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Insultarse en un escenario acabó siendo un deporte (y su Cristiano Ronaldo es español)
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Buenos tiempos para la lírica

Insultarse en un escenario acabó siendo un deporte (y su Cristiano Ronaldo es español)

La Red Bull Internacional del 2023 es una de las competiciones que más pasión, intriga, cuentas pendientes e historias ofrece. Chuty, el representante español por excelencia, conversa con El Confidencial sobre esta industria consolidada

Foto: Sergio, o más bien 'Chuty', en plena acción. (EFE/Red Bull)
Sergio, o más bien 'Chuty', en plena acción. (EFE/Red Bull)

El titular de este artículo es reduccionista, pero refleja cómo una de las ramas de la cultura urbana del hip hop, el freestyle, que comenzó en los años noventa en los barrios negros de Estados Unidos como una rama artística, ha acabado por convertirse en una competición deportiva a la vieja usanza, con un funcionamiento similar al boxeo. Dos contrincantes se suben a un escenario, pero no lanzan puños, lanzan rimas... y uno acaba noqueado. Con matices.

Hoy tiene lugar uno de los eventos más importantes del año, la Red Bull Batalla de Gallos Internacional, cuyo anfitrión en esta edición es Bogotá. Hasta Colombia se han desplazado 16 participantes de todo el habla hispana, que previamente han tenido que clasificarse en sus respectivos torneos domésticos.

Se espera llenazo de 15.000 personas en el Movistar Arena Bogotá, más una legión de aficionados conectados vía streaming. Pero ¿cómo ha pasado el freestyle de ser nicho dentro del nicho del rap, a una de las competiciones más representativas de la cultura entre jóvenes y no tan jóvenes, con las líneas deportivas casi difusas? Vayamos por partes.

De los parques a los estadios

Para la gran mayoría de gente nacida en los noventa, el primer contacto con las batallas de gallos es 8 Millas (2002). La película en la que Eminem, el rapero blanco más importante de la historia, interpreta a un joven basado en sí mismo en los inicios de su carrera como rapero, adentrándose en el mundo de las batallas. Una generación quedó prendida. Era difícil molar más que B-Rabbit en las calles de Detroit.

La escena underground norteamericana tardaría bastantes años más en llegar a España. Sergio Castro, más conocido como Chuty, nos guía para entender, paso a paso, el fenómeno del freestyle en el habla hispana a través de su propio ejemplo. "En 2008, un amigo me enseñó la final Nacional de Red Bull del 2006. Me sorprendió mucho, la agilidad mental de esa confrontación, me llamó la atención y empecé a hacerlo con mis amigos... Y hasta el día de hoy".

placeholder Chuty, durante una entrevista. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)
Chuty, durante una entrevista. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)

Sergio no tiene el aspecto habitual de un rapero, según el estereotipo que todos tenemos en la cabeza. Sobrepasa el 1,90 y es de carácter discreto, aunque, sobre el escenario o cuando suena el beat, no es capaz de estar callado. Es considerado uno de los mejores de la historia, para muchos, el mejor. El Cristiano Ronaldo del freestyle. Una máquina de rapear que acumula, prácticamente, todos los títulos posibles de las distintas competiciones que componen el circuito profesional.

Es, además, uno de los dos españoles que está hoy en Bogotá, junto a Gazir (Gabriel Sánchez), subcampeón internacional del 2022. La única petición de la agencia que le lleva la comunicación para la entrevista es evitar solicitar que Sergio haga rimas.

"Era un hobby. En el 2013, tú te presentabas porque querías... No había circuito, Red Bull te pagaba dietas, el viaje... Pero ganar solo era el gusto". El recuerdo de Chuty sobre sus inicios choca bastante con su figura actual. Más de un millón y medio de personas le siguen en Instagram, tiene batallas que, en YouTube, alcanzan los diez millones de visualizaciones. Poco a poco, Red Bull, la competición más mediática, comenzó a tener competencia. Nuevos torneos, diferentes formatos... Esto ha permitido que, en los últimos años, varios freestylers puedan dedicarse profesionalmente a esta actividad gracias a sus cachés por participar en las competiciones, además de los respectivos premios, contratos publicitarios, etc.

"Rechacé eventos por mi trabajo en los que ganaba mi sueldo mensual en la oficina"

Para Sergio, que ahora es un treintañero, su vida cambió en el 2017, cuando dejó a un lado su carrera como administrativo para dedicarse a su afición: "No fue fácil, era una profesión que no existía. Dejé una oficina. Me crie en Vallecas, en Entrevías, he visto las dificultades que puede tener la gente para llegar a fin de mes. Pasar de estar en una empresa, con un trabajo más o menos seguro, a dar el paso... Es complicado. A mis padres les costó. En ese momento, en un mes podía tener tres eventos y otro mes, nada. No era un salto de fe, hay que ser sincero, no era una locura. Llegué a rechazar eventos por mi horario laboral en el que, solo con ese evento, ganaba lo que un mes en la oficina. Pero bueno, yo tengo mi título universitario, y si sale mal, puedo volver a ello".

"La gente no lo entiende demasiado... Digo que me dedico a temas de música, me meten con los toreros [en temas administrativos] y ya está".

Arte o deporte, el debate de la comunidad

"Es raro. Venimos de una rama artística que nace de lo musical, pero también es competitivo. Aquí gana uno y otro pierde. Cuando sacas un disco o estás en un festival de música haciendo un directo, no compites. En un museo, no hay un cuadro que gana y otro que pierde. Hay que entender que en el arte se comparte, nosotros competimos. No es un deporte al uso, porque no hay objetividad. Es decir, en el fútbol marcas un gol y vas ganando. Aquí es algo subjetivo. Va en función del criterio del gusto, de cada espectador, de cada jurado... Para mí, es una competición. Hay gente que lo ve más cultural. A veces hago freestyle solo por improvisar. Allá cada uno", reflexiona Sergio sobre el debate de la comunidad del hip hop.

Antes, el rap y el freestyle estaban mucho más unidos. En la actualidad, es habitual ver a aficionados a las batallas que no escuchan rap. Así como artistas que adquirieron fama a través de las batallas, para luego desvincularse y seguir la rama artística como Duki, una de las mayores influencias de la música urbana. "He hecho shows de freestyle, es algo más creativo que destructivo, haces pruebas, buscas tus límites... ¿Daría para vivir de eso? No sé si podría hacerlo sin tener otro trabajo", argumenta sobre su caso Chuty.

El Cristiano-Messi de las batallas

La época en la que la simpleza ganaba batallas en sus inicios gracias a insultos básicos o rimas sexuales ha dejado paso a una técnica depurada repleta de dobles sentidos, estructuras de rimas enrevesadas y demás figuras retóricas. El relato es algo fundamental en el freestyle. Tienes que contar una historia, argumentar más que tu rival, todo ello rapeando, sonando bien y, por supuesto, improvisando.

De Entrevías a ser el Dios del freestyle. Esta es una de las bazas habituales de las rimas de Chuty, de su personaje sobre el escenario, de su relato. Ahí, en la tarima, Sergio es casi invencible y así lo demuestran sus números. Pero, si en España estaba el Dios, al otro lado del charco estaba el Diablo. Mauricio Hernández, más conocido como Aczino, es la contrapartida de Chuty. El Messi del freestyle. Probablemente, el mayor talento a la hora de improvisar. Como le sucede al español, su historial de victorias es tan extenso que se resume en... haber ganado todo. Y haber perdido poco. Muy poco. Por fin, después de una década conviviendo, hay posibilidad de la esperada cita: un Chuty-Aczino en la Final Internacional. El sueño húmedo de cualquier aficionado del free.

A la Final se llega entre rumores de una mala relación personal entre ambos

"Tengo ganas del duelo, pero mi principal objetivo es ganar la competición. Priorizo ganar por encima de enfrentarme a cualquiera del resto de participantes. Es verdad que al aficionado del freestyle le encantaría ver ese enfrentamiento. No se sabe si se va a poder ver mucho más. Aczino está más ausente del circuito competitivo y ahora que todavía que estamos los dos en forma, sería bonito. En Red Bull Internacional nunca se ha dado ese enfrentamiento. Somos los dos más reconocidos por la gente, en la competición más reconocida por la gente. Tiene su hype y la gente lo quiere, creo que nosotros también", asegura Sergio.

El morbo ha aumentado incluso más en los días previos a la celebración de la Batalla, en la que los emparejamientos y las rondas determinarán si se da el ansiado duelo, ya que está en boca de todos una supuesta mala relación personal entre Sergio y Mauricio. Falta por saber si es ficticia o real, ya que antes de la cita siempre existió cordialidad entre ambos. Tampoco han ayudado comentarios (¿muy sinceros?) de Aczino en entrevistas recientes. "Me considero el GOAT [Mejor de Todos los Tiempos]. Si Chuty me gana la final, solo cambiaría que ya no iríamos 7-2, sino 7-3; y que tendría un cinturón", afirmó en el medio especializado El Estilo Libre.

placeholder FMS Internacional 2020. (EFE/Christian Ugarte)
FMS Internacional 2020. (EFE/Christian Ugarte)

Al preguntar a Sergio si había alguna batalla que hubiera perdido, pero que recuerde con cariño, cita la Final Internacional FMS 2020, aunque con matices. FMS se ha convertido en el último lustro en el motor del circuito competitivo del freestyle, gracias a la promotora Urban Roosters. Sin tanto tirón mediático como la Red Bull para los ajenos, pero con más tirón y constancia en el nicho.

"Fue un poco engaño... Azcino se supone que se retiraba ahí y nos tocó en la final. Fui el mejor del día, de hecho, la forma de competir del freestyle actual lo adelanté ese día, dobles sentidos, etc., que ahora está muy de moda. Me gustó muchísimo mi participación. En la final fue como... Bueno, es la retirada de Mau, y me alegró que se retirase con una victoria. Luego, pues no se retiró. Entonces no te alegras tanto [risas]. Pero fue el día que no gané y que quedé con mayor orgullo", rememora Chuty.

De "españolito" a Cristóbal Colón

Quizás, el mayor problema del freestyle como competición es el localismo. Como si del Real Madrid o el Barcelona se tratase, cada espectador tiene sus competidores favoritos. Esta hinchada, aunque sostiene la industria, trae consigo connotaciones negativas. Es habitual ver al freestyler local imponerse en las grandes citas gracias al público. Aquí jugar en casa es más que el aliento de la grada.

"Esta disciplina es subjetiva. Tengo una mentalidad muy competitiva, si los aspectos que deciden el resultado de una batalla fueran tangibles, a mí me daría absolutamente igual lo que haga el público. Si yo sé que puedo ser mejor que el otro, me da igual que haya 20.000 personas apoyándole y pitándome a mí. El problema es que el contexto del ruido [término de la jerga del freestyle para referirse al apoyo sonoro, de calor, recibido por los competidores por parte del público], del apoyo, influyen mucho en la decisión de los jueces. Y es ahí donde está el problema", argumenta Chuty. "Los jueces tienen que tener esa capacidad mental para abstraerse del público, o echarle valor para ir en contra de lo que piden. No es fácil".

Para los participantes españoles que cruzan el charco, es un clásico recibir una serie de insultos por la procedencia. Cristóbal Colón es un habitual del relato, un argumento que, además, ha sido muy efectivo para encontrar el ruido del aficionado latino. "Llevo mucho tiempo compitiendo fuera y ahora está mejor la cosa. Antes era peor. Lo mismo llega Bogotá y va mal, pero no creo. Es obvio que no nos van a gritar más que al competidor local. Es absurdo pensar eso. Pero tampoco creo que vaya a recibir menos apoyo que los otros", explica Sergio, antes de sentenciar que, "mientras se deje competir, todo está bien".

El VAR, una polémica de pacotilla

Año 2017. Red Bull Final Internacional en México. El relato señala a Aczino, estrella local, como el máximo aspirante a llevarse el trofeo —que, a la postre, sería el primero de los tres que tiene en su haber—. Su némesis, Chuty, el otro gran candidato, se enfrenta en los octavos de final contra un competidor poco conocido, Yenky One, de República Dominicana. La batalla transcurrió como se esperaba: silencio para el español por parte del público, superioridad evidente en el micrófono. Pero llegó la hora de la votación del jurado y... Chuty eliminado. Incluso en una disciplina tan subjetiva como el freestyle, existe unanimidad de la comunidad en señalar esta batalla como el tongo histórico por excelencia. Así lo recuerda el propio Sergio:

"No lo entiendes. A lo largo de tu carrera, te encuentras con resultados con los que no estás conforme. Acabas la batalla y esperas ganar, pero no sucede. Pero siempre lo puedes llegar a argumentar... Que compitas contra un local, que haya un efecto underdog... Hay resultados que no compartes, pero que llegas a entender, sabes de dónde vienes. Yenky One no era local, no era conocido, no era un underdog, no hizo una actuación de gran nivel. Fue frustrante. No sabía por qué no te iban a votar. A día de hoy sigo sin saber por qué perdí esa batalla. Ahora han salido entrevistas a jueces que dicen que es que mi primer minuto no lo escucharon... Cosas raras. Y en ese momento, me dije: 'mira, si no me quieres votar en esta competición, pues no vengo. Estoy ganando en España, estoy quitando la posibilidad a mis compañeros españoles de vivir esa experiencia y yo vengo a perder en primera porque no me van a votar. Pues para eso, no vengo'".

Yenky One, por cierto, no tuvo demasiado recorrido en años posteriores dentro de las batallas.

Sergio anunció su marcha al instante ante los micrófonos de Red Bull. Abandonaba la competición más icónica de las batallas de rap. La decisión fue en caliente, pero se mantuvo a lo largo de los años. Chuty continuó dominando el resto del circuito, tanto a nivel nacional como internacional. Año tras año, la misma pregunta, ¿volvería a Red Bull? Todas las ediciones, la misma negativa. Hasta este 2023.

"Fue un tema personal. En mi casa hubo una situación de salud, el freestyle me ayudó mucho a nivel de recursos y de estilo de vida. Me sentí muy afortunado, recibo muchísimo apoyo y me sentí en deuda. Sabía que lo que más ilusión les hacía a mis seguidores, y al mundo del freestyle, era mi regreso a Red Bull. No era lo que más me apetecía del mundo, porque el proceso de esta competición es pesado. No anuncias que vuelves y estás ya. Hay que echar una prueba, ganar una Regional, la Nacional y ya ir a la Internacional. Por mucho que en el pasado hubiera tenido resultados injustos, y eso me otorgaba un relato en mi regreso, si llego a perder en la Regional o la Nacional, cambia el relato y ahí se acabó la Red Bull para mí. Salió bien la cosa, di un buen nivel. Afronto la Internacional con muchas ganas, sé que hay factores externos, pero es lo que hay. Veo difícil que me hagan una similar a la de antes, y si solo depende de mí, espero tener un buen día y ser capaz de ganar".

"Los Cristóbal Soria del 'freestyle' ganan más dinero que los Vinícius"

El crecimiento de la competición se mide, como no podía ser de otra manera, en el aumento de haters, trolls y sensacionalismo. Una futbolerización definitiva. "No sabemos cómo gestionarlo. La toxicidad del freestyle actual es increíble. Recibes muchos más comentarios negativos que positivos. Las redes sociales de la mayoría de los competidores es pura toxicidad".

Quizás, la ejemplificación de Sergio sirve como reflexión general para una industria que amenaza con comerse a sí misma. "En el fútbol, el deporte por excelencia, existe El Chiringuito y es divertido, y está Cristóbal Soria riéndose de Vinícius y no pasa nada. El problema del freestyle es que los Cristóbal Sorias de turno ganan más dinero que los Vinícius. Los freestylers hacen su trabajo, pasan por la experiencia y las emociones, y ganan menos que los influencers que les dicen 'eres malísimo'... Es lo absurdo de la disciplina. Mucha gente se va por ello. ¿La solución? No tengo ni idea. Pero es negativo y desde dentro no sabemos cómo darle la vuelta".

El titular de este artículo es reduccionista, pero refleja cómo una de las ramas de la cultura urbana del hip hop, el freestyle, que comenzó en los años noventa en los barrios negros de Estados Unidos como una rama artística, ha acabado por convertirse en una competición deportiva a la vieja usanza, con un funcionamiento similar al boxeo. Dos contrincantes se suben a un escenario, pero no lanzan puños, lanzan rimas... y uno acaba noqueado. Con matices.

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