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¿Es el contrato fijo discontinuo un maquillaje estadístico para ocultar la temporalidad?
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¿Es el contrato fijo discontinuo un maquillaje estadístico para ocultar la temporalidad?

La polémica sobre la contabilización de los fijos discontinuos inactivos le ha estallado en la cara al Gobierno, extendiendo la sensación de que los nuevos indefinidos son precarios

Foto: Imagen de un trabajador en Valencia. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
Imagen de un trabajador en Valencia. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
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La figura del fijo discontinuo es el último fantasma que le ha salido a la reforma laboral. Desde que el Ministerio de Trabajo cambiara la serie de demandantes de empleo con relación laboral sin explicación (y por extensión, del dato de parados demandantes) se han impuesto las sospechas sobre la efectividad de la reforma. El vicesecretario de economía del PP, Juan Bravo, lo calificó como "maquillaje de los datos de fijos discontinuos". La idea que subyace detrás de tanto ruido es que la reforma laboral no ha mejorado el empleo estable, sino que el temporal se habría convertido en fijo discontinuo. El mismo perro con distinto collar. Pero la realidad es que realmente se ha producido un cambio estructural hacia la estabilización del empleo.

Primero, algunos datos que así lo muestran —después irá la explicación de por qué era imposible que la reforma laboral fracasara en la estabilización del empleo—. Para empezar la argumentación por los cimientos, es importante tener en cuenta que los datos que están en discusión son los del paro registrado, una estadística que los expertos desaconsejaban para interpretar la evolución del mercado laboral ya antes de la polémica de los fijos discontinuos. El motivo es que hay muchos datos que afectan a la evolución del paro registrado, además del empleo. Por ejemplo, la variación de la población activa también influye en el número de parados: un joven o un inmigrante que empieza a buscar empleo es un desempleado más, independientemente de la evolución de la contratación. Otro ejemplo: los incentivos que tengan los desempleados a seguir apuntados en las oficinas de empleo, por ejemplo, si se extienden las prestaciones o se recortan.

Foto: La capital de Estonia, Tallin.

Los expertos recomiendan analizar la evolución mensual del mercado laboral con los datos de afiliación a la Seguridad Social. Y esta estadística no está afectada por la polémica de los fijos discontinuos, ya que los que se encuentran en periodo de inactividad no computan como cotizantes en alta laboral. Fin del problema.

Ahora los datos. En el primer año de aplicación de la reforma laboral, el número de fijos discontinuos se ha disparado un 118%. Un crecimiento muy notable, pero que, al venir de niveles muy bajos, maximiza la tasa de variación. Esta figura contractual apenas se utilizaba antes de la reforma laboral y ahora tiene un peso relevante, de ahí el crecimiento tan intenso. Sin embargo, si se compara con el total de empleos indefinidos creados en 2022, los fijos discontinuos apenas suponen un 19% del total. Esto es, ocho de cada diez nuevos indefinidos tienen un empleo permanente (a tiempo completo o parcial). Con estos datos, no puede caber duda alguna: el empleo se ha estabilizado tras la reforma laboral.

Otro dato: desde la aprobación de la reforma laboral se ha reducido el número de trabajadores con contrato temporal en algo más de 1,8 millones. Si todos ellos se hubiesen ido al nuevo modelo de temporalidad fija discontinua, esta figura debería haber sido la más utilizada a lo largo del año. Pero no lo fue. El número de fijos discontinuos aumentó en algo menos de 0,5 millones de personas (en concreto, 451.663 afiliados más). Esto es, por cada cuatro empleos temporales perdidos se ha creado solo uno fijo discontinuo. Lo que ha ocurrido es que la gran conversión de empleos temporales ha sido a indefinidos permanentes y no a los discontinuos.

El mes en el que hubo más altas de trabajadores fijos discontinuos fue septiembre, cuando se incorporaron 27.000 nuevos cotizantes (de media a lo largo del mes). Ese pico coincidió con un repunte de bajas en contratos temporales, lo que podría indicar una intensa conversión de temporales a fijos discontinuos. Sin embargo, las bajas de temporales fueron muy superiores, de 61.000 personas. Esto significa que, ni siquiera en el pico de correlación, los indefinidos discontinuos llegan a explicar la mitad de la destrucción de empleo temporal. Claramente, son los indefinidos permanentes los que están captando el grueso de las conversiones de temporales.

La reforma laboral ha conseguido estabilizar el empleo (aún es pronto para saber si a costa de frenar la creación de puestos de trabajo). Era imposible que no fuese así, y aquí va la explicación de por qué esta reforma laboral estaba condenada a lograr sus objetivos. El abuso de la temporalidad en España no era cuestión de la estacionalidad del tejido productivo. Es cierto que el turismo, el ocio y la agricultura tienen un peso específico y tienen un claro componente de calendario. Pero la temporalidad estaba incrustada en todos los sectores, también en los más estables.

Por ejemplo, en la construcción la tasa de temporalidad en España era nada menos que 23 puntos porcentuales superior a la de la eurozona antes de la reforma laboral. Esto es, el peso de los contratos temporales en esta actividad era de más del doble, cuando la estacionalidad es la misma para todos. En la sanidad la brecha era de 17 puntos; en las actividades de ocio y cultura, 11 puntos; en el transporte, 10 puntos. Hasta la industria tenía siete puntos más de temporalidad que el conjunto de la eurozona.

La mayor parte de los sectores que abusaban de la temporalidad no necesitaban el fijo discontinuo para sobrevivir, ya que su empleo era estable. Pero optaban por los contratos temporales porque la legislación permitía trasladar el riesgo económico al trabajador, algo que no ocurre en ningún país europeo. Una vez se eliminó esa anomalía, las empresas no tuvieron más remedio que cubrir con contratos fijos empleos que eran fijos. Pero los sectores más estacionales necesitaban una escapatoria, y ese es precisamente el fijo discontinuo, que se mantuvo y potenció para actividades como la hostelería, el comercio o el ocio.

La propia CEOE, que luchó intensamente por la reforma laboral tal y como se aprobó, ya auguró una caída intensa de la temporalidad. Y no por los fijos discontinuos, sino porque la mayor parte de sectores podían adaptarse rápidamente al indefinido permanente. El resultado era una crónica anunciada porque no podía ser de otra manera. Como también lo era que los fijos discontinuos eran la vía de escape para los sectores más estacionales. Esos no eran el objetivo de la reforma laboral, sino los más estables que abusaban de la contratación precaria que permitía la regulación.

La figura del fijo discontinuo es el último fantasma que le ha salido a la reforma laboral. Desde que el Ministerio de Trabajo cambiara la serie de demandantes de empleo con relación laboral sin explicación (y por extensión, del dato de parados demandantes) se han impuesto las sospechas sobre la efectividad de la reforma. El vicesecretario de economía del PP, Juan Bravo, lo calificó como "maquillaje de los datos de fijos discontinuos". La idea que subyace detrás de tanto ruido es que la reforma laboral no ha mejorado el empleo estable, sino que el temporal se habría convertido en fijo discontinuo. El mismo perro con distinto collar. Pero la realidad es que realmente se ha producido un cambio estructural hacia la estabilización del empleo.

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