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Por qué los 'lobos solitarios' son famosos pero no son el mayor riesgo para España
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los expertos ponen el foco en los combatientes

Por qué los 'lobos solitarios' son famosos pero no son el mayor riesgo para España

La etiqueta de 'lobo solitario' se ha extendido en los últimos meses por su potencia simbólica, pero se usa más en televisión que en los gabinetes de crisis

Foto: España elevó la alerta antiterrorista tras el atentado en Francia. (EFE)
España elevó la alerta antiterrorista tras el atentado en Francia. (EFE)

La etiqueta de lobo solitario se ha extendido en los últimos meses por su potencia simbólica, pero está siendo más utilizada en las tertulias de televisión que en los gabinetes de crisis de las fuerzas de seguridad occidentales. Ninguno de los grandes atentados cometidos hasta ahora en Europa por el terrorismo yihadista ha llevado la firma de lobos solitarios. Ni los hermanos Kouachi, autores del ataque contra el semanario Charlie Hebdo, ni Amèdy Coulibaly, responsable del secuestro en el supermercado judío de París, respondían a ese perfil. Tampoco hay precedentes en España de acciones protagonizadas por individuos autorradicalizados, sin infraestructura ni contacto con otros yihadistas. Los expertos dirigen toda su atención a otro fenómeno, el de los combatientes retornados. Y en este caso sí que existen peligrosos antecedentes.

Los Kouachi y Coulibaly no podían ser lobos solitarios, sobre todo por algo tan fundamental como que no actuaron solos. Los terroristas contaban con el respaldo de otros radicales. Al menos así lo creen las autoridades francesas, que han detenido en los últimos días a más de una veintena de personas por su presunta participación en los preparativos de los ataques. Según ha trascendido, los Kouachi compraron las armas que utilizaron para matar a 12 personas a un contacto belga. Además, otro ciudadano francés que ha sido detenido en Bulgaria cuando intentaba llegar a Siria también ha reconocido su relación con los hermanos.

Por su parte, como ya ha confirmado el Ministerio del Interior, Coulibaly se desplazó a Madrid el pasado 2 de enero para asegurarse la huida de su familia a Siria antes de su atentado. En la capital de España, la familia se habría encontrado con los hermanos Mohamed y Mehdi Sabry Belhoucine, investigados por formar parte de una célula de envío de combatientes a Irak y Siria. Coulibaly tuvo ayuda para llevar a cabo sus planes.

Todo apunta a que tampoco se autorradicalizaron. Los Kouachi entraron contacto con el yihadismo en la mezquita de su barrio, en pleno centro de París. El menor de ellos, Chèrif, de 32 años, coincidió en prisión con otro peligroso islamista, Djamel Beghal. Y el mayor, Said, de 34 años, habría recibido entrenamiento en Yemen en 2011 bajo las órdenes de Al Qaeda en la Península Arábiga, la rama de la organización fundada por Osama Bin Laden que en la práctica detenta el poder sobre todas las sucursales de la red. Los Kouachi imprimieron el rastro de ese adiestramiento en el ataque al semanario satírico: se cubrieron entre ellos, demostraron su puntería concentrando los disparos en un radio de escasos centímetros, actuaron con sangre fría y remataron al policía que estaba en el suelo con un tiro en movimiento, una técnica de combate.

Mohamed Merah, el joven franco-argelino que en 2012 acribilló a siete personas en el sur de Francia, tampoco actuó sólo. Había recibido entrenamiento en Afganistán (2010) y Pakistán (2011). Los investigadores del atentado contra el metro de Londres el 7 de julio de 2005 en el que murieron 56 personas han concluido que hasta el propio Osama Bin Laden estaba al tanto de los planes de los cuatros suicidas que ejecutaron el ataque. Y los autores del 11-M eran de todo menos lobos solitarios. De hecho, en ese ataque, el mayor perpetrado por el yihadismo en la historia reciente de Europa, confluyeron hasta tres células distintas.


Vídeo: Al Qaeda en Yemen reivindica el atentado de París

Al menos hasta ahora, sólo los radicales que disponen de apoyo logístico y entrenamiento suficiente han conseguido materializar sus ansias de odio. En 2011 fue detenido en la Línea de la Concepción (Cádiz) un verdadero lobo solitario que pretendía envenenar la red de suministro de agua de la comarca. Abdellatif Aoulad Chiba, de nacionalidad marroquí, 37 años, había anunciado en un foro online frecuentado por islamistas, Al-Shumoukh, que quería atentar contra los infieles. Los mataría cada vez que abriera el grifo de su casa. La Guardia Civil lo apresó antes de que causara un solo herido. Y probablemente le habría sido imposible lograr su propósito aunque no le hubieran detectado. Los agentes encontraron en su casa un pequeño recipiente con veneno. Para contaminar el embalse en el que había puesto sus ojos habría necesitado camiones cisterna enteros de ese mismo producto, que no habría podido ni comprar ni fabricar por sus propios medios.

Otros lobos solitarios han sido interceptados cuando pretendían entrar en contacto con alguna organización. En 2013 fueron detenidos en Murcia y Zaragoza en una misma operación dos radicales que no se conocían entre sí, aunque tenían algo en común. Los dos habían tratado de ponerse en contacto con Al Qaeda para acudir a alguno de sus campos de entrenamiento. Los servicios de información los descubrieron en cuanto mostraron interés por alistarse en las filas del terrorismo.

Por si acaso, el Gobierno ha anunciado que propondrá la reforma del Código Penal para que puedan ser perseguidos los yihadistas que actúen sin el respaldo de ninguna organización. Es decir, pretende que la legislación contemple en el futuro el fenómeno de los lobos solitarios. La amenaza inquieta porque las organizaciones terroristas están tratando de suplir su falta de infraestructura con llamamientos generalizados a la yihad a través de internet y las redes sociales esperando que algún radical de Occidente capte sus proclamas y atente de forma autónoma allá donde esté, sin tener que salir de su calle. Pero sin formación ni entrenamiento, el riesgo potencial de estos individuos se reduce. De hecho, tanto Al Qaeda como el Estado Islámico están animando a sus seguidores a que atenten con lo primero que tengan a mano. Antes de Navidad se produjo una oleada de atropellos relacionada directamente con esta petición. Por el momento, los lobos solitarios conllevan más épica que riesgo.

El verdadero peligro lo representan los combatientes retornados, radicales musulmanes de Occidente que tras pasar por zonas de conflicto deciden regresar a sus casas (o son deliberadamente enviados por sus organizaciones) para matar en los mismos países en los que crecieron. Vuelven con el entrenamiento militar necesario para golpear objetivos bien protegidos (o duros, en el argot de la seguridad), han tenido tiempo para elaborar planes complejos, cuentan con adoctrinamiento radical y están deseando perder sus vidas.

Las Fuerzas de Seguridad han detectado el desplazamiento a Siria de 70 islamistas con residencia en España, aunque la cifra real podría ser mucho mayor. Algunos expertos quintuplican ese número. De los 70 combatientes oficiales, ya ha regresado territorio nacional al menos una decena, de los que siete se encuentran en prisión provisional. Los servicios de información siguen de cerca al resto y estrechan lazos con sus colegas europeos y del Magreb para evitar la visita a España de yihadistas inesperados. Hay ejemplos recientes. Coulibaly estuvo en el aeropuerto de Barajas acompañado de toda su familia el pasado 2 de enero, sólo seis días antes de que matara a una policía en el sur de París. España se enteró una vez finalizado su atentado.

La etiqueta de lobo solitario se ha extendido en los últimos meses por su potencia simbólica, pero está siendo más utilizada en las tertulias de televisión que en los gabinetes de crisis de las fuerzas de seguridad occidentales. Ninguno de los grandes atentados cometidos hasta ahora en Europa por el terrorismo yihadista ha llevado la firma de lobos solitarios. Ni los hermanos Kouachi, autores del ataque contra el semanario Charlie Hebdo, ni Amèdy Coulibaly, responsable del secuestro en el supermercado judío de París, respondían a ese perfil. Tampoco hay precedentes en España de acciones protagonizadas por individuos autorradicalizados, sin infraestructura ni contacto con otros yihadistas. Los expertos dirigen toda su atención a otro fenómeno, el de los combatientes retornados. Y en este caso sí que existen peligrosos antecedentes.

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