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China dispara más rápido y da un zarpazo a Occidente
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PEKíN MULTIPLICA LOS INCENTIVOS

China dispara más rápido y da un zarpazo a Occidente

La política económica de efectos rápidos ha dado a China un impulso que no existe en Occidente. La lección es que no solo hay que gastar más, sino también más rápido

Foto: Construcción en Pekín. (Reuters)
Construcción en Pekín. (Reuters)

China ha ganado la batalla económica contra el coronavirus. De eso, ya hay pocas dudas. Crecerá este año, al contrario que el resto del planeta, un 1,9%, mientras que en 2021 avanzará un 8,2%, según las previsiones del FMI. Es decir, por encima de la media de la última década. Y lo que es todavía más relevante en términos comparativos, muy lejos de EEUU (-4,3%), la eurozona (-8,3%) o Japón (-5,3%).

¿Cuál es el milagro? ¿Por qué el gigante asiático crece mientras el mundo se hunde cuando su economía depende, precisamente, del comercio exterior, con niveles de caída desconocidos en décadas? Hay una primera explicación que tiene que ver con una variable puramente aritmética, y no es otra que el hecho de que el punto de partida de la economía china es mayor (avance del PIB del 6,1% en 2019). Esta explicación, sin embargo, es solo una verdad a medias.

La realidad es que la fábrica del mundo ha aguantado el vendaval por la vía más convencional que se conoce y que ya aparece en los viejos manuales de economía (en esto, hay un consenso casi generalizado) para superar crisis económicas, y que no es otra que tirar de la inversión pública y de la deuda. Sin duda, porque los dirigentes del Partido Comunista de China (PCCH) continúan haciendo suyo aquello que dijo en su día Deng Xiaoping a Felipe González, que para cazar ratones daba lo mismo que el gato fuera negro o fuera blanco, algo que Occidente parece haber olvidado imponiéndose límites y plazos que las autoridades chinas ignoran.

Mientras que Europa y, en menor medida, EEUU discuten cuáles son los límites sostenibles de deuda, tanto pública como privada, las autoridades chinas han optado por sacar no solo la artillería monetaria, como han hecho de forma más moderada el BCE o la Reserva Federal, sino su arsenal nuclear. O, dicho de otra manera, la fuerza del Estado, aunque parezca imposible en un país de partido único, es todavía más abusiva en un territorio que presume de contar con dos sistemas económicos.

La realidad, de nuevo, desmiente esa imagen de colaboración público-privada, utilizando la expresión en boga en los años ochenta y noventa, pero que, en realidad, ha cosechado múltiples fracasos. Lo cierto, como sostiene un informe del departamento de análisis de Intermoney, es que el relanzamiento de la actividad en China tiene que ver con el despliegue de estímulos de efecto rápido que ha hecho rebotar el tejido productivo. Justo lo contrario que en la Unión Europea, donde los 672.500 millones del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia llegarán durante los próximos años.

Parsimonia europea

De hecho, el paquete de ayudas todavía debe ser aprobado por los parlamentos nacionales para que pueda ser efectivo, lo que ha obligado a algunos gobiernos, como el español, a adelantar algunas cantidades (27.000 millones en los Presupuestos de 2021). Frente al efecto rápido que han diseñado las autoridades chinas, en Europa se ha impuesto la parsimonia en la toma de decisiones.

¿Qué son los estímulos rápidos? Pues ni más ni menos que mantener unos elevadísimos niveles de inversión pública en infraestructuras, lo que supone, en la práctica, incumplir los objetivos de las autoridades económicas chinas, cuya estrategia pasaba por reducir el peso de la inversión en favor del consumo privado.

Un par de datos revelan la capacidad del Estado para cambiar su hoja de ruta. Como recuerda el informe de Intermoney, en 2019, la inversión explicó el 30,8% del crecimiento de China, pero es que en el “atípico 2020”, hasta el mes de septiembre, representa ya casi un 77%, lo cual pone de relieve la importancia que se le ha dado a la inversión. Y también al crédito, que está creciendo a un ritmo del 17%.

Es más, la inversión residencial, incluso, ha vuelto a ocupar un papel relevante en la apuesta por los estímulos rápidos por parte de las autoridades chinas para relanzar la economía, cuando hasta hace poco se hablaba de la existencia de una burbuja en determinadas zonas del país. La vacuna que se ha desarrollado para evitar la burbuja es tan clásica como Confucio: un mayor control de los precios.

Hay un problema. ¿Es sostenible ese nivel de inversión cuando ya representa nada menos que el 40% del PIB? Es decir, casi el doble (22%) del que se registra en la Unión Europea. Es evidente que en China, al inicio de su gran salto adelante en términos económicos, durante la segunda mitad de los años setenta, estaba todo por hacer, pero hoy su nivel de infraestructuras continúa creciendo de forma desaforada.

Una burbuja gigantesca

De hecho, para hacerse una idea de lo que representan esas cifras, solo hay que tener en cuenta que en España, durante los años del 'boom' económico —que acabaron, como se sabe, en una gigantesca burbuja—, el peso de la inversión (pública y privada) alcanzó el 31% del PIB, lo que muestra el modelo de crecimiento chino, muy parecido al de España en los primeros años de este siglo, aunque con una diferencia extraordinaria: el gigantesco superávit exterior chino, mientras que España dependía de la financiación foránea.

Hay, sin embargo, otro problema, y no es precisamente pequeño para una economía como la china. La inversión multiplica el crecimiento, desde luego bastante más de lo que lo hace el consumo privado, y eso significa que parece poco probable que Pekín pueda cumplir el objetivo de duplicar el PIB en 2035.

Y aquí está la gran cuestión de la economía china: ¿hasta cuándo podrá aumentar su endeudamiento para financiar sus inversiones y mantener la renta de los trabajadores?

No hay, obviamente, una respuesta convincente, pero su margen es amplio. O muy amplio, habría que decir. Entre otras razones, porque la deuda en moneda extranjera apenas representa el 15% del producto nacional bruto (PNB). Y esto hace, como sostiene Intermoney, que pierda importancia el elevado peso de sus obligaciones a corto plazo respecto del total de la deuda, básicamente por el hecho de que el 42% de las exportaciones de un solo año de China cubre el total de su deuda externa. Aquí está la respuesta al sorpaso chino. Gastar más, pero con fundamento, que diría Arguiñano.

China ha ganado la batalla económica contra el coronavirus. De eso, ya hay pocas dudas. Crecerá este año, al contrario que el resto del planeta, un 1,9%, mientras que en 2021 avanzará un 8,2%, según las previsiones del FMI. Es decir, por encima de la media de la última década. Y lo que es todavía más relevante en términos comparativos, muy lejos de EEUU (-4,3%), la eurozona (-8,3%) o Japón (-5,3%).

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