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El 'boom' de Vox... y el ocaso de Hogar Social Madrid: el sueño ultra de Melisa se apaga
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pide dinero para poder pagar un alquiler

El 'boom' de Vox... y el ocaso de Hogar Social Madrid: el sueño ultra de Melisa se apaga

El movimiento de corte neonazi que irrumpió en 2014 tiene ya graves problemas para mantener una sede, ha perdido seguidores y ha visto cómo el partido de Abascal eclipsa su discurso político

Foto: El abogado del colectivo neonazi Hogar Social Madrid, Ignacio Menéndez (c), durante la concentración que organizó el colectivo ante el edificio que okupó en Madrid. (EFE)
El abogado del colectivo neonazi Hogar Social Madrid, Ignacio Menéndez (c), durante la concentración que organizó el colectivo ante el edificio que okupó en Madrid. (EFE)

Vox ha dado un golpe en la mesa del extremo derecho del espectro ideológico, pero los primeros que rompieron la monotonía que reinaba en ese heterogéneo reducto de la política tras 40 años de democracia fueron los seguidores de Hogar Social Madrid, un movimiento de corte neonazi que surgió en 2014 al rebufo de la crisis económica con un novedoso discurso. Al anticapitalismo y antimarxismo típicos del falangismo, Hogar Social Madrid sumó la antiinmigración e islamofobia que caracterizan a las nuevas ultraderechas europeas. También renunció al pasado franquista y a los postulados del catolicismo ultramontano, en contra de la mayoría de los grupúsculos preconstitucionales que habían sobrevivido al cambio de siglo. Su apuesta era rompedora. Primó la acción directa en la calle con la excusa de ofrecer asistencia social a los españoles. Solo a los españoles. Y se volcó en captar la atención de los grandes medios de comunicación.

La fórmula pareció funcionar. Su principal promotora e ideóloga, Melisa Domínguez, una antigua militante del nacionalsocialista Movimiento Social Republicano (MSR), consiguió reunir el 21 de mayo de 2016 a más de 1.000 personas en una marcha que recorrió las calles del centro de Madrid para protestar contra la acogida de refugiados. Los asistentes llevaron banderas de España y de la organización y se recrearon haciendo el saludo fascista. Hacía décadas que la extrema derecha no movilizaba a tantas personas en un solo acto. Hasta ese momento, el primer local que ocupó el grupo en el distrito de Tetuán había logrado captar la atención con sus repartos de comida semanales. Tras la marcha, la sorpresa inicial se transformó en inquietud.

Foto: La calle Príncipe de Vergara, donde se encuentra el edificio okupado. (Google Maps)

Sin embargo, el sueño de Melisa ha ido desvaneciéndose poco a poco, a pesar de que el viento de los populismos que recorre Europa soplaba a su favor. Las noticias negativas se acumulan en la mesa de la máxima responsable del grupo. Y han llegado algunas nuevas en las últimas semanas.

Uno de sus problemas es su dificultad para encontrar una ubicación estable. En sus cuatro años de vida, han pasado por una decena de edificios okupados, incluyendo las antiguas oficinas de Fórum Filatélico, la sede del No-Do propiedad de RTVE, un palacete de la Universidad Rey Juan Carlos y el cuartel general de Banco de Madrid, en la plaza de Colón. En ese último emplazamiento resistieron más de un año, de abril de 2017 a julio de 2018. Pero a partir de ahí iniciaron una peregrinación que ha puesto contra las cuerdas su propia existencia.

Así, en el Edificio Aguilar, en la calle Juan Bravo, apenas aguantaron 15 días. Después entraron en el viejo Registro Mercantil de Madrid, en la calle Príncipe de Vergara, pero la Policía Nacional los echó nuevamente antes de cumplir el mes. Y tras varias dudas, el pasado noviembre optaron por instalarse en la antigua sede de CCOO en la plaza de Cristino Martos. Ahí llevan dos meses, pero saben que la visita de las Unidades de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional será inminente.

placeholder Melisa Ruiz, representante de Hogar Social Madrid, durante la concentración del colectivo de ultraderecha en pleno barrio madrileño de Tetuán en 2016. (EFE)
Melisa Ruiz, representante de Hogar Social Madrid, durante la concentración del colectivo de ultraderecha en pleno barrio madrileño de Tetuán en 2016. (EFE)

Melisa está muy lejos de su gran referente, Casa Pound, el movimiento nacionalsocialista italiano al que imita punto por punto, aunque sin demasiado éxito. Ideológicamente, no hay diferencias, pero Casa Pound ha demostrado una fortaleza de la que Hogar Social Madrid carece. Surgió en 2003 tras la ocupación de un edificio estatal en la calle Napoleón III de Roma, junto a la estación Termini. Desde ahí se extendió a otros puntos de la geografía transalpina hasta llegar a un total de 104 sedes, en su mayoría inmuebles vacíos que habilitaba para que fueran ocupados por familias italianas. Quince años después, mantiene su sede central en la calle Napoleón III. Las autoridades han intentado arrebatársela varias veces. La última, después del verano, pero los dirigentes del grupo siempre han plantado cara a los políticos. “Estamos listos, como siempre lo hemos estado, para hablar con todos, pero el edificio no está disponible. Lo que no vamos a hacer es renunciar al valor simbólico de este lugar. Estamos convencidos de que si cortamos las raíces, incluso el árbol más sólido está destinado a morir”, afirmó uno de esus dirigentes a un medio local, Roma Today.

Esa es una de las causas de la lenta muerte de Hogar Social Madrid. “En los primeros desalojos, cuando entrábamos a los edificios, nos encontrábamos a más de 30 personas durmiendo. Lo tenían todo muy bien montado y se notaba que disponían de recursos y apoyo. Pero en el último desahucio, apenas había ya cuatro personas dentro de su sede. No fue nada difícil echarlos”, explican a El Confidencial fuentes policiales. “Es evidente que Hogar Social Madrid está en caída libre. El fenómeno sorprendió al principio, pero su momento ya ha pasado”.

placeholder Algunos de los pertenecientes a CasaPound Italia, de excursión. (Twitter)
Algunos de los pertenecientes a CasaPound Italia, de excursión. (Twitter)

Melisa admite en conversación con este diario que los continuos cambios de sede les han pasado factura. “Es verdad que las últimas veces que ha venido la Policía apenas teníamos personas dentro durmiendo. Nos lleva mucho trabajo acondicionarlo todo, y cuando ya podemos acoger gente, nos echan y tenemos que buscar otro sitio. Eso provoca mucho desgaste”, asegura la dirigente, que siempre ha mostrado su disposición a atender a los medios, aunque no deja que nadie más del grupo hable. En todo caso, Melisa niega que estén perdiendo apoyo. Asegura que el único motivo por el que no hay más personas en sus locales es porque no les dan tiempo a organizarse.

Las dificultades para asentarse la llevaron hace unos días a renunciar a uno de los principios fundacionales del movimiento: la okupación de edificios para ponerlos al servicio de los españoles necesitados. El pasado 20 de diciembre, Hogar Social Madrid abrió una colecta en la página de 'crowdfounding' GoFundMe, especializada en la financiación de proyectos y causas benéficas, para conseguir el dinero que necesitan para poder pagar el alquiler de un local en el centro de Madrid. La iniciativa apenas estuvo activa unas horas. Antes de que terminara el día, GoFundMe cerró la recogida de fondos de Hogar Social Madrid. El grupo lo denunció en su página de Facebook. “De nuevo la extrema izquierda se quita la careta y a través de denuncias a la plataforma GoFundMe nos cierran la campaña de 'crowdfunding'. Prefieren que la gente no coma o que duerma en la calle, mientras ellos dan lecciones de lo políticamente correcto cómodamente desde sus casas”. La organización mantiene la campaña pero ha tenido que conformarse con recoger dinero a través de una cuenta bancaria tradicional, un método menos efectivo y propagandístico.

Las causas de su caída también tienen que ver con el agotamiento del proyecto. Desde el principio, Melisa admitió que el objetivo último de Hogar Social Madrid debía ser convertirse en un partido político, a imitación nuevamente de lo que hizo Casa Pound. En 2011, tras ocho años de activismo, decidió presentarse a las elecciones. No ha fallado a las citas importantes desde entonces, en ocasiones de la mano de la Liga Norte. Aunque no ha dejado de ser una opción marginal, tiene cargos electos por toda Italia que han contribuido a consolidar su marca y garantizarle visibilidad.

También en este punto, Hogar Social Madrid ha intentado copiar la estrategia de Casa Pound. Primero implantarse en todo el país y después lanzar su propio partido. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaba. Su primera sucursal en Zaragoza apenas duró activa unos meses. En 2016 se quedó sin militantes y tuvo que echar la persiana. Otro gran contratiempo fue la proliferación de imitadores. En Murcia, Jaén, Salamanca, Málaga y Cádiz surgieron grupos de extrema derecha que pretendían extender su mismo mensaje ultra recurriendo a campañas idénticas de reparto de alimentos solo a españoles. Hogar Social Madrid no entró en conflicto con ellos, pero renunció a una alianza. Melisa solo creía en una red de filiales directamente controlada por ella. Este año, trató de dar un nuevo impulso a su proyecto con la apertura de sucursales en Toledo y Granada, pero ya parece tarde y, en cualquier caso, es a todas luces insuficiente para poder extender sus tentáculos hasta el último rincón de España.

Foto: Melisa Domínguez, al frente de una concentración fascista el pasado 3 de abril (foto: Álvaro Minguito / Diso Press)

“Hogar Social Madrid ha tardado demasiado en lanzar su proyecto político. Podía haberlo hecho cuando su mensaje era novedoso, pero al final les han comido el terreno”, explican fuentes policiales a este diario. La irrupción de Vox en el último año les ha pasado por encima como un tsunami. Defienden proyectos políticos distintos, especialmente en el plano económico. Tampoco hay similitudes en las trayectorias personales de sus máximos responsables. Pero, al final, compiten por la misma bolsa de votantes y, en España, en ese extremo del 'continuum' ideológico, no es que haya muchos precisamente. Ni en sus mejores sueños aspiraba Melisa a recabar el 11% de los votos que obtuvo el partido de Santiago Abascal en las pasadas andaluzas.

Pese a ello, la líder del grupo mantiene que se convertirán en partido, aunque la promesa ya suena a huida hacia adelante. “No es que vayamos a hacerlo ya, como se ha dicho en algunos sitios, pero queremos dar ese paso a medio plazo”. Melisa también niega que el 'boom' de Vox les haya pasado factura. En su opinión, se trata de proyectos políticos radicalmente distintos. Rechaza que hayan experimentado el más mínimo bajón e insiste en que su reparto semanal de comida sigue atrayendo a decenas de personas.

Foto: Manifestación de Hogar Social en Madrid. (D.M)

Los síntomas que indican lo contrario son abrumadores. Además de que el círculo de fieles que secunda las okupaciones ha descendido drásticamente, tampoco tienen ya capacidad para convocar una manifestación como la que recorrió las calles de Madrid hace dos años. Ahora tienen que conformarse con participar en protestas convocadas por otras organizaciones y acudir a ellas con una representación más que escasa. Melisa sostiene que se trata únicamente de una estrategia. “Hemos optado por secundar las marchas de otros en vez de salir nosotros en solitario. No creemos que este sea el momento para hacerlo. Hemos ido a manifestaciones favor de la unidad de España y de los taxistas, por ejemplo”.

La recuperación económica es otro de los factores que han jugado en su contra. Su discurso de emergencia social de los españoles tiene ahora menos impacto. Con todo, Hogar Social Madrid no se plantea la disolución. Melisa mantiene las constantes vitales del grupo. Y si llega otra oportunidad, intentará aprovecharla mejor que la primera.

Vox ha dado un golpe en la mesa del extremo derecho del espectro ideológico, pero los primeros que rompieron la monotonía que reinaba en ese heterogéneo reducto de la política tras 40 años de democracia fueron los seguidores de Hogar Social Madrid, un movimiento de corte neonazi que surgió en 2014 al rebufo de la crisis económica con un novedoso discurso. Al anticapitalismo y antimarxismo típicos del falangismo, Hogar Social Madrid sumó la antiinmigración e islamofobia que caracterizan a las nuevas ultraderechas europeas. También renunció al pasado franquista y a los postulados del catolicismo ultramontano, en contra de la mayoría de los grupúsculos preconstitucionales que habían sobrevivido al cambio de siglo. Su apuesta era rompedora. Primó la acción directa en la calle con la excusa de ofrecer asistencia social a los españoles. Solo a los españoles. Y se volcó en captar la atención de los grandes medios de comunicación.

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