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'Las niñas': la nueva joya inesperada del cine español
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'Las niñas': la nueva joya inesperada del cine español

Pilar Palomero estrena su ópera prima, un film semiautobiográfico que rememora a través de ojos infantiles la España beata y severa de 1992

Foto: Natalia de Molina y Andrea Fandos son madre e hija en 'Las niñas'. (BTeam)
Natalia de Molina y Andrea Fandos son madre e hija en 'Las niñas'. (BTeam)

En cuanto llegó la democracia, la entrada en la OTAN y las minifaldas, en España quisimos creernos modernos demasiado pronto. 1992 fue el año en el que el país quiso enseñarle al mundo su madurez y su cosmopolitismo con la organización de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla y con cualquier fajo de billetes para desempolvarse la caspa de las hombreras y quitarse el olor a pobre. Habíamos pasado de los galones a las coderas e, incluso, la modernidad de la Movida se había quedado ya antigua. La memoria colectiva de aquel 1992, en su amnesia selectiva, se quedó con la fiesta multitudinaria y esa sensación de quinta marcha, de haber dejado atrás los tiempos, más que de blanco y negro, de grises y caquis. Hasta que 'Las niñas' han llegado para recordar aquella España de dos (y tres) velocidades.

La ópera prima de Pilar Palomero tira de la semiautobiografía para recordar que los años 90, que parecen tan cerca, estuvieron, en realidad, mucho más lejos. Zaragoza, 1992. Celia (Andrea Fandos) es una niña introvertida, alumna de colegio escolapio e hija de una madre joven (Natalia de Molina) que apenas está en casa, porque una madre viuda debe trabajar el doble para sacar a su familia adelante.

El mundo de una preadolescente de colegio religioso en la Zaragoza de 1992 pasa por la esquizofrenia de convivir con una educación represiva y a la antigua usanza con la efervescencia de una capital de provincia de donde surgieron grupos como Héroes del Silencio o Niños del Brasil, que ampliaban el marco mental de la juventud con letras subversivas y estética extravagante. 'Las niñas' critica el anquilosamiento de un sistema educativo que mantuvo la religión como pilar central hasta bien entrado el nuevo milenio, con la ideología religiosa sobre la sexualidad o la virtud contagiando todos los aspectos de la enseñanza. ¿Quién vería normal hoy que se impartiesen clases de costura en horario lectivo?

placeholder Andrea Fandos en su primer papel en 'Las niñas'. (BTeam)
Andrea Fandos en su primer papel en 'Las niñas'. (BTeam)

Palomero ha construido una máquina del tiempo con la que el espectador se traslada directamente a aquel tiempo y aquel lugar que también fue muchos otros tiempos y lugares en un país en el que la educación y las costumbres tardaron en desarraigarse fuera de Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia. Con humildad y naturalismo, sin artificios –más allá de la elección de un formato 4/3 que hoy choca, pero que sirve como nexo con los códigos de entonces– y con una prosa sutil que no subraya, sino que impregna una historia sencilla, Palomero ha rodado una de las películas más emocionantes y sobresalientes dentro de su modestia del cine español de los últimos años, un film que encapsula no sólo su infancia, sino la de todas las hijas de la EGB. Natalia de Molina, que ha demostrado un ojo clínico para escoger proyectos y que se crece en los silencios, representa, como madre, el espejo donde se mira la niña y que refleja el lastre de una educación autoritaria y coercitiva. Pero la de Palomero no es una mirada triste, sino llena de jovialidad y sentido del humor.

A través de los ojos de Celia (Andrea Fandos) y su grupo de amigas de clase, 'Las niñas' discurre por ese momento de cambio de la niñez a la juventud tanto de la protagonista como de la sociedad española de los noventa, donde la ruta del bakalao convivía con la misa diaria. A clase de Celia llega Brisa (Zoe Arnao), como el aire fresco. Una chica de Barcelona recién huérfana que se acaba de mudar con sus abuelos de Zaragoza y que supone un revulsivo para sus compañeras de clase, que de pronto descubren que existe un mundo mucho más grande y libre del que hasta ahora les habían hecho creer.

placeholder Natalia de Molina es una madre que cría sola a su hija en 'Las niñas'. (BTeam)
Natalia de Molina es una madre que cría sola a su hija en 'Las niñas'. (BTeam)

La frescura con la que Palomero sigue a las niñas, la mayoría sin apenas experiencia en la interpretación, supone un 'shock' tan grande como el que en su momento causó 'Verano 1993'. Ambas películas parten con un trasfondo y un planteamiento similar, pero la especificidad y lo genuino de ambas las separa hasta el grado de primas, cada una con su propia identidad.

La directora utiliza las referencias culturales para enmarcar, nunca de forma burda, y la banda sonora, llena de éxitos de la época, es a la vez motor y vehículo de expresión de los sentimientos y del cambio de las protagonistas, nunca exclusivamente un guiño para conseguir la simpatía del espectador. La sensibilidad con la que escribe y rueda Palomero revela a una autora, y la tardanza en sacar adelante su película –después de años curtida en todo los departamentos posibles–, las costuras de la industria. Una pequeña joya que dará mucho que hablar, ya no en la temporada de premios, sino entre los futuros nuevos realizadores que verán en 'Las niñas' un referente a seguir.

En cuanto llegó la democracia, la entrada en la OTAN y las minifaldas, en España quisimos creernos modernos demasiado pronto. 1992 fue el año en el que el país quiso enseñarle al mundo su madurez y su cosmopolitismo con la organización de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla y con cualquier fajo de billetes para desempolvarse la caspa de las hombreras y quitarse el olor a pobre. Habíamos pasado de los galones a las coderas e, incluso, la modernidad de la Movida se había quedado ya antigua. La memoria colectiva de aquel 1992, en su amnesia selectiva, se quedó con la fiesta multitudinaria y esa sensación de quinta marcha, de haber dejado atrás los tiempos, más que de blanco y negro, de grises y caquis. Hasta que 'Las niñas' han llegado para recordar aquella España de dos (y tres) velocidades.

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