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'Pacific Rim. Insurrección': una metralleta de estímulos para liberar tensiones
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'Pacific Rim. Insurrección': una metralleta de estímulos para liberar tensiones

John Boyega y Scott Eastwood protagonizan la secuela de la distopía robótico-alienígena dirigida por Guillermo del Toro, que esta vez se limita al papel de productor

Foto: John Boyega y Scott Eastwood, en 'Pacific Rim: Insurrección'. (Universal)
John Boyega y Scott Eastwood, en 'Pacific Rim: Insurrección'. (Universal)

En 2013, Guillermo del Toro estrenó 'Pacific Rim', su redención tras la cancelación de uno de sus proyectos más personales, la adaptación de 'En las montañas de la locura', de H. P. Lovecraft, y de que su versión cinematográfica de 'El hobbit' acabase en manos de Peter Jackson después de haberle dedicado varios años de trabajo. A pesar de ser una obra totalmente de encargo, el guion —nacido a partir de una idea de Travis Beacham, también coguionista— permitió al mexicano regodearse en su principal obsesión cinéfila —los monstruos— con un presupuesto más que abultado para garantizar cualquier filigrana técnica. Al mal tiempo, miel sobre hojuelas.

Y el resultado fue sorprendente. Del Toro consiguió dotar a una película de acción con mutantes y robots de consistencia narrativa, emocional y —¿por qué no?— artística nada desdeñable y poco habitual dentro del género. 'Pacific Rim' bebía de la cultura pop nipona más idiosincrásica y, a la vez, más exportable: las películas 'tokusatso', llenas de efectos especiales y de los géneros 'kaiju-eiga' —protagonizados por monstruos gigantes al estilo Godzilla— y 'mecha' —robots controlados por humanos, como en 'Transformers' o los 'Power Rangers'—. Un 'totum revolutum' remozado al estilo hollywoodiense que, además, era el homenaje de un cinéfilo a la serie B japonesa de la segunda mitad del siglo XX.

placeholder Steven S. DeKnight dirige la secuela de 'Pacific Rim'. (Universal)
Steven S. DeKnight dirige la secuela de 'Pacific Rim'. (Universal)

Cinco años después, Del Toro cede su testigo al realizador televisivo Steven S. DeKnight ('Smallville', 'Daredevil') y se limita a las labores de producción —junto a una docena de nombres— en 'Pacific Rim: Insurrección', una secuela más grande, más enérgica y más estrepitosa, pero a la que le falta el mimo de un director con personalidad. Podría sustituirse el nombre de DeKnight por cualquier otro y la película sería exactamente la misma. El fordismo aplicado al cine. Ya debería hacernos arrugar la nariz el hecho de que los grandes nombres de la primera entrega —Charlie Hunnam, Idris Elba y Ron Perlman— hayan decidido desvincularse de la continuación: John Boyega y Scott Eastwood son un poco la marca Hacendado dentro del 'star-system' de Hollywood.

La película es como uno de esos locales japoneses en los que el cliente paga por romper platos

'Pacific Rim: Insurrección' es un chute de endorfinas, una metralleta de estímulos audiovisuales, la estética de la destrucción sublimada en una orgía de demolición y piromanía. Es como entrar en uno de esos locales japoneses en los que el cliente paga por romper platos. Por eso de liberar tensiones. Y porque es divertido. Porque a esta película se viene a ver arder el mundo y a que engendros tamaño XXL se den de bofetadas. Lo demás es accesorio.

placeholder Los 'jaegers' de 'Pacific Rim: Insurrección'. (Universal)
Los 'jaegers' de 'Pacific Rim: Insurrección'. (Universal)

La humanidad está en peligro. Novedad. Desde hace años, el planeta mantiene una lucha con los 'kaijus', una especie de reptiles alienígenas gigantes que han llegado a la Tierra a través de brechas interdimensionales ocultas en las profundidades del océano Pacífico. Como defensa, el ser humano ha creado los 'jaegers', titanes robóticos controlados —cada uno de ellos— por dos pilotos sincronizados conectados a través de un puente neuronal, signifique esto lo que signifique, porque la película está llena de galimatías pseudocientíficos para que el espectador entienda —o no— lo sofisticado de la tecnología que maneja. Y es en una base militar —no queda muy claro si controlada por un Gobierno conjunto o más bien por la poderosa multinacional Shao Industries— donde se adiestra a los jóvenes cadetes que pilotan los 'jaegers' que defienden el mundo. De nuevo una técnica muy compleja que requiere de una simbiosis hombre-máquina difícil de encontrar.

Las secuencias de lucha entre los 'jaeggers' y los 'kaiju' epatan: mucho ruido, mucho fuego, mucho metal chirriante

Y a partir de aquí 'Pacific Rim: Insurrección' retoma el 'leitmotiv' de la lucha entre el bien —nosotros, pobres terrícolas— y el mal —los invasores— de forma literal. Los pilotos de 'jaegers', la élite de la élite, se juegan el tipo en sus robots —que no pueden volar— en un alarde de sacrificio patriótico para defender a zambombazos a los ciudadanos del mundo libre. Un par de traumas emocionales aquí y allá para aparentar cierto interés por los personajes y al lío, que es lo divertido. Y lo sorprendente es que, a su manera, funciona. Porque las secuencias de lucha entre los 'jaegers' y los 'kaiju' epatan: mucho ruido, mucho fuego, mucho metal chirriante en una reproducción paso por paso del esquema de las series 'Sentai'. Son los Power Rangers, remozados y más sofisticados.

placeholder Cartel de 'Pacific Rim 2'.
Cartel de 'Pacific Rim 2'.

'Pacific Rim: Insurrección' se abraza a la comodidad de lo conocido: dos héroes suficientemente carismáticos y aparentemente antitéticos —Cailee Spaeny ella, John Boyega él— pero con unos ideales en común, el macho alfa con buen fondo —Scott Eastwood, aunque a veces es inevitable ver a Clint—, un científico majareta con apellido alemán —Burn Gorman— y la líder de mirada aviesa de una gran corporación —Tian Jing—, en cuyas manos está el destino del planeta. Pero a pesar de lo formulario, la película acaba siendo efectiva como pasatiempo cinematográfico gracias a unos efectos especiales muy, muy conseguidos. Que no es mucho, pero para los seguidores del género es suficiente —y para los no seguidores, nada desdeñable—. De nuevo, Hollywood se encomienda al 'perpetuum mobile', a la explotación repetida de virtuosismo técnico para apabullar al espectador. ¿Dónde está la bolita, aquí o aquí?

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En 2013, Guillermo del Toro estrenó 'Pacific Rim', su redención tras la cancelación de uno de sus proyectos más personales, la adaptación de 'En las montañas de la locura', de H. P. Lovecraft, y de que su versión cinematográfica de 'El hobbit' acabase en manos de Peter Jackson después de haberle dedicado varios años de trabajo. A pesar de ser una obra totalmente de encargo, el guion —nacido a partir de una idea de Travis Beacham, también coguionista— permitió al mexicano regodearse en su principal obsesión cinéfila —los monstruos— con un presupuesto más que abultado para garantizar cualquier filigrana técnica. Al mal tiempo, miel sobre hojuelas.

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