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Cuesta entender tanta pasión por Lopetegui, un entrenador tan... normal
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el madrid sucumbe en el estadio luzhniki

Cuesta entender tanta pasión por Lopetegui, un entrenador tan... normal

En el mismo estadio donde la Selección se fue del Mundial, el Real Madrid demostró los mismos síntomas: tiene mucha posesión, pero lleva tres partidos sin encontrar la portería rival

Foto: Lopetegui hace indicaciones en Moscú. (EFE)
Lopetegui hace indicaciones en Moscú. (EFE)

Fue en ese mismo estadio de Luzhniki, aunque por aquel entonces Lopetegui ya se había marchado —a empujones— de la Selección y jurado amor eterno al Real Madrid. Rusia, un equipo corajudo y defensivamente ordenado, pero en ningún caso brillante, contenía a España durante 120 minutos y luego la apuñalaba en los penaltis. Aquel equipo, derrotado sin remedio en Moscú, no lo dirigía Lopetegui, pero era suyo. Y en el Madrid se nota.

Que vuelva a ser en Luzhniki es casualidad, aunque suene a premonición. El 1-0, suficiente como victoria, no es el final para el Real Madrid, pero sí un síntoma horrible en esta temporada. Si los blancos piensan que se pueden ganar cosas, si de verdad sueñan con que se pueden rememorar los éxitos pasados, tendrá que parecerse mucho menos a esa España, un equipo fallido como se supo al final, y mucho más a lo que se espera del Real Madrid.

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Cuando Zidane se marchó del Real Madrid, Florentino tuvo un problema. Él, que tampoco es el mayor adorador de los entrenadores, pues no le llenan el ojo, se tuvo que aventurar a una búsqueda en un mercado muy reducido y con pocos nombres atractivos sobre la mesa. Se tantearon varias opciones y al final se acudió a Lopetegui, con mucha cercanía a Mendes, que al final siempre encuentra un resorte para entrar donde él quiere. Se recuerda el sainete de aquellos días, esa Selección descabezada, ese presidente Rubiales despechado, a Florentino, en el antepalco del Bernabéu, dándose golpes en el pecho para defender al que era desde unas horas antes su entrenador... Muchísima parafernalia.

Cabe preguntarse si era para tanto, si la rabia de unos y otros, vista en perspectiva, tiene una lógica relativa. Lopetegui había ganado poquito, su equipo había jugado bien en la clasificación, pero no había suficientes datos para el estudio, en el Oporto estuvo por debajo de lo que marcaba esa institución. Cuesta entender tanta pasión por un entrenador tan... normal.

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Un sueño que puede ser efímero

Sigue siendo eso, y tendrá que remontar mucho si quiere que esta etapa, la del Real Madrid, sea exitosa. Lopetegui, en aquella presentación, dijo lo que estaba en el guion, que no es más que recordar que llegaba al club más grande, el sueño desde niño, el objetivo de todo técnico que se quiera llamar como tal... En otros casos puede sonar a impostado, pero si se tiene en cuenta que esta vez acababa de mandar al garete su carrera como seleccionador, que es ya de por sí un cargo bastante atractivo, se podía ver más verdad en sus palabras.

Es cierto que el Madrid es enorme, tan cierto como que los entrenadores ocupan una silla que parece tener un resorte: en cualquier momento pueden saltar por los aires. Nadie tiene que contarle que no ganar títulos es lo mismo que engrosar la cola del paro, pues él es el primero que lo sabe. Su sueño puede ser muy efímero, no son pocos los que fueron llamados a las más altas dignidades y terminaron fracasando.

En Moscú se vio un fútbol anodino, de mucho control y poco remate. La frase vale tanto para julio como para octubre; si en Rusia lo habitual era rendirse contra el frío, ahora lo es contra las defensas cerradas y controladoras. El equipo blanco se parece mucho a aquel equipo, porque juega un poco mejor que otras temporadas pero es tremendamente menos incisivo. Encadenar tres partidos sin marcar suena a un Madrid de otra época, y es que en parte lo es, el de antes y después de Cristiano, como si fuesen dos eras glaciales separadas por un tiempo más cálido.

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Trabajar el ataque

Pep Guardiola, que no descubrió el fútbol pero sí es un gran entrenador, lleva años contando que el ataque se entrena. Luis Enrique, que sucedió a Lopetegui en España con Hierro entre medias, también dijo que necesitarían estudiar los automatismos en la ofensiva para encontrar huecos donde no los hay. Parece fácil, pero hay que hacerlo. El Real Madrid, plagado de muy buenos jugadores, no logró ver dónde estaban las puertas para hacer daño. Ni en Moscú, ni contra el Atlético ni en Sevilla. La secuencia es espantosa, el mayor dolor para un equipo madridista. "Están abatidos, mañana hay que levantarse. Todo ha salido al revés, el fútbol tiene estas cosas", resumía Lopetegui al final.

Lopetegui podrá contar, eso sí, que se marchó Cristiano enfadado camino de Turín y solo le trajeron a Mariano, que no es del mismo nivel. Recordar que en la plantilla había muy buenos jugadores pero no muy buenos goleadores, y que el que tiene, por fragilidad, tiene que ser contenido. Que el único fichaje de ataque sirve, como mucho, para ser un secundario, tirar un rato e intentar comerse el campo a golpe de ocasión. Le valdrá como justificación personal, pero en ningún caso como pasaporte a una temporada más si es que esto sigue igual y termina en fracaso.

Foto: Courtois evitó el gol del Atlético en la primera parte con dos grandes paradas. (Miguel J. Berrocal)

No le servirá para seguir en el cargo porque el Madrid no funciona así. Asumir que esta plantilla es insuficiente señalaría al palco, y en esta institución eso no se contempla. Será el entrenador, quién sabe si antes de junio, o llegarán títulos que calmen lo que ahora parece un descalabro. Además, hay detalles que mirar. La apuesta por Lucas Vázquez, por ejemplo, un jugador bajo de forma y bastante ineficaz pero al que conoce desde hace tiempo. O por Benzema, que ha empezado esta temporada como la anterior, intrascendente. Esta vez le puso un rato con Mariano y, sorprendentemente, era el de Hospitalet el que bajaba a por el balón y a generar juego, algo que claramente no sabe hacer.

En Moscú, tumba de España, el Madrid decidió que no era mala idea emular lo que fue un fracaso.

Fue en ese mismo estadio de Luzhniki, aunque por aquel entonces Lopetegui ya se había marchado —a empujones— de la Selección y jurado amor eterno al Real Madrid. Rusia, un equipo corajudo y defensivamente ordenado, pero en ningún caso brillante, contenía a España durante 120 minutos y luego la apuñalaba en los penaltis. Aquel equipo, derrotado sin remedio en Moscú, no lo dirigía Lopetegui, pero era suyo. Y en el Madrid se nota.

Julen Lopetegui
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