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Los críticos 'entierran' a Sánchez y lanzan al comité de garantías para tomar el PSOE
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GUERRA CIVIL EN LA CASA SOCIALISTA

Los críticos 'entierran' a Sánchez y lanzan al comité de garantías para tomar el PSOE

La ejecutiva sigue con sus planes de convocar el comité y el congreso en los plazos previstos. Los disidentes creen que el dictamen favorable del tribunal interno apuntillará definitivamente al líder

Foto: Pedro Sánchez, a su salida de la sede socialista de Ferraz, este 28 de septiembre. (EFE)
Pedro Sánchez, a su salida de la sede socialista de Ferraz, este 28 de septiembre. (EFE)

El PSOE implosiona. Se parte en dos. La fractura ya es imparable. No es catastrofismo, es la dura realidad que cayó a plomo no solo en Ferraz, sino en todas y cada una de las agrupaciones de un partido centenario y que atraviesa el momento más difícil de su historia reciente. Una explosión. Ya no hay máscaras ni cartón piedra, ni juegos florales. Es una guerra fratricida y sangrienta entre dos bandos que están en una ratonera y de la que quizá no puedan salir salvo en los tribunales, como cada uno de ellos invoca. Pedro Sánchez contra sus críticos. Pedro Sánchez y su guardia pretoriana y el apoyo de las bases que invocan constantemente frente los poderes del partido, el 'establishment' territorial, los notables y la vieja guardia, y también esos militantes que comparten sus tesis. Un partido dividido en dos de arriba abajo y con un futuro más que incierto, y en el que quizá solo alguno pueda ganar. O quizá, como algunos cuadros temen, realmente camine hacia su "autodestrucción" y a una escisión. Un desgarro político y personal que será muy difícil de curar.

Hoy jueves será previsiblemente otra jornada caótica y difícil para los socialistas. Los críticos dan por "muerto" a Sánchez y creen que finalmente tendrá que asumir que ya no es secretario general ni tiene ejecutiva con la que pilotar el PSOE, y se apoyarán en el informe favorable que avanzan que redactará de urgencia la comisión federal de ética y garantías, cuya reunión está prevista por la mañana. Sánchez, por su parte, se ve a las 10:30 con lo que queda de su dirección. En teoría, 18 miembros, y con ellos aprobará una propuesta de convocatoria del congreso extraordinario que elevará al comité federal de este sábado. Pero todo es en sí una situación kafkiana, porque los detractores del secretario general no reconocen ni a esa cúpula ni las decisiones que adopte, porque entienden que ha caído y no existe, del mismo modo que Sánchez y su equipo previsiblemente no asumirán el dictamen de la comisión de garantías, en la que no cuentan con mayoría, por lo que seguirán adelante con su camino y con la convocatoria del comité y del congreso para que la militancia se pronuncie. Un choque de legitimidades total y absoluto en el que ninguno de los bandos se quiere apear del burro. Y si ninguno cede, solo quedará la salida de los tribunales, para que diriman quién tiene razón.

Los sanchistas no reconocen la autoridad de la comisión de garantías, en la que no tienen mayoría, y los críticos ven deslegitimada a la ejecutiva

¿Quién manda en el PSOE? Esa es la pregunta clave y a la que no es fácil responder después de una jornada agotadora, un 28 de septiembre negro, que comenzó con la entrevista de Felipe González en la SER —"Me dijo que se abstendría en segunda votación. Me siento engañado"— y acabó con el anuncio de César Luena, el secretario de Organización, de que la ejecutiva, reducida a 18 miembros, procedería hoy a convocar el congreso. De camino se había producido un hecho inédito en la historia del partido: la dimisión de 17 integrantes de la ejecutiva federal, que sumada a las tres vacantes que ya había, daba un total de 20 abandonos. La cifra mágica buscada por los críticos, puesto que si renuncia la mitad más uno de los miembros de la dirección, cae automáticamente y con ella el secretario general. La cúpula elegida en el congreso de 2014 se componía de 38 miembros, y tres plazas ya habían quedado libres (la del fallecido Pedro Zerolo, la del gallego José Ramón Gómez Besteiro y el canario Javier Abreu).

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Tensión en aumento

Ya por la mañana, los detractores de Sánchez habían ido lanzando el aviso de que el golpe contra la cúpula iba a ser inminente, que ya tenían las firmas aseguradas y recogidas. El ambiente, de hecho, se había ido caldeando progresivamente, pues a las declaraciones de González siguió un comunicado del secretario general en el que afirmaba "respetar" las palabras del expresidente pero no modificaría su rumbo, y también una réplica de Luena, y también una entrevista del propio Sánchez en 'eldiario.es' en la que apremiaba a Susana Díaz, su gran rival interna, a decir si apoya o no la abstención al PP e invitaba a sus críticos a marcharse. La bola de nieve, a la par que la indignación, se fue agrandando hasta que pasadas las cinco de la tarde, Antonio Pradas, el hombre de confianza de la presidenta andaluza en Madrid, y nominal número tres de la ejecutiva, presentó las 17 firmas en Ferraz, acompañado de la madrileña Eva Matarín, responsable de Inmigración y muy próxima al defenestrado Tomás Gómez.

Ferraz no cuestiona las firmas pero sí considera que los estatutos no avalan la voluntad de los críticos de que haya una gestora, que presidiría Javier Fernández

Luena no puso en duda las 17 rúbricas presentadas. Les dio validez. Pero sostuvo que el camino al final sería prácticamente el mismo al trazado por la dirección el lunes: "La dirección federal liderada por Sánchez lo que va a hacer es cumplir y hacer cumplir las normas y estatutos del partido, convocar un comité federal que convoque un congreso extraordinario y que se preserve lo más importante, la voz y el voto de los militantes". En todo momento, el secretario de Organización —al que los críticos despojan del cargo y lo llaman "compañero Luena", como hizo Pradas— apeló a las bases, a que Sánchez era el garante de sus derechos, mientras que sus rivales solo pretenden taparles la boca: "Quienes temen a los militantes o no quieren que hablen, ¿pueden dirigir el PSOE? En el PSOE se tiene que tener el respaldo de los militantes para dirigir. No caben atajos, ni artimañas, ni golpes".

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Para el equipo de Sánchez, no puede haber una gestora. La dirección restante —que por cierto es la que figura en la web, una vez hecha la limpia de los dimisionarios— pretende pilotar la transición hasta el siguiente congreso, para el que maneja los plazos ya conocidos: 23 de octubre, elección del secretario general por los militantes, y primer fin de semana de diciembre para la celebración del cónclave con delegados. La diferencia, para Ferraz, es que ahora se convocará un congreso extraordinario por la renuncia de la mitad más uno de los integrantes de la ejecutiva, y no un ordinario, el que tocaba por fecha.

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La cúpula se agarra a los estatutos y el reglamento del comité federal para sostener que la ejecutiva no ha quedado disuelta, porque no se habla de gestora en el escalón federal, y por tanto no son aplicables los precedentes anteriores, como cuando dimitió la mayoría de la ejecutiva en Castilla y León en 2014, o cuando la ejecutiva fulminó a Tomás Gómez en 2015, o cuando dejó las riendas del PSdeG José Ramón Gómez Besteiro. En los tres casos, Ferraz nombró las respectivas comisiones gestoras. Pero entiende que esa norma no rige para el ámbito federal, y se aferra a la interpretación literal de la normativa interna: "Cuando las vacantes en la comisión ejecutiva federal afecten a la secretaría general, o a la mitad más uno de sus miembros, el comité federal deberá convocar congreso extraordinario para la elección de una nueva comisión ejecutiva federal".

¿Igual o no a 2000?

Para los sanchistas, la situación actual no es equiparable a la de 2000, cuando Joaquín Almunia dimitió como secretario general y el comité federal pactó una "comisión política" para pilotar la transición hasta la desembocadura del 35º Congreso, en el que venció José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora, ni ha renunciado el máximo responsable del partido ni hay ni habrá posibilidad alguna entre las distintas facciones de acordar una gestora semejante a aquella que presidió Manuel Chaves.

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Los críticos no reconocen ninguno de los movimientos de la ejecutiva de Sánchez. Antonio Pradas volvió a la sede y, a las puertas, rodeado de una nube de periodistas, ejerció por primera vez de portavoz de los díscolos: la dirección no está ya "legitimada", porque tras la dimisión de 17 de sus miembros (y tres vacantes) "queda disuelta" y no puede actuar como "juez y parte". Así que Ferraz lo único que puede hacer, a su juicio, es "cumplir la ley" y "restablecer la normalidad".

Foto: Gráfico: PLL

La siguiente pugna se dará este jueves, y casi al mismo tiempo. De un lado, se reunirá la comisión de ética y garantías —o mejor dicho, parte de ella, puesto que los dos integrantes alineados con Sánchez, la vasca Isabel Celaá y el madrileño Félix Bolaños, pueden no acudir—, no se sabe si en Ferraz, y de otro la "ejecutiva federal", a las 10:30, como oficializó Ferraz en un comunicado enviado a los medios. El tribunal interno del PSOE, elegido también por el congreso de 2014, igual que los 38 miembros de la dirección de Sánchez, ahora teóricamente cesada, se compone de cinco personas. Y la correlación de fuerzas es 3-2 a favor de los críticos, que tienen en ella a la consejera andaluza María Jesús Montero, la eurodiputada aragonesa Inés Ayala y el tomasista madrileño Wilfredo Jurado.

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En las federaciones 'rebeldes' se anticipaba anoche que el dictamen de la comisión de garantías les sería favorable, en el sentido de que reconocería que la ejecutiva ya no existe y que el comité federal solo lo puede convocar o ella misma (garantías) o la mesa del máximo órgano de poder, que está presidida por la secretaria provincial de Sevilla, Verónica Pérez, mano derecha de Díaz. En el equipo de Sánchez advertían ayer de que el tribunal interno no tiene nada que dirimir puesto que no hay "conflicto", ya que Ferraz hace una interpretación "literal" de los estatutos, y si no hay acuerdo entonces tendrán que ventilarlo "los tribunales", decían sin rodeos. Añadían que la mesa del comité "no es ningún órgano" del partido, puesto que se elige en cada reunión, por mucho que desde su última renovación, en 2014, lo presida Verónica Pérez.

Pedro Sánchez no dimite

Batalla campal

Distintos dirigentes críticos coincidían anoche en que Sánchez "está muerto", "por mucho que no se quiera dar cuenta" y "se quiera atrincherar". Su ejecución, subrayaban, es real e irreversible, puesto que dimitió la mitad más uno de los miembros de su dirección, y aunque admiten que en los estatutos no se liga la palabra 'gestora' al escalón federal, sostienen que "por analogía" a lo que pasa en los ámbitos inferiores, la creación de la gestora es un paso "mecánico", no discrecional. Gestora, por cierto, que en principio estaba previsto que presidiera Javier Fernández, el jefe del Principado de Asturias, un referente moral del partido, de perfil componedor y "sin ambiciones personales", como recuerdan en su entorno. Agregan que antes de perpetrar el 'asalto' a Ferraz ya contaban con sólidos informes jurídicos que avalaban la ofensiva.

La rivalidad de los dos bandos será máxima en el comité del sábado, si se celebra, porque no está claro ni quién lo convocará ni con qué orden del día

Los disidentes anticipan que a Sánchez le ocurrirá lo que a Gómez en su día: se enrocó en las primeras horas, pero al final tuvo que sucumbir y la decisión de Ferraz se impuso. Ahora, prevén, pasará lo mismo: en cuanto la comisión de garantías dictamine a su favor, la ejecutiva restante será "ilegal" y no tendrá definitivamente poder. Los críticos, además, confían en que los perfiles "más sensatos" del equipo de Sánchez —dirigentes como el expresidente del Congreso Patxi López; la presidenta balear, Francina Armengol, o la baronesa cántabra, Eva Díaz Tezanos— entren en razón y no se sumen al "teatro" de Sánchez y Luena. Por eso apuntan que será interesante comprobar qué dirigentes acuden hoy a la cita en Ferraz. Tezanos, según fuentes de su círculo, no tenía previsto viajar a Madrid. La nueva 'dirección' de Sánchez tiene un problema: el artículo 6 del reglamento de la ejecutiva federal señala que esta solo se constituye válidamente si hay quórum. O sea, si están presentes la mitad más uno de sus miembros. Y al líder no le dan los números: como mucho, podrá congregar a otros 17 responsables, aparte de él mismo.

Foto: Fotografía de archivo de una reunión de la comisión ejecutiva del PSOE. (EFE)

Pero el choque está servido. Y se visualizará en el comité federal del sábado, si es que se celebra. Sánchez y los suyos no podrían asistir puesto que están cesados, según sus detractores. Los dimisionarios, tampoco. Si el máximo órgano es convocado por la ejecutiva del líder, no será reconocida por sus contrarios, y si es citado por Verónica Pérez, tampoco atenderán los sanchistas. Así las cosas, la 'cumbre' del día 1 puede convertirse en una batalla campal. No está claro, pues, ni quién ha de convocar el órgano ni con qué orden del día. Los dos bloques medirán previsiblemente sus fuerzas cuando toque votar o cónclave extraordinario o gestora. "Espérate que no acabemos allí a hostias", deslizaba un alto mando territorial. Todo ello con un ingrediente explosivo alrededor: la probable concentración de militantes a las puertas de la sede.

Oficialistas y críticos admiten que la pugna por el control del PSOE puede dirimirse en los tribunales. El PSOE camina para algunos a la "autodestrucción"

Los más optimistas señalan que el PSOE logrará salir de su guerra, aunque "costará", y mucho. Los menos, que el partido puede entrar en una espiral de "autodestrucción" que comenzará con la pugna en los tribunales para que decidan si cabe adoptar medidas cautelares, y seguirá con la fractura del grupo parlamentario y con la quiebra vertical de toda la formación. El panorama es dantesco, se mire por donde se mire. El PSOE está en un callejón sin salida, en una ratonera auténtica de la que nadie saldrá indemne. Ni Sánchez ni Díaz, ni oficialistas ni críticos. La guerra civil será descarnada y dejará muertos por el camino.

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Sin la foto del hijo y con los periodistas en la calle

A partir de las cinco de la tarde, cuando se supo que Antonio Pradas se dirigía con Eva Matarín a la sede federal a presentar las 17 firmas de los dimisionarios, se comenzaron a llenar la acera de Ferraz, 70, de periodistas, y luego de militantes y curiosos. Pradas, ya exsecretario de Política Federal, denunció que ni siquiera le dejaron entrar en su despacho a recoger sus efectos personales. Ni la foto de su hijo. 

Cerca de las siete, el equipo de Comunicación del líder remitió un mensaje a los medios para prevenirles de la comparecencia de César Luena. Solo entonces se les permitió subir a la sala de prensa, en la primera planta. Acabada la rueda, y después de que los colaboradores de Sánchez explicaran algunos detalles técnicos, Ferraz pidió a los periodistas que desalojaran la sede y se marcharan por el garaje. Algo insólito porque siempre se les permite trabajar allí hasta que acaban su trabajo. Era minutos antes de que volviera Pradas a Ferraz, que habló brevemente a los informadores desde la puerta, contestó una pregunta y se marchó. 

El PSOE implosiona. Se parte en dos. La fractura ya es imparable. No es catastrofismo, es la dura realidad que cayó a plomo no solo en Ferraz, sino en todas y cada una de las agrupaciones de un partido centenario y que atraviesa el momento más difícil de su historia reciente. Una explosión. Ya no hay máscaras ni cartón piedra, ni juegos florales. Es una guerra fratricida y sangrienta entre dos bandos que están en una ratonera y de la que quizá no puedan salir salvo en los tribunales, como cada uno de ellos invoca. Pedro Sánchez contra sus críticos. Pedro Sánchez y su guardia pretoriana y el apoyo de las bases que invocan constantemente frente los poderes del partido, el 'establishment' territorial, los notables y la vieja guardia, y también esos militantes que comparten sus tesis. Un partido dividido en dos de arriba abajo y con un futuro más que incierto, y en el que quizá solo alguno pueda ganar. O quizá, como algunos cuadros temen, realmente camine hacia su "autodestrucción" y a una escisión. Un desgarro político y personal que será muy difícil de curar.

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