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Llegó la hora de los valientes: el Madrid se juega su porvenir en Europa tras encarrilar la Liga
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Ángel del Riego

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Llegó la hora de los valientes: el Madrid se juega su porvenir en Europa tras encarrilar la Liga

La victoria ante el Girona dejó la Liga muy de cara para los blancos. Ahora toca centrarse en la Champions, su competición fetiche, donde espera el Leipzig en los octavos de final

Foto: El Madrid llega al tramo decisivo de la temporada. (Europa Press)
El Madrid llega al tramo decisivo de la temporada. (Europa Press)

En tiempo de carnavales, el Madrid se quitó la máscara. Desde que amaneciera el nuevo año, han ido cayéndose jugadores de la alineación del equipo. Se rompió Alaba y se recompuso la defensa a duras penas. Después llegó la famosa sobrecarga de Carvajal y Lucas Vázquez se anunció como titular. El pequeño lateral pasó de ser un parche al que miramos con condescendencia a convertirse en un soldado sin ninguna piedad con el enemigo.

Nacho despertó dudas y Rüdiger finalmente dijo basta. Su cuerpo de acero y su juego bastardo nos abandonaron en el peor momento. Eran los momentos previos al primer gran estallido de la temporada, el partido contra el Girona, el otro contrincante de la liga, un filial del Manchester City que juega con la espontaneidad planificada de su hermano mayor y con buenos jugadores sacados a precio de saldo en un rastrillo invernal. El Girona y después el Leipzig. Dos partidos como dos soles girando uno sobre otro.

El Girona no despertó miedo ni recelo en la espléndida basílica blanca. En general, los equipos que se gustan y no tienen rabia ni destino, no le hacen ni cosquillas al Real. Ley está más vieja que la desintegración del átomo. Los catalanes comenzaron mandando. Muchos pases y un bonito juego posicional; jugadores con finas hechuras que hacen simétricos garabatos sobre la arena. Pero eso no es nada. El buen juego sobre el Madrid de Ancelotti es como el hollín sobre la pared de una catedral. Basta una ráfaga de viento, un pequeño aguacero para deshacerlo. Basta una carrera de Vinícius cortando el campo a una velocidad inalcanzable y soltando la pierna en un movimiento sinuoso que comienza en los hombros y acaba en las mallas de la portería contraria. El brasileño hace el amor con todo el cuerpo y eso se plasma en sus mejores disparos, para los que necesita algo así como un rincón donde nacer. Y una vía hacia afuera para expresar su galopada y su zapatazo.

Ahí acabó el partido del Girona, con varios jugadores del Madrid jugando al ritmo de las finales. El primero, Kroos, quizás el mejor pasador de la historia. No el más mágico, que es Maradona, sino el mejor que no es lo mismo. El más fiable, el que da más continuación al juego, el que mezcla las alturas y los ritmos como si fuera un profeta hablándole a los vientos. Alguien que desde su capilla gobierna todo el frente de ataque, desde las Ardenas hasta las estribaciones de los Urales.

placeholder El partido de Vinícius fue espectacular. (Europa Press)
El partido de Vinícius fue espectacular. (Europa Press)

Las genialidades de Vinícius

El partido siguió con un Girona con el mismo dominio de cartón piedra y el Madrid agazapado, mirando con cierta crueldad. Esperando tenso como hacen los depredadores en los documentales. En una jugada sin apenas origen, Vinícius se inventó un final. Un pase con el exterior hacia una cabalgada de Bellingham al que de repente vimos como un minotauro: controló como Zidane y definió como Ronaldo. El sustituto de Benzema comienza la temporada como él acabó su vida de blanco. Ese tipo de historias que solo se dan en el Madrid. Vimos una falibilidad en el regate de Bellingham que estaba en el límite de la realidad. El sitio donde debe anidar el gran futbolista blanco.

El Madrid jugaba como los amores apuñalan. Incluso entonces, le seguía cediendo el balón al Girona casi con sorna. Para que hablen los comentaristas, para maquillar las estadísticas, para descansar. Quién sabe. Juegan los futbolistas, no nosotros, y ellos tienen sus ritmos. Aunque parece que había órdenes desde arriba. El Ancelotti de los grandes partidos. Desgastarse lo mínimo. Bloque bajo/medio y a correr. Jugar a que no pase nada hasta que Vinícius se posa en la jugada y el universo se da la vuelta. Vinícius, que se ha sobrevivido a sí mismo, casi convertido en un estereotipo y ya lo tenemos de vuelta redefiniendo el concepto de estrella madridista. A ratos Cristiano Ronaldo y a ratos Ronaldinho. No tiene miedo. No tiene medida. Su determinación es la de los benditos o la de los que todo lo ignoran. Después de la lesión, Bellingham le había usurpado el puesto de enamorado oficial. Y él siguió haciendo olas sin odio ni rencor hasta que volvieron sus goles y después de sus goles, volvió su juego. Y contra el Girona encontró el compás justo para asociarse con el inglés.

Vimos al Real de toda la vida: los buenos hacen cosas como que da risa verlas, como de aristócrata, salvando a una mujer en medio de la revolución. Fue algo justo, bello y pasado de moda, excepto porque es el Madrid y sirve para ganar. Eso es la tradición y Ancelotti lo conjuga con la magia de los grandes artesanos. Su respuesta a cada lesión ha sido mejorar el equipo. Se comporta como si fuera uno de esos reyes sabios de los cuentos antiguos cuyo poder residía en su sencillez y su justo juicio; reyes que jamás se explicaban porque eso hubiera deshecho el encantamiento sobre la realidad, sobre sus súbditos y sobre sus enemigos. En ataque 442 con puntas abiertos y Bellingham por el centro. Replegándose como el rayo con Vinícius utilizando su magia y su elasticidad para robar balones que valen partidos. Kroos organiza desde el pase, Bellingham desde su ritmo y la proyección mental que tiene de las jugadas. Él las construye y las finaliza como los directores de cine que actúan en sus propias películas. Carvajal hace de sí mismo como aquellos secundarios de Ford que nunca fallaban en el tiroteo cumbre.

placeholder Camavinga está a un nivel muy alto. (Europa Press)
Camavinga está a un nivel muy alto. (Europa Press)

La defensa de Camavinga

Y queda Camavinga. Cuando rompe hacia arriba, parece Moisés dividiendo las aguas del mar muerto. Camavinga roba balones con ese punto de suficiencia exquisita que se le pide a los psicópatas en el cine. Camavinga mete el pie donde no debe y pierde una bola tonta. En breve, será Europa y las pérdidas en el centro del campo están prohibidas. El equipo encaja un gol. El francés es culpable y todos lo saben.

Camavinga sigue en esa bisectriz entre la cabalgada apocalíptica y el error descomunal. Debe aprender a jugar lento, su inteligencia —que a veces muestra— tiene que comerle terreno a sus irreales facultades para el robo y la huida. Debe colocarse mejor al defender, quizás siente que no le hace falta, pero así siempre está al borde del fallo. Y en Europa el error se paga.

El partido contra el Girona ha terminado y ya solo existe el Leipzig. ¿Qué es el Leipzig? Un equipo alemán que viene desde el futuro para impregnarnos con su velocidad. Es otro aprendiz del Dortmund de Klopp, que fue el origen de todo el moderno fútbol germano. Uno de los muchos equipos casi indistinguibles que corren por Europa con un montón de aceptables jugadores que pasan, llegan y hieren con poca pausa, siempre a gran velocidad, siempre con la imaginación justa pero el esfuerzo al límite.

placeholder La gestión de Ancelotti, a pesar de las bajas, es espectacular. (EFE/Rodrigo Jiménez)
La gestión de Ancelotti, a pesar de las bajas, es espectacular. (EFE/Rodrigo Jiménez)

La gestión de grupos de Ancelotti

¿Qué es el Madrid de Ancelotti? Es el fútbol de siempre —siendo siempre ese segmento temporal que va desde que madre nos desteta hasta que nos miramos sucio en el espejo—, y en el fútbol de siempre es el crack el que con un detalle sublime nos salva de la mediocridad y pone el partido en órbita.

El Madrid tiene dentro un fútbol espontáneo desde donde brota la felicidad a la vez que el juego. Hay órdenes tajantes detrás. Cada balón debe ser luchado como si fuera el último, nadie está eximido del compromiso defensivo y hay zonas y roles generales que se ven perfectamente sobre el campo. Cuanto menos talento tenga un jugador —Mendy—, más atado está a una disciplina táctica. Ancelotti hace con los jugadores lo que hacía Buñuel con los actores. Si el actor era bueno, Buñuel solo le dibujaba el sitio donde tenía que actuar para que no se tropezase con los muebles. Si el actor era malo, lo dirigía como a una marioneta.

El fútbol del Madrid no tiene patrones, aunque se vislumbre un plan general. Apenas hay movimientos preestablecidos —un ejemplo son los cuatro goles contra el Girona...—. Ancelotti no fuerza al futbolista, le va dirigiendo para que encuentre su propio ser y a partir de ahí, se exprese sobre el campo —en ataque— para convertirse en una fuerza militar bien ordenada cuando baje a defender.

placeholder Bellingham estará de baja tres semanas. (Europa Press)
Bellingham estará de baja tres semanas. (Europa Press)

La sociedad Bellingham-Vinícius

Otra cosa que no es negociable para Ancelotti es la exquisitez técnica. Para jugar de esa manera no solo tienes que tener a los mejores, sino que los mejores tienen que saber que lo son y actuar en consecuencia. Con brillo, desarrollando la imaginación a la vez que la responsabilidad y sabiendo que tienen que guardar la casa como si estuvieran labrando el campo que ellos mismo cosecharán.

Hay un drama. No está Bellingham. Esa nueva sociedad con Vinícius se queda colgada del tiempo. A cambio, es posible que salga de primeras Brahim. Ya lo conocemos. Un hombre que convierte la sala del dentista en un western, con llanuras, indios y caballos desbocados.

Otra bala es Rodrygo, al que el gol le baila en la conciencia, pero no el talento ni el juego, que por fin ha adquirido poso en el día a día. El brasileño estará por el otro lado de Vinícius. Tan lejos y tan cerca.

Modric y Joselu parecen el plan B. Aunque hay quien siente miedo y piensa en Modric como cuarto centrocampista para atar el partido desde el principio. Difícil. Luka ya no está para meter el balón en una caja, sino para regar el campo de detalles; para hacer surgir. Y eso lo sigue teniendo. El rayo será Vinícius. El hacedor será Kroos. El Leipzig correrá más que nunca. Todo lo demás todavía no está escrito.

En tiempo de carnavales, el Madrid se quitó la máscara. Desde que amaneciera el nuevo año, han ido cayéndose jugadores de la alineación del equipo. Se rompió Alaba y se recompuso la defensa a duras penas. Después llegó la famosa sobrecarga de Carvajal y Lucas Vázquez se anunció como titular. El pequeño lateral pasó de ser un parche al que miramos con condescendencia a convertirse en un soldado sin ninguna piedad con el enemigo.

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