Caso Celsa: un juez de lo Mercantil convertido en el hombre más poderoso de España
El futuro de la empresa de acero y trefilados Celsa se dirime estos días en un juzgado de la capital catalana. De su decisión dependen 10.000 empleos y el futuro del gigante industrial
Napoleón decía que un juez de instrucción era el hombre más poderoso de Francia. Hasta esta semana, tenía razón. Pero, esta semana, empezó el juicio de Celsa, y el hombre más poderoso de Francia, España, Noruega y Finlandia es el magistrado titular del Juzgado Mercantil Número 2 de Barcelona, Álvaro Lobato, que tiene que decir el futuro de Celsa, una compañía del sector del acero considerada estratégica para la economía española, que factura 6.000 millones al año, presente en media docena de países y con 10.000 empleos en juego, entre directos e indirectos.
¿Puede devolver Celsa los 2.700 millones que debe a los fondos oportunistas?
Este juez básicamente tiene que responder a tres preguntas:
- ¿Puede devolver Celsa los 2.700 millones que debe a los fondos oportunistas?
- ¿Cuánto vale Celsa?
- ¿Es más creíble el plan de negocio de los fondos acreedores que el que plantea la familia Rubiralta?
La primera es fácil: no. Celsa no puede devolver los 2.700 millones que adeuda. Tampoco podía hace 10 años, cuando la banca decidió quitarse el problema de encima y traspasar el marrón a unos fondos que compraron esa deuda con un descuento altísimo y la expectativa de que, si no cobraban lo suyo, podrían quedarse con la compañía en un futuro próximo. Ahora, eso parece estar a un paso. Pero próximo, próximo, el futuro no ha sido. No contaban con la resistencia numantina de Francisco Rubiralta. Las otras dos preguntas no es que sean difíciles para un juez de lo Mercantil de Barcelona. Es que serían muy complejas para el mismísimo rey Salomón.
Se quiere un fallo rápido porque Celsa no puede más, está muy tensionada
Según las firmas que asesoran a la familia Rubiralta, Celsa vale oro. Según Lazard, 6.200 millones. PwC avala este planteamiento. Así se ha ido deslizando en las visitas que mañana y tarde ha organizado el juez Álvaro Lobato para darle al proceso la máxima agilidad. Para Lexaudit, el experto en reestructuraciones propuesto por los acreedores, pero designado por el juez para hacer, por ley, una valoración imparcial, sitúa esa cifra en un máximo de 2.800 millones. Esta valoración, basada en un informe de la firma de servicios profesionales Grant Thornton fue muy criticada por Lazard durante las vistas de esta semana.
El próximo martes, ambas partes presentarán sus conclusiones finales y, a partir de ahí, se tomará una decisión: o se deja a Celsa en manos de los Rubiralta y se permite que la SEPI inyecte 545 millones en nuevos créditos, o deja la compañía en manos de los fondos, que convertirán deuda en capital y venderán las filiales en el extranjero como un modo de recuperar su inversión.
La previsión es que, como muy tarde, su señoría falle a principios de septiembre. Se quiere un fallo rápido por dos razones: Celsa no puede más, está muy tensionada después de este largo enfrentamiento entre el dueño de la firma y los acreedores. Y también porque todo el sector de fondos europeos está mirando a España. Muchos de ellos podrían instalarse en España si el tema de Celsa de manera rápida, eficaz y con seguridad jurídica, según apuntan fuentes financieras. Aquí, en contra de lo que pueda parecer, importa más la rapidez que el acabar dando la razón a los fondos. Para los grandes inversores, muchas veces es más importante unas reglas claras de juego y una resolución rápida que un marco legal favorable que, por su alto nivel de litigiosidad, acabe finalmente alargando las soluciones durante años.
Trabajo previo
Manuel Martínez-Fidalgo, socio de Houlihan Lokey, firma que ha asesorado a los fondos acreedores, ha declarado en el juicio que, si Celsa vendiese hoy todos sus activos, no bastaría para cubrir la deuda. “Si la compañía valiese lo que dicen que vale, no estaríamos aquí, porque podrían obtener financiación en el mercado”. Como todo, en este juicio, cada testigo defiende no solo la verdad, sino sobre todo la verdad de quien le paga.
Por eso, Lobato ha tenido que hacer un trabajo previo de meses estudiando toda la documentación pericial, según explican fuentes jurídicas cercanas al caso. En muchas de las vistas, celebradas mañana y tarde para agilizar la causa, el juez es el que más sabe del tema en el interior de la sala. Tras las conclusiones quedará su decisión. Y el futuro de muchas personas estará en sus manos.
Celsa no es solo una crisis industrial, sino también el peso de la herencia recibida
Está el dilema del valor, el dilema de si dejar que el Gobierno rescate a través de la SEPI una empresa estratégica, la duda de qué ha de prevalecer: si la importancia económica de una empresa o el legítimo derecho de unos acreedores en un sistema capitalista. Y también hay que tener en cuenta la cuestión nada menor de un hijo que heredó una fortuna, pero también una deuda imposible. Esa herencia ha pesado en Francesc Rubiralta como una losa en esta historia que está a punto de acabar. Otro hombre hubiera pactado con los fondos. Pero la herencia pesó mucho. De alguna manera, pactar era traicionar la memoria familiar. Y, cuando los negocios se vuelven personales, los tratos resultan imposibles.
Sembrar dudas
Si los fondos se han centrado en sembrar dudas sobre la capacidad de gestión de Francisco Rubiralta y su equipo de asesores, los accionistas han hecho lo mismo respecto a los fondos. Los fondos han recordado que Celsa viene de 14 refinanciaciones y que no ha podido cumplir con ninguna. Desde Celsa se plantea si los acreedores son un bloque. ¿Están unidos? ¿Son lo mismo los intereses de los fondos del “crédito jumbo” que el resto? ¿Piensan igual SPV Global, Sculptor Investment, Anchorage Capital y Deutsche Bank? Para Celsa, si los fondos toman el control porque el juez homologue su plan de negocio, eso será “un desastre”, según se ha dejado caer en las vistas de esta semana. Se critica que la visión de los fondos es solo a tres años, mientras que se presume que Celsa tiene un plan a 10 años. Dos visiones, dos puntos de vista e intereses irredentos. El corto contra el largo plazo. Los fondos se han concentrado en asegurar que crearán un consejo de administración que dará unidad de acción a su plan de gestión.
Todo está en el aire. Y, al final, todo depende un hombre. Un solo hombre y un hombre solo. Por suerte, para Celsa y para España, los juzgados mercantiles de Barcelona son los mejores del país. Ahí está el concurso de Habitat, para dar fe. Y, pase lo que pase, el caso de Celsa sentará cátedra, además de jurisprudencia. Es el peso de ser el hombre más poderoso de Francia… y de España.
Napoleón decía que un juez de instrucción era el hombre más poderoso de Francia. Hasta esta semana, tenía razón. Pero, esta semana, empezó el juicio de Celsa, y el hombre más poderoso de Francia, España, Noruega y Finlandia es el magistrado titular del Juzgado Mercantil Número 2 de Barcelona, Álvaro Lobato, que tiene que decir el futuro de Celsa, una compañía del sector del acero considerada estratégica para la economía española, que factura 6.000 millones al año, presente en media docena de países y con 10.000 empleos en juego, entre directos e indirectos.