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Carta de España a los Reyes Magos
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¿Merezco o no lo que me pasa?

Carta de España a los Reyes Magos

No me atrevo a pedir lo que merezco, señores, por miedo a merecer la desaparición. Pero si en 2024 podéis traerme un poquito de aburrimiento para que yo lo reparta entre mis habitantes, creo que les vendrá a todos muy bien

Foto: Ilustración: S. Sisqués.
Ilustración: S. Sisqués.
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Queridos Reyes Magos:

Las cartas a sus majestades siempre son un momento para pensar en lo que una merece y, por lo tanto, en lo que no merece. Si una las aprovecha para la introspección en lugar de echarse en brazos de sus deseos materiales, tienen el rendimiento del diván del psicoanalista. Sirven, al menos, para cuestionarse.

Y yo me pregunto, majestades, si merezco o no merezco lo que me pasa. ¿Merezco una clase política que parece trabajar en mi contra? ¿Un Gobierno que confía su gobernabilidad a mis enemigos? ¿Merezco un sector cultural entre la corrección política y la censura derechista? ¿Merezco que mi deporte termine siendo más influyente por las consecuencias del pico de un calvo que por ganar un mundial femenino?

Pregunto, majestades, porque como país creo que he hecho algunas cosas bien y no siempre se me reconocen. ¿Será porque no he obrado tan bien como yo creo? En mi geografía viven demasiadas familias por debajo del umbral de la pobreza, tengo los alquileres disparados y cada vez más escasos, y en el sector laboral dicen que tengo poco paro, pero no sé cuántos fijos están discontinuos y mucho tren de vida no deben llevar los currelas, porque se me fugan los cerebros.

placeholder Imagen de los 73 inmigrantes rescatados el pasado día 3 al sur del Hierro, a su llegada al puerto de La Restinga. (EFE/ Gelmert Finol)
Imagen de los 73 inmigrantes rescatados el pasado día 3 al sur del Hierro, a su llegada al puerto de La Restinga. (EFE/ Gelmert Finol)

Sin embargo, mucha otra gente quiere vivir aquí. Vienen por Ceuta, Melilla y Canarias, o de tapadillo como turistas que luego ya se quedan a vivir. ¡Algo haré bien! Los pobres se juegan la vida por llegar a mis dominios y luego, muchas veces, viven aquí existencias precarias y deprimentes, y, sin embargo, prefieren recoger chatarra en mis calles a volver a sus países. ¿Será esto una buena señal?

Es difícil de decir, porque, cuando escucho a quienes hablan en su nombre, resulta que soy un país muy racista. También oigo de quienes hablan en nombre de todas las mujeres que soy un país muy machista. Algunas de las personas que me engrandecen adquiriendo riquezas son mujeres que viven de decir que soy machista. ¿Acaso no tienen razón, si tan bien les va por denunciarme?

Foto: El Patriarcado, bajo su forma elegida. (Gtres)

Yo, que creía ser uno de los mejores países para las mujeres y que las veo venir de otros países donde las tratan peor, tengo la duda cuando después de un Gobierno muy feminista las tasas de maltrato y violación se multiplican. ¡Les juro, majestades, que durante unos años parecía que las cosas estaban bien en este sentido!

No es fácil ser un país

También con los homosexuales he creído ser yo uno de los países pioneros en derechos. Estaba orgullosa, pero, si oyerais las cosas que dicen sus representantes, también os lo pensaríais dos veces. Tengo que haber sido muy facha, pues lo dicen todo el rato. Los progres, que son tan hijos míos como los carcas, detestan mis símbolos. ¡Y me dejan en manos de quienes quieren romperme!

Admito, majestades, que no es fácil ser un país. Nunca lo fue. Mi historia no es menos desgraciada que la de otros: he conquistado, abusado y oprimido, y en mi nombre se ha fusilado a mis hijos. Pero, en cada mal, creía yo, había también gloria. Y nada tenía esto de extraño cuando ha pasado en todas partes. También me conquistaron y en alguna ocasión logré defenderme de los invasores.

El otro día dijo mi ministro de Cultura que hay que revisar mis museos, como han hecho los belgas, por la cosa del colonialismo. Mira que mi ministro de Cultura tiene que ser un tío culto para que lo hayan puesto ahí, y además se le ve muy mono y habla tranquilo, pero en el corrillo de países considerábamos que los belgas eran insuperables y ahora resulta que me comparan con ellos. ¡Algo he tenido que hacer fatal, aunque en Latinoamérica sigan hablando mi idioma, que no sé si se llama español o castellano!

placeholder El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, en diciembre pasado en el homenaje a Jerónimo Saavedra en el Teatro Real de Madrid. (Europa Press)
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, en diciembre pasado en el homenaje a Jerónimo Saavedra en el Teatro Real de Madrid. (Europa Press)

Mal que bien, cuando bajo mis estandartes se conquistaba lo que se descubría, como por otra parte hacía toda potencia capaz de eso, pienso que se masacraba menos que cuando lo hacían los ingleses, y a las pruebas me remito. Latinoamérica es marrón y Norteamérica blanca. Pero, claro, ¿cómo estar segura si presidentes que se apellidan Fernández, López o Maduro me llaman genocida y me acusan de exterminio?

Se me hace muy difícil conocerme porque mis habitantes no se ponen de acuerdo en casi nada. A veces miro a quienes dicen ser mis máximos defensores y tengo la impresión de que usan mi bandera en su beneficio, pensando más en ellos que en mí, porque distorsionan lo que soy con su visión interesada. ¿Qué es más español, el toreo o el anarquismo? ¿El miriñaque o el cine español?

Ahora se ha muerto Paco Arévalo, que hacía españoladas, y hay gente que dice reírse mucho y que, sin embargo, se alegra. Los chistes de Arévalo se vendían en gasolineras y han envejecido como los coches que echaban mucho humo, pero tengo la impresión de que entonces, cuando él triunfaba, mis hijos sabían que reírse mucho tiene que ver con la condición jocosa y alegre y no tanto con la mala fe.

Tengo tantas madres como españoles discuten. A quien no reconoce ni la madre que lo parió es al político que cree que va a cambiarme

En fin, así es como estoy siempre, majestades, dudando. Dijo uno de mis políticos que, cuando sus medidas se aplicasen, a mí no me iba a reconocer ni la madre que me parió. ¡Como si mi madre me hubiera reconocido alguna vez! Tengo tantas madres como españoles discuten. A quien no reconoce ni la madre que lo parió es al político que cree que va a cambiarme.

Así que, ¿qué merezco, majestades? ¿Merezco lo que tengo o algo peor? ¿Merezco el Gobierno que tengo? ¿Merezco ser país federal, sin rey, donde desaparezca la redistribución entre comunidades? ¿Merezco ser un país centralista como el que tengo al norte? ¿Merezco siquiera ser un país?

No me atrevo a pedir lo que merezco, señores, por miedo a merecer la desaparición. Pero si en 2024 podéis traerme un poquito de aburrimiento para que yo lo reparta entre mis habitantes, creo que les vendrá a todos muy bien.

Queridos Reyes Magos:

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