"¿Por qué no una semifinal?": la realidad distópica del Sevilla antes de visitar al Arsenal

"Confío en que el equipo va a ir a más y que vamos a conseguir victorias pronto", explicó Pepe Castro, presidente del Sevilla, antes de subir al vuelo que llevaría al equipo hacia Londres. En el Emirates, se juegan parte de la permanencia en la Champions. Actualmente, son terceros en el grupo con dos puntos, por detrás del Arsenal y del Lens, y empatados con el PSV. Si luego quedaran eliminados, tendrían la opción de recalar en la Europa League, su torneo fetiche (han ganado siete) y en el que son los vigentes campeones.

Diego Alonso es el entrenador del Sevilla desde el último parón de selecciones de octubre, cuando la directiva prescindió de José Luis Mendilibar. El técnico vasco, principal artífice de la Europa League cosechada en mayo y de salvar al equipo del descenso, salió por la puerta de atrás de Nervión. El problema, sin embargo, no radica en el banquillo, sino en una plantilla envejecida que se aleja del modelo que tantos éxitos le ha dado al club: fichar futbolistas jóvenes y con proyección para revenderlos a precio de oro.

"A ver cómo lo digo con rotundidad. Diego Alonso es el entrenador por el que hemos apostado, el que queremos, el que tenemos y el que queremos que cambie nuestra plantilla para ganar partidos. Tenemos caro que va a hacer grandes cosas", continuó Castro. Aunque el uruguayo sólo lleva cinco partidos en el banquillo (tres empates, una victoria y una derrota), en Sevilla ya hay un runrún acerca de una posible destitución.

El presunto cambio en el banquillo se daría si el Sevilla no cosecha buenos resultados esta semana en la que visita al Arsenal y recibe en casa al Betis, en un derbi que podría ser la puntilla en el caso de haber victoria verdiblanca. En una entrevista en The Guardian, el director deportivo, Víctor Orta, ha pedido confianza para Diego Alonso. "Estoy seguro de que el club necesita estabilidad con el entrenador para crecer".

La desconfianza del palco

El uruguayo es una apuesta personal del club que no parece que convenza mucho ni a Castro ni a José María del Nido Carrasco, vicepresidente. En el primer entrenamiento de Alonso, las cámaras de Jugones cazaron a ambos en un diálogo en el que el presidente le decía a su mano derecha: "Esto puede salir muy bien o muy mal (…) Al final la culpa la tenemos o tú o yo". Según defendió el club hispalense, la conversación no se trataba del técnico del primer equipo, sino de la situación del entrenador del filial. Algo que no convenció a los aficionados.

Esta es la cuarta temporada consecutiva que el Sevilla consigue la clasificación para la Champions, tres con Lopetegui y una con Mendilibar. El final del año pasado, con el triunfo en la Europa League, fue un espejismo que tapó las deficiencias de una plantilla cuyas piezas apenas variaron en el verano. A todo esto, hay que sumar la salida de Monchi por la intromisión que pretendían hacer desde la directiva en su parcela.

"Espero, también para mi futuro, que Diego Alonso sea la respuesta, que pueda estar aquí tres o cuatro temporadas y crear un legado, la estabilidad que el club necesita. Si no, es realmente difícil". Son sólo cinco partidos, una cifra pequeña para realizar una evaluación de su rendimiento en Sevilla. En cambio, se puede afirmar que no ha empezado con buen pie.

Un bloque que ya no está

Esta coyuntura se suma a la distópica realidad que aprecia Orta. "No hemos llegado nunca más allá de los cuartos de final, pero ¿por qué no una semifinal? El ejemplo es el Inter de Milán: finalista el año pasado con más o menos el mismo equipo que batió al Sevilla en la final de la Europa League hace tres años. La ambición poco realista no es buena, tampoco si eres conservador. Estoy seguro de que podemos alcanzar el siguiente nivel".

El Inter ha mantenido en los últimos años el mismo bloque, liderado por Lautaro Martínez. El Sevilla, en cambio, ha perdido a jugadores vitales como Diego Carlos, Jules Koundé, Yassine Bono o Éver Banega. El año pinta feo, pero igual Orta prefiere ver los molinos y no los gigantes.