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Las crisis provocan el nacimiento de una nueva clase social: los 'sin trabajo'
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TRABAJADORES QUE ENTRAN Y SALEN DEL PARO

Las crisis provocan el nacimiento de una nueva clase social: los 'sin trabajo'

La intensidad de las crisis están provocando cambios intensos en la estructura social. En particular, entre los parados que entran y salen del mercado de trabajo con facilidad

Foto: Una oficina de empleo, en una imagen de archivo. (EFE)
Una oficina de empleo, en una imagen de archivo. (EFE)
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¿Reflejan las estadísticas oficiales la realidad del mercado de trabajo? Simplemente, no. Es más, están lejos de mostrar lo que efectivamente sucede debido, principalmente, a tres factores.

Por un lado, no contabilizan a quienes han caído en el desánimo y han dejado de buscar activamente un puesto de trabajo, que es lo que exige la metodología de la EPA para ser considerado parado. Tampoco tienen en cuenta lo que los especialistas denominan 'intensidad del desempleo', que no es otra cosa que la existencia de un colectivo de parados que vive de forma estructural, no coyuntural, en la marginalidad laboral, incluso durante los periodos de recuperación económica. Y, por último, al tratarse de una metodología cuantitativa y no cualitativa, no tiene en cuenta la duración del desempleo. Muchos trabajadores entran y salen del mercado de trabajo de forma frecuente durante su vida laboral.

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Esta insuficiencia a la hora de medir el paro estructural es lo que explica que dos profesores, Antonio Villar y José Ignacio García-Pérez, de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, hayan construido un índice de los ‘sin trabajo’ que incluye no solo a los parados oficiales, sino, también, a quienes se encuentran en suspensión de empleo por causas económicas y a quienes han dejado de buscar un empleo porque no encuentran incentivos para hacerlo después de haberlo hecho durante mucho tiempo, lo que, en general, afecta más a las mujeres y a las edades más tempranas.

El trabajo, de alguna manera, bebe en la metodología que se utiliza para medir la pobreza, que refleja no solo su incidencia entre los más desfavorecidos, sino su severidad, lo cual favorece un análisis más riguroso de la dimensión de un viejo problema de la economía española para identificar, como dice Villar, a los “sospechosos habituales” cada vez que surge una crisis.

Se trata de una metodología muy parecida a la que se aplica en EEUU, donde existen hasta seis formas de medir el desempleo. El propio Banco Central Europeo ha hablado en ocasiones de la existencia de ‘holgura’ en el mercado laboral, que es una metáfora amable del subempleo. De hecho, el BCE mide la evolución de la masa monetaria de una forma compleja a través de diferentes agregados: M1, M2 o M3. Y la conclusión del índice de no trabajo (INT) es que la crisis está siendo especialmente “cruenta”, en palabras del profesor Villar, para los jóvenes con edades comprendidas entre 16 y 25 años y para los trabajadores con estudios primarios.

Población activa

Según sus cuentas, y analizando lo que ha sucedido entre el tercer trimestre del año pasado y el mismo periodo de 2020, el impacto de la crisis ha afectado a 1,6 millones de trabajadores. Es decir, por encima de lo que reflejan las estadísticas oficiales. En concreto, alrededor de 500.000 trabajadores habrían perdido su empleo, 350.000 habrían dejado de buscar un puesto de trabajo al estar desanimados y 850.000 habrían visto cómo se suspende su relación laboral con la empresa (la diferencia con los 1,6 millones tiene que ver con la evolución de la población activa).

Esto significa, según el estudio, que la crisis ha elevado la incidencia del desempleo en más del 40%, mientras que la severidad disminuyó un 24% durante este periodo debido al efecto beneficioso que han tenido los ERTE sobre el mercado de trabajo, al contrario que en la anterior crisis, cuando el desplome de la demanda hundió el número de ocupados más de lo que lo ha hecho ahora. Esto hace que el aumento del índice de inactividad se haya situado en un 8%.

La creación de un indicador sintético que combina incidencia y severidad, es decir, lo que reflejan las estadísticas y lo que no ven por causas metodológicas, sirve para conocer el impacto real de la crisis sobre determinados colectivos y regiones. Y así, se puede llegar a la conclusión de que al fijar en 100 el índice de paro de España en el tercer trimestre de 2019, encuentran que un año después este índice alcanza los 171 puntos para Andalucía, 167 para Extremadura o 152 para Canarias. En el otro lado del espectro, están Navarra (72), Cataluña (73), Madrid (82), La Rioja (82) y País Vasco (85). La exposición de cada una de esas regiones a los sectores más golpeados por la crisis explica, fundamentalmente, la diferencia.

Edad, género y nivel educativo

En cuanto al género, las diferencias observadas repiten mayoritariamente lo ya visto en la crisis anterior: las mujeres tienen un índice de no trabajo más alto que los hombres en ambos periodos, aunque la diferencia entre ellos se redujo (de 54 a 41 puntos porcentuales).

Las diferencias por edad y educación son mucho mayores que por género. Los más jóvenes aumentaron el índice de 122 en 2019 a 251 en 2020, mientras que los mayores pasaron de 174 a 152. Esto último se debe, fundamentalmente, a lo que en el análisis económico se conoce como dualidad en el mercado de trabajo. Los trabajadores con más antigüedad tienen normalmente un contrato indefinido y, por ello, su nivel de protección ante una crisis es mayor.

Los jóvenes, en particular los que tienen estudios más bajos, son los primeros que son expulsados del mercado de trabajo cuando estalla una crisis

Por el contrario, los jóvenes, en particular los que tienen estudios más bajos, son los primeros expulsados del mercado de trabajo cuando estalla una crisis. Precisamente, debido a sus mayores dificultades para insertarse en el mercado laboral.

Como dice el estudio, “una vez más los jóvenes (y entre ellos, los menos educados) son quienes sufren con mayor intensidad el impacto de la crisis económica”. El hecho de que la cohorte de jóvenes tenga un peso cada vez menor en el mercado de trabajo, alrededor de cuatro millones, aseguran Villar y García Pérez, “no debe subestimarse”, aunque tengan el apoyo de sus familias, ya que existen evidencias crecientes de que los primeros años de su vida laboral influyen de forma muy determinante en su futuro.

Es decir, que si un joven se introduce en una espiral diabólica, entrando y saliendo del desempleo con mucha facilidad, es probable que acabe en esa misma situación a lo largo de su vida laboral. En palabras de los autores del estudio, “las condiciones adversas en las primeras etapas del trabajo pueden ser disruptivas, más allá de los resultados estrictamente económicos”.

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Por ejemplo, la entrada adversa en el mercado laboral tiene efectos sobre la salud y otros resultados como el matrimonio, el divorcio y la fertilidad de la mujer, y puede afectar los resultados socioeconómicos, la salud y la mortalidad en la mediana edad. Una circunstancia que se ve agravada por la dualidad del mercado de trabajo, que protege más a unos colectivos que a otros en función de la edad.

Esto quiere decir, ni más ni menos, que, aunque la crisis sea temporal, ligada a la duración de la pandemia, sus consecuencias serán permanentes si no se ponen soluciones. Sobre todo, si los trabajadores que han perdido su empleo o que están inmersos en un ERTE renuncian a buscar un empleo en un sector distinto, con más futuro, que aquel en que trabajaban antes de la crisis.

¿Reflejan las estadísticas oficiales la realidad del mercado de trabajo? Simplemente, no. Es más, están lejos de mostrar lo que efectivamente sucede debido, principalmente, a tres factores.

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