La subida al Gólgota de Luis de Guindos para ser vicepresidente del BCE
A De Guindos le espera un calvario diplómático para ser vicepresidente del BCE. La decisión es muy compleja y exige mayoría cualificada. No bastan los grandes países del euro
Entre lo posible y lo probable, como se sabe, suele haber un mundo. Y si por medio está la política, las distancias pueden ser insondables.
Eso es lo que le sucedió en su día al ministro De Guindos cuando se daba por hecho que sustituiría a Dijsselbloem al frente del Eurogrupo. No lo consiguió pese a que las cartas parecían estar marcadas en su favor. Ahora, su objetivo es sentarse en la silla que dejará libre el portugués Vitor Constâncio el próximo 31 de mayo. Tampoco lo tendrá fácil. Entre otras cosas, porque el sistema de elección es extremadamente complejo y sutil y ni siquiera basta con tener el apoyo de los grandes países del euro —Alemania, Francia e Italia—. Reino Unido, que todavía acude al Consejo Europeo, carece de derecho de voto sobre los miembros del comité ejecutivo del BCE.
Como sucedió en la disputa del Eurogrupo, una alianza de los países pequeños de la UE puede dar al traste con el candidato De Guindos, cuya salida hacia Fráncfort no solo influye en una hipotética crisis de Gobierno, sino que, además, su nombramiento se ha convertido en una cuestión de Estado a la luz de la insignificante presencia de españoles en los organismos de decisión internacionales.
Aunque De Guindos puede tener a favor la recuperación económica y la gestión de la crisis financiera, en particular el rescate de las cajas de ahorros bajo la tutela de la Unión Europea (UE), lo cierto es que el nombramiento del vicepresidente del BCE —como del resto de miembros del comité ejecutivo (seis en total)— depende del Consejo Europeo, donde se sientan los 28 jefes de Estado o de Gobierno de la UE. Lo más relevante, sin embargo, es que su nombramiento no basta con una mayoría simple, sino que necesita mayoría cualificada de sus miembros, como establece el artículo 11.2 de los Estatutos del BCE.
¿Y qué entiende por mayoría cualificada la UE? Pues ni más ni menos que el candidato debe lograr un mínimo del 72% de apoyo los miembros del Consejo (20 votos), pero siempre que ese porcentaje represente a estados miembros que reúnan como mínimo el 65% de la población de la Unión. Por lo tanto, el aspirante debe tener un amplio consenso. Y no hay que olvidar que la suma de los habitantes de Alemania, Francia, Italia y España representa algo menos que el 50% de la población de la UE (507 millones), lo que significa que el candidato De Guindos debe buscar el apoyo de países pequeños, siempre reticentes a que los grandes países ocupen los puestos clave de la arquitectura institucional europea.
La fórmula más rápida de España para salvar los obstáculos pasa por ganar al Eurogrupo, donde se sientan solo los países del euro, y que en principio hará una propuesta el próximo 19 de febrero. Unos días antes, posiblemente antes del 7 de febrero, se conocerá si España presenta candidato y quién. Posteriormente, la propuesta iría al Consejo Europeo del 22 de marzo, que es quien debe tomar la última decisión. De Guindos, por cierto, es el miembro más antiguo del club del euro tras la marcha del alemán Schäuble, aunque no siempre la antigüedad cuenta en este tipo de nombramientos.
Draghi, en el horizonte
El sistema de elección es todavía más complicado si se tiene en cuenta que el Consejo Europeo tomará su decisión a partir de una consulta previa al Parlamento Europeo y al Consejo de Gobierno del BCE (donde están todos los gobernadores), lo que aconseja un pacto político en la Eurocámara con el grupo socialista. Tampoco será fácil, toda vez que en el horizonte se dibuja ya la sustitución de Mario Draghi al frente del BCE, en octubre de 2019. Por lo tanto, dentro de menos de dos años.
Aunque por el momento no hay candidatos, el nombre que más suena para sustituirle es el de Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, y en segundo lugar el del gobernador del Banco de Irlanda, Philip R. Lane. Pero lo cierto es que el todavía vicepresidente Constâncio procede de la bancada socialista, mientras que Draghi fue impulsado por la mayoría conservadora. Es decir, hay un delicado equilibrio (el que existe hoy en la Eurocámara) que se rompería si De Guindos —conservador— es aupado a la vicepresidencia.
El otro hándicap tiene que ver con la condición de ministro que tiene De Guindos, toda vez que se trata de un cargo político que recalaría en una institución que hace gala de independencia. Y aunque los Estatutos del BCE dejan claro que ninguno de los miembros de sus órganos rectores “podrá solicitar o aceptar instrucciones de las instituciones, órganos u organismos de la Unión, ni de los gobiernos de los estados miembros”, siempre pueden generarse controversias.
No es un asunto menor teniendo en cuenta, además, que el Parlamento Europeo lleva mucho tiempo reclamando mayor presencia de mujeres en el BCE, donde están infrarrepresentadas. De hecho, en estos momentos, solo la alemana Sabine Lautenschläger forma parte del comité ejecutivo.
Eso significa que el Gobierno debe ganarse el voto socialista en la Eurocámara. Y antes el respaldo del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, cuyos asesores económicos todavía no han recibido ninguna comunicación, ni formal ni informal. Los contactos sobre este asunto entre Génova y Ferraz son inexistentes, dijeron a El Confidencial fuentes solventes.
Entre lo posible y lo probable, como se sabe, suele haber un mundo. Y si por medio está la política, las distancias pueden ser insondables.
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