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La fragmentación del comercio mundial castigará a Europa con varios puntos de PIB
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INFORMES DEL FMI, LA COMISiÓN Y EL BCE

La fragmentación del comercio mundial castigará a Europa con varios puntos de PIB

El comercio mundial se ha estancado. Las consecuencias son más negativas para los países o territorios más dependientes de los intercambios. En particular, la Unión Europea. Un trabajo de la Comisión lo pone negro sobre blanco

Foto: La fragmentación del comercio mundial. (EFE/Paolo Aguilar)
La fragmentación del comercio mundial. (EFE/Paolo Aguilar)
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La fragmentación del comercio mundial, una tendencia creciente que se ha acelerado desde la era Trump, cuando comenzaron las tensiones entre China y EEUU, pasará factura a la mayoría de las economías del planeta. Pero, sobre todo, a Europa. No en vano, representa el 13,2% de las exportaciones y el 14,8% de las importaciones del mundo, lo que da idea de su importancia económica.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), en concreto, ha estimado que una fragmentación "relativamente intensa" de la economía mundial conducirá a unas pérdidas de producción para la economía global a largo plazo que podrían oscilar entre el 0,2% y el 7% del PIB, dependiendo de su gravedad. Ahora bien, si junto al descenso de los intercambios comerciales se produce un desacoplamiento tecnológico, la caída de la producción del planeta podría dar lugar a pérdidas de producción entre el 8% y el 12% del PIB en algunos países. Esas cifras no incluyen el impacto negativo que también tendrían otros canales de desglobalización, como son los flujos de mano de obra, que crecen al ritmo de la actividad económica, o de inversión directa.

Organizaciones como la OCDE y la Organización Mundial de Comercio (OMC) han llegado a conclusiones similares. El BCE, igualmente, ha advertido en ocasiones de que una fragmentación que suponga la recolocación de las cadenas de valor puede tener consecuencias negativas sobre el empleo y la desigualdad. Así, por ejemplo, según el BCE, la transmisión se produce principalmente a través del canal de precios. O lo que es lo mismo, un incremento de las barreras comerciales eleva de forma automática los precios de las importaciones.

El comercio mundial se estanca

A modo de aperitivo, solo hay que tener en cuenta que esa ralentización del comercio mundial ya está pasando factura, lo que se refleja en los bajos crecimientos en algunos países. En particular, en Alemania e Italia, que son las economías más exportadoras de la región. Si en 1986, antes del ingreso de China en la OMC, el comercio mundial representaba el 40% del PIB, en 2008 alcanzó un máximo histórico del 52%, pero desde entonces se ha mantenido estancado en torno al 50%, lo que puede explicar en parte la desaceleración de la actividad económica global.

Básicamente, como sostiene un informe preparado por los servicios técnicos de la Comisión Europea, porque se ha pasado de un comercio basado en reglas a otro en el que cada vez es más relevante la geopolítica y, por lo tanto, la alianza entre bloques. Mientras que Washington ha aumentado las barreras a productos chinos, sobre todo a los de alta tecnología, esgrimiendo cuestiones de seguridad nacional, Pekín utiliza cada vez más medidas coercitivas contra la inversión extranjera, lo que deja a Europa en una posición delicada debido a su elevada dependencia de las exportaciones, muy por encima, por ejemplo, de EEUU.

Tanto la pandemia como la guerra en Ucrania han reforzado la tendencia a la fragmentación, lo que se pone de manifiesto en el hecho de que si en 2019 las medidas dañinas contra el comercio mundial fueron 71, en 2022, según Bruselas, se llegó a 530. Fundamentalmente, a través de medidas no arancelarias o la entrega de subsidios para defender las industrias nacionales. Y hay que tener en cuenta que el comercio de bienes y servicios de la UE representa ya el 67% del PIB, lo que da idea de su importancia en términos económicos y, por ende, del empleo.

Lo que temen los funcionarios de la Comisión Europea es que la fragmentación del comercio mundial limite los beneficios de la especialización productiva y de la asignación eficiente de los recursos, que se manifiesta a través del acceso a las nuevas tecnologías. Cuando un país tiene abiertas sus fronteras, se beneficia de la transferencia tecnológica procedente de países terceros, lo que en última instancia le permite avanzar en la investigación propia. Además, existen evidencias de que una menor competencia exterior aumenta el coste de los insumos que utilizan las empresas y es un incentivo para reclamar protección de los gobiernos en defensa de sus intereses. El coste es especialmente significativo en las cadenas de valor, lo que se traduciría en menos innovación y precios internos más elevados que tendrían que pagar los consumidores.

Dependencia de las cadenas globales

El propio BCE, en un estudio reciente, ha estimado que la fragmentación del comercio podría reducir las importaciones reales entre un 12% y un 19% debido, principalmente, a la contracción del comercio de insumos intermedios, los que sirven para fabricar bienes. El banco central llegó a estimar que los países con alta dependencia de las cadenas globales de valor sufrirán las mayores pérdidas, lo que contrasta con las grandes economías como China y EEUU. Las pérdidas también serían limitadas en la zona del euro, ya que su gran mercado interior permite la sustitución por insumos intermedios producidos internamente con más facilidad tras la perturbación. Pero, con todo, sus pérdidas son algo más elevadas que las de EEUU o China, por la mayor apertura comercial de la zona del euro.

Foto: Imagen de un billete de 20 euros. (iStock)

La Comisión Europea no entra en detalle sobre qué países serán los más perjudicados, pero considera que su impacto será asimétrico. Afectará más a los países de bajos ingresos, mientras que en los países avanzados, que es el caso de España, los perdedores serían los consumidores con menos recursos.

La fragmentación, igualmente, perjudica más a los países exportadores con uso intensivo de tecnología, debido al desmantelamiento de complejas redes de producción, mientras que, por el contrario, beneficiaría a los exportadores de energía, dada la mayor elasticidad de sus ventas al exterior. Su conclusión es que casi todos los países podrían perder con la fragmentación, en particular aquellos que dependen en gran medida de las cadenas de valor y del comercio.

La Comisión, en todo caso, advierte de que hoy por hoy el impacto de la mayor fragmentación del comercio mundial es todavía pequeño en la Unión Europea. Sin embargo, asegura, los acontecimientos ocurridos desde 2018 lo que muestran es que hay razones para preocuparse en el futuro. Principalmente, si se producen desacoples en las cadenas de suministro. Lo que se recomienda es que los gobiernos identifiquen aquellas áreas donde los beneficios de reubicar las cadenas de valor compensen los costes. Idealmente, se asegura, la intervención pública debe concentrarse en aquellas cadenas donde las vulnerabilidades son mayores o donde las crisis podrían comprometer objetivos socioeconómicos más amplios.

La fragmentación del comercio mundial, una tendencia creciente que se ha acelerado desde la era Trump, cuando comenzaron las tensiones entre China y EEUU, pasará factura a la mayoría de las economías del planeta. Pero, sobre todo, a Europa. No en vano, representa el 13,2% de las exportaciones y el 14,8% de las importaciones del mundo, lo que da idea de su importancia económica.

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