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Todo o nada: la candidatura de De Guindos tiene un precio
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ESPAÑA TENDRÁ QUE HACER CONCESIONES PARA SU NOMBRAMIENTO

Todo o nada: la candidatura de De Guindos tiene un precio

La posible elección de De Guindos no saldrá gratis a España. Cualquier nombramiento en la UE es un tira y afloja entre los países miembros. Y Rajoy tendrá que hacer concesiones.

Foto: El ministro de Economía, Luis de Guindis. (Reuters)
El ministro de Economía, Luis de Guindis. (Reuters)

Un viejo principio de la Unión Europea, ya desde los lejanos tiempos de Jean Monnet o Robert Schuman, sostiene que hasta que todo no está cerrado, está todo abierto. Con este aserto, lo que se quiere decir es que cualquier negociación no se acaba hasta que esté efectivamente cerrada con las siete llaves del sepulcro del Cid, lo que significa, lisa y llanamente, que una cosa es lo que se dice antes de una votación -como bien sabe el ministro De Guindos a cuenta de la presidencia del Eurogrupo- y otra muy distinta lo que se vota en el momento de elegir candidato.

Y esto es así por una razón muy simple. La propuesta del Eurogrupo requiere el voto a favor del 72% de los miembros -14 de 19- siempre que representen el 65% de la población de la zona euro, lo que convierte la elección en un gran mercado. Una lonja que se rige, como no puede ser de otra manera, por criterios de oferta y demanda, lo que supone que cada voto de un país miembro vale su peso en oro. O lo que es lo mismo, cuando un país decide apoyar a un candidato -para cualquier puesto- no lo hace a gratis, sino que, por el contrario, exige algo a cambio.

Es por eso que cada votación suele ser una lotería, lo que hace que cualquier pronóstico sea muchas veces ocioso. Entre otras cosas, porque los temas a negociar son variopintos, y lo que le interesa a Polonia o Hungría en unos momentos (por ejemplo la aplicación del artículo 7 del Tratado de la UE respecto de los derechos de voto) no tiene por qué coincidir con los de España o Irlanda, los dos países que han presentado hasta el momento candidato a la vicepresidencia del BCE.

España presenta la candidatura de De Guindos a la vicepresidencia del BCE

Es decir, que en la reunión del 22-23 de marzo, Rajoy -que ha hecho el nombramiento de De Guindos una cuestión de Estado- tendrá que llevar en el zurrón toda suerte de lisonjas y dádivas para los países que apoyen a De Guindos. Básicamente, porque el nombre será elegido por mayoría cualificada, lo que significa que no basta con tener el respaldo de Alemania, Francia e Italia, sino que hay que ganarse (con concesiones) el favor de los pequeños países, siempre recelosos a la hora de ceder más poderes a los grandes. Máxime cuando está por delante la negociación del nuevo marco financiero plurianual (los presupuestos de la UE), que suponen un recorte en los fondos de cohesión y la PAC. Precisamente, los dos asuntos que más preocupan a España y a los países del Este, que compiten por los mismos fondos.

Eso no quiere decir, sin embargo, que la diplomacia española -que no brilla precisamente por su efectividad- no haya hecho bien su trabajo. El tiempo lo dirá. Pero lo que está claro es que De Guindos necesita para ser elegido el apoyo del Consejo Europeo, que será quien tenga la última palabra pese a la bronca que puede generar en el parlamento europeo la candidatura española. No sólo porque muchos eurodiputados quieren una mujer -y no sólo el PSOE- sino por su periodo al frente de Lehman España, símbolo del capitalismo financiero especulativo. Y eso sin tener en cuenta el precedente que supone pasar sin solución de continuidad de un Ministerio al BCE, cuya independencia, como la mujer del César, no basta con acreditarla, sino que debe parecerla.

Señal de despedida

Ayer, en todo caso, hubo fiesta en el Ministerio de Economía, donde De Guindos, que quería dejar el Ministerio hace ya mucho tiempo, se rodeó de todo sus colaboradores más cercanos para lanzar una señal de despedida. Hasta el punto de que el propio ministro -siempre prudente en sus intervenciones públicas- dijo que en ninguno de sus escenarios contemplaba la posibilidad de no ser el elegido. El tiempo quita y da razones, pero lo que está claro es que España -sus gobiernos- continúa adoptando una estrategia equivocada, como decía hace unos días un comisario europeo en petit comité.

"España va a conseguir este puesto", asegura Guindos

¿Que significa eso? Pues que en lugar de intentar ocupar los puestos intermedios en las instituciones europeos, que son realmente quienes cuecen lo que se decide en Bruselas, se sigue optando por los puestos más llamativos y más vistosos, que normalmente son los más inoperativos, ya sea en la OTAN o en la presidencia del parlamento europeo.

Es decir, parece desconocerse, como suele decir el comisario Arias Cañete, que en Bruselas el que hace los papeles (los directos generales y los técnicos) es quien marca la agenda. Y parece obvio que España, aunque tenga un vicepresidente del BCE, tendrá nula capacidad de decisión sobre la política monetaria del banco central, donde la figura del presidente es la clave, como bien saben Duisenberg, Trichet o el propio Draghi. Eugenio Domingo Solans y José Manuel González-Páramo pasaron por Fráncfort en puestos muy relevantes y no hay dudas de que la política monetaria no se ha hecho a la medida de España. En algunos periodos, incluso, contra lo que necesitaba España. Otra cosa es la imagen.

Un viejo principio de la Unión Europea, ya desde los lejanos tiempos de Jean Monnet o Robert Schuman, sostiene que hasta que todo no está cerrado, está todo abierto. Con este aserto, lo que se quiere decir es que cualquier negociación no se acaba hasta que esté efectivamente cerrada con las siete llaves del sepulcro del Cid, lo que significa, lisa y llanamente, que una cosa es lo que se dice antes de una votación -como bien sabe el ministro De Guindos a cuenta de la presidencia del Eurogrupo- y otra muy distinta lo que se vota en el momento de elegir candidato.

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