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Carlos Sainz no revertirá el desigual trato de Ferrari si no gana la maldita última décima
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NUEVO DESENCUENTRO EN HUNGRÍA

Carlos Sainz no revertirá el desigual trato de Ferrari si no gana la maldita última décima

No tiene una situación nada fácil el madrileño ante el favoritismo que tiene su equipo con su compañero Charles Leclerc. Pero es en las dificultades cuando uno se hace grande

Foto: Carlos Sainz, en el GP de Hungría. (EFE/EPA/ Zsolt Czegledi)
Carlos Sainz, en el GP de Hungría. (EFE/EPA/ Zsolt Czegledi)

Parece innecesario abundar mucho más sobre el hecho de qué piloto prioriza Ferrari. Cuando se escucha la defensa que hizo Frederic Vasseur de las decisiones estratégicas que tomó en Hungría, es evidente que es Charles Leclerc quien goza de la posición de privilegio. No se trata de que den un coche peor a Carlos Sainz que a su compañero de equipo, simplemente de que, en caso de duda, el monegasco va a tener siempre preferencia sobre el madrileño. Frente a una situación donde las cartas quedan tan claramente boca arriba, es inútil lamentarse. Para Sainz, tenga su futuro cerca o lejos de Maranello, no queda otra que no fallar. No basta con tener razón, sino que hay que desnudar de argumentos a quien lo cuestiona. Ese es su gran reto.

En la primera vuelta del Gran Premio de Hungría, Carlos, después de una gran salida, estaba a espaldas de su compañero de equipo. El español, con neumático blando; el monegasco, con neumático medio. Si se piensa en el mejor resultado posible del equipo, la decisión es clara: que Leclerc deje pasar a Carlos y que cada cual saque lo mejor posible de su estrategia. Pero se decide que los pilotos, independientemente de sus estrategias, compitan entre ellos con sus armas. Esta opción, equivocada o no, debe respetarse hasta el final si es la que se ha tomado. Pero resulta que, cuando llega el momento de las paradas, se cambia de filosofía y se perjudica a un piloto para compensar un error del equipo con el otro. Los esfuerzos de Vasseur por aparentar igualdad de trato ya no se sostienen.

Foto: Leclerc adelantó a Sainz en boxes tras el 'undercut' del monegasco a su compañero. (Getty/Peter Fox)

"Fue la mejor manera de proteger el resultado del equipo", explicó Vasseur al término de la carrera. "Al final, teniendo una visión general, creo que el potencial de Charles era para terminar 20 segundos por delante de Carlos, dado que él empezaba con blandos. Por eso, creo que las decisiones que tomamos fueron buenas". Primera traición del subconsciente: fue la mejor manera de proteger el resultado de Leclerc, no de Sainz. Segunda traición: ¿dónde están esos 20 segundos entre los dos pilotos si después de las paradas en boxes las estrategias se igualaron? Leclerc perdió no más de siete segundos en su fallida parada, pero Carlos perdió también tiempo con Leclerc en su parada anticipada, en un circuito que penaliza especialmente esta situación.

Un discurso que ya no es creíble

Vasseur, como jefe de equipo, tiene todo el derecho de tomar las decisiones que considere más convenientes. Solo el tiempo dirá si acertó o se equivocó poniendo todos los huevos en la cesta de Leclerc. Lo que ya no tiene ningún sentido es tratar de ocultar lo evidente. Es lógico que alguien tan bregado en las carreras como el ingeniero francés mantenga el discurso de una impostada neutralidad. Sabe que ciertas palabras, y más aún en un entorno tan caliente como es Ferrari, hay que medirlas mucho para que no se vuelvan en tu contra en el futuro. Pero cuando se trata de negar lo obvio demasiadas veces, también se acaba perdiendo credibilidad.

Ahora, vayamos con la parte que le toca a Carlos Sainz. Partamos de la base de que no es nada fácil revertir una situación como la que vive el piloto español. Se enfrenta a Leclerc, uno de los indiscutibles grandes talentos de la parrilla y, a decir de muchos, el único de su generación que puede plantar cara a Max Verstappen. Si en un plano de igualdad es difícil superar a un titán del nivel de Leclerc, qué decir cuando sabes que eres el segundo plato en las preferencias de tu equipo.

No es una cuestión solo de salir perjudicado en ciertas decisiones clave, como podría con razón alegar el madrileño. Para un piloto de carreras cualquiera, mentalmente es clave sentir que el equipo está detrás de ti sin reservas. No hay más que ver la obsesión de los grandes pilotos de la historia para que el equipo gire siempre alrededor suyo. Por esta razón, no hay que subestimar el impacto psicológico que tiene en un piloto sentirse minusvalorado.

Nadie dijo que fuera fácil

Pero nadie dijo que triunfar en Fórmula 1 fuera fácil. En pocos deportes la selección natural de Darwin se aplica con tanta dureza y, a menudo, injusticia como en la máxima especialidad del automovilismo. Cuando se superan las pruebas más difíciles, es cuando se accede al nivel superior de grandeza y ahí es donde Carlos Sainz no puede fallar. Da igual que hablemos de una décima o de centésimas, incluso. En los momentos clave, no se puede fallar. Es demasiado riguroso hablar de fallos cuando se habla de diferencias ridículas, pero en esos dos o tres momentos claves, el fiel de la balanza debe inclinarse de su lado y no del de tu rival. Porque en Ferrari, Leclerc no es su compañero, es su rival. Su principal rival.

A Carlos no le puede pasar lo de Silverstone, donde tras aguantar a Checo Pérez, provocó que Albon y Leclerc le superaran de una tacada. No sirve de nada ser más rápido que el compañero todo el fin de semana si, finalmente, el monegasco avanza a la Q3 y Sainz se queda en la Q2. No sirve de nada la justa reivindicación respecto a unas perjudiciales órdenes de equipo si no se aprovecha la penalización de cinco segundos de Leclerc y le recorta esa diferencia. Aunque hablemos de una maldita décima de segundo, la que separó al español del objetivo. Si frente a Verstappen, si frente a Norris y, ahora, frente a Leclerc siempre ha dado la talla, nadie puede cuestionar que sea un gran piloto. Pero el objetivo es silenciar a los críticos demostrando que Sainz también es un grande. Y, por supuesto, que merece el liderato del equipo.

En 1981, Carlos Reutemann demostró su grandeza al enseñar a Williams que se equivocaba apostándolo todo alrededor de Alan Jones. Ayrton Senna sacó del equipo Lotus en 1985 a Elio de Angelis, a pesar de ser el niño bonito de la escudería británica. Michael Schumacher mandó en 1991 al retiro a Nelson Piquet en apenas tres carreras desde su debut, con un equipo Benetton hecho a la medida del tricampeón brasileño. Hay muchos ejemplos a lo largo de la historia de la Fórmula 1, donde un piloto con su buen hacer puede dar la vuelta a la tortilla y cambiar el favor de un equipo de un lado al otro del box. Si Sainz va delante de Leclerc en la tabla clasificatoria del Mundial de pilotos, es porque hasta ahora ha sido un piloto más consistente. Pero sin la maldita última décima en el momento clave, no se podrá dar el golpe definitivo.

Parece innecesario abundar mucho más sobre el hecho de qué piloto prioriza Ferrari. Cuando se escucha la defensa que hizo Frederic Vasseur de las decisiones estratégicas que tomó en Hungría, es evidente que es Charles Leclerc quien goza de la posición de privilegio. No se trata de que den un coche peor a Carlos Sainz que a su compañero de equipo, simplemente de que, en caso de duda, el monegasco va a tener siempre preferencia sobre el madrileño. Frente a una situación donde las cartas quedan tan claramente boca arriba, es inútil lamentarse. Para Sainz, tenga su futuro cerca o lejos de Maranello, no queda otra que no fallar. No basta con tener razón, sino que hay que desnudar de argumentos a quien lo cuestiona. Ese es su gran reto.

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