Es noticia
Europa se enfrenta a dos años críticos por el gas y fía la salida al desenlace de la guerra
  1. Economía
TSUNAMI ENERGÉTICO

Europa se enfrenta a dos años críticos por el gas y fía la salida al desenlace de la guerra

Los futuros se sitúan por encima de los 200 euros hasta abril de 2024, después empiezan a bajar gracias a la moderación de la demanda y al aumento de la oferta

Foto: Central térmica en Grevenbroich (Alemania). (EFE)
Central térmica en Grevenbroich (Alemania). (EFE)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Europa tiene por delante dos inviernos críticos para asegurarse el suministro de gas y no arruinarse en el intento. La situación actual, que ha llevado a sucesivos récords del precio del hidrocarburo —y, con ellos, de la electricidad—, no se normalizará al menos hasta 2024, según los expertos nacionales e internacionales entrevistados por este periódico. En medio del desconcierto generado por el chantaje del Kremlin, las mismas fuentes fían el final de la crisis al desenlace de la guerra de Ucrania: todo depende de que se llegue a algún tipo de acuerdo que permita revertir en parte el tremendo impacto de la ruptura con Rusia.

Mientras tanto, los precios seguirán por las nubes, y emerge una pregunta: ¿Se acabó la época de gas barato que ha caracterizado las últimas décadas? "Para siempre no lo sé, pero durante mucho tiempo sí", responde enfático el consultor energético Ignacio Gistau, que ocupó destacadas responsabilidades en el gigante ruso Gazprom hasta que el Kremlin decidió invadir Crimea. La prioridad ya no es solo la eficiencia, sino la seguridad de suministro. Y eso tiene un precio.

* Si no ves correctamente este formulario, haz click aquí

Sin embargo, el propio Gistau y todos los técnicos consultados descartan que la coyuntura actual se cronifique. La volatilidad que empezó con la reapertura tras la pandemia y que la contienda ha agravado, dará paso, tarde o temprano, a un periodo relativamente estable: las nuevas inversiones para aumentar la oferta y la previsible moderación de la demanda serán claves en los próximos años.

Lo peor se espera para este invierno y el próximo. El posible cierre del grifo de gas ruso, que según el Banco Central Europeo podría provocar una recesión, ha tensionado los mercados de futuros como nunca. El TTF, que cotiza en la Bolsa de Ámsterdam y se usa como referencia en Europa, ha batido máximos históricos: supera los 200 euros hasta abril de 2024. A partir de ahí, inicia una lenta, pero sostenida caída que lo lleva por debajo de los 100 euros en 2025 y de los 50 en 2026. Parece poco para el contexto actual, pero es lo mismo que en agosto del año pasado y seis veces más que antes de la pandemia. Gergely Molnar, analista de gas natural en la Agencia Internacional de la Energía (AIE), advierte: "Nos esperan dos años y medio complicados".

El equilibrio entre la oferta y la demanda está roto. No solo en Europa, pero muy especialmente

El equilibrio entre la oferta y la demanda está roto. No solo en Europa, pero muy especialmente en Europa. Hasta ahora, el mercado mundial se dividía en tres grandes bloques: el comunitario, que dependía básicamente del suministro por tubo —sobre todo procedente de Rusia—, el asiático y el estadounidense, ambos ligados al gas natural licuado. El último de ellos permanece al margen de la crisis, gracias a la mayor autonomía que otorga la producción nacional con técnicas como la extracción hidráulica ('fracking'), prohibida en Europa y que le ha permitido pasar de ser importador neto al mayor proveedor mundial en apenas una década. Los futuros han duplicado su valor desde el inicio de la guerra, es cierto, pero cotizan en unos ocho dólares que provocarían sueños húmedos en las capitales europeas.

Mientras tanto, los Veintisiete y las pujantes economías de Oriente han iniciado una carrera alocada por hacerse con las exportaciones estadounidenses y de otros países, hasta fusionar, 'de facto', ambos mercados: los buques metaneros se venden al mejor postor e incluso llegan a desviar sus rutas para abastecer al que más pague. La situación ya estaba muy ajustada antes de la guerra por la falta de inversiones en infraestructuras durante la pandemia, que impidió afrontar con solvencia el incremento de la demanda tras la reapertura de las principales economías hace ahora un año. Cuando estalló el conflicto, la necesidad europea de independizarse del gas ruso causó una tormenta perfecta.

Foto: Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. (Reuters/Johanna Geron)

La Unión ha pasado en solo unos meses de importar el 40% de su gas al Kremlin a comprarle solo el 9%. La diferencia, que irá creciendo hasta llegar a 155.000 millones de metros cúbicos anuales —si se cumplen los planes de Bruselas— supone una merma descomunal que tiene que suplirse con otros proveedores, al menos mientras la eficiencia energética y las fuentes sustitutivas, como el hidrógeno verde, no cumplan su parte. Mientras tanto, la demanda mundial creció en 170.000 millones de metros cúbicos el año pasado, según la Agencia Internacional de la Energía. Este desequilibrio constituye la verdadera clave de la espiral de precios actual, y no el hecho de que el gas que antes llegaba por tubo lo haga ahora a través de barcos, como se ha dicho.

Licuar y regasificar implica un coste, pero muy lejano al de los récords que estamos viviendo. "El precio no depende de los costes de producción, sino del mercado", explica Molnar. Y Gistau enfatiza: "El GNL no es más caro, pero se aprovecha de la situación". Aunque ahora nos tiremos de los pelos con el chantaje del presidente ruso, Vladímir Putin, que abre y cierra el grifo a su antojo como táctica de guerra, en ningún sitio está escrito que el gas deba seguir por las nubes para siempre si se normalizan los flujos de oferta y de demanda, ya sea con Rusia dentro o fuera de la ecuación.

Europa está financiando con la factura descomunal del presente el gas barato (o, al menos, asequible) del futuro

Toca armarse de paciencia. Las necesidades de gas podrían incluso caer en 2022, destaca la AIE, e irán ralentizando su crecimiento a lo largo de la próxima década. Por su parte, la disponibilidad aumentará a medida que las inversiones que están acometiendo Estados Unidos, Canadá o Catar consigan introducir más hidrocarburo en el mercado, gracias a las coberturas que ofrecen los precios actuales. De alguna manera, Europa está financiando con la factura descomunal del presente el gas barato (o, al menos, asequible) del futuro. Incluso dentro de las fronteras de la Unión, el baño de realidad de la guerra favorecerá la financiación de nuevos proyectos, gracias a la polémica inclusión de esta materia prima en la taxonomía verde.

Sin embargo, los resultados tardarán años en notarse. Javier Revuelta, analista energético de la consultora Afry, considera que la combinación de todas las medidas propuestas por Bruselas no tendrá un efecto real hasta dentro de entre 3 y 5 años, mientras que Gistau sitúa el horizonte incluso un poco más allá, al menos para las plantas regasificadoras y la mejora de las interconexiones. Hasta la construcción de barcos metaneros constituye un reto logístico: apenas hay unos 700 en todo el mundo y, según Lloyd's, los astilleros estarán colapsados de aquí a 2025. "Durante los próximos dos o tres años el gas estará caro o muy caro, no podemos hacer nada más que reducir el consumo a lo bestia, pero no hay manera de que suplamos todo el que Rusia nos enviaba hasta ahora", concluye Revuelta, en línea con los demás expertos consultados por este periódico.

Foto: invierno-sin-gas-rusia-ue-contra-ucrania

Guste o no, el desarrollo de la guerra jugará un papel fundamental para que los sacrificios no se prolonguen más de la cuenta, lo que causaría un daño irreversible a la economía. Europa fía el final de la crisis energética a los términos de la paz. La situación ideal, apunta Gistau, sería que la contienda acabase cuanto antes con un pacto que permitiese recuperar una parte sustancial del suministro que la propia UE da por perdido, lo que podría devolver el hidrocarburo al entorno de los 15 o 20 euros, en la línea de los últimos años. En cambio, si no hay ninguna componenda y Putin consuma su amenaza, habría que esperar al menos unos cuatro años para que el mercado del GNL empezase a normalizarse y, al menos, volver a unos 25 euros, apunta Revuelta: "Las dinámicas mundiales seguirán su curso aunque Rusia deje de enviar gas a Europa". La cuestión es cuánto perderemos durante ese camino.

Europa tiene por delante dos inviernos críticos para asegurarse el suministro de gas y no arruinarse en el intento. La situación actual, que ha llevado a sucesivos récords del precio del hidrocarburo —y, con ellos, de la electricidad—, no se normalizará al menos hasta 2024, según los expertos nacionales e internacionales entrevistados por este periódico. En medio del desconcierto generado por el chantaje del Kremlin, las mismas fuentes fían el final de la crisis al desenlace de la guerra de Ucrania: todo depende de que se llegue a algún tipo de acuerdo que permita revertir en parte el tremendo impacto de la ruptura con Rusia.

Energía Macroeconomía Gas natural Luz Petróleo Carbón Inflación
El redactor recomienda