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El mapa europeo del hidrógeno: España confía en producir a la mitad de precio que Alemania
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GRACIAS AL MAYOR PESO DE LAS RENOVABLES

El mapa europeo del hidrógeno: España confía en producir a la mitad de precio que Alemania

Los resultados de la primera subasta europea dejan a nuestro país como el tercero más barato del continente e impulsan la hipótesis de una industria más competitiva en el sur

Foto: Pedro Sánchez y Emmanuel Macron conversan en la presentación del corredor de hidrógeno H2Med. (EFE/Kai Forsterling)
Pedro Sánchez y Emmanuel Macron conversan en la presentación del corredor de hidrógeno H2Med. (EFE/Kai Forsterling)
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Poner un precio al hidrógeno renovable —el que se produce a partir de energía limpias— no resulta nada fácil. Este gas está llamado a jugar un papel fundamental en la descarbonización de Europa, y también podría alterar el mapa industrial del continente. Todo depende de sus costes de producción, es decir, de lo competitivo que sea. Pero, al tratarse de un mercado incipiente (con pocos productores, pocos compradores y mucha incerteza), tener una referencia de lo que ocurrirá durante los próximos años, cuando se espera que se consolide como una tecnología madura, es casi como chuparse el dedo y levantarlo para saber por dónde sopla el viento.

No abundan las pistas, pero empieza a haber alguna. Y España sale muy bien parada. La última y más representativa ha sido la primera subasta del Banco Europeo del Hidrógeno, un instrumento auspiciado por las autoridades comunitarias para impulsar el sector y casar la oferta y la demanda. En esta puja, los diferentes proyectos podían presentar sus propuestas para recibir una prima que les ayudase a cubrir la diferencia entre sus costes de producción y los del conjunto del mercado del hidrógeno, actualmente dominado por el que utiliza combustibles fósiles —principalmente gas natural— para obtenerlo. La puja la ganarían aquellos que presentasen una propuesta más baja, que comprometerían su producción durante 10 años a cambio de esa subvención europea.

La Comisión adjudicó casi 720 millones de euros —obtenidos gracias al régimen de comercio de derechos de emisión, una suerte de impuesto a las industrias contaminantes— a siete proyectos. Entre ellos hubo tres españoles, lo que demuestra la pujanza de nuestro país (aquí puede consultar la lista). Pero ese titular, recogido por los medios de comunicación a partir de la información ofrecida por las autoridades comunitarias, no es lo más relevante de esta película. Si de lo que se trata es de aproximar los precios con los que trabaja el sector, resulta mucho más útil atender a los proyectos no elegidos (125) que a los pocos exitosos. En su conjunto, las 132 solicitudes no solo superaron la oferta prevista por Bruselas, sino que constituyen una muestra relativamente representativa de lo que se está cociendo en este mercado incipiente.

Los investigadores de Bruegel, el laboratorio de ideas más influyente en la capital comunitaria, han accedido a esos datos brutos, que permiten comparar la competitividad de los proyectos radicados en hasta 17 países. En función de las ofertas emitidas, han calculado los costes que esperan. Al final, si la prima a la que aspiran es más baja, significa que podrán producir a un precio inferior; si es más alta, quiere decir que necesitan una mayor subvención para cubrir el diferencial de costes. Con una media de ocho proyectos por país, la comparación está servida.

El mapa muestra el coste medio del hidrógeno que se halla implícito en las ofertas. Ben McWilliams y James Kneebone, autores del estudio, lo dejan negro sobre blanco: "Las ofertas más competitivas se agruparon en las regiones más septentrionales y meridionales de la UE (...), donde la electricidad renovable es la más barata". Para participar en la subasta, todos los proyectos tenían que tener contratos preliminares con compradores o algún otro tipo de evidencia que asegure la demanda, así como el compromiso de empezar a producir en un máximo de cinco años. El hidrógeno renovable se usará para descarbonizar sectores tan dispares como el acerero, el químico, el transporte marítimo o el de producción de fertilizantes.

Efectivamente, los países con más presencia de fuentes limpias son los más económicos: los nórdicos gracias a la hidroeléctrica y los del sur gracias a la solar, a grandes rasgos. El bajo coste marginal de estas tecnologías, a menudo excedentarias por la elevadísima capacidad instalada —como se ha visto en España durante las últimas semanas, con precios de la electricidad incluso negativos—, hace que la energía necesaria para producir el hidrógeno a través de un proceso denominado electrólisis sea mucho más barata y, por tanto, el precio del gas renovable pueda resultar mucho más competitivo.

No hay más que ver el mapa: el montante implícito en las ofertas españolas es de 5,8 euros por kilogramo, la mitad que en Alemania, Francia o Italia. España es el tercer país más competitivo, solo por detrás de Grecia y Suecia. En el otro extremo, Polonia, que aún depende en gran medida del carbón, presenta los precios más elevados (13,5 euros/kg).

Berlín ha puesto 350 M para impulsar una capacidad nacional ocho veces menor que si se hubiese destinado a los proyectos más eficientes

Evidentemente, estos precios no son las tablas de la ley: el futuro dependerá de la oferta, la demanda y la madurez de una tecnología que todavía supone una incógnita en muchos aspectos. Sin embargo, el contraste tan importante entre los países caros y baratos alumbra unas implicaciones cruciales para el porvenir industrial del continente.

Alemania tira de chequera

La hipótesis de la "atracción renovable" queda reforzada por los datos de la subasta. Según esta teoría, las manufacturas más intensivas en energía tenderán a establecerse en los países con un mayor peso de las energías limpias, ya que son las que tendrán unos precios de suministro más baratos. Al final, destacan los autores, los tecnócratas de Bruselas impulsan una política de subvenciones "geoagnóstica", es decir, que no depende de los equilibrios territoriales, sino de la eficiencia. En la subasta, por ejemplo, fueron agraciados cinco proyectos en la Península Ibérica y dos en Escandinavia, mientras los pulmones económicos del continente (Alemania, Francia e Italia) se fueron con las manos vacías.

Estos desequilibrios, que paradójicamente benefician a la hasta hace poco denostada Europa meridional frente al centro industrial del continente, pueden generar conflictos entre Bruselas y los Estados. "Si la competitividad está cada vez más determinada por una 'atracción renovable', surgirán dificultades para conciliar la eficiencia económica europea con el interés político nacional", explican los investigadores.

Foto: Varios aerogeneradores en un parque eólico. (Europa Press/Carlos Castro)

Para no quedarse atrás, Alemania ha sido el único país en aprovechar la ventana que ha abierto la Comisión para que los Gobiernos nacionales puedan subvencionar los proyectos que no han obtenido financiación europea. Este mecanismo excepcional recibe el nombre de subasta como servicio y un tratamiento especial en el marco de ayudas de Estado. Berlín ha puesto 350 millones sobre la mesa para impulsar una capacidad nacional ocho veces inferior a la que contribuiría el mismo dinero si se hubiese destinado a los proyectos más eficientes a escala comunitaria. Está previsto que Austria aplique el mismo instrumento para regar con 400 millones de euros a sus empresas. De momento, España no lo ha utilizado en esta primera subasta. Desde el Ministerio de Transición Ecológica no hacen comentarios sobre la posibilidad de que lo haga en la segunda, prevista para finales de año.

McWilliams y Kneebone concluyen con una advertencia: "Puede surgir una tensión entre regiones con competitividad natural para sectores con uso intensivo de energía renovable y países fiscalmente poderosos con competitividad existente en sectores con uso intensivo de energía impulsado por combustibles fósiles. Será esencial lograr el equilibrio correcto entre la explotación de áreas de abundancia renovable y al mismo tiempo la gestión de las áreas de aglomeración industrial existentes en toda la Unión Europea". La construcción de infraestructuras de interconexión, como el H2Med —que unirá la Península y Alemania—, podría aliviar estas suspicacias.

Andalucía y Extremadura quieren ser la nueva Renania, aunque no lo tienen fácil. El sur aprieta, pero las locomotoras centroeuropeas gozan de un mayor músculo fiscal para seguir dopando a sus fábricas y evitar que la pérdida de competitividad se traduzca en deslocalizaciones hacia tierras soleadas como la nuestra. Solo el paso del tiempo pondrá a cada uno en el sitio que le corresponde en el nuevo mapa de la industria europea.

Poner un precio al hidrógeno renovable —el que se produce a partir de energía limpias— no resulta nada fácil. Este gas está llamado a jugar un papel fundamental en la descarbonización de Europa, y también podría alterar el mapa industrial del continente. Todo depende de sus costes de producción, es decir, de lo competitivo que sea. Pero, al tratarse de un mercado incipiente (con pocos productores, pocos compradores y mucha incerteza), tener una referencia de lo que ocurrirá durante los próximos años, cuando se espera que se consolide como una tecnología madura, es casi como chuparse el dedo y levantarlo para saber por dónde sopla el viento.

Energía Teresa Ribera
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