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Por qué Aramco puede ser el caballo de Troya de Arabia Saudí para comprar la Fórmula 1
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Por qué Aramco puede ser el caballo de Troya de Arabia Saudí para comprar la Fórmula 1

La renovación por cinco años del gigante energético árabe en el equipo Aston Martin es otra muestra de intenciones de tener un papel protagonista en el futuro de la competición

Foto: La compañía energética saudí y Aston Martin han renovado su acuerdo de colaboración. (Aramco)
La compañía energética saudí y Aston Martin han renovado su acuerdo de colaboración. (Aramco)

La marcha de Jon Rahm del circuito PGA a la competición LIV promovida por Arabia Saudí es la confirmación, por si aún quedaran dudas, de que los países de la península arábiga quieren tener el control de los deportes a nivel mundial. Más allá de una política de diversificar una economía dependiente de los hidrocarburos, hay una cuestión geopolítica de fondo. Nada trasciende fronteras y culturas como el deporte y, en el caso de la Fórmula 1, también el liderazgo tecnológico.

Hubo gran revuelo cuando a comienzos de 2023, según Bloomberg, Liberty Media rechazó una oferta de casi 20.000 millones de dólares del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí (PIF). La propia FIA (Federación Internacional de Automovilismo) a través de su locuaz presidente, Mohammed Ben Sulayem, calificó la oferta como desproporcionada. Una declaración algo absurda a priori, considerando que la FIA se financia básicamente del canon que recibe de la Fórmula 1.

Como buen conocedor de las realidades y ambiciones económicas que se mueven en la península arábiga, Ben Sulayem quizas pensaba más en cuestiones políticas que económicas. El mismo fondo soberano que ha creado el circuito profesional de golf LIV, realizó la descomunal oferta por la Fórmula 1. Es cierto que jeques poniéndose a contar barriles para desayunar puede dar lugar a ideas locas, pero aquí los líderes sauditas saben muy bien lo que hacen.

Aramco, la principal empresa energética a nivel mundial, es también propiedad del gobierno de Arabia Saudí. Esto significa que el dinero para patrocinar la Fórmula 1, el equipo Aston Martin, el Gran Premio de Yeda y una futurible compra de la Fórmula 1 sale todo del mismo sitio. Y tratándose la Fórmula 1 del mejor escaparate mundial del futuro económico saudí en los años futuros, no debería sorprender esa presencia tan notoria.

Preparando el futuro

Las inversiones de Aramco podrían entenderse como un contrasentido cuando la reciente cumbre del clima de Dubái, anuncia el fin de los combustibles fósiles. Más aún cuando la propia Fórmula 1 tiene el objetivo de emisiones de carbono cero para 2030. Pero esta es la clave del interés estratégico para la presencia de Arabia Saudí en la especialidad reina del automovilismo. De entrada, es Aramco quien está desarrollando el combustible ecológico para la nueva reglamentación.

Esto no implica que otras compañías del sector energético no puedan estar presentes en la Fórmula 1 como proveedores. Pero como reconoce Pat Symmonds, el responsable del proyecto de descarbonización, el desarrollo se está realizando con Aramco. El que da primero da dos veces. "Hemos probado hasta ahora 39 mezclas sustitutas de combustibles, —precisa Symmonds—. Con la colaboración de Aramco hemos estado probando los efectos de diferentes tipos de mezclas que se pueden utilizar en un combustible sostenible. Podría describirse la jugada como ‘Verde (como la bandera saudí) y en botella’".

placeholder El Aston Martin de Fernando Alonso.(Reuters/Hamad I Mohammed)
El Aston Martin de Fernando Alonso.(Reuters/Hamad I Mohammed)

La Fórmula 1 utiliza actualmente combustible E10, que contiene un 10 por ciento de etanol renovable. El gran objetivo de la FIA y la propia competición con el nuevo reglamento pretende ser lo más relevantes posible para el futuro de la movilidad. Con una cuota mundial de coches eléctricos a baterías que no llegará al 10 por ciento en 2030, (no venta, sino coches en circulación), es obvio que se necesitan otras alternativas para lograr los ambiciosos objetivos de descarbonización previstos.

La única vía razonable es a través del hidrógeno y de los combustibles sintéticos. ARAMCO es una de las compañías más activas a nivel mundial en los dos sectores. De la necesidad virtud, o a la fuerza ahorcan, es evidente que si una economía del mundo debe apostar a futuro por alternativas al petróleo, es la de Arabia Saudí. Con el acuerdo con Aston Martin van a poder desarrollar toda esta tecnología.

El hidrógeno es la palabra mágica que siempre surge como alternativa a la propulsión eléctrica a baterías. Pero su participación, además de los coches eléctricos a pila de combustible, es clave también para la elaboración de los combustibles sintéticos. El gran problema del hidrógeno es su producción sostenible y su transporte y aquí se centran los esfuerzos de Aramco. Qué mejor forma de defender su apuesta que con el máximo exponente de la tecnología automovilística como es la Fórmula 1.

El hidrógeno será alternativa real a los combustibles fósiles cuando su producción sea sostenible y su transporte seguro y eficiente. Actualmente, para producir hidrógeno, mayoritariamente se hace a través de su reforma con gas natural, con lo que su producción es contaminante. No es solución realista a día de hoy, como no es tampoco una electricidad que proceda de quemar carbón, petróleo o gas.

placeholder Aramco ya está desarrollando actividades en competición relacionadas con el hidrógeno en el Rallye Dakar. (Aramco)
Aramco ya está desarrollando actividades en competición relacionadas con el hidrógeno en el Rallye Dakar. (Aramco)

El hidrógeno azul como apuesta

La solución es el llamado hidrógeno verde, que surge al ser producido en parques fotovoltaicos o eólicos y luego trasladado por la red de gas natural. Siendo el mejor posible de los escenarios, no es realista pensar en su adopción a gran escala a corto y medio plazo. Sin embargo, el hidrógeno azul, por el que está apostando de forma decidida Aramco, sí es una solución más realista en cuanto a disponibilidad, precio y distribución. La producción del hidrógeno azul se hace bajo el método tradicional de reforma con gas natural, pero con la particularidad de que las emisiones de CO₂ se capturan, se almacenan y se reutilizan.

Cuando se inyecta ese CO₂ capturado en las reservas de crudo, su extracción se hace mucho más económica, eficiente y sostenible, al crear una reacción química que convierte al petróleo en un producto menos denso. De este modo, Aramco logra la cuadratura del círculo: seguir ganando dinero con la venta de un petróleo mucho más barato de extraer, mientras produce el hidrógeno que va a cimentar su futuro.

El hidrógeno azul ofrece otra ventaja: su posible conversión química en amoníaco. De este modo, es posible su transporte sin la necesidad de temperatura extrema de congelación y presurización que requiere el hidrógeno para liquidificarlo. El amoníaco, producido en destino, puede reconvertirse en hidrógeno de nuevo, lo que permite disponer de él de forma abundante en cualquier sitio. Sigue siendo un proceso más caro que los combustibles tradicionales, pero es una cuestión básica de escalabilidad el acercar sus costes de producción.

Sirva todo el escenario anteriormente descrito para dar una idea de que, si romper la banca para crear un circuito profesional de golf o invertir de forma masiva en el futbol es estratégico para Arabia Saudí, la Fórmula 1 puede ser el punto de apoyo económico para desde ahí mover su mundo. Quizá no importe a Liberty Media si las plusvalías millonarias lo justifican, pero la presencia de Aramco parece obedecer más a tratarse de un caballo de Troya para quedarse con la competición que a una simple decisión de marketing.

La marcha de Jon Rahm del circuito PGA a la competición LIV promovida por Arabia Saudí es la confirmación, por si aún quedaran dudas, de que los países de la península arábiga quieren tener el control de los deportes a nivel mundial. Más allá de una política de diversificar una economía dependiente de los hidrocarburos, hay una cuestión geopolítica de fondo. Nada trasciende fronteras y culturas como el deporte y, en el caso de la Fórmula 1, también el liderazgo tecnológico.

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