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La noche que gané el Premio Manuel Chaves Nogales
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III Premio Internacional

La noche que gané el Premio Manuel Chaves Nogales

"Nunca debo olvidar aquel niño que quería cubrir partidos de fútbol en La Rosaleda, al adolescente que quería escribir en periódicos nacionales, al joven que quería ser enviado especial y corresponsal"

Foto: El periodista de El Confidencial Agustín Rivera, a la derecha, al recibir anoche el premio Chaves Nogales. (Cedida)
El periodista de El Confidencial Agustín Rivera, a la derecha, al recibir anoche el premio Chaves Nogales. (Cedida)

Manuel Chaves Nogales ha llegado al sur de la Antártida. A unos 10 centímetros de la Tierra de la reina Maud, entre fosas y glaciares, sobresale su figura algo enjuta, de mirada profunda, chaqueta oscura y corbata ajustada que veo cada día. Sus obras completas presiden el mejor sitio de casa, justo debajo del mapamundi. Chaves Nogales, el observador que patea la realidad, la diagnostica y cuenta mejor que nadie. El mejor periodista de su generación. El gran periodista español del siglo XX.

Y su voz, escucho su voz, que todavía no se ha hallado en ningún archivo. Es la voz que me susurra al recoger este Premio Chaves Nogales, un premio tan querido, tan deseado, y que me recuerda que nunca debo olvidar aquel niño que quería cubrir partidos de fútbol en La Rosaleda, al adolescente que quería escribir en periódicos nacionales, al joven que quería ser enviado especial y corresponsal.

Los sueños cuestan. Gracias, Papá y Mamá, por alentarme, por estar siempre cerca, por ayudarme a poder cumplir mi vocación de estudiar Periodismo y ser periodista. Los sueños se cumplen. Hoy es uno de esos días. Gracias a la Diputación de Sevilla y a la Asociación de la Prensa de Sevilla. Gracias también al jurado por premiar este reportaje de Masayo Mori, de Mori-san, hibakusha de Hiroshima, un reportaje muy largo, de más de 20 folios. Porque celebro que se premie que en el periodismo nativo digital también hay cabida para historias largas. No todo es clickbait, titulares SEO que muchas veces engañan e información urgente sin contrastar o algo peor: de copia y pega.

Gracias a El Confidencial, el periódico donde escribo desde hace 15 años, y en especial a Irene Hernández Velasco, jefa de Cultura, por querer publicar este adelanto del libro Hiroshima: testimonios de los últimos supervivientes. Y gracias a la editorial Kailas, a Ángel y a Íñigo, por creer que las historias de Hiroshima y Nagasaki no podían quedar en el olvido. Enhorabuena a Mavi Doñate, María Carou, Álvaro García, Manuel Ruiz Rico y Janira Gómez. Es un orgullo compartir el III Premio Internacional de Periodismo Manuel Chaves Nogales con vosotras, con vosotros.

Celebro que se premie que en el periodismo nativo digital también hay cabida para historias largas. No todo es clickbait o SEO

Y gracias a Toñi, mi mujer, compañera de viaje en Japón… y en la vida y en todo.

Habíamos cerrado aquel sábado de primavera la edición del día siguiente de El Mundo de Andalucía. Quizá fue el sabio Javier Rubio; el exquisito Ignacio Camacho; la cultísima Eva Díaz Pérez; el lúcido Javier Caraballo o Teresa López Pavón, la periodista tranquila e incisiva. En las inmediaciones de la Avenida San Francisco Javier alguien habló de Chaves Nogales.

No, no sabía quién era. ¿El padre del presidente de la Junta de Andalucía? ¿Quién era ese hombre del que todos mis compañeros hablaban maravillas de su escritura, de su capacidad narrativa, de sus viajes? El mito. Allí empecé a conocer a este periodista que nos reúne en esta tarde/noche de La Cartuja leyéndolo, saboreando cada párrafo. Y me convertí en devoto de Chaves Nogales, como lo soy del Periodismo narrativo, de autor, de Leila Guerriero, Tom Wolfe, Gay Talese o Manuel Alcántara. Y de Rosa María Calaf, David Jiménez, Pedro Simón, Jabois, Antonio Lucas, Xavier Aldekoa, Maruja Torres, Manuel Vicent o Raúl del Pozo.

placeholder l periodista Agustín Rivera junto a Masayo Mori, superviviente de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. TOÑI GUERRERO
l periodista Agustín Rivera junto a Masayo Mori, superviviente de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. TOÑI GUERRERO

Llevo 31 años trabajando en periódicos: Diario 16, El Mundo y El Confidencial. En ediciones locales como Diario 16 Málaga, regionales como El Mundo de Andalucía o El Mundo de Baleares, en la redacción central de El Mundo del cambio de milenio y primeros años del siglo XXI y como corresponsal en Andalucía desde Málaga. Y también como corresponsal en Tokio y enviado especial. En todos los medios, en todas las ciudades donde he trabajado, en coberturas contrarreloj o practicando el periodismo de largo aliento, he sentido que solo valía mi última historia. Que lo que había hecho antes servía de poco. En esta profesión te toca hacer de todo. Trabajar muchos fines de semana, también cuando menos te lo esperas; y cuando estás librando o de vacaciones conviene tener una libreta a mano o apuntar en las notas del móvil ideas para futuros reportajes.

El pesimismo tiene mucho prestigio en cualquier conversación, pero en esta profesión que no me gusta, sino que me encanta, me apasiona, desgraciadamente mucho más. Siempre tuve muy claro que no hay que ser apocalíptico, que no todo está inventado y que cada día hay buen Periodismo. El Periodismo es la mejor manera de vivir. Y no está muerto. Está más vivo que nunca. Es verdad que en algunas secciones como en Nacional o en Opinión está muy escorado, ideologizado con opinadores y tertulianos que ya sabes antes de que los leas o escuches lo que van a decir. Y preguntar y repreguntar. Y rechazar la propaganda.

Hacen falta más reporteros y menos opinadores de saldo, más periodistas de investigación que denuncien los abusos de cualquier tipo de poder y menos intermediarios que no dejan acceder a los periodistas a la fuente directa y en numerosas ocasiones torpedean el trabajo del profesional pidiendo un despido o un cambio de sección del periodista incómodo. Hacen falta menos comisarios y más francotiradores. Hacen faltan más suscripciones para ser más libres y depender menos de la publicidad institucional. Hacen falta menos argumentarios y confiar más en la responsabilidad del periodista. Como decía Chaves Nogales, hay que huir de los radicalismos y de los extremos. Y admitir la posibilidad de equivocarse, como él mismo reconoció en La vuelta a Europa en avión, quizá mi texto favorito de quien nos convoca en esta mágica noche sevillana.

Como decía Chaves Nogales, hay que huir de los radicalismos y de los extremos. Y admitir la posibilidad de equivocarse

Considero que no hay otro oficio tan fascinante en el que se pueda entrevistar por la mañana a vecinos de un barrio humilde y por la tarde/noche estar en un palacio. El problema es creerte que formas parte del mundo de los poderosos, de que vayas de viaje incluso con los políticos, de hacerles la pelota o de ser sus amigos. Debemos siempre mantener la distancia y el espíritu crítico.

Es un hecho que el Periodismo está cada vez más polarizado y cargado de ideología. Y no solo por parte de los medios de comunicación, sino de periodistas absolutamente posicionados por determinados partidos que reciben y asumen consignas sin rechistar. Alguna vez me han preguntado mi ideología. Lo tengo claro: el Periodismo. Porque tengo la fortuna de enseñar Periodismo, que siempre escribo en mayúscula, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga, donde tras ocho años viviendo fuera de mi ciudad, volví para intentar transmitir mi pasión a los futuros periodistas y aprender de sus ganas, de nuevas visiones del oficio, tan necesarias.

Alguna vez me han preguntado mi ideología. Lo tengo claro: el Periodismo

No recuerdo desde la adolescencia ni un día sin Periodismo. #NiundíasinReporterismo es mi lema, el hashtag de Twitter que arranqué el día que murió Manu Leguineche, justo hoy hace diez años. Y desde que en la Universidad Pontificia de Salamanca Arturo Merayo nos enseñó una nueva forma de contar historias, con frases cortas, muchas imágenes, diálogos y buscando el mejor arranque y remate posible siempre quise especializarme en historias donde el factor humano fuera lo decisivo. Y sentirme extranjero, observar, preguntar, entender y contar.

Escucho el motor. El avión de Manuel Chaves Nogales llega a la Antártida y observa la Tierra de la Reina Maud. Los cinco tomos de sus obras completas están cada vez más usados. Hay alguna crónica todavía por leer y algún libro inédito que me espera, un manjar de futuro. Intentaremos seguir su magisterio, su guía; y admiraremos su valentía y sabiduría, en cualquier continente, en otros universos, incluso lejos del Polo Sur.

Manuel Chaves Nogales ha llegado al sur de la Antártida. A unos 10 centímetros de la Tierra de la reina Maud, entre fosas y glaciares, sobresale su figura algo enjuta, de mirada profunda, chaqueta oscura y corbata ajustada que veo cada día. Sus obras completas presiden el mejor sitio de casa, justo debajo del mapamundi. Chaves Nogales, el observador que patea la realidad, la diagnostica y cuenta mejor que nadie. El mejor periodista de su generación. El gran periodista español del siglo XX.

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