Llorar a Marcelo desde la cuarentena
El saxofonista Marcelo Peralta, de 59 años, falleció este martes tras contraer el coronavirus, noticia que su mujer y tres hijos recibieron mientras cumplen cuarentena en Madrid
Marcelo Peralta acudió al Hospital Ramón y Cajal a las 11 de la mañana del 5 de marzo. Ese día cumplía 59 años, pero ya no podía más. "Venía con un estado bastante agudo de no poder respirar y con fiebre", explica su mujer, Mariana Potenza. A partir de ese momento, las malas noticias llegaron con cuentagotas: "A las 12, lo empezaron a atender y casi no tenía oxígeno en la sangre". "A la una, me comunicaron que iba a estar atendido por una neumonía bilateral". "A las seis, cuando estoy por ir a verlo, me dicen que tengo que salir porque lo van a derivar a la unidad de cuidados quirúrgicos". Este último aviso fue acompañado por un traslado a la primera planta y el anuncio de que estaban haciéndole la pruebas del coronavirus. "Dijeron que no podíamos estar más ahí, que teníamos que irnos a casa y nos informaban a través del teléfono. Casi a las 12 de la noche, dijeron que había dado positivo". Con Marcelo ingresado, Mariana y sus tres hijos comenzaron la cuarentena.
"Estando en casa, no pudimos ni un día ir a verlo, solamente nos informaban los doctores de turno, con bastante humanidad, sobre los detalles de la situación que iba viviendo mi marido, que tuvo que estar intubado y sedado. El sufrimiento que hemos tenido es inexplicable, pero estábamos tranquilos porque recibíamos comunicación". El teléfono se convirtió así en el puente que unía el hospital con su casa de Madrid, un hilo que terminó por romperse al mediodía de este martes, cuando se confirmó su muerte. Sobre si les permitieron salir del domicilio para despedirse de Marcelo, Mariana esquiva la pregunta: "Me reservo la respuesta. Es bastante evidente, y era una situación de gran impotencia y sufrimiento". Sí asegura, pese a ello, que ella y sus hijos seguirán encerrados en su domicilio hasta que pasen los 14 días recomendados, tiempo en el que sus amigos se harán cargo de las gestiones correspondientes.
Mientras tanto, Mariana resume la cuarentena con una palabra: "Aguantando". Su encierro comenzó el jueves, pero cinco días después todavía no saben si están contagiados: "Contactamos el mismo 6 de marzo al 112 y dimos dos veces nuestros datos. Cuando volvimos a comunicarnos porque no venían, dijeron que tenían todos los datos correctos y un trabajador nos dijo que lamentablemente estaban colapsados y en 48 horas más o menos iban a venir. No han venido nunca". "Nosotros nos hemos tomado siempre la temperatura y no hay fiebre, pero sí que hubo tos. Según nos decían los facultativos al informarnos sobre mi marido, ellos iban a hacer presión". Mariana asume que la situación se mantendrá así hasta el 20 de marzo: "Todo esto ha sido un poco un calvario... Y sigue siéndolo. Un amigo habló este miércoles con personas del hospital y le dijeron que mientras no haya signos aparentes, no van a pasar".
Hasta ahí las explicaciones sobre el coronavirus, y es que para responder a este diario, Mariana lanza una petición: "Deseo que la noticia se base en un perfil hermoso de mi marido". Durante la entrevista, por momentos habla de él en presente, un baile de tiempos que, en función del recuerdo, va acompañado por risas o lágrimas: "Siempre ha sido fiel a sus principios y a su gran amor, que es la música. Él se desvivió por sus proyectos personales, por mantenernos y por construir una familia hermosa que nunca va a dejar de sentir que está a nuestro lado", promete con la voz entrecortada. Un minuto después, al preguntarle por cómo algunos destacan el humor de su marido, suelta una carcajada antes de responder: "Entendí que su humor negro ayuda a vivir. Hasta le tenía que parar un poco, porque a veces no me gustaban tantas bromas. Eso era lo que nos mantenía en momentos un poco más complicados. Todo lo triste o feo desaparecía".
La pasión por la música llevó a Marcelo a convertirse en un reconocido saxofonista en España y en Argentina, su país natal, pero los primeros pasos como profesional los dio con otro instrumento: "Era profesor de piano hasta que un día escuchó un disco de Serge Chaloff, un saxo barítono, y dijo: 'Este es mi instrumento". A partir de ahí, Marcelo recibió clases del saxo J.C. Bozzo y se hizo un hueco en el mundillo argentino: formó el grupo de improvisación Tercer Mundo, se sumó al cuarteto de Lito Nebbia, fue solista en la Orquesta Sinfónica de L.R.A. Radio Nacional... "En el escenario, era imparable, era su segundo hogar". Sus amigos, de hecho, celebran este jueves un concierto para recordarle en Buenos Aires: "Acá fundó una banda con alumnos hace 30 años y, cuando se fue a Madrid, continuamos con el proyecto, fuimos y venimos", explica Daniel Pérez, uno de los organizadores. Esa vida pegado al saxofón también le condujo hasta su mujer.
"Nos conocimos cuando éramos pequeños por nuestros padres, en una casa de campo de la familia de mi marido, jugando: nueve años tenía yo y él me lleva cuatro. Esa fue realmente la primera vez, pero no fuimos conscientes de que el día de mañana nos íbamos a enamorar". Diez años después, sus vidas volvieron a cruzarse en una escalera del conservatorio Carlos López Buchardo, en Buenos Aires, donde ambos estudiaban. "Fue un amigo común el que insistía en que nos teníamos que conocer porque yo estaba buscando profesor de saxofón. Entonces empecé a tomar clases con él y un día me dejó en el atril un cartelito diciendo que quería estar conmigo. Fuimos imparables a partir de ahí". En 1996, lo que había comenzado con una nota les llevó a mudarse a España, donde Marcelo compaginó los escenarios con las clases de música: "Tenía un don especial. Le gustó toda la vida enseñar".
Uno de los alumnos de Marcelo en Madrid fue Sergio Fontcuberta, de 22 años. "Empezó a darme clases de saxo en 2015, en la Escuela Música Creativa. Desde entonces, él fue siempre mi profesor hasta el verano pasado, cuando vine a estudiar el superior de jazz a Holanda, para lo cual me preparó". Tras enterarse de su muerte, Sergio escribió este miércoles a Mariana: "Lo que Marcelo me ha dado no puede medirse. Él es el gran responsable de que yo esté donde estoy ahora y, por lo tanto, de lo que me depare el futuro". "Siempre he pensado que el valor de una vida nada tiene que ver con su duración sino con lo que uno es capaz de hacer con el tiempo que le ha sido dado. No cabe duda de que Marcelo ha aprovechado su tiempo de manera envidiable, irradiando a las personas de su entorno con su cariño, sabiduría y honestidad". El antiguo alumno no fue el único que lloró la muerte de su maestro.
Guillermo Bazzola, compañero de profesión de Marcelo, se encargó de anunciar la mala noticia a través de las redes sociales. Se conocieron en Buenos Aires en 1982, pero ambos coincidieron de nuevo en Madrid. "Nos hicimos amigos inmediatamente y seguimos siendo amigos siempre", explica. "Subirse a un escenario con él siempre era muy divertido. Las risas siempre estuvieron en nuestro repertorio. Risas fuertes, de carcajadas. Y como músico, ayer lo decía un amigo mío: se dejaba la vida. Tenía un nivel como músico extraordinario, la potencia de su sonido era impactante, llamaba la atención". Ese talento le llevó a tocar en Alemania, Francia, Suiza, Italia... Una trayectoria que también incluyó conciertos con pianistas de renombre como John Wolf Brenann o Christoph Baumman.
A la espera de que Mariana y sus hijos cumplan la cuarentena, Guillermo es uno de los amigos que se encargan de gestionarlo todo en el exterior. Mientras tanto, en la casa familiar se entremezclan las condolencias con los recuerdos: "Recién hoy acabo de recibir el disco de los 30 años de Tercer Mundo, que dimos un concierto en Buenos Aires el agosto pasado", explica Mariana. A la discografía se suman los instrumentos de Marcelo, entre los que destaca un saxofón cuyo futuro no está claro: "Lo único que sé, siendo de familia de músicos, es que nunca pudimos soportar que un instrumento no fuera tocado". Este es el legado que deja atrás Marcelo Peralta, uno de esos fallecidos por coronavirus con patologías previas o edad avanzada.
Marcelo Peralta acudió al Hospital Ramón y Cajal a las 11 de la mañana del 5 de marzo. Ese día cumplía 59 años, pero ya no podía más. "Venía con un estado bastante agudo de no poder respirar y con fiebre", explica su mujer, Mariana Potenza. A partir de ese momento, las malas noticias llegaron con cuentagotas: "A las 12, lo empezaron a atender y casi no tenía oxígeno en la sangre". "A la una, me comunicaron que iba a estar atendido por una neumonía bilateral". "A las seis, cuando estoy por ir a verlo, me dicen que tengo que salir porque lo van a derivar a la unidad de cuidados quirúrgicos". Este último aviso fue acompañado por un traslado a la primera planta y el anuncio de que estaban haciéndole la pruebas del coronavirus. "Dijeron que no podíamos estar más ahí, que teníamos que irnos a casa y nos informaban a través del teléfono. Casi a las 12 de la noche, dijeron que había dado positivo". Con Marcelo ingresado, Mariana y sus tres hijos comenzaron la cuarentena.