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"Intenté pagar una multa a Hacienda y el sistema convirtió mi vida en un infierno"
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Carlos Prieto

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"Intenté pagar una multa a Hacienda y el sistema convirtió mi vida en un infierno"

La increíble historia del hombre (yo) que vivía tranquilo hasta que recibió una notificación tributaria y quedó atrapado en un bucle burocrático abismal

Foto: Oficina de Hacienda en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Oficina de Hacienda en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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Mensaje bomba en el buzón, ayer y yo. Nada desestabilizaba más antaño que recibir una carta de incorporación al frente. Pero, llegados a 2023, los tiros han dado paso a la burocracia: pocas cosas ponen más firmes ahora que una epístola de Hacienda. "La Agencia Tributaria ha emitido una notificación dirigida a usted", me alertó un SMS el pasado octubre.

Como hay momentos en los que un hombre debe demostrar de qué pasta está hecho, reaccioné a la notificación con sangre fría. Barrunté malas noticias fiscales, pero como el SMS no aportaba más información, pensé: “No seré yo el que precipite los acontecimientos”; es decir, me hice el locro, ¡ay!, la línea entre la sangre fría y la histeria es delgada. Tras tres semanas sin noticias de Hacienda, la tensa espera pudo conmigo: cometí la imprudencia de digitalizar el conflicto...

Foto: Boris Johnson, en sus años de presidente de la Oxford Union Society. (Reuters)

1) Puse “Hacienda notificación” en Google.

2) El buscador me informó de que "en la parte superior derecha de la pantalla principal de la web de la Agencia Tributaria, en la pestaña Área personal, podrás acceder a Mis notificaciones".

3) Entré en la web de Hacienda, seguí los pasos y me topé con un muro: solo podía acceder a mis notificaciones con DNI electrónico (no tengo) o… Cl@ve Digital.

Quebré al escuchar esas dos palabras: “Clave digital”.

Un escalofrío me atravesó el espinazo.

Como uno de esos veteranos de guerra que, 10 años después de escapar de la jungla, escucha la palabra VIETNAM, oye aspas de helicóptero en su cabeza y tirotea a todo cristo en un Walmart... el concepto clave digital me generó un malestar psicológico indescriptible.

Foto: Javier Milei, en el debate electoral. (Reuters/Pool/Luis Robayo)

Si usted no está familiarizado con la clave digital —sistema de identificación para trámites online en la Administración— debe saber que es lo más parecido a un cólico nefrítico que tendrá usted en su vida. Más que una gestión, es una patada en los testículos cuyo dolor se prolonga varios días… con suerte: lo normal es tirar la toalla antes de poder culminar trámite alguno, mitad vacío por dentro, mitad majareta perdido.

Sé de lo que hablo. Esta es mi historia.

El horror, el horror

Tras un sinfín de trámites y quebraderos de cabeza, un buen día llegué a tener una carta del Estado con mi clave digital, que recibí como maná caído del cielo, la llave mágica que me liberaría para siempre de las cadenas de la burocracia. Tan eufórico estaba que cometí el tonto error de cantar victoria prematuramente…

La primera vez que introduje (triunfal) mi clave para un trámite, el sistema me contestó con un lacónico pero pavoroso: “USUARIO NO REGISTRADO”.

A la quinta vez que me pasó eso, intenté obtener otra clave digital. El sistema me dijo entonces que no podía darme una nueva porque ya tenía una antigua (que no funcionara ya tal). Había caído en un bucle espeluznante en el que peno y vago desde entonces.

Así aprendí una dolorosa pero impepinable lección de vida: a la burocracia NUNCA le ganas la batalla, porque SIEMPRE logra colarte una última jugarreta absurda.

Vale, a algunos españoles sí les funciona la clave digital, pero los peligros acechan: si pierde usted la contraseña, según la Administración, solo podrá recuperarla “siempre y cuando conserve el código de activación”. ¿Que qué código es ese? Solo dios lo sabe.

A la burocracia NUNCA le ganas la batalla, porque SIEMPRE logra colarte una última jugarreta

No importa lo críptico que se vuelva el Mundo Clave Digital, que la Administración siempre echará un plus de niebla y confusión sobre el asunto. Ejemplo sacado de la web de Cl@ve. A la pregunta “¿cómo utilizo mi usuario/contraseña de Cl@ve Permanente?”, el Estado Profundo responde: “Para hacer uso del usuario/contraseña de Cl@ve Permanente, primero tienes que acceder a un servicio de administración electrónica que permita la autenticación mediante Cl@ve Permanente. Dicho servicio te redirigirá a una pantalla de Cl@ve en la que podrás seleccionar la opción Cl@ve Permanente. A su vez se te redirigirá a otra pantalla que te solicitará tu usuario y contraseña. De ser correcta la autenticación se te dará acceso al servicio”.

Claro, fresco y transparente como el rocío de la mañana.

En efecto, entrar y salir de Matrix es mucho más fácil que hacerlo de la clave digital, sistema español que volaría la cabeza a las hermanas Wachowski.

La aplicación Cl@ve también es pintoresca. Te la bajas, metes un par de datos del DNI y te ofrece tres opciones: Activar con certificado electrónico, activar con DNI electrónico o activar con SMS, que parece la más sencilla, pero, tras recibir un SMS con una clave e introducirla, ¡tachán!, te pide OTRA CLAVE de la que no hay rastro en ninguna parte (y no, el nombre de la segunda clave no es VOY-A-METER-FUEGO-A-TODO, aunque debería).

La humillación final

Con todo, pese a que sabía que era un camino que solo me iba a traer humillación y sufrimiento, traté de acceder a la misteriosa notificación de Hacienda con Cl@ve Digital… en vano. Varios intentos fallidos después, estaba llorando de rabia, golpeando las paredes y maldiciendo a todos los burócratas de Occidente.

Entonces, me puse en plan nihilista. “Si quieren algo, ya vendrán a por mí, saben dónde vivo”, pensé. Fantaseé con la llegada de los hombres de negro de Hacienda a mi casa, a los que esperaría reclinado en una mecedora en el porche, mascando tabaco impasible, pero sujetando firme un arma...

Pero volvamos a la cruda realidad…

Un mes después de recibir el SMS original de la Agencia Tributaria, llegó un aviso a mi buzón: esa mañana, el cartero había traído un certificado de Hacienda, pero yo no estaba en mi domicilio (en efecto, uno nunca está en casa cuando llega un papel importante, pero siempre está en casa cuando vienen los Plómez por sorpresa a cenar).

Fui a correos, me dieron el sobre de Hacienda, lo abrí, eran siete folios con prolijas explicaciones sobre mi declaración de 2021. Algo había hecho mal...

Foto: Andoni Ortuzar, presidente del PNV, en los carnavales. (EFE)

Tras mucho rebuscar, encontré el tomate en un párrafo de un folio random: tenía que pagarle unos 40 pavos al Estado (tanto rollo para eso, en efecto, pero mejor 40 que 400 o 4.000).

Pero la historia no acabó ahí. Debía rellenar una hoja para alegar contra la sanción o para acatarla. El trámite se podía hacer online introduciendo una clave que, decían, estaba en los folios de la notificación. Tras buscar la clave exhaustivamente y no encontrarla, varios tutoriales después, di con ella enterrada en el borde de un folio cualquiera: era una interminable serie de letras escrita a tamaño solo visible para un microscopio del MIT (aviso de amigo: si usted ve regulín y no tiene gafas a mano, todo el peso del Estado caerá sobre sus hombros. Las cárceles españolas están llenas de cegatos incapaces de leer los prospectos de las medicinas y las multas de las administraciones del Estado).

"Logré tumbar la web del Pentágono en 1997, pero la clave digital española es impenetrable"

Conclusiones sobre esta angustiosa peripecia humana:

Una de dos: o yo soy inframental para la burocracia informática, cosa no descartable, o hay que ser un hacker ruso para navegar con éxito por la Administración digital española. O quizá ni siquiera ellos lo lograrían. Entrevistado por el calcetín de mi mano derecha, Vladímir Hackerovich, jefe de los hackers de Putin, admite desesperado: "Logré tumbar la web del Pentágono en 1997, pero la clave digital española es impenetrable".

El Instituto Clay de Matemáticas de Cambridge (EEUU) publicó en 2000 una lista con los siete desafíos matemáticos más complejos del mundo, con un millón de dólares para el que lograra descifrarlos. El matemático ruso Grigori Perelman resolvió uno de ellos, la conjetura de Poincaré, pero renunció al dinero, así que no se preocupen: aún pueden ustedes ganar un milloncete si resuelven enigmas irresolubles como la conjetura de Hodge, la hipótesis de Riemann o la clave digital española de los cojones. Buena suerte.

Mensaje bomba en el buzón, ayer y yo. Nada desestabilizaba más antaño que recibir una carta de incorporación al frente. Pero, llegados a 2023, los tiros han dado paso a la burocracia: pocas cosas ponen más firmes ahora que una epístola de Hacienda. "La Agencia Tributaria ha emitido una notificación dirigida a usted", me alertó un SMS el pasado octubre.

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