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'The Prom': una película falsa, fea y cargada de superioridad moral
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'The Prom': una película falsa, fea y cargada de superioridad moral

Ryan Murphy, el gran pope de la televisión estadounidense, vuelve al largometraje con tras 'Come, reza, ama' (2010) con un musical protagonizado por Meryl Streep y Nicole Kidman

Foto: El elenco estelar de 'The Prom'. (Netflix)
El elenco estelar de 'The Prom'. (Netflix)

La nueva película de Ryan Murphy confirma que el todopoderoso ‘showrunner’ debería dedicarse exclusivamente a la televisión, porque, visto lo visto, queda claro que la pantalla grande le queda ídem —sus dos largometrajes previos, 'Recortes de mi vida' (2006) y 'Come, reza, ama' (2010), también son genuinamente terribles—, y en el proceso asimismo reitera la mala traducción que los musicales de Broadway tienen al lenguaje de Hollywood. Después de todo, llega a la pantalla —en este caso, la de Netflix— menos de un año después del estreno de ‘Cats’ (2019). ¿Hace falta decir más?

Basada en el espectáculo homónimo presentado en los escenarios de Nueva York hace dos años, ‘The Prom’ trata —entre otras cosas— de rendir homenaje a la magia del teatro, y para ello no solo recurre al descuido narrativo, la falsedad emocional, la fealdad visual y la superioridad moral, sino que además es una película tan chillona a la hora de predicar la tolerancia que llega a resultar difícilmente tolerable; también utiliza al menos 20 minutos de metraje más de los estrictamente necesarios para contar su historia: un grupo de narcisistas actores teatrales caídos en desgracia que deciden presentarse en un instituto de Indiana —en otras palabras, la América de Trump— para apoyar públicamente a una estudiante lesbiana a la que se le ha prohibido acudir al baile de graduación y, de paso, hacerse algo de autopromoción.

Sobre el papel, pues, se trata de hacer sátira a costa del tipo de activismo oportunista y condescendiente del que las celebridades suelen hacer gala; en la práctica, sin embargo, la película no necesita más que 15 minutos para dejar de mostrar interés en ese asunto y a cambio centrar toda su energía en asaltarnos los sentidos a través de un grotesco exceso de colores primarios y trajes horteras, de una cámara empeñada en moverse en todo momento y todas direcciones, aunque el sentido común aconseje lo contrario, y de un montaje que a menudo sirve menos para vehicular la narración que para sabotearla.

Esa tosquedad queda especialmente patente en las escenas que teóricamente dan a ‘The Prom’ su razón misma de ser. Murphy parece no entender qué es lo que atrae a la gente del teatro musical; durante varias de las coreografías, no se toma la molestia de mostrarnos los cuerpos en movimiento, y en lugar de eso captura a los intérpretes desde los hombros hacia arriba. Al despropósito contribuye, qué duda cabe, un catálogo de canciones de lo más mediocre.

placeholder Meryl Streep y James Corden, en un momento de 'The Prom'. (Netflix)
Meryl Streep y James Corden, en un momento de 'The Prom'. (Netflix)

Tal vez Murphy pensó que la presencia en el reparto de estrellas como Meryl Streep y Nicole Kidman bastaría para disimular esa falta de brillo, pero lo cierto es que el talento actoral queda mayormente desaprovechado, pese a que la película da su momento de gloria a cada uno de los intérpretes. Kidman trata de salir airosa de un número musical inspirado en Bob Fosse, pero por lo demás está ausente de la pantalla tanto tiempo que uno se olvida de su personaje, y Streep da la sensación de sentirse tan cómoda aplicando leves variaciones al mismo tipo de interpretación amanerada que ya ofreció en ‘La muerte os sienta tan bien’ y ‘El diablo viste de Prada’ que por momentos parece a punto de quedarse dormida frente a la cámara.

Por lo que respecta al que no es sino su personaje principal, Emma (Jo Ellen Pellman), Murphy ni siquiera finge tratarla como una persona, y eso resulta particularmente grave considerando la defensa a ultranza de la aceptación que ‘The Prom’ abandera, pero, por lo demás, ilustra a la perfección la falta de motivación y de sinceridad que la película en su conjunto evidencia a la hora de abordar asuntos como la inclusión de las minorías sexuales, la celebración de la diferencia, el amor al prójimo y la importancia de pasarlo bien le pese a quien le pese. En ese sentido, es de justicia señalar la interpretación de James Corden, tan afectado, estridente y caricaturesco en la piel de un homosexual que resulta inevitable considerarlo ofensivo, pero no toda la culpa es suya. En última instancia, el tratamiento que ‘The Prom’ da al problema de la homofobia y el fundamentalismo es tan simplista y genérico, tan orgullosamente ajeno a los problemas reales que la comunidad LGTBI sigue sufriendo en muchos lugares, que al final acaba pareciéndose demasiado a los vanidosos actores de Broadway que la protagonizan y adoptando la misma actitud deshonesta y autocomplaciente que trata de ridiculizar.

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La nueva película de Ryan Murphy confirma que el todopoderoso ‘showrunner’ debería dedicarse exclusivamente a la televisión, porque, visto lo visto, queda claro que la pantalla grande le queda ídem —sus dos largometrajes previos, 'Recortes de mi vida' (2006) y 'Come, reza, ama' (2010), también son genuinamente terribles—, y en el proceso asimismo reitera la mala traducción que los musicales de Broadway tienen al lenguaje de Hollywood. Después de todo, llega a la pantalla —en este caso, la de Netflix— menos de un año después del estreno de ‘Cats’ (2019). ¿Hace falta decir más?

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