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Credit Suisse, un ejemplo de todo lo que va mal en los bancos de inversión europeos
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Credit Suisse, un ejemplo de todo lo que va mal en los bancos de inversión europeos

Tras perder más de un 90% de su valor en 15 años, Credit Suisse ya no figura ni entre las 200 mayores entidades financieras del mundo. Sus homólogos europeos no van mucho mejor

Foto: Decoración navideña en la sede de Credit Suisse. (Reuters/Arnd Wiegmann)
Decoración navideña en la sede de Credit Suisse. (Reuters/Arnd Wiegmann)
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Credit Suisse toma algo de aire. El banco suizo ha salvado con éxito esta semana la ampliación de capital de 4.000 millones que había lanzado para poder llevar a cabo el plan de restructuración con el que su dirección busca enderezar su rumbo.

El alivio era perceptible este viernes en su cotización, que repuntaba un 6,76%. Pero estas ganancias difícilmente pueden ocultar las huellas de sus últimos tropiezos, notorias en un saldo anual que arroja pérdidas superiores al 62% o, aún en mayor medida, en la evolución de sus CDS (seguros contra impago), que superan los 400 puntos, evidencia de la desconfianza con la que el mercado sigue mirando a la entidad.

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Una vez completada la ampliación de capital, son varias las entidades que apuntan a un futuro menos turbulento para Credit Suisse, aunque advierten de que queda mucho por hacer. Pero, en cualquier caso, lo que queda por delante es la realidad de un banco mucho menor de lo que llegó a ser y cuyas aspiraciones en el campo de la banca de inversión han quedado en gran medida enterradas. "La decisión de abandonar sustancialmente la banca de inversión, aunque sea tardía, crea el potencial para un banco con la mitad de balance y, como resultado, menores requerimientos de capital y deuda", apunta Alastair Ryan, analista de Bank of America, en un informe citado por Bloomberg.

Los problemas que arrastra desde hace varios trimestres la entidad que dirige Ulrich Körner y las dudas sobre su capacidad para subsanarlos han motivado un derrumbe de su valoración en los mercados por debajo de los 10.000 millones de francos suizos (en euros, su capitalización actual alcanza los 9.936 millones), lo que significa que a día de hoy el otrora gigante de las finanzas no se incluye ni entre las 200 mayores cotizadas del sector financiero, según los registros de Bloomberg.

Muy lejos quedan aquellos días de la primavera de 2007 en que el banco lucía valoraciones por encima de los 115.000 millones de francos suizos (por entonces, algo más de 70.000 millones de euros) que le permitían situarse en el top veinte de la banca mundial, por encima de gigantes de Wall Street como Goldman Sachs o Morgan Stanley.

Fue por entonces cuando la entidad puso las riendas de su negocio en las manos del estadounidense Brady Dougan, que hasta entonces había ocupado el rol de máximo responsable del negocio de banca de inversión. En gran medida, su nominación representaba un reconocimiento a la labor de una división que se había erigido en gran motor del crecimiento de Credit Suisse en los años previos, llegando a representar hasta 41,6% de las ganancias antes de extraordinarios registradas en 2006.

Aquel no había sido un hito puntual, sino el resultado de años de dura apuesta por crecer en este segmento. No en vano, Credit Suisse había sido el pionero de la inversión de la gran banca europea en Estados Unidos, con la adquisición en 1978 en First Boston (una marca que pretende ahora recuperar para la escisión de su negocio de banca de inversión) y desde finales del siglo pasado se codeaba con los grandes nombres de Wall Street en los rankings de la banca de inversión.

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A su estela, otras grandes entidades europeas se fueron abriendo paso en el mercado estadounidense, a menudo a través grandes operaciones corporativas, con el fin de afianzarse entre los referentes del prometedor mundo de la banca de inversión. Nombres como los de UBS, Deutsche Bank, HSBC, Barclays, BNP Paribas o Société Générale se mostraban durante los primeros compases del siglo XXI capaces de competir de tú a tú con sus rivales estadounidenses en el terreno de la contratación y el asesoramiento en los mercados de capitales.

En cierto modo, el hundimiento actual de Credit Suisse no representa sino una página más de la dramática caída que han protagonizado estas firmas a lo largo de los 15 años transcurridos desde el estallido de la crisis subprime. Aunque aquella tormenta tuvo su origen en las finanzas norteamericanas, tres lustros después puede afirmarse con rotundidad que fueron los bancos europeos los que salieron peor parados y, entre ellos, los bancos de inversión simbolizan mejor que nada las elevadas expectativas hechas añicos en el sector financiero del viejo continente.

Los números dejan poco lugar a réplica. Desde que alcanzara sus valoraciones más elevadas, en la primavera de 2007, Credit Suisse ha arrojado unas pérdidas totales en bolsa superiores al 90%; las de Deutsche Bank rondan el 80%; y en los casos de Barclays y Société Générale superan el 70%. Cifras que resultan mucho más chocantes cuando se ponen en relación con los retornos cercanos al 400% que ha arrojado JPMorgan o las ganancias próximas al 150 y al 120%, respectivamente, de Goldman Sachs o Morgan Stanley.

Desde sus máximos, Credit Suisse, Deutsche, Barclays y Société pierden más de un 70%

Tratar de sintetizar en unas pocas líneas las razones que han llevado a una disparidad tan brutal entre los grandes bancos de inversión de uno y otro lado del Atlántico resulta, inevitablemente, una tarea que corre el riesgo obvio de simplificar la realidad e ignorar las particularidades. Pero no deja de resultar significativo que las entidades europeas que más apuros han pasado en este periodo, como es el caso ahora de Credit Suisse o, en años anteriores, de Deutsche Bank, hayan visto en sus divisiones de banca de inversión uno de los principales focos de debilidad.

A menudo, las entidades, desde Europa, han señalado a las diferencias de regulación como el factor clave que les ha impedido seguir el ritmo de sus competidores norteamericanos. La ayuda pública más decidida al sector por parte de las autoridades estadounidenses en los primeros compases de la pasada crisis, la recuperación más sólida de su mercado local, los efectos de una política de tipos de interés negativos en la Eurozona que ha resultado muy lesiva para la actividad bancaria o la sucesión de millonarias sanciones que han tenido que enfrentar los bancos europeos en el territorio de EEUU también habrían jugado un papel relevante en esta pérdida de competitividad de la gran banca de inversión europea.

Y no han faltado a lo largo de estos años quienes han acusado a los bancos europeos de haber hecho una apuesta poco consistente y escasamente ambiciosa en el mercado clave estadounidense, lo que, entre otras cosas, ha dificultado la captación y retención de talento.

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"Los bancos de inversión estadounidenses tienen fuertes ventajas competitivas en comparación con sus pares europeos. Disfrutan de un alto nivel de concentración, una disciplina de fijación de precios consistente, un mercado nacional muy grande y rentable, la calidad de sus servicios tiende a ser muy buena y se benefician de que sus reguladores adopten un enfoque pragmático constante", resaltaban varios profesores de la universidad italiana Bocconi en un informe publicado en 2020, en el que advertían de que la banca europea de inversión estaba perdiendo terreno frente a la estadounidense también en los mercados europeos.

Una situación que parece estar agravándose este año. Una nota reciente de la agencia S&P mostraba cómo los bancos europeos han tenido un peor desempeño en el segmento de la banca de inversión frente a sus homólogos estadounidenses en 2022. Según ese documento, los 12 mayores bancos de inversión a escala global registraron durante el tercer trimestre del ejercicio actual una caída media de sus ingresos de asesoramiento y comercio en los mercados de capitales del 49%. Deutsche Bank y Credit Suisse encabezaron ese declive, con retrocesos del 85 y el 74%, respectivamente, y UBS también se situaba por encima de la media, con un recorte de los ingresos del 58,46%. Solo Société Générale logró mejorar sus cifras respecto al mismo periodo del año anterior.

La pérdida de pujanza de los grandes bancos de inversión europeos queda en evidencia en el ranking de capitalización del sector financiero a escala global. Hace 15 años, además de Credit Suisse, HSBC (cuarto), UBS (séptimo), BNP Paribas (decimotercero), Société (decimoséptimo) y Barclays (decimonoveno) se ubicaban entre las veinte mayores entidades del mundo (amén de otros bancos europeos como Santander, UniCredit, Intesa o ING) y Deutsche Bank se situaba en el puesto vigesimotercero. Hoy, solo HSBC se mantiene entre las veinte mayores entidades del sector (en decimotercer lugar).

¿Un problema geoestratégico?

En un mundo global, el lugar de origen de las entidades financieras pareciera un aspecto irrelevante. Al fin y al cabo, los grandes bancos de inversión internacionales cuentan con una presencia relevante en los mercados europeos y han ocupado un lugar prioritario en el asesoramiento y en la ejecución de las operaciones de las empresas del continente en los mercados de capitales.

Sin embargo, desde hace años, distintas voces han clamado por la conveniencia de que la política de Europa tratara de respaldar el afianzamiento de una banca de inversión local fuerte. Es el caso de los expertos de la Universidad de Bocconi: "Los grandes actores globales de Estados Unidos no están interesados ​​en administrar transacciones para empresas más pequeñas, que son la columna vertebral de la economía europea. Sin actores dedicados (bancos de inversión e inversores), a las empresas más pequeñas les resultará cada vez más difícil acceder a los mercados de capital (deuda y capital)", señala el informe citado anteriormente, que instaba a actuar "antes de que sea demasiado tarde".

Foto: Ben Bernanke, ganador del Nobel. (EFE/Claudio Bresciani)

Y, ya en 2016, los profesores Dirk Schoenmaker y Charles Goodhart alentaban a las empresas europeas a apoyarse en los bancos de inversión de la región, dándoles participación en los sindicatos de bancos con los que financian sus operaciones en los mercados de capitales, en un artículo publicado en Bruegel en el que se cuestionaban cuál era la importancia de que las entidades norteamericanas dominaran este mercado.

"Las empresas europeas harían bien en incluir al menos un banco de inversión europeo (grande) en este sindicato, también en los buenos tiempos cuando no los necesitan. Eso podría ayudarlos en los malos tiempos, cuando los bancos estadounidenses pueden mostrarse reacios por cualquier motivo (incluyendo una toma de decisiones más desapegada)", señalaban entonces.

Estas consideraciones podrían ganar relevancia en un entorno geoestratégico como el actual, en el que la globalización parece cada vez más discutida y se avista en el horizonte un mundo de relaciones marcadas por las políticas de bloques. Si Europa aspirara a alcanzar ese escenario con una banca de inversión autóctona potente, probablemente los últimos acontecimientos en torno a Credit Suisse pueden verse como la confirmación de lo utópicas que resultan esas esperanzas.

Credit Suisse toma algo de aire. El banco suizo ha salvado con éxito esta semana la ampliación de capital de 4.000 millones que había lanzado para poder llevar a cabo el plan de restructuración con el que su dirección busca enderezar su rumbo.

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