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El pequeño tamaño de las empresas agrava la crisis y lastra la productividad
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MAS VULNERABLES Y CON MENOS RESERVAS

El pequeño tamaño de las empresas agrava la crisis y lastra la productividad

El tamaño no lo es todo. Pero es el factor más determinante para la supervivencia del tejido productivo. La actual crisis está castigando con mayor dureza a las empresas de pequeño tamaño. Son más vulnerables

Foto: Dueño de una frutería en Madrid. (EFE/David Fernández)
Dueño de una frutería en Madrid. (EFE/David Fernández)

El tamaño importa. Y habría que decir: y mucho. Desde luego, en el ecosistema empresarial. Es verdad, sin embargo, que tampoco el volumen de negocio es el único factor determinante de la realidad de las empresas y, de hecho, muchas compañías han encontrado fértiles nichos de mercado que han resultado imbatibles, pero con solo observar la elevada mortandad de la empresa española —solo el 18% llega a alcanzar los 20 años de vida—, hay razones para pensar que muchas han sucumbido por falta de musculatura.

Y es que a veces, como sucede en muchas actividades, lo importante no es despuntar al inicio de una carrera profesional, sino mantenerse arriba, y para ello, en el caso de las empresas, el tamaño es esencial. No solo porque el pez grande, como sucede en la naturaleza, se come al chico, sino porque son más vulnerables para afrontar los cambios consustanciales a cualquier sistema económico, muchos de carácter estructural. Cambios regulatorios, fiscales, laborales o financieros que si no se digieren pueden arruinar una buena idea. Y para comprenderlo no hace falta siquiera apelar a la célebre 'destrucción creativa' schumpeteriana, que explica que la innovación, o lo que es lo mismo, la capacidad de inventar el futuro a costa del pasado, se comporte como una especie de espada de Damocles invisible que pende sobre el horizonte de cualquier empresa.

Foto: La calle Preciados, una de las más comerciales de Madrid, bajo las medidas de ahorro energético. (EFE/Mariscal)

También sobre el presente más rabioso. Estudios recientes del Banco de España, por ejemplo, han acreditado que en la actual crisis las empresas más pequeñas muestran mayor dependencia relativa de los insumos energéticos, lo que las hace más vulnerables a las presiones inflacionistas. Además, y en plena transición energética, estas empresas son las que presentan un mayor peso relativo de los productos petrolíferos en sus procesos productivos.

Morosidad empresarial

La lista de ventajas en función del tamaño es inabarcable. No solo en el plano teórico, sino práctico. Las empresas más grandes tienen mejores condiciones de acceso a la financiación ajena; son más productivas; disponen de mayor musculatura para aguantar tensiones de tesorería y, por lo tanto, sufren menos la morosidad empresarial; aprovechan en mayor medida las economías de escala; son, por supuesto, más innovadoras; tienen mayor capacidad para formar parte de un mundo crecientemente interconectado a partir de la globalización y los avances tecnológicos (digitalización), o encuentran más incentivos para internacionalizarse.

También, por qué no decirlo, los salarios son más altos y el empleo de mayor calidad. Sin contar con una constatación suficientemente acreditada: en las empresas de mayor tamaño las carreras profesionales son más largas, lo que favorece la estabilidad de las plantillas. A la inversa, las empresas de menor tamaño tienen más dificultades para retener talento. Precisamente porque pagan sueldos más bajos, ofrecen carreras laborales más cortas y son menos competitivas en términos de formación, que es un instrumento de atracción cada vez más significativo. Y ello, sin tener en cuenta factores muy relevantes que a veces se olvidan, como la facilidad a la hora de acceder a las ayudas públicas. Por ejemplo, los fondos Next Generation.

El economista Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas, lo tiene muy claro: "El hecho diferencial de las micropymes es que en ellas la rotación del empleo es mucho mayor". O lo que es lo mismo, las empresas muy pequeñas están condenadas a ver cómo sus mejores empleados se van en busca de nuevas oportunidades, lo que hay que relacionar con un problema de formación. Y ello, sugiere Torres, tiene que ver con el pobre desempeño que juegan las cámaras de comercio, al contrario que en otros países, donde están más desarrolladas, lo que les permite ofrecer mejores servicios a las empresas.

Más a largo plazo, incluso, son más vulnerables, como ha señalado el Banco de España en su último informe anual, a las consecuencias adversas del cambio climático en la medida en que los gobiernos serán más exigentes en el futuro.

El escaso esfuerzo innovador de España, un problema que se hereda de generación en generación, tiene mucho que ver con el tamaño del tejido empresarial. La brecha entre la Unión Europea (UE) y España, un 1,4% del PIB frente al 0,7% de media entre 2015 y 2020, se debe, de hecho, al menor porcentaje de empresas con vocación innovadora, un 31% frente al 50% en Europa. No porque no quieran invertir en el futuro, sino por algo mucho más prosaico que en muchas ocasiones es una barrera infranqueable: no cuentan con recursos propios suficientes.

¿Cuál es el problema? Gregorio Izquierdo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE), ofrece una visión que él considera heterodoxa. "Cuando las empresas crecen, la economía crece, y no a la inversa". O lo que es lo mismo, en su opinión, lo que hay que favorecer es un "entorno empresarial favorable que hoy no se da". Su conclusión no deja lugar a dudas: "La falta de tamaño de las empresas es consecuencia de un entorno desfavorable por la existencia de barreras institucionales, ya sean sociales, regulatorias, fiscales o laborales".

Facturación y empleo

Algunos datos abundan en esta idea. Por ejemplo, en el sector del comercio. Según Estadística, el 95,1% de las empresas tenía menos de 10 ocupados en 2020, dando empleo al 41,1% del personal, pero su facturación apenas representaba el 25,7% del total. ¿Qué sucedió con las más grandes, las que tienen más de 250 empleados? Ni más ni menos que, pese a representar el 0,1%, facturaron el 34,9% del total del sector y significaron el 29,6% del personal.

Como muchos estudios han acreditado, la ventaja de Alemania respecto de España no es solo que el sector privado (también el público) invierte más en I+D+i, o que cuenta con un sistema de formación profesional dual entrenado durante más de 150 años que ha favorecido su industrialización, sino que, además, cuenta con un potente tejido empresarial de tamaño mediano —ni pequeño ni grande— que aprovecha las ventajas competitivas respecto de otros de menor tamaño.

No es mala cosa en tiempos de crisis, cada vez más frecuentes. Un reciente estudio publicado al alimón por el IVIE y CaixaBank sobre quiénes han aprovechado mejor la pandemia ha llegado a la conclusión de que las empresas ágiles y altamente competitivas se caracterizan por tener un tamaño superior al promedio sectorial, una mayor exposición en los mercados internacionales, así como mejores ratios de productividad. Esas han sido las 'triunfadoras' del covid, si se puede hablar en estos términos, en un contexto extraordinariamente adverso. Han encontrado, por así decirlo, nuevas oportunidades de negocio. Como recuerda el director de coyuntura de Funcas, el tamaño no lo es todo, y, de hecho, las empresas medianas son tan productivas como las grandes.

Un dato extraído del Dirce, el directorio central de empresas que elabora Estadística, lo dice casi todo. Como se ha dicho, solo una de cada cinco empresas españolas existía hace 20 o más años. Sí, han leído bien. Eso quiere decir que la tasa de mortalidad a muy temprana edad es sorprendentemente elevada, y detrás de esta pandemia empresarial en muchos casos se encuentra el pequeño tamaño de muchas sociedades, que carecen de la suficiente musculatura para sobrevivir. Por decirlo en palabras del director general del IEE, las pymes, y no digamos la micropymes, "tienen poca resiliencia a una situación desfavorable". Precisamente, porque son menos competitivas, tienen menos margen financiero (frecuentes problemas de tesorería) y son menos productivas.

Demografía empresarial

Otro dato lo viene a decir casi todo. Apenas el 4,5% de las empresas con asalariados, algo menos de la mitad del total, tenía 20 o más trabajadores. Es más, las microempresas, aquellas que cuentan con menos de 10 trabajadores, representan en torno al 94% del tejido productivo del país. A la luz de estas cifras, no puede extrañar a nadie que, según los datos de demografía empresarial de Eurostat, España fuera en 2019 el Estado con mayor porcentaje de empresas con cinco empleados o menos, independientemente del sector que se analice.

El reducido tamaño, por lo tanto, no es un problema vinculado a la especialización productiva de la economía española, volcada al sector servicios y con menor relevancia en la industria. Se trata de un fenómeno que emerge con fuerza cuando el tamaño de las empresas se compara internacionalmente dentro de una misma rama de actividad.

Sí, 'Spain is different'. Desde luego, en este punto, aunque no en todos los sectores con la misma intensidad. El nivel de concentración de la banca española, tras un largo periodo de enormes fusiones y adquisiciones que comenzó en los años noventa, es suficientemente grande en términos comparativos internacionales. Otra cosa es la pobre integración del sistema financiero europeo, un problema que cada vez inquieta más al BCE.

La preocupación por el tamaño de las empresas no surge de un planteamiento teórico o es fruto de un discurso doctrinal. Al contrario. Se observa con nitidez en la información que suministra la 'Encuesta de competencias financieras' en las pequeñas empresas, que elabora el Banco de España. Esa encuesta revela que en 2021 —después de la pandemia y de la explosión del teletrabajo y de las ventas a través de plataformas digitales— únicamente el 51% de las empresas de menos de 10 trabajadores disponía de una página web para vender sus productos. Pero es que menos del 30% de las pequeñas empresas reconoce que su sitio web es clave para ofrecer sus servicios.

¿Qué hacer?, que se preguntaban los clásicos. La nueva Ley Concursal apunta alguna solución. Entre sus novedades, y precisamente para evitar que los proyectos empresariales fallezcan a una corta edad por asfixia financiera, se mejora el sistema de reestructuración de las deudas empresariales en una fase temprana mediante un nuevo mecanismo preconcursal denominado 'plan de reestructuración'. Es una de las soluciones.

Crecer por crecer, sin embargo, no es la solución. Tan malo es vivir en el país de Lilliput como en el paraíso de las grandes empresas con enorme poder de mercado. Como sugieren todos los estudios —en esto, existe una rara unanimidad—, las empresas medianas, que son las que tienen entre 50 y 249 trabajadores, tuvieron en 2020 la mayor productividad, con 50.761 euros. Las empresas de menos de dos ocupados, por el contrario, tuvieron la menor, con 18.240 euros. Una distancia, como se ve, sideral.

Financiación externa

No es de extrañar que tanto el Banco de España, Bruselas, las propias organizaciones empresariales y sectoriales, así como todos los gobiernos de cualquier tinte político, reclamen de forma recurrente la necesidad de fomentar que las compañías de menor tamaño puedan acceder a una mayor diversidad de fuentes de financiación externa en condiciones más favorables, al mismo tiempo que se propone reforzar las políticas de apoyo a la innovación. Para ello, sin embargo, necesitan explorar nuevas vías de crecimiento, ya sea orgánico o inorgánico. Es decir, aumentando de tamaño con recursos propios, fortaleciendo su estructura financiera o fusionándose con otra empresa, ya sea por absorción o por incorporación a la nueva sociedad. La realidad es que hasta el pasado mes de agosto la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) había dado luz verde apenas a 62 concentraciones.

Si todo el mundo está de acuerdo, ¿por qué no se hace? Y es aquí cuando surge el término 'barreras' para explicar las causas

La pregunta es obvia. Si todo el mundo está de acuerdo, ¿por qué no se hace? Y es aquí cuando surge el término 'barreras' para explicar las causas, ya sean fiscales (ventajas tributarias insuficientes), laborales (cuando al aumentar de plantilla una empresa tiene determinadas obligaciones que antes no cumplía), mercantiles (complejidad en los procedimientos), administrativas (más burocracia) o de cualquier otra índole. Incluso, el clima institucional.

Este último punto no es un asunto menor. El año pasado, los distintos boletines oficiales (autonómicos y estatal) publicaron nada menos que 1,08 millones de páginas, lo que supone la mayor cifra en la última década. En total, 1.119 normas nuevas con rango de ley, además de miles de resoluciones y disposiciones. Si, han vuelto a leer bien. Cada día del año (incluidos fines de semana) entran en vigor 3,3 normas nuevas. La pregunta vuelve a ser obvia: ¿quién tiene más dificultades para adaptarse a tanta hemorragia normativa? No hace falta dar la solución. Lo pequeño, en contra del célebre libro de Schumacher, 'The small is beautiful', publicado en los años setenta, a veces, no es hermoso.

Lo coyuntural y lo estructural

A los viejos economistas les gusta diferenciar lo coyuntural de lo estructural. Y tal vez por eso, merezca la pena recordar que el problema del tamaño de la empresa española viene de lejos. No es, por lo tanto, ni flor de un día ni es una fragmentación derivada de las últimas crisis, que habrían alentado el espíritu emprendedor. Algunos datos lo ponen negro sobre blanco. Por  cada 10.000 habitantes en España hay 1 gran empresa, mientras que 710 pueden considerarse pequeñas o medianas. Y de estas, más de 396 serían pymes sin asalariados. Existe, si se puede decir así, una cultura de lo pequeño. Habría que ver si se puede relacionar con el individualismo, que es una característica de lo 'español', como se decía en tiempo del regeneracionismo.

Tampoco se trata de una cuestión relacionada con la estructura productiva. Y eso se observa si se tiene en cuenta que comunidades tan distintas como Cataluña (más industrial) y Madrid (más volcada a los servicios) está por encima de la media en cuanto a número de pymes por cada 10.000 habitantes. Después se encuentran Baleares, la Comunidad Valenciana y Galicia (con mayor peso de la agricultura y la pesca).

Como sostiene uno de los últimos informes de Industria, la mayor concentración de empresas de menor tamaño se agrupa en el comercio al por menor con un 12,7%, seguido por los servicios de comidas y bebidas, que representa el 7,3%, y por la construcción de edificios, con un 6,6%.

El tamaño importa. Y habría que decir: y mucho. Desde luego, en el ecosistema empresarial. Es verdad, sin embargo, que tampoco el volumen de negocio es el único factor determinante de la realidad de las empresas y, de hecho, muchas compañías han encontrado fértiles nichos de mercado que han resultado imbatibles, pero con solo observar la elevada mortandad de la empresa española —solo el 18% llega a alcanzar los 20 años de vida—, hay razones para pensar que muchas han sucumbido por falta de musculatura.

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