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De paridad a paridad: lo que reflejan 20 años de ida y vuelta del euro sobre la economía europea
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Pérdida de pujanza del euro

De paridad a paridad: lo que reflejan 20 años de ida y vuelta del euro sobre la economía europea

El retorno del euro a la paridad con el dólar por primera vez desde 2002 es el resultado de problemas coyunturales, pero también de algunas fallas estructurales en la región

Foto: Símbolos del euro proyectados en el interior de la Bolsa de París el día de su estreno en el mercado. (Reuters)
Símbolos del euro proyectados en el interior de la Bolsa de París el día de su estreno en el mercado. (Reuters)
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Inicios de 2008. El euro, que aún no alcanza la década de existencia, ronda por primera vez en su historia los 1,5 dólares y en el mercado se extienden los pronósticos de que la escalada continuará. Algunas voces ya ven incluso factible el nivel de los dos dólares por euro, a medida que se intensifican los vaticinios de que la moneda común europea acabará reemplazando al dólar como la moneda de reserva internacional de referencia. Su tamaño, la profundidad de sus mercados de capitales, su participación en el comercio mundial y el equilibrio de su cuenta corriente le confieren gran parte de los atributos necesarios para asumir ese rol.

La divisa estadounidense, mientras, atraviesa momentos difíciles. La mayor economía del mundo se tambalea ante las primeras sacudidas de la crisis ‘subprime’, el déficit público se multiplica de forma acelerada y la Reserva Federal se ve obligada a poner en marcha políticas de estímulo. El aviso de la OPEP de que estudia abandonar el dólar como referencia para la fijación de los precios del petróleo apuntala escenarios que llegan a hablar de un "dólar basura". Pocos meses antes, el gurú financiero Jim Rogers había animado a los inversores a deshacerse del billete verde: "El dólar ha dejado de ser una divisa para conservar valor".

Aunque agudizados por la crisis hipotecaria, los problemas del dólar vienen de lejos. Desde mediados de 2001, el índice Dólar, que mide su evolución frente a las principales divisas del mundo, ha perdido alrededor de un 40% de su valor. El pinchazo de la burbuja puntocom y las turbulencias financieras que siguieron al escándalo de Enron, los atentados del 11-S y las subsiguientes guerras de Afganistán e Irak, la atonía del crecimiento estadounidense y sus crecientes desequilibrios fiscales… Fueron muchos los argumentos que se acumularon para socavar la confianza en la moneda estadounidense. "Perdiendo la fe en el billete verde", titulaba uno de sus artículos 'The Economist' en noviembre de 2007.

Fue en las primeras etapas de aquel prolongado declive del dólar cuando el euro alcanzó la paridad frente a la moneda estadounidense. Al cierre de la sesión del 15 de julio de 2002 —hace justo 20 años—, el tipo de cambio se fijó en 1,0027 dólares por cada euro.

La divisa común europea había tenido un azaroso recorrido en sus primeros años de cotización. Se estrenó en el mercado el 4 de enero de 1999, a 1,17 dólares, y aquel primer día llegó a marcar un máximo en 1,19. Pero, justo entonces, se iniciaría una profunda caída que le llevaría a establecer un mínimo histórico de 0,827 dólares en octubre de 2000. En poco más de un año y medio, había perdido un 29% de su valor inicial.

Así, la paridad alcanzada en el verano de 2002 representaba solo una etapa más en su carrera por regresar a sus niveles iniciales, algo que conseguiría en mayo de 2003. Pero aquella estuvo lejos de ser el final de una escalada que, como ya hemos señalado, le llevó a las puertas de los 1,5 dólares a inicios de 2008 y, aún más allá: el 22 de abril de ese mismo año, la moneda europea cerró a un máximo de 1,599 euros.

Hoy, el dólar sigue dominando las reservas mundiales, con una cuota del 60%

"Visto en retrospectiva, posiblemente aquello representó un exceso, una especie de burbuja del euro", sugiere Cecilio Tamarit, profesor de Economía de la Universidad de Valencia. En opinión del experto en Economía Europea, aquellos años de éxito de la moneda europea estuvieron motivados por unas condiciones geopolíticas muy concretas, que pusieron en cuestión el papel del dólar como moneda de reserva, y que "es muy difícil que volvamos a ver a medio plazo". Tamarit recuerda que, a día de hoy, casi el 60% de las reservas de divisas mundiales se mantienen en dólares, frente a alrededor del 20% que están en euros.

Sin duda, la imagen que muestra hoy el euro dista mucho de aquella que alimentó los relatos más eufóricos sobre sus perspectivas. Tras perder un 15% de su valor frente al dólar en los últimos 12 meses, la moneda común ha vuelto, 20 años después, a tocar la paridad con el dólar. Y muchos expertos sugieren que su caída no se detendrá ahí. "Los riesgos están sesgados hacia una mayor debilidad del euro", observan en Capital Economics.

Esos riesgos que han acabado minando el valor de la moneda europea están, obviamente, directamente relacionados con la crisis generada por la guerra de Ucrania. "Europa ha estado en el epicentro, tanto geográfico como económico, de la invasión rusa de Ucrania. La dependencia de la región del gas ruso, y de Alemania en particular, contrasta con el resto del mundo", explica en una nota Robbie Boukhoufane, gestor de Schroders, quien considera que "los mercados de divisas son una vía para que los inversores se posicionen ante una recesión europea".

Foto: EC.

Además de amenazar con arrastrar a la eurozona a una posible recesión, la guerra de Ucrania ya ha supuesto un importante deterioro de la balanza comercial europea, como quedó en evidencia después de que Alemania incurriera recientemente en su primer déficit comercial en tres décadas.

"La debilidad del euro lo que refleja es el impacto combinado de dos factores, uno son las expectativas de unas subidas de tipos de interés mucho más fuertes en EEUU que en Europa y, el segundo, el 'shock' histórico que la subida de los precios de la energía ha provocado en la balanza comercial europea, que generalmente provoca que la moneda se deprecie", corrobora Ángel Talavera, jefe de Análisis de Economía Europea en Oxford Economics.

Debilidad coyuntural

Esta lectura enfoca la situación actual del euro como el resultado de unos factores coyunturales cuya desaparición, tarde o temprano, debería facilitar que la divisa europea recupere nuevamente terreno frente al billete verde. Así lo cree Gonzalo de Cadenas, director de Análisis Macroeconómico y Financiero de Mapfre Economics, quien no duda en vaticinar que, una vez dejados atrás los avatares de la guerra de Ucrania, el euro regresará a sus niveles de equilibrio con el dólar, en torno a los 1,15 y los 1,20.

Al igual que Talavera, De Cadenas evita hacer lecturas excesivamente pesimistas sobre la realidad de Europa a partir de la caída del euro. De hecho, el experto de Mapfre Economics recalca que lo que se está dando en el mercado de divisas no es tanto una depreciación del euro sino una apreciación del dólar. No en vano, en lo que va de año, la divisa común europea ha ganado terreno frente al yen japonés, las coronas noruega y sueca o la libra británica, entre otras.

Además, llama la atención sobre el hecho de que, al margen de su caída nominal, en términos reales, que son los que miden su competitividad exterior, la moneda europea no está ni mucho menos depreciada. "Europa en estos años no ha perdido productividad, que es el factor que determina una pérdida real de valor del euro", apunta. Según cálculos de Capital Economics, el euro cotiza actualmente, en términos reales, un 10% por encima de los mínimos del año 2000 y también por encima de los niveles más bajos registrados en 2015, 2017 o 2020.

En términos reales, el euro sigue un 10% por encima de los mínimos del año 2000

Todos estos argumentos parecen descartar cualquier interpretación de la caída del euro como el reflejo de las vulnerabilidades que enfrenta la economía regional. Sin embargo, la eurozona ha evidenciado a lo largo de la última década una serie de debilidades estructurales que no cabe pensar que resultan gratuitas. Si ya 'The Economist' se preguntaba en 2007, en el artículo citado anteriormente, cuánta confianza depositarían en una divisa sin una autoridad fiscal común, la posterior crisis de la deuda y sus distintas réplicas no han hecho sino plasmar de forma dolorosa los peligros de la peculiar configuración europea en el ámbito de la política económica. Y las tensiones registradas este año en las primas de riesgo periféricas han venido a recordar que estos riesgos no están ni mucho menos solventados a pesar de los intentos realizados para avanzar en la unión económica de la región.

El persistente riesgo de fragmentación tiene el efecto directo de comprometer cualquier actuación por parte del Banco Central Europeo (BCE), que actualmente se ve en la difícil tesitura de combatir la elevada inflación que golpea la región sin desencadenar una escalada de los costes financieros que ponga en peligro la estabilidad de las economías más vulnerables de la región. Aunque la situación económica lo requiriera, el banco central de la eurozona difícilmente podría ejecutar un endurecimiento de la política monetaria como el que viene protagonizando la Fed y que es una de las claves de la fortaleza del dólar.

En cualquier caso, contar con una moneda más o menos fuerte está lejos de resultar una realidad que pueda interpretarse de forma binaria, como bueno o malo. No puede obviarse que, a lo largo de los últimos años, los principales bancos centrales desarrollados han priorizado, aunque fuera tácitamente, el tener una moneda débil que lo contrario. Esto se debe a que la depreciación de la moneda es una manera rápida de incentivar la competitividad exterior e impulsar la inflación, que ha sido durante casi una década la principal tarea con la que han lidiado los responsables de política monetaria.

Foto: EC.

Sin embargo, ahora que el objetivo es el contrario, aplacar la escalada de los precios, la debilidad de la moneda resulta contraproducente. "Es cierto que esta debilidad le está costando a Europa varios puntos añadidos de inflación importada en un momento muy complicado", apunta Talavera. No obstante, como observan en Capital Economics, el efecto divisa representa a día de hoy un papel secundario en el repunte de la inflación en Europa. "Si bien la inflación importada es muy alta, eso es abrumadoramente porque los precios de la energía se han disparado y no porque el tipo de cambio se haya derrumbado".

A esto se podría añadir, como indica De Cadenas, que la caída de la moneda en las circunstancias actuales es un fenómeno que puede entenderse como positivo. "Peor sería si estuviéramos amarrados a un tipo fijo, como las economías dolarizadas. Sin el ajuste que implica la devaluación del euro, tendríamos que recurrir a un ajuste real y eso es mucho más doloroso. Es, sin ir más lejos, lo que tuvo que hacer España entre 2011 y 2012 por no poder desvincularse del tipo de cambio del resto de Europa", sugiere.

Como explica, en la misma línea, Maria Demertzis, directora interina de Bruegel, "el valor relativo de cualquier moneda es un resultado más que un objetivo de política. En ese sentido, una economía robusta también conducirá a una moneda fuerte. Mantener la moneda artificialmente fuerte no es sostenible ni deseable".

Una cuestión final es si, como sugiere la propia Demertzis, una moneda fuerte puede ser una palanca útil para ganar influencia a nivel internacional. "En una era de creciente importancia geopolítica, la Unión Europea necesita identificar formas de ejercer influencia. Si una moneda fuerte es una forma de hacerlo, la Unión Europea necesariamente debe encontrar formas de aumentar el atractivo del euro en el extranjero. Para eso necesita aumentar el atractivo de su economía", sentencia.

Inicios de 2008. El euro, que aún no alcanza la década de existencia, ronda por primera vez en su historia los 1,5 dólares y en el mercado se extienden los pronósticos de que la escalada continuará. Algunas voces ya ven incluso factible el nivel de los dos dólares por euro, a medida que se intensifican los vaticinios de que la moneda común europea acabará reemplazando al dólar como la moneda de reserva internacional de referencia. Su tamaño, la profundidad de sus mercados de capitales, su participación en el comercio mundial y el equilibrio de su cuenta corriente le confieren gran parte de los atributos necesarios para asumir ese rol.

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