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Sebastian Vettel, o cuando un piloto pide marcar la raya de la moralidad de la F1
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Algunas decisiones son cuestionadas

Sebastian Vettel, o cuando un piloto pide marcar la raya de la moralidad de la F1

Vettel ha cuestionado algunas decisiones de Liberty en una entrevista reciente. ¿Hasta qué punto puede alguien que integra el sistema exigir los cambios?

Foto: Vettel, en una imagen reciente. (Reuters)
Vettel, en una imagen reciente. (Reuters)

Sebastian Vettel daba voz a sus preocupaciones morales sobre la Fórmula 1 estos días. No es la primera vez que en este mundo surgen voces discrepantes acerca de lo moralmente aceptable en la competición acerca de temas políticos, sociales y medioambientales. Por ejemplo, correr en determinados países, o su encaje en agendas políticas y económicas globales, como el caso del cambio climático. Vettel ha sido el último en hablar al respecto, siguiendo la tendencia de Lewis Hamilton de entrar en otros terrenos más allá de los deportivos.

"Hay muchos intereses financieros junto a los políticos", argumentaba el piloto alemán. "Llegado a un punto, es necesario preguntarse si es aceptable o no. Y la gente que gobierna la Fórmula 1 debe plantearse también si, junto al empresarial, tienen o no un compromiso moral. Puedes decir no a ciertas cosas o simplemente puedes decir sí a cualquier gran contrato que surja a la vuelta de la esquina, aunque las razones de fondo sean las equivocadas". El fondo de la cuestión que inquieta a Vettel, sin citarlo expresamente, son los recientes acuerdos de Liberty Media con Arabia Saudí y Qatar para celebrar grandes premios de forma permanente durante la próxima década.

La controversia no solo la aprecia Vettel, también es compartida por un amplio sector del 'paddock'. Como trasfondo late el respeto a los derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres, la libertad de expresión...

placeholder Sebastian Vettel. (EFE)
Sebastian Vettel. (EFE)

Qué es moral y quién lo dice

Es evidente que existe un interés político de ciertos países de lavar su mala imagen atrayendo los eventos deportivos más importantes del mundo. Pero tampoco hay que ser tan ingenuos como para pensar que solo sean estos dos Estados del golfo Pérsico los únicos cuyo objetivo es mostrar una imagen o un mensaje. Sin ir más lejos, el mismo Gran Premio de España en Barcelona cuenta con un fuerte apoyo de una gran parte de los políticos independentistas, sabedores del excelente escaparate que proporciona para su mensaje diferenciador. Tema aparte es que las limitaciones protocolarias o reglamentarias limiten mucho de lo que se puede hacer. Sin embargo, a nadie se le escapa que, si un sector del independentismo lo apoya, es porque creen que hace más bien que daño.

"Hay diferentes países, diferentes reglas, diferentes gobiernos y diferentes culturas", argumenta Vettel en su explicación. "No puedo hablar de ciertos países y ser un experto, pero obviamente hay ciertos aspectos de ciertos países de los que sí creo conocer algo. Vamos a algunos sitios, extendemos una gran alfombra que llenamos de bonitos mensajes, pero creo que hace falta algo más que palabras, hacen falta acciones". En su discurso está implícita la contradicción en la que incurre cuando se ha mostrado muy crítico con lo que entiende como una persecución por parte de Hungría al colectivo LGTBI. Pero también señalaba las diferentes culturas o diferentes gobiernos en cada país. Porque el Gobierno húngaro, a pesar de esas medidas que le parecen inaceptables a Vettel, cuenta con el respaldo democrático de su población.

Si efectivamente se simpatizara con la visión del piloto alemán en este asunto, podría surgir una propuesta de veto a Brasil por las medidas del Gobierno de Bolsonaro, el veto a la Rusia de Putin. Otro ejemplo volviendo al propio Gran Premio de España, donde una parte no desdeñable de la población considera a nuestro país un Estado "represor y fascista". Habría que preguntar a Vettel si simpatizara con esa causa qué habría que hacer, que medidas tomar, pero esa represión que él podría ver muy clara e inaceptable (insistiendo en que es un suponer) otra gran parte de la población lo percibe de forma radicalmente distinta. La lista podría acabar borrando por una razón o por otra el calendario entero de la Fórmula 1, porque ¿quién traza al final la raya de lo que es moralmente aceptable o no?

placeholder Vettel. (Reuters)
Vettel. (Reuters)

Veto o visibilidad

Quien haya tenido la oportunidad de conocer a Vettel sabe que es un gran tipo totalmente alejado del divismo de otros pilotos y con una personalidad muy llana. Su preocupación por los derechos sociales o por causas nobles es legítima y sin postureo, pero cuando pone el dedo en la llaga de ciertos problemas olvida que él es parte de ellos. Véase, por ejemplo, su preocupación por el cambio climático. Habría que recordarle que él mismo es un gran contribuyente de que el planeta no alcance sus objetivos de descarbonización como uno de los pesos pesados de un deporte contaminante y embajador de marcas de la industria. Sebastian puede argumentar que desde dentro del problema se tiene la oportunidad de visibilizarlo y contribuir a que cambien las cosas. Pero esa misma teoría puede aplicarse a las cuestiones morales que invitan a vetar la participación en ciertos países. Porque piensen fríamente si la presencia de la Fórmula 1 en Arabia Saudí contribuye en avances sociales o en retrocesos. Parece claro que es más el primer caso que el segundo, porque, recién anunciado el gran premio, se levantaron las restricciones para que las mujeres pudieran conducir.

Ser escaparate en el mundo puede servir para lavar una imagen dudosa, pero también gira la atención global hacia un país de dudosa reputación ante el contingente de periodistas internacionales cubriendo un Gran Premio de China por ejemplo. Por consiguiente, se conocerían las enormes restricciones en ese país a la libertad de prensa, el bloqueo en el acceso a internet... Probablemente, el Gobierno chino se sienta más obligado a abrir la mano en ciertas cuestiones ante el riesgo de que sus campañas internacionales puedan volverse en su contra.

"Creo que nuestro deporte puede ser de inmensa ayuda para presionar y extender un mensaje de justicia por el planeta", concluyó Vettel en una entrevista que ha tenido una gran proyección. No resulta difícil simpatizar con ese mensaje. Pero Sebastian no aporta ninguna medida concreta. Por tanto, lanza la piedra y esconde la mano. La carta olímpica o las normas de la FIA (Federación Internacional de Automovilismo) argumentan su neutralidad política, precisamente ante la imposibilidad de trasladar ese mensaje a medidas concretas por las diferentes formas de entender el planeta. ¿Quién traza entonces la raya? ¿Un piloto de Fórmula 1?

Sebastian Vettel daba voz a sus preocupaciones morales sobre la Fórmula 1 estos días. No es la primera vez que en este mundo surgen voces discrepantes acerca de lo moralmente aceptable en la competición acerca de temas políticos, sociales y medioambientales. Por ejemplo, correr en determinados países, o su encaje en agendas políticas y económicas globales, como el caso del cambio climático. Vettel ha sido el último en hablar al respecto, siguiendo la tendencia de Lewis Hamilton de entrar en otros terrenos más allá de los deportivos.

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