Los pobres se mueven por trabajo y los ricos por ocio: así nos desplazamos en 2020
Mientras que el confinamiento provocó que la diferencia en movilidad entre las rentas bajas y las altas se disparase, la reapertura provocó un 'boom' en la movilidad de las más altas
El repetido eslogan 'El virus no entiende de clases sociales' ha quedado como el recuerdo de un tiempo pasado de inocencia sociológica, porque cada día queda más claro que sí entiende de variaciones socioeconómicas, y mucho. Puede ser que el SARS-CoV-2 no mire la cartera antes de infectar a nadie, pero es obvio que factores como la movilidad, que influyen de manera directa en la propagación del virus, sí dependen sensiblemente de la ocupación u orígenes socioeconómicos de la población.
Es lo que defiende un ‘preprint’ titulado 'Desigualdades sociales en la movilidad humana durante el confinamiento y el postdesconfinamiento español en la pandemia de covid-19 de 2020', que a partir de los datos de renta españoles y los movimientos de sus ciudadanos, muestra que cada nivel socioeconómico tiene sus razones (u obligaciones) para desplazarse. No solo las clases más bajas tienen que moverse una mayor distancia a causa de sus empleos, sino que cuando llega la época de descanso, los roles se invierten y las rentas altas se mueven mucho más, como ocurrió este verano. La diferencia llegó hasta un 47% durante el confinamiento, cuando las rentas bajas se movían de media 3,3 kilómetros, por 900 metros de las altas.
En verano, las rentas más bajas siguieron moviéndose lo mismo para ir a trabajar y las altas aumentaron su movilidad para irse de vacaciones
“El incremento del teletrabajo es una medida útil para prevenir la exposición al covid-19, pero no es igualitaria, debido a que no todos los tipos de trabajo pueden adscribirse a esta modalidad”, concluye el trabajo. “De hecho, el radio de giro postconfinamiento nos dice que la movilidad se reduce más en la mitad superior del rango de salarios que en la inferior”. En concreto, mientras que los hábitos del primer grupo se redujeron significativamente durante el confinamiento (pero aumentaron en vacaciones), los del segundo mostraron datos relativamente estables.
¿Los pobres se desplazan para trabajar y los ricos para irse de vacaciones? “En general, todos se mueven, pero si miramos las diferencias, parece que los datos refuerzan el cliché”, admite el físico Alberto Hernando, autor principal del estudio junto a David Mateo, Ignacio Barrios y Angelo Plastino, de la Universidad Internacional de La Plata. “Este año, también se ha sumado que al estar limitado el viaje internacional, se ha visto una explosión del turismo local, también reforzada por las ganas de salir tras tantos meses encerrados. Sin embargo, los barrios con rentas menores han seguido trabajando en verano o sin irse muy lejos del lugar de residencia en las vacaciones”.
La investigación se basa en los datos de renta media disponibles del atlas del INE respecto al lugar de residencia (en el ámbito de sección censal) junto a los metadatos agregados geoposicionados de telefonía móvil gestionados por Kido Dynamics, empresa cofundada por Hernando para obtener las ratios de movilidad media diaria. Pero ¿cuál ha sido nuestra evolución de movilidad a lo largo de este año?
Preconfinamiento: una pequeña diferencia
Como cabe esperar, las rentas inferiores se desplazan más en circunstancias normales, puesto que sus empleos tienen menos posibilidades de teletrabajo y por sus condicionantes socioeconómicos viven más lejos de sus centros de trabajo. Antes de la pandemia, el radio medio recorrido rondaba los 6,9 kilómetros en el 50% de rentas más altas y 8,1 kilómetros en el 50% de rentas más bajas. Una asimetría del 17% en los datos recogidos entre el 1 de enero y el 15 de marzo.
En verano, la mitad superior de las rentas batió los récords y aumentó su distancia media hasta los 11 kilómetros, mientras que la inferior se quedó en 8
Confinamiento: una gran diferencia
Como cabe esperar, el confinamiento redujo sensiblemente la movilidad en todos los niveles sociales, pero más en unos que en otros. Es durante este periodo (comprendido entre el 15 de marzo y el 20 de junio) cuando más acentuadas fueron las diferencias entre rentas, lo que muestra que el confinamiento disparó esas diferencias. Mientras que la movilidad en las rentas superiores descendió de los 6,9 kilómetros a los 900 metros, en las bajas lo hizo de 8,1 km a 3,3. La asimetría aumentó del 17% al 266%.
“Lo que observamos es una movilidad mucho mayor en las zonas de menor renta en pleno confinamiento, debido a que muchos de los trabajadores esenciales se encuentran en ese segmento”, recuerda Hernando. “Un confinamiento perimetral en un barrio tradicionalmente obrero tendrá igualmente a muchos de sus trabajadores saliendo del perímetro, ya que es causa justificada y es menos posible el teletrabajo, mientras que en un área de renta más alta, sí se reduce más la movilidad, ya que muchos trabajadores pueden hacer teletrabajo y muchas de las salidas antes de confinar eran por ocio o vacaciones”.
Vacaciones: los ricos salen
Quizás el hallazgo más revelador de la investigación sea mostrar que, una vez el confinamiento se terminó el 20 de junio y toda España (en principio) pudo salir de sus residencias, las rentas altas lo hicieron mucho más y más lejos que las bajas… que se quedaron prácticamente igual. De repente, las rentas altas batieron todos los récords con un radio de 11 kilómetros de alcance diario, mucho más que cualquier nivel en cualquier otro momento del año, incluida la prepandemia.
Un efecto rebote que no se refleja en las rentas más bajas, que se mantuvieron en los mismos niveles. Simplemente, se limitaron a volver a los niveles prepandemia, lo que hace a los autores pensar que “la mayoría de estos trabajadores de ingresos más bajos siguieron trabajando presencialmente y no viajaron durante sus vacaciones”. Es decir, el aumento de casos en determinadas regiones que se produjo hasta el 15 de septiembre, la última fecha que recoge el estudio en este periodo, no puede relacionarse con una movilidad de la clase baja.
La nueva normalidad: la era del teletrabajo
Desde mediados de septiembre hasta el 20 de octubre, el último día recogido por el estudio, el teletrabajo implantado en muchas empresas ha permitido reducir la movilidad a niveles por debajo de la prepandemia. Una vez más, y como ya ocurrió en el confinamiento, esto favorece a las rentas más altas, que se mueven alrededor de 4,7 kilómetros de media (2,2 menos que antes del confinamiento), y mucho menos a las bajas, con desplazamientos de 6,9 kilómetros (1,2 menos).
La nueva normalidad marcada por el teletrabajo no ha arreglado el problema, ya que la diferencia en movilidad entre rentas se ha duplicado
¿Nueva normalidad? Lo que demuestran los datos es que la situación de retorno al trabajo desde septiembre ha generado una brecha mayor que nunca (de un 47%) entre los desplazamientos de las rentas más bajas y las más altas. “La nueva normalidad marcada por el teletrabajo no ha arreglado el problema, ya que la diferencia en movilidad entre rentas se ha duplicado. Muchas de las profesiones de menor renta no permiten el teletrabajo y conllevan una mayor exposición para estos trabajadores —ya sea en el propio puesto de trabajo o de camino a él en el transporte público—, que al final del día se lo llevan de vuelta a sus casas, donde conviven con el resto de inquilinos o miembros de la familia”.
La importancia del último metro
Los autores insisten en que habría que tener en cuenta estos datos a la hora de que las medidas tomadas este invierno “sean lo más sociológicamente equilibradas posible”. Hernando matiza que “nosotros aportamos datos y son las autoridades las que toman las decisiones, y las sugerencias que podemos aportar se focalizan en lo que podemos hacer con los datos”.
“Por ejemplo, dado que muchos de los trabajadores en barrios de menor renta no pueden adoptar el teletrabajo y necesitan desplazarse en transporte público pese a definir confinamientos perimetrales, sería adecuado evitar aglomeraciones en horas punta y distribuir la hora de entrada según dónde vive y trabaja la gente”, propone. “Es decir, aplanar también la curva de la demanda de transporte público. Con los datos que tenemos de movilidad, es sencillo determinar la forma óptima de aplanar la curva de demanda a base de adelantar o retrasar 30 minutos las horas de entrada y salida según los pares de origen y destino y el número de viajes que se producen por cada par”. Aunque los casos de contagio reportados en transporte público no son elevados, es complicado tener “el nivel de precisión necesario”, por lo que una medida así “podría reducir la exposición a lugares cerrados y con mucha densidad de personas, sobre todo en invierno”.
La clave, no obstante, sigue encontrándose en el último metro, que no depende de confinamientos perimetrales ni de movilidad, que tan solo afectan a las largas distancias. “Los confinamientos sirven para cortar las largas distancias, ya que esas las hace el virus subido a nosotros”, concluye Hernando. “Sin embargo, posiblemente las más relevantes son las cortas distancias, el último metro de distancia que tiene que recorrer el virus para saltar de una persona a la otra. No hay medida general que lo evite, más que seamos prudentes y sigamos las reglas de higiene necesarias, en todos sitios, dentro o fuera de casa. En invierno nos toca estar en lugares cerrados, con poca ventilación y con muchas personas, y ahí solo cuentan nuestras propias decisiones”.
El repetido eslogan 'El virus no entiende de clases sociales' ha quedado como el recuerdo de un tiempo pasado de inocencia sociológica, porque cada día queda más claro que sí entiende de variaciones socioeconómicas, y mucho. Puede ser que el SARS-CoV-2 no mire la cartera antes de infectar a nadie, pero es obvio que factores como la movilidad, que influyen de manera directa en la propagación del virus, sí dependen sensiblemente de la ocupación u orígenes socioeconómicos de la población.