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Cataluña, los debates estériles sobre fiscalidad y la vuelta a los años 70
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Cataluña, los debates estériles sobre fiscalidad y la vuelta a los años 70

Semana para confirmar que los intereses de los empresarios catalanes difieren de los de su clase política, más centrada en la competencia fiscal entre CCAA que en la guerra de Ucrania

Foto: El exministro de Exteriores Josep Piqué.
El exministro de Exteriores Josep Piqué.
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Año 1972. Guerra del Yom Kipur. El ejército israelí se bate en retirada en la península del Sinaí y en los Altos del Golán, escapando de una tenaza de las columnas sirias y egipcias. Parece el fin. La presidenta de Israel, Golda Meir, pide a los norteamericanos que les den apoyo aéreo para poder contraatacar, pero en la Casa Blanca no se quiere poner en peligro sus recientes acuerdos con los saudíes. Entonces el gobierno israelí suelta un "pequeño detalle" que no había comentado hasta entonces: Israel ha desarrollado en secreto la bomba atómica en sus instalaciones del desierto del Negev, tras haber conseguido de manera ilegal uranio enriquecido. Los norteamericanos deciden entonces que el apoyo aéreo será un mal menor. Y el contraataque israelí llegará a cruzar el canal de Suez. Esa guerra duró 23 días y provocó un 'shock' energético en las economías occidentales sin precedentes cuando la OPEP castigó a Occidente con una subida de los precios del crudo. La guerra de Ucrania lleva siete meses y no se ve el final. Europa, España y Cataluña vuelven a los 70. 'Cuéntame', en versión macroeconómica.

La idea de esta vuelta a los 70 la planteó esta semana el economista Pedro Videla, que junto con Xavier Vives dieron en el IESE una conferencia a más de mil personas en Barcelona para definir el entorno macroeconómico que viene. Videla compara la actual escalada inflacionista con la que se provocó en Europa y Estados Unidos a partir de 1973. Videla descarta ahora la receta que aplicó el entonces presidente de la FED, Paul Volcker: subir los tipos al 14% y provocar una recesión mundial.

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Videla apunta una fórmula más suave y prolongada en el tiempo: tipos relativamente altos, entre el 4% y el 5%, durante un tiempo prolongado, entre cinco, siete o incluso diez años, en el escenario más pesimista. Durante ese período, la economía crecerá poco, menos del 1% anual. Videla, por tanto, augura una nueva era de dinero más caro y estancamiento económico, pero no una gran recesión.

Las élites catalanas miran a Ucrania. De Seat para abajo, las empresas se preguntan si este invierno sus fábricas tendrán que parar dos semanas o dos meses, ya sea por los precios de la electricidad, ya sea por la falta de abastecimiento de proveedores en una Alemania estrangulada por la falta de gas. Esto es lo que quita el sueño a los empresarios catalanes, preguntándose si podrán adaptarse a esta vuelta a los 70.

Nadie lo diría mirando a los medios de comunicación, más pendientes de la clase política. Mientras los empresarios se reúnen en foros como la AED para escuchar al exministro de Exteriores Josep Piqué, para saber qué hará Rusia, como pasó este viernes en el Hotel Condes de Barcelona, los políticos catalanes están hablando de… Andalucía. Mientras en Pedralbes se preocupan por Putin, el Palau de la Generalitat se centra en Juan Manuel Moreno Bonilla.

Competencia fiscal

El increíble plan de Juan Manuel Moreno de convertir Andalucía en un paraíso fiscal para fortunas españolas ha generado en Cataluña aluvión de reacciones. Como explicó Carlos Sánchez en El Confidencial, las batallas fiscales entre CCAA siempre son económicamente estériles. Pero ahí se volcó la clase política. Reacciones, reacciones. Las reacciones son el nuevo cáncer de la política. Rompen el juego pregunta-respuesta del periodismo. Desde Pere Aragonès desde Nueva York hasta el último director general han sobrado la reacciones y han faltado las reflexiones y las propuestas. Cataluña, 'again'. La política catalana necesita afrentas y el presidente andaluz le sirvió en bandeja una del tipo de las que más gustan: rimbombante en la forma e irrelevante en el fondo.

Los empresarios miran a Moscú mientras la clase política se obsesiona con Sevilla

"En esta obra, Europa puede ser actor de reparto o 27 actores secundarios, protagonista dos. Europa ha de integrarse más y ha de responsabilizarse de su propia defensa, profundizando en su integración económica, energética y en el ámbito de Justicia", defendió Piqué como única alternativa para afrontar con unas mínimas garantías esta vuelta a los 70, que es lo que verdad preocupa en el ámbito económico. El exlíder del PP en Cataluña dibujó en su charla un panorama de materias primas más caras, un empobrecimiento general de la sociedad y una inflación que ha vuelto para quedarse como fondo en el paisaje.

Por tanto, el divorcio de intereses entre las prioridades de la clase política y los empresarios en Cataluña se ha vuelto a mostrar evidente esta semana. Ninguna gran fortuna catalana trasladaría su sede fiscal a Sevilla por lo que declare Juan Manuel Moreno. Otra cosa es que se lo digan en Garrigues, cosa que ahora no está pasando. Sí que ocurre que enclaves como Málaga están atrayendo trabajadores altamente cualificados que ahora se pueden plantear cambiar el 22@ por la Costa del Sol. Para retener ese talento habrá que subir salarios, de nuevo la espiral inflacionista de los 70, lo que preocupa a los empresarios y directivos, pero al parecer no a los políticos catalanes.

Guerra larga

El escenario que describe Josep Piqué no es tranquilizador: "Putin ha perdido en todos los frentes. No ha logrado debilitar la OTAN, ni dividir Europa, ni que los norteamericanos se desentiendan del escenario europeo. Ahora también le va mal en el campo de batalla. Algunos ya especulan con que Ucrania puede ganar esta guerra. Pero seamos prudentes. En todo caso, se refuerza el empeño occidental de seguir ayudando a Ucrania. Hay que intentar volver al 'statu quo' anterior y respetar las fronteras existentes, la soberanía y la integridad territorial".

Los empresarios acabaron preguntando a Piqué cuánto duraría la guerra. "Puedo intuir algunas cosas. Las guerras acaban o en una negociación o con una derrota del adversario. En este momento ninguna de las dos partes está interesada ni siquiera en un alto al fuego. Los dos piensan que si la guerra sigue les beneficia en una futura mesa de negociación. Por eso creo que estamos ante un conflicto largo que solo puede acabar con una paz duradera basada en el respeto del derecho internacional", respondió el exministro. Pero un discurso basado en el cumplimiento de la ley y en el respeto de la integridad de los países no interesa a la actual clase política catalana, que una semana celebrará el quinto aniversario de la consulta del 1 de octubre de 2017. Mejor cargar contra Moreno Bonilla.

Año 1972. Guerra del Yom Kipur. El ejército israelí se bate en retirada en la península del Sinaí y en los Altos del Golán, escapando de una tenaza de las columnas sirias y egipcias. Parece el fin. La presidenta de Israel, Golda Meir, pide a los norteamericanos que les den apoyo aéreo para poder contraatacar, pero en la Casa Blanca no se quiere poner en peligro sus recientes acuerdos con los saudíes. Entonces el gobierno israelí suelta un "pequeño detalle" que no había comentado hasta entonces: Israel ha desarrollado en secreto la bomba atómica en sus instalaciones del desierto del Negev, tras haber conseguido de manera ilegal uranio enriquecido. Los norteamericanos deciden entonces que el apoyo aéreo será un mal menor. Y el contraataque israelí llegará a cruzar el canal de Suez. Esa guerra duró 23 días y provocó un 'shock' energético en las economías occidentales sin precedentes cuando la OPEP castigó a Occidente con una subida de los precios del crudo. La guerra de Ucrania lleva siete meses y no se ve el final. Europa, España y Cataluña vuelven a los 70. 'Cuéntame', en versión macroeconómica.

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