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Ricardo Ten: "La mayoría de nosotros no vivimos en mansiones como los futbolistas"
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Uno de nuestros mejores deportistas

Ricardo Ten: "La mayoría de nosotros no vivimos en mansiones como los futbolistas"

El valenciano es una auténtica leyenda del deporte. Un desgraciado accidente le dejó sin un pie y sin los dos brazos, pero eso no le ha impedido nada. Es campeón del mundo de natación y ciclismo

Foto: Ricardo Ten, con la medalla de oro en los 100m braza durante los JJOO de Pekín. (Imago)
Ricardo Ten, con la medalla de oro en los 100m braza durante los JJOO de Pekín. (Imago)

Cuando tenía ocho años y jugaba con su primo en el campo, Ricardo Ten se electrocutó con un cable de alta tensión. El incidente le cambió la vida. Los médicos se vieron obligados a amputarle los dos brazos y una pierna. El 75% de su cuerpo quedó dañado por las quemaduras. Estuvo casi un año en el hospital, recomponiéndose. Escuchar una y otra vez que iba a ser incapaz para algunas cosas le sirvió de estímulo. Aprendió a escribir con la boca e hizo los deberes como cualquier otro niño. No perdió curso, tampoco las ganas de jugar al fútbol o al baloncesto. Cuenta el valenciano a El Confidencial que a veces conseguía ganarles a compañeros sin discapacidad y que su madre enloquecía cada vez que le veía llegar de las pachangas con llagas en los muñones: "Llevo la competición en la sangre, odio perder". De familia motera, su gran pasión es sin embargo el ciclismo, deporte al que actualmente se dedica. "Es lo más parecido a una moto", afirma con cierta guasa.

Antes de subirse a una bicicleta de manera profesional, Ricardo Ten fue sobre todo un excelente nadador. Junto a Teresa Perales, el mejor de nuestro deporte paralímpico. 20 años en la élite, desde Atlanta 1996, dan para mucho. En concreto, para lograr más de 100 títulos nacionales, 13 europeos, 7 mundiales y 3 medallas de oro en los Juegos. Gracias a su fortaleza mental, aún en los momentos más complicados de su vida, la cruda realidad no tiró de él hacia abajo. Ahí reside el secreto de su leyenda: de la cama de un hospital, al patio de un colegio; de ahí a las piscinas de medio mundo y, finalmente, al pelotón en 2017. En poco más de tres años, Ricardo ya es campeón del mundo de pista y carretera. Nuestro otro Alejandro Valverde. La edad, como al murciano, no le importa. Con 44 años no ha perdido la ilusión, las ganas de reinventarse. Los de Tokio iban a ser sus primeros Juegos en esta especialidad. Aspirante claro a oro, el coronavirus ha paralizado sus planes.

"No esperaba que esto fuera a suceder en nuestros tiempos. Hay que pensar en la solución y que nuestras vidas puedan recuperar la normalidad", dice. Los estragos del Covid-19 no son los únicos a los que tiene que hacer frente. A finales de febrero el valenciano se luxó el hombro derecho tras una dura caída en Sierra Nevada, donde estaba concentrado. Hace dos semanas volvió a subirse al rodillo para reiniciar los entrenamientos, que ahora tan solo sirven para mantener en la medida de lo posible la forma física. La prohibición de salir de casa dinamita sus objetivos, aunque entiende que en la situación actual es lo mejor: "El deporte pasa a un segundo o tercer plano". De dos a tres horas de ejercicio en el garaje de casa: fuerza, 'core' y bicicleta. Películas, series y música para sobrellevar una rutina entre cuatro paredes que empieza a hacerse pesada. Una pequeña terraza en su domicilio de Tavernes Blanques, su pueblo, el oasis perfecto para escapar del asfixiante aislamiento.

"Con todo el respeto, la gran mayoría de los deportistas no vivimos en mansiones y chalets de lujo como se ve a nuestros futbolistas en Instagram. Vivimos en pisos normales. Los que no, en los CAR, que ahora están cerrados para evitar contagios. Muchos de esos atletas se han tenido que buscar otra residencia y no disponen de medios adecuados para trabajar", advierte Ten, que en las presentes condiciones hasta se considera un suertudo: "Dentro de lo que cabe los ciclistas podemos continuar trabajando. El rodillo no es lo ideal, pero ayuda a salir del paso. Otros compañeros lo tienen más complicado, como los nadadores. Los deportes colectivos también sufren pues necesitas una coordinación y un equilibrio con el de al lado que ahora es imposible. En este sentido, el Comité Paralímpico Español (CPE) está un poco desbordado porque somos muchos atletas pidíendoles cosas. Hacen todo lo posible por dotarnos de material". Al igual que otros muchos deportistas, Ten también pide el aplazamiento de los Juegos al próximo verano para que todos los participantes puedan llegar con garantías a la lucha por medallas.

placeholder Ricardo Ten, con la medalla de oro en los 100m braza durante los JJOO de Pekín. (Imago)
Ricardo Ten, con la medalla de oro en los 100m braza durante los JJOO de Pekín. (Imago)

Pero el deporte no lo es todo en su vida. Aparte de atleta de élite, Ricardo también es conferenciante y embajador de marcas (Liberty Seguros o Levante UD). Debido a la crisis sanitaria, está preparado para afrontar un bajón en sus ganancias económicas. "Lo estamos viendo ya en algunas empresas. Nosotros no vamos a ser menos que nadie. En mi caso, también espero reajustes en estas actividades complementarias, pero lo afrontaremos de la mejor manera. Esto es pasajero, con el tiempo las cosas irán volviendo a su sitio. Quien piense lo contrario se equivoca", manifiesta. El valenciano habla sin tapujos. No vive una realidad paralela. Compartir su historia con los demás o servir de imagen para proyectos de empresa que persiguen la igualdad entre sus trabajadores es una de las cosas que más le satisfacen fuera de la competición por el 'feedback' emocional que encuentra en el oyente: "Algunos, después de escucharme, comprenden que se quejan solo de vicio".

Los imprevistos curten

Por eso, respecto al coronavirus, lo tiene claro: "Vivimos en una vorágine de horarios y al final se nos olvidan los pequeños placeres de la vida. Desgraciadamente, esta pandemia está abriéndole los ojos a mucha gente. Hoy valoramos mucho más lo que tenemos que ayer. También es cierto que tendemos a olvidarnos pronto. Al principio somos muy conscientes de todo, pero después nos metemos en nuestro bucle y ya sabemos lo que pasa. No obstante, creo que no vamos a salir de esta siendo los mismos. Hay gente que está perdiendo a sus seres queridos y esto les va a marcar para el resto de sus vidas". Los imprevistos curten, según su experiencia: "En mi caso aprendí a madurar antes, me empecé a fijar en la importancia de las cosas pequeñas. Ser deportista paralímpico te hacer ver esta situación diferente porque la mayoría de nosotros ha pasado por momentos críticos que nos han puesto a prueba. Al final, todo se reduce a si eres capaz de afrontar los problemas con decisión y optimismo. No hay otro secreto. La incertidumbre mata, pero es peor la falta de voluntad. Dentro de nuestras posibilidades, hemos de poner todos nuestro granito de arena. Asumirlo como un reto y levantarnos con humor. Por nosotros, pero también por nuestros padres e hijos".

Él tiene dos, ya en la preadolescencia. Su mujer (Sonia) es discapacitada visual y, como él, también aprendió a esquivar todos los obstáculos que se le pusieron por delante. "En casa de otra cosa igual no, pero de esto sabemos un rato", indica. Con paciencia, rodeado de su familia, dos perros y un gato, Ricardo Ten cumple con la cuarentena con estricta responsabilidad. Por redes sociales se le ve activo, interactuando con sus seguidores y completando retos virales. Todo lo que sea para mantener la actitud en estos tiempos extraños. "Después de mi accidente, esto es lo más gordo que me ha tocado vivir. Pero como digo siempre, lo sacaramos adelante y saldremos más fuertes. No hay duda", concluye. Remar a contracorriente se le da bien, por eso conviene subirse a su barca y no dejar que la marea nos arrastre.

Cuando tenía ocho años y jugaba con su primo en el campo, Ricardo Ten se electrocutó con un cable de alta tensión. El incidente le cambió la vida. Los médicos se vieron obligados a amputarle los dos brazos y una pierna. El 75% de su cuerpo quedó dañado por las quemaduras. Estuvo casi un año en el hospital, recomponiéndose. Escuchar una y otra vez que iba a ser incapaz para algunas cosas le sirvió de estímulo. Aprendió a escribir con la boca e hizo los deberes como cualquier otro niño. No perdió curso, tampoco las ganas de jugar al fútbol o al baloncesto. Cuenta el valenciano a El Confidencial que a veces conseguía ganarles a compañeros sin discapacidad y que su madre enloquecía cada vez que le veía llegar de las pachangas con llagas en los muñones: "Llevo la competición en la sangre, odio perder". De familia motera, su gran pasión es sin embargo el ciclismo, deporte al que actualmente se dedica. "Es lo más parecido a una moto", afirma con cierta guasa.

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