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Contra el porno. ¿Estamos dañando nuestra sexualidad para siempre?
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'Lo que esconde EL AGUJERO'

Contra el porno. ¿Estamos dañando nuestra sexualidad para siempre?

Analía Iglesias y Martha Zein publican un polémico ensayo sobre la omnipresencia de la pornografía, la estafa de sus versiones alternativas y cómo puede estar afectando a los 'millennials'

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Foto: iStock.

Cada día se publican decenas de textos sobre el porno, uno de los asuntos que más interés despiertan en redes. Lo inusual es encontrar un ensayo tan práctico y riguroso como 'Lo que esconde el agujero. El porno en tiempos obscenos' (La Catarata), firmado por la periodista Analía Iglesias y la investigadora de estrategias narrativas Martha Zein. Se trata de un libro accesible, crudo y salpicado de referencias de primer nivel, desde Byung-Chul Han a John Berger, pasando por Paul B. Preciado. Abordan, entre otros asuntos, la batalla que ha abierto el porno dentro del feminismo, dividiendo a las militantes entre partidarias de abolirlo y de reformarlo.

placeholder 'Lo que el agujero esconde' (Catarata).
'Lo que el agujero esconde' (Catarata).

“Históricamente han sido las feministas las que más han puesto en su sitio al porno y han denunciado las heridas que genera su existencia en el cuerpo social y en el individual. Pero nosotras nos desvinculamos de esas dos corrientes del feminismo porque no abordamos el porno desde la explotación del cuerpo femenino en la prostitución. Consideramos que el porno lleva las identidades creadas por el neoliberalismo a nuestras relaciones sexoafectivas; es su gran colaborador. Por tanto, va más allá de los cuerpos femeninos más vulnerabilizados, nos afecta a todos los habitantes de este planeta en todos nuestros vínculos”, apunta Zein. Por su parte, Iglesias aclara que “ser prosexo no significa ser proporno”. Hablamos de un negocio que mueve 60.000 millones de euros anuales.

Foto: Detalle del cartel de 'Hot Girls Wanted: Turned On' Opinión

Los límites de la libertad

Una de las aportaciones más valiosas del libro es señalar la diferencia entre las fantasías sexuales femeninas y lo que realmente están dispuestas a hacer las mujeres en la vida real. Que una chica se excite imaginándose víctima de una violación múltiple no significa que tenga ganas de que ocurra. ¿Por qué ha pasado tan desapercibida la distancia entre ambas cosas? “Las mujeres habíamos aprendido a ocultar —a veces, ni siquiera a reconocer— nuestras fantasías, para sobrevivir en el rol asignado de seres frígidamente románticos, que no importunan con su propio deseo. Hasta que nuestro deseo se ha vuelto también una mercancía, entonces ya estamos autorizadas”, explica Iglesias.

Que una chica se excite imaginándose víctima de una violación múltiple no significa que tenga ganas de que ocurra

Pensamos el sexo como un espacio de libertad personal absoluta, pero en realidad no lo es tanto: “Una de las victorias de la cultura neoliberal es que coloniza nuestra capacidad para imaginar el mundo y con ello merma nuestro poder para cambiarlo. En su lugar, fabrica fantasías que consolidan los valores de nuestra cultura… y las universaliza con estrategias de mercado. Si nos educan en el poder y consideramos a quien lo ostenta como una persona de éxito, no extraña que quien 'compre' las fantasías sexuales sea el hombre, porque en el relato pornográfico quien lleva las riendas es el dueño del falo. Toda peli porno termina con ese ‘final feliz”, añade Zein

¿Funciona el porno alternativo?

Las autoras reivindican los límites y los cuidados como una manera de multiplicar el placer y minimizar la frustración. También se declaran escépticas respecto a las posibilidades de una pornografía alternativa. “Nos desmarcamos del porno, de todo tipo de variantes, incluidas las más innovadoras y rebeldes. Concebimos el porno como una epidemia que no necesita que le demos de comer porque ya bastante condiciona nuestro comportamiento sexoafectivo. La lógica de mercado facilita su carácter patógeno: los consumidores necesitan nuevos productos, más intensos e innovadores. En los setenta, la felación era una fantasía de vanguardia, hoy lo es el 'gangbang'. En la sociedad violenta en la que vivimos, el sexo extremo se convierte en la oferta lúdica capaz de convertir la vida y el placer en dominación y daño”, resume Zein.

Foto: Madison Young Opinión

No se preocupen, no pretenden amargar ninguna fiesta, sino hacerla más divertida. Su teoría es que la iluminación total de nuestros rincones oscuros que ha traído el porno quita intensidad a nuestras relaciones. “El deseo requiere cierta distancia y misterio. Ocultar las sombras que habitan en nosotras es un camino corto a la frustración. Reivindicamos esas fantasías oscuritas de las que también echamos mano las mujeres —como lo prueban estudios sobre irrigación de los genitales frente a imágenes crudas—, aunque no necesitemos hacerlas explícitas ni en relatos ni en fotogramas. Defendemos ese espacio íntimo individual, aun en la sexualidad compartida, de ‘carne’ en absoluta libertad sin explicaciones”, apunta Iglesias. “Si reconociéramos nuestra fragilidad como un denominador común con todo lo vivo, nuestra identidad cambiaría y, por tanto, todos nuestros vínculos”, completa Zein.

El sexo de los 'millennials'

Otro de los méritos de este ensayo breve —132 páginas— es que no solo se centra en la población madurita, sino también en los llamados ‘pornonativos’, los chavales que crecieron con los grandes portales de porno siempre accesibles en casa. “Los que hemos conocido el porno en los canales codificados o las cintas en VHS sabemos que el porno sí ocupaba lugar. No era accesible desde la infancia y mucho menos a diario. Nuestra sexualidad se construía antes de verla representada artificialmente en planos ginecológicos. Por eso definimos como pornonativos a quienes llegaron mucho antes al porno que a la propia sexualidad. Creo que todavía es un fenómeno demasiado reciente como para saber si tendrán más o menos herramientas críticas. En principio, hay bastante comportamiento de imitación (según relatan, por ejemplo, las mujeres que trabajan en la prostitución) y su contracara, una inhibición patológica creciente, entre los veinteañeros y treintañeros. Por otro lado, hay mucho humor sobre el porno entre 'millennials', lo cual es un buen arranque de reflexión. No sabemos cómo debutarán en las relaciones los pornonativos de la última hornada: los hijos de los 'millennials'…”, apunta Iglesias.

Es cómodo no tener que hablar con tus hijos de sexo: deja, ya te los educa PornHub gratis y disponible las 24 horas

En todo caso, continúa Iglesias, estamos ante un cambio de paradigma: “Bromeamos con la gente, le decimos: ‘Si quieres saber algo de la industria del porno, pregúntale a tu hijo o hija adolescente’ [la edad de inicio en el visionado ronda los 11 años]. Hasta parece que resulta cómodo no tener que hablar con tus hijos de sexo: deja, ya te los educa PornHub, en versión original, con subtítulos, gratis, disponible las 24 horas. Esto, para decir que lo primero es tomar consciencia del fenómeno, que no alcanza con producir porno de modales amables. ¿De verdad creemos que la demanda va a decantarse por el porno de buenas prácticas?", pregunta Iglesias. Más allá del grado de acuerdo que tengamos con el texto, hay que celebrar que alguien hable contra el porno para defender una mayor intensidad sexual. “Es necesario dotar al placer de su condición de virtud”, concluyen.

Cada día se publican decenas de textos sobre el porno, uno de los asuntos que más interés despiertan en redes. Lo inusual es encontrar un ensayo tan práctico y riguroso como 'Lo que esconde el agujero. El porno en tiempos obscenos' (La Catarata), firmado por la periodista Analía Iglesias y la investigadora de estrategias narrativas Martha Zein. Se trata de un libro accesible, crudo y salpicado de referencias de primer nivel, desde Byung-Chul Han a John Berger, pasando por Paul B. Preciado. Abordan, entre otros asuntos, la batalla que ha abierto el porno dentro del feminismo, dividiendo a las militantes entre partidarias de abolirlo y de reformarlo.

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