decir, 700 euros mensuales por siete horas al día”

Foto: El irundarra Mauri y la canaria Flor, junto a su furgoneta, en el Pirineo aragonés. (F. B.)
El irundarra Mauri y la canaria Flor, junto a su furgoneta, en el Pirineo aragonés. (F. B.)

“Imagina que cobras alrededor de los 1.000 euros, a menudo sin pagas ni horas extra, por breves trabajos estacionales que te obligan a buscar piso al menos dos veces al año en un lugar como el valle de Benasque donde, o bien los alquileres son prohibitivos o, lo que es peor, simplemente no hay viviendas porque los propietarios ganan mucho más dinero arrendando de forma intermitente a los viajeros”, nos comenta Roberto, nombre figurado de un veterano montañero de 45 años cuya casa es un camión desde 2019. El valle que menciona se halla en la cuenca superior del río Ésera, en una comarca oscense del Pirineo conocida como Alta Ribagorça a la que suelen acudir miles de turistas cada año atraídos, sobre todo, por una estación de esquí situada en Cerler y por sus bucólicas estampas alpinas, sus atractivos naturales y ciertos deportes de aventura como el barranquismo o el 'rafting'. La bella población de Castejón de Sos es al parapente lo que La Meca a los fieles musulmanes.

Sale a colación durante nuestra charla la celebrada película norteamericana 'Nomadland', de Chloe Zhao, basada en la novela homónima de Jessica Bruder y alejada del romanticismo un poco burdo de la llamada 'van life', una especie de mala imitación de la vida fuera del sistema, una parodia de la búsqueda de libertad publicitada 'ad hoc' por los propios fabricantes de autocaravanas. Los turistas de los anuncios se mueven desahogadamente a bordo de pretenciosos vehículos de más de 100.000 dólares. El personaje que encarna en la película Frances McDormand está, por el contrario, en las antípodas de un jubilado acaudalado tratando de emplear en algo útil la recta final de su existencia. Es una mujer desposeída a la que la crisis financiera de 2008 ha arrojado a las cunetas del sistema por la fuerza, que decide reinventarse y se hace con una vieja Camper, una versión más proletaria de las autocaravanas.

placeholder Frances McDormand, en 'Nomadland'.
Frances McDormand, en 'Nomadland'.

La América que Zhao retrata es la de los centros logísticos de Amazon y la de los empleos temporales y precarios semejantes a los de los trabajadores que Roberto nos describe para tratarnos de explicar al menos uno de los motivos por los que, desde hace algunos años, van concentrándose más y más vehículos en los aparcamientos de estaciones de esquí como las del valle de Arán (Lleida) o el Pirineo aragonés. Según nos cuenta el montañero, la 'Nomadland española' está compuesta por miles de jornaleros nacionales, franceses, italianos y latinos (especialmente argentinos) que se desplazan de un lugar a otro en una furgoneta, no necesariamente cochambrosa, en busca de oportunidades de trabajo a menudo mal remuneradas en lugares donde el grueso del alquiler es vacacional. Es también de alguna forma el mejor procedimiento para armonizar el ocio y el negocio; la devoción por la vida en la montaña o junto al mar y la necesidad de poner sobre la mesa cada día un plato de lentejas.

Romanticismo forzado

“Hay una parte de romanticismo, claro. Yo mismo llevo toda la vida viajando con cuatro duros y huyendo de una existencia estandarizada y todo lo que ello implica”, dice Roberto. “En realidad, me gusta tener ocho metros cuadrados de casa y no estar ligado a nada, ni siquiera a un ordenador. Mucha gente te mira y piensa: 'Fíjate qué pobrecito'. Pero yo me siento muy agradecido de poder vivir de esta manera. Ahora bien, que exista un componente de elección personal o que resulte práctico vivir de esta manera en determinados casos no significa, sin embargo, que no haya cada vez más gente forzada por las circunstancias”.

"Tuve que pagar 400 euros mensuales por un lugar sin cocina y me pedían que me fuera los fines de semana para alquilarlo a los turistas"

“Yo comencé a vivir en un autocar debido a la falta de vivienda y los altos precios de los alquileres”, nos confirma Juanjo, un valenciano de 49 años al que hallamos trabajando en un refugio del Pirineo. A veces, ni siquiera el precio es el problema. Simplemente, no hay vivienda en alquiler en las inmediaciones de las pistas de esquí y lo poco que hay se consigue a menudo en condiciones abusivas. “En una ocasión tuve que pagar 400 euros mensuales por un lugar sin derecho a cocina y me pedían que me fuera los fines de semana para que pudieran alquilarlo a los turistas”, cuenta una camarera.

Algunos trabajadores buscan piso a 30 o 40 kilómetros de su empleo, pero entonces hay que resolver el problema del desplazamiento por una carretera de montaña. “Encontrar un lugar en Benasque es una odisea”, añade Roberto. “Y si lo encuentras, tienes que pagar 300 o 350 euros por una habitación, a lo que hay que añadir no menos de 1.500 euros por temporada en concepto de calefacción y a precios anteriores a los de la subida de los combustibles. Ahora, todo el mundo tira de catalítica, pero es que también las bombonas de butano se han puesto a 20 pavos. Es decir, la furgoneta ha comenzado a convertirse en una necesidad. Y piensa que yo al menos tengo un camionzuco, pero hay gente que se pasa la temporada entera en una Transporter diminuta”.

Roberto accedió a contarnos su experiencia a condición de que no le retratásemos porque teme que denunciar abiertamente las “malas condiciones” a que hacen frente, a su juicio, muchos de los trabajadores temporales de la comarca podría perjudicarle, no solamente a él, sino a los dueños de las 14 o 15 autocaravanas que vivían la pasada temporada en el 'parking' del Molino. Al menos, en las pistas de Cerler se les tolera y no tienen que andar por los caminos, eludiendo en ocasiones los controles de la Benemérita.

"No más de 1.100 euros"

“¿Sabes cuánto gana por término medio un empleado de Aramon? La mayoría, no más de 1.100 euros. ¿Sabes cuál es el salario habitual de los trabajadores de alguno de esos famosos establecimientos comerciales de la comarca? Menor todavía. En torno a los 1.000 euros. Réstale a ese sueldo el alquiler de una habitación, los gastos de calefacción y mantenimiento o los desplazamientos y te queda lo comido por lo servido. ¿Entiendes ahora cuál es el problema? Y sucede lo mismo en las Baleares o en el litoral mediterráneo. Es decir, hablamos de vidas en precario y al borde de la supervivencia. En Ibiza, por ejemplo, tampoco hay pisos de alquiler, de manera que algunos jornaleros se han tenido que subir a una furgoneta. Ese es el verdadero rostro de la 'Nomadland' de aquí, mucho menos romántico de lo que podría parecer superficialmente”.

"Si es que pagan lo mismo o menos aquí por jornadas intensivas de temporada alta que lo que se percibe por un trabajo anual mucho más relajado”, afirma una trabajadora de la hostelería mientras comienza a proporcionarnos un minucioso listado de negocios del valle del Ésera, con sus nombres y sus direcciones, donde se incumple de forma sistemática la normativa laboral. “Jornadas abusivas de 12 o 13 horas; meses enteros sin un solo día de libranza y escaqueo sistemático de las horas extra que a menudo se niegan a remunerar. Y todo a cambio de salarios que no superan a menudo los 1.100 euros. En algunos negocios, tienen incluso a gente sin asegurar o a un jubilado trabajando. Hemos llamado a la Inspección de Trabajo en varias ocasiones, pero no parece que hagan nada. Hay algunos que sí cumplen, pero es que, en caso contrario, se quedarían sin empleados. No me sorprende que cada año haya más gente viviendo dentro de una furgoneta. ¿No podríais denunciar vosotros lo que está ocurriendo?”, dice esta camarera de una población del valle. Ella sí ha hallado un piso finalmente, pero a 35 kilómetros de las pistas de esquí.

placeholder Flor, una canaria de 44 años a la que encontramos junto a su furgoneta camperizada. (G. M.)
Flor, una canaria de 44 años a la que encontramos junto a su furgoneta camperizada. (G. M.)

“Yo tenía dos trabajos el pasado año. Uno era una jornada de cuatro horas al día y el otro, de tres. Ganaba, respectivamente, 400 y 300 euros. Es decir, 700 euros mensuales por siete horas al día”, nos dice Flor, una canaria de 44 años a la que encontramos junto a su furgoneta camperizada también ribagorzana de Castejón de Sos. Ni Flor ni su pareja, Mauri, un vasco de 42 años, decidieron vivir en una Camper por restricciones económicas. Durante los poco más de dos meses que dura la temporada de verano, el irundarra es monitor de parapente, que es probablemente una de las pocas profesiones de temporada que se hallan bien remuneradas.

Realizando largas jornadas y sin librar a veces durante días, un especialista en esa disciplina deportiva puede ganar entre 3.000 y 6.000 euros. Existen dos motivos esenciales que explican estas privilegiadas condiciones laborales: hay una fuerte demanda del servicio y muy pocos expertos capacitados. Además, se trata de una práctica muy peligrosa. En el mismo lugar donde hallamos a Mauri y Flor, vivía también en una furgoneta hasta la pasada semana una pareja catalana. Él, un expolicía barcelonés de 52 años, perdió la vida el pasado día 17 mientras volaba en la vertiente del pico Gallinero que desciende hacia Arasán, en el municipio de Bisaurri.

Un trabajador no puede permitirse hacer frente a un alquiler vacacional

Mauri y la tinerfeña Flor llevan cinco años juntos. En 2021, compraron en la población cántabra de Castro Urdiales una vieja Ducato del 96 por 4.500 euros. Que Mauri pueda reunir algún dinero trabajando duro un par de meses no significa, sin embargo, en su opinión, que la vida de jornalero sea una bicoca. Tan solo para traer la furgoneta desde Tenerife, han invertido 1.000 euros en combustible y otros gastos. Y deberán dedicar al menos otro tanto para regresar a su casa insular cuando termine su temporada. “Es algo que está sucediendo en todos los lugares”, nos dice Mauri. “En Ibiza están cobrando 400 euros como poco por una habitación en un piso compartido. Yo he llegado a pagar en alguna ocasión hasta 600 por una habitación. Lo que sucede entonces es que un trabajador no puede permitirse hacer frente a un alquiler vacacional. En la Ribagorça tengo un buen sueldo, pero no te confundas: el empleo es muy duro y el dinero está muy bien ganado. A menudo trabajo 12 horas al día sin librar una jornada en todo el mes”.

A pesar de todo, Flor y Mauri son felices de poder pasar algunos meses en verano en el Pirineo. “Nos gusta vivir de esta manera”, dice Flor. “El año pasado, cuando regresamos a Canarias, donde sí tenemos una vivienda, pasamos tres días más durmiendo dentro de la Ducato porque nos habíamos acostumbrado”.

Siempre sospechosos

Existen, por otro lado, ciertos inconvenientes asociados a la vida en la 'furgo' que todos los temporeros coinciden en señalar. Desde que comenzó la temporada, la policía les vigila muy de cerca para cerciorarse de que no acampan en espacios no autorizados, que son esencialmente todos salvo que ocupen un lugar municipal habilitado 'ex profeso' o una propiedad privada de un conocido. Además, algunos días de verano, estar en el interior de una furgoneta bajo un sol de castigo es, según dicen, un infierno. Y eso, por no hablar de las lógicas limitaciones de espacio.

A un kilómetro del aparcamiento de Castejón de Sos, sobre un contenedor de basura situado en las proximidades del cementerio, puede verse un cartel donde el concejo recuerda a los propietarios de las autocaravanas que está prohibido pernoctar fuera de los espacios habilitados. No es insólito que los vecinos se quejen a menudo también de la presencia de excrementos o del acopio de basuras. “Pagamos justos por pecadores, porque acostumbran a culparnos a nosotros de lo que hacen los turistas”, dice Mauri. “Se oye por ahí a menudo también que no gastamos dinero. ¡Como si no compráramos nuestra comida en los supermercados o saliéramos por ahí a cenar o beber una cerveza de vez en cuando!”.

placeholder Sara, una diseñadora de producto de Rubí (Barcelona) de 25 años. (F. B.)
Sara, una diseñadora de producto de Rubí (Barcelona) de 25 años. (F. B.)

“Es que, en realidad, es al revés”, añade Sara, una diseñadora de producto de Rubí (Barcelona) a la que hallamos conduciendo su furgoneta junto al pantano de Barasona, en la población también aragonesa de Graus. “La filosofía de vida asociada a la mayoría de la gente que vive en una furgo es bastante ecologista. Si encontramos algo limpio, lo dejamos como estaba, y si está sucio, lo limpiamos. Luego resulta que hay lugares como Mallorca donde los de los catamaranes llenan el mar de basura, pero eso parece molestarles menos porque, de entrada, los de las administraciones tienen un concepto de turismo bastante equivocado”.

Sara, de 25 años, y su gata Piña llevan dos meses durmiendo en su nueva furgoneta, un muy decente minibús antaño usado para transportar a minusválidos que ha convertido en su hogar por algo más de 40.000 euros. “En Mallorca tenemos idéntico problema. La presión del turismo ha acabado empujando más y más lejos de los núcleos habitados incluso a los locales porque no arriendan viviendas a los trabajadores. De modo que ahora algunos pueblecitos están cobrando vida gracias a esa especie de migración forzada. Bajos salarios, alquileres altos y el resultado es que mucha gente ha descubierto las ventajas de la vida nómada. La mayoría de quienes yo conozco son personas en precario que viajan como jornaleros en busca de oportunidades de empleo. Yo teletrabajo, así que soy muy afortunada. No solo me desplazo con la casa encima. También mi empleo me acompaña”.

“Es que hay una especie de estigmatización de estos nuevos temporeros”, concluye Roberto. “Somos gente necesaria en los nichos de empleo que frecuentamos. Y sin embargo se nos tiene por personas de mal vivir”. Es decir, por una especie de herederos de los viejos zíngaros, lo que de hecho son en cierto modo.

“Imagina que cobras alrededor de los 1.000 euros, a menudo sin pagas ni horas extra, por breves trabajos estacionales que te obligan a buscar piso al menos dos veces al año en un lugar como el valle de Benasque donde, o bien los alquileres son prohibitivos o, lo que es peor, simplemente no hay viviendas porque los propietarios ganan mucho más dinero arrendando de forma intermitente a los viajeros”, nos comenta Roberto, nombre figurado de un veterano montañero de 45 años cuya casa es un camión desde 2019. El valle que menciona se halla en la cuenca superior del río Ésera, en una comarca oscense del Pirineo conocida como Alta Ribagorça a la que suelen acudir miles de turistas cada año atraídos, sobre todo, por una estación de esquí situada en Cerler y por sus bucólicas estampas alpinas, sus atractivos naturales y ciertos deportes de aventura como el barranquismo o el 'rafting'. La bella población de Castejón de Sos es al parapente lo que La Meca a los fieles musulmanes.

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