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'Nomadland': una historia inolvidable que hace añicos el sueño americano
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'Nomadland': una historia inolvidable que hace añicos el sueño americano

Parcialmente basada en 'País Nómada: Supervivientes del siglo XXI' de la periodista Jessica Bruder, esta película no puede ser considerada un documental pero tampoco lo contrario

Foto: 'Nomadland'.
'Nomadland'.

El mito sobre el que se sostiene el sueño americano define Estados Unidos como una tierra de abundancia y oportunidades, en la que todos tienen la posibilidad de encontrar una vida mejor y una casa con jardín en la que envejecer, y augura un futuro esplendoroso para todos aquellos dispuestos a trabajar duro. La nueva película de Chloé Zhao se dedica a poner en cuestión esa fantasía, dando voz para ello a algunos de aquellos habitantes del territorio que han abandonado el sistema o han sido abandonados por él; y en el proceso, asimismo, ofrece el cautivador retrato de un corazón roto.

Parcialmente basada en el libro de no-ficción ‘País Nómada: Supervivientes del siglo XXI’, que la periodista Jessica Bruder publicó en 2017, ‘Nomadland’ no puede ser considerada un documental pero tampoco lo contrario. Como las dos películas previas de la directora china, ‘Canciones que mis hermanos me enseñaron’ (2015) y ‘The Rider’ (2017) —que también se fijaban en los desposeídos de América para poner en duda el llamado mito de la frontera estadounidense—, ocupa el espacio indefinido que separa ambos territorios narrativos que se intersectan. La mayoría de sus intérpretes son no-actores que dan vida a versiones mínimamente dramatizadas de sí mismos, y mientras los observa va esbozando el relato de un viaje: el que una mujer, Fern, lleva a cabo desde el hogar que habitó durante toda su adultez hasta el que se ve en la necesidad de encontrar para la última etapa de su vida, sea donde sea.

Encarnada por Frances McDormand, Fern es un personaje inventado que representa al creciente número de estadounidenses de edad avanzada, todos ellos muy reales, que viajan por el país viviendo en furgonetas o casas rodantes y ocupando una sucesión de trabajos temporales, ya sea en centros de almacenaje de Amazon, plantas procesadoras de tubérculos o servicios de limpieza de lavabos públicos. Después de la muerte de su marido y de perderlo todo por culpa de la crisis, tras lanzarse a la carretera al volante de una Ford Econoline que además de su medio de transporte es su cocina y su dormitorio, la mujer encuentra en la carretera algo parecido a una comunidad.

Mientras observamos a los nómadas reunirse en campamentos para compartir comida, intercambiarse objetos en función de sus necesidades y explicarse técnicas de supervivencia cómo utilizar un cubo de plástico a modo de retrete, por ejemplo—, por momentos resulta fácil olvidar que las escenas han sido interpretadas para la cámara y editadas. Zhao, decimos, incorpora elementos más convencionalmente ficticios; Fern conoce a Dave (David Strathairn) y, a lo largo de su camino, va topándose sucesivamente con él. Por momentos, todo apunta a que su relación podría convertirse en un romance al uso. Pero ni ‘Nomadland’ es esa clase de película ni Fern esa clase de mujer.

McDormand siempre da la sensación de ser el tipo de estrella de Hollywood que se sentiría cómoda cenando tortilla de patata

A lo largo de su carrera, McDormand siempre ha dado la sensación de ser el tipo de estrella de Hollywood que se sentiría perfectamente cómoda cenando tortilla de patata en cualquiera de nuestros comedores, y en ‘Nomadland’ solo le hacen falta un par de escenas para asimilarse con el resto del reparto. Asimismo, la actriz dota a Fern de una equilibrada mezcla de dureza y vulnerabilidad y de un irresistible estoicismo, y para ello no necesita más que una colección de gestos y expresiones sutiles, y de una serie de escenas en las que Fern se dedica principalmente a observar y escuchar.

Algunos de los nómadas le hablan de traumas pasados, otros le cuentan los sueños que han decidido cumplir antes de que sea tarde, y otros le explican cómo la maquinaria económica los dejó sin sus ahorros. En sus palabras, en todo caso, no hay reproches ni victimismo. Indudablemente, ‘Nomadland’ funciona como condena de una forma de capitalismo que abandona a quienes dejaron de serle útiles, pero al mismo tiempo se esfuerza por reivindicar los placeres y benefecios que la vida en la carretera proporciona, sin necesidad de caer para ello en la condescendencia o la idealización.

Entretanto, Zhao logra establecer una conexión casi espiritual con los deslumbrantes paisajes que Fern va atravesando en su periplo, y que son una expresión tanto de la mezcla de libertad y soledad que obtiene de él como, sobre todo, de esos sentimientos profundos que tanto le cuesta articular, y de esa necesidad constante de moverse que responde a una búsqueda, pero también a una huida. Y así la película acaba abrazando las mismas contradicciones que dan fuelle a su protagonista: es a la vez melancólica y feliz, terrenal y épica, nada sentimental, pero definitivamente conmovedora, y llena de dolor por el pasado perdido a la vez que de esperanza en un futuro incierto.

El mito sobre el que se sostiene el sueño americano define Estados Unidos como una tierra de abundancia y oportunidades, en la que todos tienen la posibilidad de encontrar una vida mejor y una casa con jardín en la que envejecer, y augura un futuro esplendoroso para todos aquellos dispuestos a trabajar duro. La nueva película de Chloé Zhao se dedica a poner en cuestión esa fantasía, dando voz para ello a algunos de aquellos habitantes del territorio que han abandonado el sistema o han sido abandonados por él; y en el proceso, asimismo, ofrece el cautivador retrato de un corazón roto.

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