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Fernando Alonso y la cuestión de bipolaridad
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DESMONTANDO EL AMOR-ODIO EN TORNO A SU FIGURA

Fernando Alonso y la cuestión de bipolaridad

Fernando Alonso ya es historia en la Fórmula 1. Su 'hasta luego' será una oportunidad para, con menos exposición mediática, dibujar una figura 'diferente a la que ahora genera amor-odio

Foto: Fernando Alonso, con un mono especial en Abu Dabi. (EFE)
Fernando Alonso, con un mono especial en Abu Dabi. (EFE)

“Es un hombre misterioso. Una figura enigmática”. Charlie Whiting, aun habiendo trabajado cerca de él durante casi dos décadas, describía recientemente de esta manera a Fernando Alonso ante las cámaras de Movistar. El director de carreras de Fórmula 1 mostró uno de los puntos clave del asturiano como personaje mediático (más allá de que sobre el asfalto se haya ganado el respeto como uno de los mejores pilotos de la historia). Entre sus victorias y el imán seductor que posee ha logrado situar la F1 —un deporte minoritario en España a principios de siglo— solo un peldaño por debajo del fútbol y también que su popularidad y fama despierten opiniones encontradas. Su carácter y personalidad han provocado que a lo largo de sus 18 años en el Gran Circo exista una división en torno a él de la que él mismo es consciente: amor-odio. ¿Por qué?

Alguien que le conoce muy bien relata que el sentimiento que despierta Fernando Alonso es de blanco o negro. Unas mismas palabras que él pronuncie generan una reacción 'bipolar' según quién sea el lector, oyente o espectador. Su equipo de trabajo sabe que no deja indiferente a nadie y parecen levantar los hombros como diciendo que es algo difícil de cambiar… o que, al menos, no está en su mano, porque Fernando es así.

Vayamos al principio. Alonso se ‘inventó’ un deporte en España que ya existía en otros países como Reino Unido, Francia, Alemania, Italia... Y pronto se colocó en la cima, un motivo de orgullo para el aficionado español ante un extranjero. A partir de sus victorias, en España somos muy de inspeccionar al personaje, En el caso de Alonso, este ha sido siempre reservado ante la prensa y sin dejar ver su verdadero yo. Este punto es al que se refería Whiting de “misterioso” y “enigmático”, y es lo que produce en la gente el deseo de saber cómo es en realidad. Hay quien se muestra ante las cámaras tal y como es, como por ejemplo Marc Márquez, y hay quien —a propósito o no— adopta un papel. Fernando, desde sus inicios, dejó claro que no le gustaba mucho ese contacto con las cámaras y micrófonos, aunque lo asumía como parte de su trabajo. Quizás esa incomodidad es lo que le ha hecho ponerse un escudo e interpretar la figura de Alonso el piloto en lugar de Alonso el amigo o el hijo, etc. En Abu Dabi ha recordado que es "más tímido" de lo que pueda aparentar.

Un Alonso diferente el de ahora

En cualquier caso, el Alonso de ahora ante las cámaras dista mucho del de hace 15 años o el que estaba en Ferrari —más tenso y a la defensiva—. Las bromas y la sonrisa han tenido más protagonismo en esta última (y horrorosa) etapa en McLaren. Su ‘evolución’ recuerda a la de Jorge Lorenzo en este ámbito, al principio más encorsetado y cortante ante las cámaras y ahora mucho más natural y relajado… El espectador lo percibe y crea su propia opinión sobre el personaje a partir de ese molde. Y de esta interpretación de cada uno es de donde nace la ‘bipolaridad’ entre los aficionados: el alonsismo y antialonsismo del que no gozan otros deportistas mayúsculos como Rafa Nadal, Pau Gasol o Marc Márquez. En España es necesario tener el ‘paquete completo’ —ser el mejor en tu deporte y simpático en público— para tener un mayor reconocimiento.

Nadal y Gasol también se han hecho un hueco en deportes importantes a nivel mundial. Ambos amigos —y socios fuera de la pista— han sido correctos o han estado acertados en sus declaraciones para una gran mayoría de aficionados. Cuando Nadal se ha quejado de algo ha sido de un calendario, una pista de manera puntual... En el caso de Pau, lo que más ha podido chirriar a algún aficionado español es que pidiera la legalidad del referéndum catalán (distinto a querer la independencia). Márquez es otro al que su desparpajo ante las cámaras ha terminado de encumbrarle en España, hasta el punto de que la mayoría haya aceptado que no saque ni la bandera catalana ni la española en sus logros, sino el 93 de su moto.

En el caso de Fernando Alonso, sin embargo, su figura parece haber crecido ligada a palabras de lamento sobre su coche o críticas puntuales a algún rival (cuando ha tenido algún roce en la pista). Y dichas quejas/críticas forman parte de la normalidad de la Fórmula 1, sobre todo en pilotos que han dejado huella por su personalidad y carácter en el 'paddock' a lo largo de la historia. Sin embargo, en España, todo este lenguaje y estos modos eran nuevos dentro de un deporte ‘extraño’ en el que todavía hoy en día hay quien desconoce que el peor piloto de la parrilla puede ganar con el mejor coche pero el mejor piloto de la parrilla nunca podrá ganar con el monoplaza más lento.

placeholder Fernando Alonso en Abu Dabi. (Reuters)
Fernando Alonso en Abu Dabi. (Reuters)

“Qué pesado con que su coche no corre”

Un piloto de F1 habla jueves, viernes, sábado y domingo. Así cada dos semanas, además de entrevistas personales que realice a algún medio de comunicación. El tiempo de exposición ante la prensa es mayor que el de cualquier otro deportista hablando de un mismo evento/carrera/partido. De esta forma, si Alonso ha indicado que su coche no es tan fuerte como el de un rival, lo habrá podido decir una decena de veces en un mismo fin de semana, y aquí es donde salta el “qué pesado con que su coche no corre” del antialonsista.

Foto: Fernando Alonso, expiloto de Fórmula 1. (@fernandoalo_oficial) Opinión

De un lado tenemos el atractivo de un español ganador y una persona pública a la que no se conoce bien, y por otro lado el concepto en algunos aficionados de que ha utilizado excusas ajenas a él para no haber logrado más victorias y mundiales. Esto se mete en una coctelera y se produce la figura tan interesante que ahora abandona la Fórmula 1, dejando un legado en su país a la altura de Manolo Santana, Seve Ballesteros o grandes instituciones de disciplinas como fútbol y baloncesto.

Y ahora, ¿qué? Seguramente, sin la presión de la F1, ante las cámaras se muestre cada vez más relajado y, del mismo modo que Jorge Lorenzo ahora tiene menos animadversión entre los aficionados, Alonso dibuje para muchos un nuevo perfil. Sobre todo si vuelve a tener en su mano un coche que pelee por victorias.

“Es un hombre misterioso. Una figura enigmática”. Charlie Whiting, aun habiendo trabajado cerca de él durante casi dos décadas, describía recientemente de esta manera a Fernando Alonso ante las cámaras de Movistar. El director de carreras de Fórmula 1 mostró uno de los puntos clave del asturiano como personaje mediático (más allá de que sobre el asfalto se haya ganado el respeto como uno de los mejores pilotos de la historia). Entre sus victorias y el imán seductor que posee ha logrado situar la F1 —un deporte minoritario en España a principios de siglo— solo un peldaño por debajo del fútbol y también que su popularidad y fama despierten opiniones encontradas. Su carácter y personalidad han provocado que a lo largo de sus 18 años en el Gran Circo exista una división en torno a él de la que él mismo es consciente: amor-odio. ¿Por qué?

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