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El PSOE activa la 'operación placaje' a Yolanda Díaz para frenar su asalto al voto socialista
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VETERANOS SOCIALISTAS SEÑALAN SU "PELIGRO"

El PSOE activa la 'operación placaje' a Yolanda Díaz para frenar su asalto al voto socialista

Desde el sector socialista se lanzan mensajes que sitúan a Díaz en posiciones más radicales de las que se percibirían de puertas hacia afuera. Se la dibuja como inflexible y rígida

Foto: Pedro Sánchez, conversa con Yolanda Díaz. (EFE/Mariscal)
Pedro Sánchez, conversa con Yolanda Díaz. (EFE/Mariscal)
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La tensión electoral se ha instalado en el seno del Gobierno e impregna ya la relación entre los socios, que marcan terreno y compiten por las banderas con las que presentarse a las urnas. El conflicto por la reforma laboral da buena cuenta de ello y su resaca ha visibilizado esta toma de posiciones. También que se ha abierto la veda para las zancadillas. Las diferencias se quisieron personalizar por ambas partes en la figura del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. No como hasta ahora, cuando los choques se circunscribían a diferencias entre Calviño y Díaz. Así lo quisieron trasladar tanto desde Moncloa, insistiendo en la falta de comunicación entre ambos, como desde el entorno de la vicepresidenta, que señalaban directamente al presidente del Ejecutivo, en lugar de a la ministra de Asuntos Económicos como en pulsos anteriores. Serán los cabeza de cartel, que pese a su necesidad de gobernar en coalición tendrán que medir sus fuerzas para redefinir el peso de cada uno.

En este contexto, algunas de las figuras más veteranas del PSOE han actuado como avanzadilla para torpedear el aura afable con el que los votantes socialistas perciben a Díaz. Según el CIS, cada vez mejor valorada entre este segmento. Los expresidentes de Castilla-La Mancha y Extremadura, José Bono y Juan Carlos Rodríguez Ibarra coincidieron en sendas entrevistas en señalar a Díaz de "peligrosa". Unas opiniones que al no estar en la primera línea política se pueden permitir. En este reparto de papeles, desde Ferraz, Adriana Lastra también reivindicó que habrá derogación de la reforma laboral, pero matizando que "lo hará el PSOE".

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (d), responde a una de las preguntas de los diputados en presencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Con esta brecha abierta, desde el sector socialista del Gobierno se lanzan mensajes que sitúan a Díaz en posiciones más radicales de las que se percibirían de puertas hacia afuera. Se la dibuja como inflexible y rígida. Una estajanovista que, en el caso concreto de la negociación sobre la reforma laboral, atribuyen ocultar información y que la intervención de otros ministerios socialistas para coordinar el proceso rebajó la amenaza de que se rompiese el diálogo social. Se intenta aplacar una imagen que, en palabras de Bono durante una entrevista en La Sexta, tiene "mucho peligro" porque "se expresa de una manera amable y dulce", lo que impediría "demonizarla".

Hay quien recuerda ahora a su predecesor en el Ejecutivo, Pablo Iglesias, con cierta añoranza. La posición de Díaz a la hora de negociar con sus socios sería más de guante de seda y puño de hierro. "Mientras Iglesias es un producto de una teoría política que había aprendido en la facultad, Yolanda es un producto del Partido Comunista", resumía el expresidente de la Junta de Extremadura.

En el conflicto abierto por la reforma laboral, desde Moncloa se insistía en que nunca se trató una discusión de fondo sobre los contenidos. Lamentando que se les intentase arrinconar del lado de la patronal. Un relato interesado que achacan a Díaz y a CCOO. De hecho, se la ha acusado de alinearse solo con los sindicatos, mientras que desde el entorno de Díaz se defendían esta semana asegurando que Trabajo representaría el "equilibrio" en la mesa de negociación con los agentes sociales y que la propuesta que se llevaría desde este departamento sería "ponderada".

Foto: Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. (EFE)

El pulso se centró desde la parte socialista del Ejecutivo en una simple discusión sobre la metodología en el proceso de negociación, e incluso a un afán por marcar perfil. Sobre todo por las formas con las que se hizo pública la crisis. A través de Twitter, la líder de Podemos, Ione Belarra, se refirió a un incumplimiento "grave" del acuerdo de coalición y solicitó por ello la convocatoria "urgente" de una reunión con sus socios. Una cuestión de relato. Derogación sí o no. La inclusión de este término en el acuerdo, en línea con el programa de la coalición, se celebró desde la vicepresidencia segunda como una victoria. "Hay quien piensa más en uno mismo que en los demás", afeó la ministra de Defensa, Margarita Robles, sobre el origen de este conflicto, para añadir en una entrevista en TVE que hay que dejar de pensar "en clave interna" y "trabajar todos juntos".

El PSOE puso rumbo al horizonte electoral de 2023 en su 40º Congreso Federal. En Valencia se recompuso la relación entre Ferraz y los barones para activar sus estructuras territoriales y se renovaron etiquetas con el afán de ocupar la centralidad. Un cónclave del que Sánchez salió abrazando literalmente a Felipe González y simbólicamente un giro a la moderación.

Todo ello sin descuidar el flanco de la izquierda con el compromiso programático de "poner punto y final" a la reforma laboral, derogar la ley mordaza y recuperar la bandera del feminismo frente a Unidas Podemos poniendo el foco en la abolición de la prostitución. Asimismo, Sánchez cerró el congreso con un discurso en el que destacó como logros de su partido todos los avances sociales que ha ido aprobando el Gobierno de coalición en los primeros dos años de la legislatura. Desde los ERTE, el ingreso mínimo vital, la subida del salario mínimo y la revalorización de las pensiones con el IPC hasta la ley de vivienda, que en buena medida son banderas de sus socios de Unidas Podemos.

Foto: Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, en Moncloa. (EFE)

Yolanda Díaz, por su parte, sigue inmersa en el lanzamiento de un frente amplio que no solo busca reunificar el espacio, sino buscar la transversalidad para competir de tú a tú con el PSOE y atraer a sus votantes. Un proceso que incluye actos con otras líderes políticas a las que pretende sumar a su proyecto como el del próximo fin de semana en Valencia, donde participarán la vicepresidenta de la Generalitat Mónica Oltra (Compromís) o la líder de la oposición en la Asamblea de Madrid, Mónica García (Más Madrid). A pesar de ir mostrando su hoja de ruta con este tipo de encuentros, sigue manteniendo en el aire la posibilidad de presentarse a las elecciones generales. En el momento en el que dé el paso y se la perciba oficialmente como rival, se dispararán previsiblemente las hostilidades. Algo que tienen claro desde su equipo, al igual que el previsible descenso de su valoración política entre los votantes socialistas.

El discurso renovador y rupturista, intentando no ser de nicho, coincide con el del primer Podemos "ni de izquierdas, ni de derechas". Se aspira a no arrinconarse en un extremo del tablero político y desbordar el espacio a la izquierda del PSOE. Las señales de alerta que vienen del socialismo intentan por el contrario situarla en las posiciones clásicas recordando su procedencia del PCE.

El CIS, de momento, sigue situando a Díaz entre los miembros del Consejo de Ministros con más puntuación, fruto de una transversalidad tanto en lo que tiene que ver con las variables políticas de los encuestados como con las sociodemográficas. Su valoración es de las más homogéneas atendiendo al eje izquierda y derecha, pero también en cuestiones de edad, género y territorios, sin diferencias significativas entre generaciones, hombres o mujeres y votantes de grandes ciudades o de municipios pequeños. Una transversalidad por la que rompe el techo de valoración tradicional de los candidatos a la izquierda del PSOE, hasta el punto de situarse casi a la par que Pablo Casado como alternativa a Pedro Sánchez para presidir el Gobierno.

La tensión electoral se ha instalado en el seno del Gobierno e impregna ya la relación entre los socios, que marcan terreno y compiten por las banderas con las que presentarse a las urnas. El conflicto por la reforma laboral da buena cuenta de ello y su resaca ha visibilizado esta toma de posiciones. También que se ha abierto la veda para las zancadillas. Las diferencias se quisieron personalizar por ambas partes en la figura del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. No como hasta ahora, cuando los choques se circunscribían a diferencias entre Calviño y Díaz. Así lo quisieron trasladar tanto desde Moncloa, insistiendo en la falta de comunicación entre ambos, como desde el entorno de la vicepresidenta, que señalaban directamente al presidente del Ejecutivo, en lugar de a la ministra de Asuntos Económicos como en pulsos anteriores. Serán los cabeza de cartel, que pese a su necesidad de gobernar en coalición tendrán que medir sus fuerzas para redefinir el peso de cada uno.

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