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De Guindos se despide del Eurogrupo: seis años, un rescate y muchas noches sin dormir
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De Guindos se despide del Eurogrupo: seis años, un rescate y muchas noches sin dormir

Es un hombre hábil que se ha labrado el reconocimiento en la eurozona por su gestión de la reforma financiera española, la salida limpia del rescate y la puesta en marcha de reformas

Foto: El ministro español de Economía, Luis de Guindos (izq), conversa con el comisario europeo de Economía y Asuntos Financieros, Pierre Moscovici. (EFE)
El ministro español de Economía, Luis de Guindos (izq), conversa con el comisario europeo de Economía y Asuntos Financieros, Pierre Moscovici. (EFE)

“Yo soy un economista que ha trabajado en política”. Lo dice, a modo de despedida, Luis de Guindos. Ya amagó con no repetir como ministro en 2016 pero, como decía en 2011, “cómo decir que no al presidente”. Ahora sí que sí, dice que cierra las puertas de la política. Quiere dar el salto, volver a ser el “tecnócrata que entró en un Gobierno”, siempre cercano al PP pero nunca afiliado. Y, aunque sus críticos le reprochan ser demasiado “político” para mudarse a Fráncfort, lo ha conseguido.

La vicepresidencia del BCE es una importante victoria para De Guindos. Lo es desde un punto de vista personal, porque para un economista con vocación pública y visión internacional hay pocos encargos más apetecibles que pasar ocho años en la sacrosanta fuente de la que emana la política monetaria de la eurozona. Pero también es un éxito institucional, que logra reparar el daño que, en plena crisis financiera y ya con él al frente de Economía, se le infligió a España al dejarla fuera del Consejo de Gobierno del BCE.

“Para mí fue un trauma la pérdida de esa posición en el año 2012 (…) Había un acuerdo de caballeros que se rompió y volver al BCE era la prioridad de España", ha confesado De Guindos, en su rueda de prensa tras su último Ecofin. No oculta su alegría, ni tampoco su impaciencia: a la espera de que su nombramiento sea formalizado dentro de un mes, el ministro ha anunciado que pretende dimitir en “cuestión de días”. Volverá a Bruselas el próximo lunes para comparecer ante la Eurocámara, pero ya como aspirante al BCE y, quizás, fuera del Ministerio.

Foto: El futuro vicepresidente del BCE Luis de Guindos. (EFE)

De Guindos es un hombre hábil, que se ha labrado el reconocimiento en la eurozona por su gestión de la reforma financiera española -pese a los flecos que quedaron sueltos, como el Popular-, la salida limpia del rescate en 2014 y la puesta en marcha de reformas, algunas tan controvertidas en España como la laboral de 2012, aquella que Mariano Rajoy sabía que le iba a costar una huelga general. Entiende los entresijos de Bruselas, donde es una de las caras más visibles del Gobierno español y donde ha acabado por ser el ministro veterano del Eurogrupo que, por primera vez, ha mandado a uno de los suyos al BCE.

Todo esto no le ha ahorrado tragar sapos, el chasco de la presidencia del Eurogrupo, ni las tensiones con los acreedores. “La troika podría haber tomado un cursillo de relaciones públicas y políticas”, bromea ahora, a toro pasado. La reducción del déficit público ha sido un quebradero de cabeza constante para el ministro, tanto en Bruselas como en Madrid, con su homólogo de Hacienda, Cristóbal Montoro. Uno de los peores momentos para De Guindos fue, precisamente, a cuenta del desvío público. Rajoy se estrenó a principios de 2012 anunciando de manera unilateral que España no cumpliría con el objetivo exigido por los europeos, para quedarse en un 5,8%.

Fue un error de principiante. A De Guindos le tocó dar la cara y asumir la rectificación. En un Eurogrupo de marzo de 2012, Jean-Claude Juncker, entonces presidente del foro, simuló que le estrangulaba ante las cámaras. Un gesto elocuente que, negro sobre blanco, se tradujo en 5.000 millones de euros en recortes adicionales para alcanzar la meta del 5,3 % del déficit exigida por la UE. En ese año, 2012, España tendría que haber reducido su desvío por debajo del 3 %. Cuatro prórrogas y seis años después aún no lo ha hecho, aunque por fin esté encauzado.

Foto: El comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Pierre Moscovici. (EFE)

De Guindos incluso ha desempeñado labores de alquimista, al lograr que el castigo que le iba a caer a España por levantar el pie del pedal de los ajustes en pleno periodo electoral se quedara en una inédita “multa cero”. También ha vivido momentos muy duros, como las maratones negociadoras en torno a los rescates de Chipre (2012) y Grecia (2015), o en la negociación de la Unión Bancaria, de la que es un firme defensor. Y cree que ha demostrado en estos seis años -“apasionantes, a veces, demasiado”- que él es ante un pragmático. "Aquí en seguida te caracterizan. Pero no creo yo que haya sido especialmente duro, he tenido buena relación con (el alemán Wolfgan) Schäuble, aunque no siempre hemos estado de acuerdo”, asegura.

De cara a su nuevo cometido en el BCE tampoco se quiere dejar etiquetar. ¨Halcón, paloma... son simplificaciones de la realidad", dice. Sí ha dejado caer dos planteamientos de cara a la senda monetaria que tiene que emprender el BCE con la retirada de estímulos. "Las medidas extraordinarias eran para tiempos extraordinarios en tiempos extraordinarios”, ha dicho el ministro. También cree que la “normalización de la política monetaria debe ir acompasada con la recuperación económica”. Y todo sin perder de vista a factores de incertidumbre como EEUU.

Insiste De Guindos en que su nombramiento a la vicepresidencia del BCE no implica ninguna "contrapartida", en alusión al nombramiento del alemán Jens Weidmann como su jefe. Y esquiva responder a la pregunta de si el remplazo de Mario Draghi por un “halcón” como el presidente del Bundesbank serían o no buenas noticias para la eurozona y, en concreto, España.

Foto:  La ministra de Agriculturay Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina,

El aún ministro de Economía quiere pasar el testigo en los próximos días. Quien le reemplace al frente de Economía tendrá la suerte de encontrarse “un entorno bastante mejor, más tranquilo” del que acompañó a De Guindos en su toma de posesión a finales de 2011, en plena crisis del euro. "Mi sucesor o sucesora no se encontrará con ninguna troika”, apunta De Guindos. El ministro presume de méritos: “Ya no crecemos gracias al crédito, ni a la burbuja inmobiliaria, sino que crecemos a través de las exportaciones”. Cree que España está ahora en una buena posición que se debe aprovechar.

Dice el ministro que si el país sigue creciendo en el entorno del 2,5 % unos años más, se pueden cerrar las heridas que "aún quedan abiertas" tras la crisis. Pero reconoce que la economía española es aún "vulnerable", sobre todo por la deuda del 98,1 % del PIB y el alto desempleo, superior al 16 %. ¿Es un buen momento para que el ministro de la crisis abandone el barco? De Guindos piensa que sí. En sus propias palabras: “Las carreras políticas suelen acabar en lágrimas, menos en las que uno elige cuando se va”.

“Yo soy un economista que ha trabajado en política”. Lo dice, a modo de despedida, Luis de Guindos. Ya amagó con no repetir como ministro en 2016 pero, como decía en 2011, “cómo decir que no al presidente”. Ahora sí que sí, dice que cierra las puertas de la política. Quiere dar el salto, volver a ser el “tecnócrata que entró en un Gobierno”, siempre cercano al PP pero nunca afiliado. Y, aunque sus críticos le reprochan ser demasiado “político” para mudarse a Fráncfort, lo ha conseguido.

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