Urresola, la directora que convirtió un suicidio en una obra de arte: "Hace 5 años no se concebía a los niños trans"
Charlamos con la directora de '20.000 especies de abejas' acerca de su película, las identidades o el cine supuestamente concebido "por y para mujeres"
Triunfó en los premios Forqué y todo apunta a que seguirá la misma senda en los Feroz y los Goya. 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola Solarguren (Cuerdas, 2022), se está convirtiendo en un fenómeno cinematográfico, tras los pasos de Verano 1993 y Alcarràs, ambas de Carla Simón, Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa y otras películas realizadas en los últimos años que, por buscar un hilo conductor o patrón común si es que lo tuvieran, son de corte costumbrista, sosegadas y cotidianas, además de estar dirigidas por mujeres. ¿Es una moda pasajera o una nueva visión necesaria que ha llegado para quedarse?
20.000 especies de abejas cumple como decíamos con esas premisas, está dirigida por una mujer (si es que el "cine de mujeres" existe como tal y no es una manera oportunista de diferenciar lo que solo debería ser simplemente cine) y cuenta el día a día de una familia de Bayona que se traslada a pasar el verano a una casa en un pueblo recóndito del País Vasco, donde la tía (Ane Gabaraín) se dedica a la apicultura, que está muy presente durante toda la cinta y justifica su nombre.
Pero, más allá del realismo de un día a día rural (como en Alcarràs) o de la visión de la infancia (Verano 1993, Las niñas de Pilar Palomero), lo relevante de la película es la visión de algo tan complejo y delicado como es el hecho de que la protagonista, Aitor/Cocó/Lucía (llevada a la vida magistralmente por Sofía Otero, que se ha convertido en la intérprete más joven en ganar un Oso de Plata en la Berlinale con tan solo nueve años) no se siente cómoda en su género.
La transexualidad es un tema tan complicado y frágil que parece sumamente difícil llevarlo a la pantalla de manera natural y creíble, sin caer en sentimentalismos
No es la primera vez que se trata la transexualidad desde la infancia (la famosa Tomboy de Cèline Sciamma o Just Charlie de Rebekah Fortune son solo algunos ejemplos), pero es un tema tan complicado y frágil que parece sumamente difícil llevarlo a la pantalla de manera natural y creíble, sin caer en sentimentalismos. Sin embargo, Urresola lo consigue, y Sofía Otero nos deleita con un personaje de ojos inocentes y eternamente enfurruñado que sabe que su mundo es más doloroso que el del resto y no entiende muy bien por qué. Sus relaciones son complejas, desde la niña que podría ser su amiga, pero desconfía de que esté en el vestuario de mujeres, a la madre (Patricia López Arnaiz) algo despreocupada que la acoge en sus brazos cuando no puede dormir por la noche, o la tía que por primera vez la define por quién es realmente, en una suerte de bautismo.
¿De dónde surge una idea capaz de alzarse con 15 nominaciones a los Goya? Hablamos con Estibaliz Urresola sobre identidades y para poder deshilvanar poco a poco el misterio que la conforma, pues si nos enfrentamos a ella con ojos completamente limpios, no sabemos que Cocó se llama, cuando empieza la película, Aitor y no Lucía.
PREGUNTA. Tengo entendido que la idea de la película surgió con una carta que leíste del suicidio de un adolescente trans.
RESPUESTA. Sí, en el País Vasco en 2018 se suicidó Ekai, un joven trans de 16 años, y eso fue una conmoción muy fuerte para el conjunto de la sociedad vasca y supuso un despertar hacia la realidad de las infancias trans, que en ese momento no se concebían, no se hablaban, no existían. Eso es lo que dejó escrito en su carta de despedida: que tomaba esa decisión justamente para visibilizar sobre la realidad de los niños, niñas y jóvenes trans. Como digo fue un pequeño despertar porque a partir de entonces sí se empezó a hablar muchísimo de ello, las familias de menores trans comenzaron a participar en programas de televisión, prensa o radio contando sus experiencias y sí que fue como el inicio de algo, un cambio sin retorno. Yo sentí entonces la necesidad de saber, porque en 2018 Ekai ya estaba aceptado en su familia, no tomó la decisión de suicidarse porque en aquel momento no le aceptaran dentro del núcleo familiar, sino que tenía otros problemas a los que se enfrentaba. Me preguntaba cómo habría hecho esa familia para acompañar adecuadamente a su hijo en aquel tiempo y de esa manera me acerqué a Naizen, la Asociación de Menores Trans del País Vasco, y comencé con un proceso de documentación y entrevistas muy enriquecedor.
P. También te tengo que felicitar por las nominaciones, ¿pensabais desde el equipo que el tema iba a tener esta acogida?
R. El proceso ha sido muy largo y no es lo mismo en 2018 cuando se concibió, que en 2022, cuando la película se estrenó. En 2018 yo pensaba "este es un tema muy complicado, tengo que explicar muchas cosas antes de presentar el proyecto a una productora o contar la historia", era tan desconocido en ese momento que tenía que hacer mucha pedagogía. En aquel momento lo sentía como una dificultad, pero, con el paso de los años y el desarrollo, la gestación del proyecto ha ido en paralelo a un desarrollo que se ha ido dando en la sociedad en materia de visibilización y legislación. La película iba a estrenarse en el festival de Berlín en 2022, bueno, pues no me digas si no es casualidad, que la misma semana del estreno se aprueba la ley trans. Esto lo vas viendo, que en la sociedad se van produciendo cambios y sientes que estás haciendo algo que corresponde al momento (lo que no quita que tuviéramos miedo de cómo la fuera a recibir la gente, si se entendería o gustaría), pero en ese sentido que te digo no era lo mismo la película que sentía que tenía en 2018 que la que estrenamos en 2022.
"La ley trans es un éxito, pero todavía hay muchas cuestiones que deben seguir trabajando"
P. Te iba a preguntar más adelante, pero ya que lo has sacado... has hablado de la ley trans, la pregunta es polémica, pero obligatoria: ¿qué opinas personalmente de ella y del borrado que algunas feministas defienden que hace a la mujer?
R. A ver, a mí la ley trans me parece una herramienta jurídica que defiende los derechos de un gran colectivo que hasta ahora no tenía esos derechos fundamentales garantizados. Es un inicio, porque creo que es un acuerdo que por ser el primero tiene un valor inmenso, dado que implica que muchos sectores de la sociedad se han sentado a dialogar durante un proceso largo, para nombrar aquello que no estaba nombrado, para designar y señalar esas lagunas que hacía falta nombrar, y para proteger. Ese proceso de diálogo social me parece imprescindible en una democracia y, aun así, creo que faltan cosas que se deben seguir trabajando. Todavía hay muchas cuestiones como es el caso de las personas no binarias, que no creo que todavía se vean protegidas con esta ley. Pero para mí es un éxito en el sentido de todo el tejido social que se ha sentado a dialogar, eso es lo más importante.
P. Hay otras películas muy aclamadas en torno a otras identidades o infancias trans, se me ocurre Tomboy que diría que es la más famosa, ¿te inspiraron de alguna forma o no querías que te influyeran otras historias en el proceso de trabajo?
R. Yo ya había visto esa película mucho antes de crear la mía, no es que la viera para esto, es que Céline Sciamma es una referente, pero es cierto que, cuando te pones a escribir la película, yo al menos en algún punto del proceso de la escritura sí necesité ver lo que ya había para estar segura de que lo que yo pretendía crear aportaba algo nuevo. En ese sentido, creo que Tomboy fue una película tremendamente valiente porque no sé si tiene... corrígeme tú... si me equivoco, pero por lo menos tiene 10 años o más...
P. Sí, es de 2011 (aunque en España se estrenó en 2013).
R. Eso es, tiene casi 13 años. Las cosas han cambiado tantísimo... Por eso fue una película muy valiente, pero también es una película que no puede terminar de otra forma, siendo aquel el contexto. Hoy en día, justo con todo lo que hemos hablado, la sociedad está en otro punto distinto. También es una película (como la mayoría de las que vi) que se centra mucho en el personaje trans como protagonista único de la narración, y a mí lo que me interesaba era abordarlo desde una visión colectiva, desde el punto de vista de toda la familia, y ver cómo toda esa familia se transforma en el acompañamiento de esa menor.
"Las películas anteriores se centraban mucho en el personaje trans y su estigmatización, yo quería abordarlo desde una visión colectiva"
P. Has trabajado con Sofía Otero en el papel de Aitor/Lucía, que es impresionante lo que hace, ¿cómo fue el proceso de trabajar con una niña tan pequeña una realidad tan compleja?
R. Pues mucho más fácil de lo que la mirada adulta siempre se imagina. Justamente, en el casting, una de las cosas en las que más atención puse fue en la madurez psicológica de los niños, hasta qué punto podía comunicarme con ellos sobre ideas sutiles, complejas, abstractas, concretas... de todo tipo, y eso es algo que ibas viendo en las pruebas y que para mí con Sofía fue evidente que me podía comunicar con ella desde el humor, que me parece fundamental. Ha sido un gusto trabajar con ella, también creo que los niños vienen conociendo la realidad trans desde mucho antes que nosotros, y eso les ayuda a naturalizarlo. La mayoría de los niños del casting conocían a niños y niñas trans en sus coles, barrios, pueblos, y eso es algo de lo que hablábamos y me di cuenta de la naturalidad con la que lo comprendían. Al final no somos tan distintos unos de otros, y yo, cuando trabajaba con ella el personaje, no le decía: "Eres una niña trans", sino: "Sientes mucho deseo de que tu madre esté bien, te da pena que tu amama esté enfadada", iba a los lugares profundos del personaje, algo que todos compartimos independientemente de nuestra identidad sexual.
P. Con relación a esto hay una cuestión muy debatida y me gustaría saberlo porque me lo he planteado al ver la película, ¿pensaste en algún momento en elegir un niño trans para el papel?
R. La verdad es que nosotras enfocamos el casting en todas las direcciones posibles, en colegios, aulas de danza, asociaciones de menores trans... y a partir de ahí lo que es cierto es que para mí una idea fundamental es que no quería hacer un casting a niños para el personaje de Lucía, siempre fueron niñas cis o trans, porque me parecía mucho más sencillo comunicarme con una actriz diciéndole: "Eres una niña, imagina que nadie te ve como tal" que pensar en decirle a un niño cuya experiencia era de niño: "Imagina ahora que eres una niña". Ese salto era más difícil y al final íbamos a caer en "hacer de niña", no en "ser niña". Para mí era imprescindible que la niña fuera niña, no sé si se me entiende.
"Los niños vienen conociendo la realidad trans desde mucho antes que nosotros, y eso les ayuda a naturalizarlo"
P. Hablabas también de que querías que la película fuera colectiva y me han llamado la atención los padres especialmente, sobre todo la madre (Patricia López Arnaiz) que está más presente en la historia, pues ellos van abriendo los ojos poco a poco a lo que le sucede a su hija y al principio no le dan importancia. Como me has dicho que estuviste en contacto con asociaciones de niños trans, ¿viste que estas reacciones eran normales? ¿De qué manera te influyeron para crear a los personajes?
R. Justamente lo que más me impactó y me ayudó en el proceso de escritura fue que muchas familias decían que el tránsito no lo habían realizado los niños, sino toda la familia, porque todos ellos se habían transformado en el viaje de acompañamiento. En la mayoría de los casos, me decían que el acompañamiento había fortalecido los lazos de la familia porque les había obligado a detener cualquier automatismo a la hora de educar a sus hijos y prestar mucha atención a cada detalle, necesidad o manifestación no solo de los niños trans, también de sus hermanos o la pareja. Se abría una nueva forma de mirar y atender al otro y a sus necesidades, lo que era positivo en clave familiar. Eso no lo encontré en los relatos audiovisuales porque siempre se centraban mucho en lo estigmatizante y lo conflictivo de la realidad trans, y de pronto estas familias me daban otro punto de vista.
P. Aquí me meto en otro jardín: en los últimos años, han aparecido varias películas que parecen entrar dentro de un estilo común porque tienen una visión cotidiana, como sucede con otras directoras como Carla Simón o Pilar Palomero, ¿cómo llevas personalmente lo de que se hable de un "cine de mujeres"? ¿Crees que existe de verdad tal cosa o que os han aglutinado a todas en un mismo concepto y eso al final le quita valor a vuestro cine en sí?
R. No creo que haya un cine de mujeres, mi película justamente habla de eso, va en contra de esa idea de que hay una sola mujer. Hay infinitas mujeres, tantas como cuerpos se identifican como tal, atravesadas por condicionantes como raza, clase social... No hay una mujer y no hay un cine de mujeres. En todo caso, lo que hay es un relevo generacional, pues puedo ver la misma sensibilidad y cotidianeidad o una mirada similar no solo en las películas de Pilar, Carla o Alauda, sino también en Matria de Álvaro Gago o en Suro de Mikel Gurrea. Tiene que ver con dirigir la mirada hacia espectros del día a día o de la vida que hasta ahora no se habían considerado dignos de ser el argumento de una película, creo que las mujeres hacemos un cine muy diverso... También están Laura Ferres (La imagen permanente), Carlota Pereda (Cerdita) con cine de terror... Al final meterlas en el mismo saco responde a cierta pereza a la hora de analizar las películas más allá de que puedan compartir la temática niños-verano-rural, ¿eso hace que dos películas sean iguales o tenemos que atender a cuestiones de narrativa, puesta en escena o interpretación para valorar las películas por lo que son? ¿Nos quedamos solo en lecturas superficiales?
"No hay un cine de mujeres igual que no hay una sola mujer. Meter estas películas en un mismo saco responde a cierta pereza"
P. Para terminar, algo más ligero, ¿qué querías representar con las abejas, que están todo el rato presentes?
R. La diversidad y la comunidad. Sin abejas, el mundo (y nosotras) no existiríamos. Y la colmena es una imagen que me permitía hablar sobre la familia y la interrelación entre todos los miembros. En la colmena cada abeja es necesaria y todas son necesarias para la supervivencia del mundo. Era necesario para mostrar la diversidad trans como un elemento que aporta valor y riqueza.
Triunfó en los premios Forqué y todo apunta a que seguirá la misma senda en los Feroz y los Goya. 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola Solarguren (Cuerdas, 2022), se está convirtiendo en un fenómeno cinematográfico, tras los pasos de Verano 1993 y Alcarràs, ambas de Carla Simón, Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa y otras películas realizadas en los últimos años que, por buscar un hilo conductor o patrón común si es que lo tuvieran, son de corte costumbrista, sosegadas y cotidianas, además de estar dirigidas por mujeres. ¿Es una moda pasajera o una nueva visión necesaria que ha llegado para quedarse?