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Se busca ministro de Economía: que no dé guerra y sepa bien inglés
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para sustituir a DE GUINDOS

Se busca ministro de Economía: que no dé guerra y sepa bien inglés

Lo importante no es tanto el nombre, sino que el hueco en el puzzle sea ocupado por alguien que no desentone, como le sucedía a García-Margallo

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

Hace pocas semanas, Herrero de Miñón, durante una comparecencia en el Congreso para hablar de política territorial, mostraba su admiración por los catedráticos de Derecho Administrativo, que, en su opinión, eran los verdaderos artífices de la Constitución. Incluso por encima de los constitucionalistas, a quienes se les supone artesanos de la Carta Magna. Para Herrero, habían sido los administrativistas quienes habían realizado el diseño del Estado.

Rajoy no lo es, pero apunta maneras. Probablemente, por su corto pasado como registrador de la propiedad. De hecho, cuando confeccionó su primer Gobierno, en diciembre de 2011, tiró de los viejos manuales de García de Enterría o del profesor Ariño, que siempre han defendido la necesidad de poner límites al poder que emana de la Administración. Y el poder de los poderes suele ser el Consejo de Ministros.

De Guindos: "Dejaré de ser ministro en los próximos días"

Tal vez por eso, Rajoy —a quien le gusta más el derecho que la política— diseñó un Ejecutivo con poderes muy repartidos para no crear rencillas internas. Pero también para evitar concentrar demasiado poder en unas pocas manos (salvo el caso de la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría). Eso explica que —frente a la opinión de muchos— dividiera la cartera de Economía y Hacienda en dos, algo que ya hizo Aznar en 2000 cuando comenzaba a alejarse de Rodrigo Rato. Montoro, el hombre del partido, llevaría Hacienda, y De Guindos, el asesor aúlico sin carné del PP, la cartera de Economía.

Formalmente, la jugada no le ha salido mal. Pero solo formalmente. La realidad es que los enfrentamientos entre De Guindos y Montoro han sido frecuentes y solo el pragmatismo de ambos ha permitido que las cosas no fueran a mayores. Como sucedió, por ejemplo, en los tiempos de Boyer, que aunque fue ministro de Economía y Hacienda nunca tuvo mando en plaza ni autoridad sobre otros ministerios por la firme oposición de Alfonso Guerra.

Rajoy —a quien le gusta más el derecho que la política— diseñó un Ejecutivo con poderes muy repartidos para no crear rencillas internas

El resultado de tan salomónica decisión tomada por Rajoy se ha traducido en una especie de reino de taifas en el Gobierno, donde cada ministro ha despachado directamente con la vicepresidenta o con el presidente, pero sin una coordinación global en materia económica, lo que llevó al propio Rajoy a anunciar en su día que él presidiría la reunión semanal de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos. Era, en el fondo, aunque no se vendió así, una solución de compromiso para afrontar un problema de diseño original del Ejecutivo: al no haber un vicepresidente económico, cada ministro ha tendido a hacer la guerra por su cuenta, lo que ha producido frecuentes desajustes.

De Guindos versus Montoro

Y ahí están, precisamente, los desacuerdos entre De Guindos y Montoro. El primero daba la cara ante Bruselas (y se llevaba los rapapolvos por incumplir el déficit), mientras que el segundo, que siempre se ha quejado en privado de que De Guindos no defendía suficientemente los intereses de España, formaba parte del sanedrín de Moncloa, forjado durante los tiempos de oposición.

La salida del todavía ministro de Economía hacia Fráncfort abre la vía a volver a unir Economía y Hacienda. Pero ni será fácil —aunque no imposible— ni es probable que suceda, como ayer por la noche avanzó el propio Montoro en privado. Precisamente, por esa visión administrativista que tiene Rajoy del Consejo de Ministros, donde cada titular responde ante sí mismo y ante Moncloa. Pero nunca ante un 'primus inter pares' (más allá de la vicepresidenta). Ni siquiera en materia económica, donde la coordinación es clave, sobre todo de cara a Bruselas.

Foto: El ministro de Economía, Industria y Competitividad, Luis de Guindos, ante la comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo. (EFE)
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Lo que busca ahora Rajoy es alguien que viaje y prepare las reuniones internacionales del presidente en cónclaves como el G-20 —este año lo preside Argentina—, y que defienda los intereses de España en las discusiones sobre el marco financiero plurianual de la UE, donde este país se juega algunos miles de millones.

Esa visión del Consejo de Ministros como un poder fragmentado puede explicar que Rajoy busque como sucesor de De Guindos a alguien que no desequilibre la actual correlación de fuerzas, en la que ningún ministro, como dicen las encuestas del CIS, destaca sobremanera. Es decir, el esperado será, posiblemente, un 'recién llegado' sin cadáveres en el armario que necesariamente debe ser bien aceptado por el resto de ministros, incluido Montoro.

Entre otras cosas, porque el ministro de Hacienda será el más 'afectado' por la identidad del elegido por Rajoy. También la directora de la Oficina Económica, Eva Valle, aunque ella despacha directamente con Rajoy y el nombre del ministro no es más que un colaborador más, aunque tenga mayor rango administrativo. Todo sea en aras de repartir el poder.

Becker cenó ayer con Montoro por el 39º aniversario del IEE. Su nombre pasaba de boca en boca: ahí está el nuevo ministro

Esto hace que la candidatura de Fernando Becker, muy amigo de Mariano Rajoy, gane enteros. Muchos enteros. Sobre todo después de que dejara hace unos días la cúpula de Iberdrola. Becker ni 'chirría' con Montoro —coincidieron hace años en el Instituto de Estudios Económicos (IEE)— ni alteraría las relaciones de poder en el Consejo de Ministros.

Es decir, que lo importante no es tanto el nombre sino que el hueco en el puzle sea ocupado por alguien que no desentone, como le sucedíó a García-Margallo por sus ínfulas de protagonismo.

El propio Becker cenó ayer con Montoro —frente a frente— con ocasión del 39º aniversario de la fundación del 'think tank' de CEOE. No dijo nada sobre su futuro laboral a quienes se acercaron efusivamente a saludarle, pero en el ambiente —preñado de viejos empresarios de la patronal y del mundo académico— su nombre pasaba de boca en boca: ahí está el nuevo ministro.

placeholder Fernando Becker, junto a Luis de Guindos.


 (Fotografía de archivo)
Fernando Becker, junto a Luis de Guindos. (Fotografía de archivo)

Y hasta un alto cargo de CEOE dio una clave relevante. Había hablado ayer con De Guindos tras ser elegido este el candidato del Eurogrupo, y aunque el todavía ministro no le dijo el nombre de su sucesor, sí le dio una clave: Becker, que viene de Iberdrola, podría ser el contrapunto al ministro Álvaro Nadal, que ha incendiado el sector con su propuesta de recortes en la distribución y transporte de energía. Es decir, la política de contrapesos políticos que tanto le gusta a Rajoy. El problema, como sostenía alguien en la cena del IEE, es que Becker tendrá que abstenerse en un buen número de actos jurídicos que afectan a las eléctricas, un sector ampliamente regulado. Por lo tanto, mucho a favor, pero también en contra.

En todo caso, lo que está claro es que el nombramiento de cualquiera de los hermanos Nadal (Álvaro y Alberto) desequilibraría la actual correlación de fuerzas en favor de Montoro, algo que no forma parte del manual del buen administrativista. Y Rajoy lo es.

Hace pocas semanas, Herrero de Miñón, durante una comparecencia en el Congreso para hablar de política territorial, mostraba su admiración por los catedráticos de Derecho Administrativo, que, en su opinión, eran los verdaderos artífices de la Constitución. Incluso por encima de los constitucionalistas, a quienes se les supone artesanos de la Carta Magna. Para Herrero, habían sido los administrativistas quienes habían realizado el diseño del Estado.

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