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Cuando la revolución llegó con el bidé
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Fernando Caballero Mendizabal

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Cuando la revolución llegó con el bidé

A la caza del dinero público europeo, los inversores privados son debidamente domesticados, mientras nuestros otrora higiénicos baños se recortan y se homologan como nuestras costumbres

Foto: Un bidé en un baño de estilo moderno.
Un bidé en un baño de estilo moderno.
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Ayer diseñé unos baños. No puse bidé ni puse bañera. No hacía falta, nadie lo esperaba. El cliente no se quejó, es más, no se dio ni cuenta, o lo hizo y no tuvo a bien mencionarlo porque no tenía tiempo que perder, y hace tiempo que aprendí que las cosas que están bien raramente se mencionan. No puse ni bidé ni bañera porque sé que sobran, que nadie los quiere, y con nadie me refiero a los promotores, los vendedores, y los consumidores de viviendas. Igual puede que haya gente que sí los use, pero me hubieran llamado la atención de haberlos dibujado en los planos, así que me ahorro la queja.

Hago un inciso aclaratorio sobre lo anterior: el bidé del que les hablo y que nunca existirá es para un edificio que se construirá en algún lugar de Centroeuropa, concretamente en una especie PAU pero mucho más frío y funcional que los nuestros. Además de los baños privados, el edificio tendrá aseos públicos. Los primeros están en las viviendas y es donde no habrá bidés. Los segundos, los públicos, son para la zona de oficinas y los he diseñado ateniéndome a las recomendaciones y códigos de buenas prácticas que pronto serán normativa y que exigen diferenciar solo dos tipos de aseos: los de mujeres y los de las personas de genero no binario. Esto lo hice así porque el cliente lo demanda para poder obtener mejor nota en la declaración de edificio sostenible (medioambiental y social) y, por ende, mejor rating en los mercados financieros donde pretende vender el edificio a los inversores que los consumen.

El cliente se dedica a identificar y generar valor y por eso no reparó en la ausencia de bidé en los baños privados, pero sí que remarcó la necesidad de cambiar el cartel en los aseos públicos para hombres. Mi cliente tiene derecho a ganar dinero y no quiere ofender a nadie, no quiere perder su clientela; y yo tampoco. Lo cual no quita que asome una sonrisa al ver que la Declaración de Derechos del Hombre se ha desarrollado tanto que quedan las declaraciones y quedan los derechos, pero ya no quedan los hombres. En fin, ahí está muy probablemente nuestro futuro. Todo sea por homologarnos a los "países más avanzados".

Hace tiempo que el grupo La Trinca nos contó la historia del Barón de Bidé, "famosísimo inventor que especulaba con la posibilidad de tomar baños de asiento sin perder la dignidad". Según ellos la idea fue tan popular en la corte de Versalles que el populacho asaltó La Bastilla para poder disfrutarlo. La revolución empezó, pues, con el bidé y acabó con Marat en la bañera. Y si bien la Liberté, Egalité y Fraternité tuvo alguna razón de ser más filosófica que la simple y mundana higiene pudenda, el grupo catalán sí que supo, a su manera, identificar por qué cuando los baños entraron a la casa lo hicieron con bañera, con retrete, con pila y con bidé. Fue una cuestión de justicia y dignidad.

El bidé, como la bañera, como la cocina cerrada, no fueron modas pasajeras, fueron conquistas sociales que generalizaron la higiene, ayudaron a acabar con las epidemias y mejoraron la alimentación de la clase trabajadora. Y si eso fue más o menos así, ¿por qué están desapareciendo en todas partes? Pues porque los usamos menos. Un dato curioso: hasta la Wikipedia en inglés le da la razón a Manuel Azaña cuando dice que los bidés son cosa de países católicos y que en España están desapareciendo. Y aunque don Manuel intuía por donde iban los tiros, su famosa y revolucionaria frase se adelantó un par de décadas a la realidad. Un visionario que no previó el doble y macabro tirabuzón de la historia. Al final fue su sucesor ferrolano el culpable, en buena medida, de que hoy vayamos menos a misa y nos lavemos menos el culo. Dos cuestiones que, por mucho que los ingleses se empeñen en meter en la misma frase, no tienen realmente nada que ver salvo por compartir demografía, geografía y clima.

Ahora no vive tanta gente en las casas y no es necesario embalsar un bien escaso como el agua para lavar a nuestra menguante prole. Desde hace décadas, las sequías están más controladas gracias a pantanos que nos permiten no tener que ahorrar tanta agua como antes, cuando se usaban los lavabos y esos "baños de asiento" de forma cotidiana y se dejaba la bañera para los momentos estrictamente necesarios. Así que este hecho tiene poco o nada que ver con el credo, pero sí con mirar al cielo por si llovía. Algo que compartimos todos los países con problemas de sequía.

Por tanto, mientras en todo el sur de Europa aumentaba la población y se construían presas, los bidés, las bañeras y las cocinas cerradas se volvieron obligatorias en esos barrios de bloques grises que ahora tanto criticamos. Se trata de aquella arquitectura brutalista del hormigón, de los bloques de apartamentos alienantes que cambiaron nuestras ciudades gracias a la construcción industrializada de y para los trabajadores. Los barrios feos pero dignos, que sacaron a millones de personas del barro, donde las infecciones y las enfermedades campaban a sus anchas, y que, frente a las volutas y las mansardas de los ensanches burgueses, mostraban la dureza estética de la arquitectura del trabajo, propia de una época ya extinta, donde reinó un frágil equilibrio social-demócrata-cristiano con la arquitectura del capital.

Y qué casualidad que, cuando en los ochenta se rompió aquel equilibrio, la postmodernidad trajo junto a la deconstrucción de los géneros, la vuelta de los arcos, las mansardas y las volutas en las fachadas, y en los interiores comenzaron a quitarse poco a poco esos aparatos de los baños y esos tabiques de las cocinas que hoy agonizan.

Ya hablé en otra ocasión de cómo las viviendas que se venden como "más amplias" son en realidad más pequeñas. Como los departamentos de marketing consiguen cobrar más caro el metro cuadrado construyendo menos tabiques y racaneando metros a las casas al poner la cocina en el salón. Pues, en este caso, los tiros van en la misma dirección: un baño con ducha y sin bidé es más pequeño que uno con bidé y bañera. O puede serlo, vamos a no ser mal pensados. No siempre se reducen, aunque siempre parecen más amplios.

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Por supuesto no se trata de una conspiración para robarnos, en realidad esta gente solo se dedica a ver qué cosas pueden ahorrarse sin que nos quejemos, porque se dedican a "identificar valor" que, como saben los expertos, es lo que mueve la economía. Mi cliente sabe que hoy el valor está en la cartelería de los aseos públicos y no en los bidés ni en el tamaño y utilidad de los baños privados. Los tiempos cambian y los desequilibrios entre capital y trabajo se vuelven tan estructurales que, si nos fijamos bien, los descubriremos hasta en las zonas más privadas de nuestras casas.

Desde el punto de vista cultural, los bidés y las bañeras que llegaron para sustituir al barreño ya no las queremos porque ya no hay tanto niño que bañar, pero sí mucho anciano que las sufre solo. Hoy las duchas con mampara y con plato antideslizante las están condenando a la memoria de los museos. Y como ya nadie reivindica estas cosas tan mundanas, el financiero ahorra mucho si los quita. Y cuando ya hasta los antiguos comunistas se abandonan a las modas del capital abriendo sus cocinas y quitando sus bidés, tampoco podemos quejarnos demasiado. Hace sesenta años los obreros paralizaban países y sus representantes tenían fuerza política para imponer unas condiciones de salubridad dignas en sus viviendas, pero hoy deben compartir espacio y trinchera con las batucadas y con quienes quieren aseos de genero no binario.

Y es que en realidad, hace tiempo que a muchos se nos olvidó cómo funciona el bidé y lo usamos para amontonar la ropa sucia. Y más allá de los planes hidrológicos, cada uno tendrá sus razones, y yo no tengo afán de psicólogo de la autoayuda, pero buscando algo que merezca reflexión, se me ocurre destacar que, fuera de casa, nunca en mi vida he visto aseos públicos con bidé, y las bañeras públicas solo las he encontrado al visitar las ruinas de las termas romanas. Quizá ellos sí fueran más limpios que nosotros.

Tampoco he visto muchas bañeras de diseño con mamparas de vidrio, la mayoría tienen cortinas

En cualquier caso, resulta que hoy pasamos tanto tiempo en los aseos públicos del colegio, del polideportivo, del trabajo o del gimnasio, que puede que nos hayamos acostumbrado a no usar el bidé y la bañera. Si no los necesitamos en la calle: ¿porque íbamos a necesitarlos en casa? Total, si tenemos alguna necesidad mayor de higiene siempre podemos darnos una ducha rápida. Una acción, por cierto, bastante más moderna de lo que muchos imaginan.

Y siguiendo la reflexión, respecto a los baños privados, tampoco he visto muchas bañeras de diseño con mamparas de vidrio, la mayoría siguen teniendo cortinas. Esas viejas de plástico en las que se sale el agua si no tienes cuidado. Esas con dibujos feos que hacen que el baño parezca más pequeño y "demodé". Las que nunca salen en las revistas que nos aleccionan con su buen gusto y la superioridad ética y estética que adquieren quienes contratan a un decorador que les ordene los champús. Como ya he dicho antes, no quiero pensar mal, así que no repetiré que una gran razón es que cada vez quedan menos niños que lavar y que los perros se limpian mejor en la ducha. Y sí diré que las revistas han logrado que las familias "aprendan de una vez por todas" que el bidé no les proporciona ni igualdad ni dignidad, y que a los hijos hay que enseñarles pronto a formar parte de esa cadena de valor y no depender de nadie. A que salgan rápido del nido y sean libres e independientes. Be yourself and feel free.

Y en cuanto a los gimnasios, los trabajos y los colegios, cuidado con las cosas que aparecen y desaparecen de los aseos públicos… porque cuando dejamos que falten empezamos a no echarlas de menos y acaban por sobrar. Eso ha pasado con los aparatos de baño y puede pasar también con una cartelería que ya no identifica entre hombre y mujer. Los tiempos han cambiado y gracias a las batucadas el "valor económico" está donde está, y a la caza del dinero público europeo, los inversores privados son debidamente domesticados, mientras nuestros otrora higiénicos baños se recortan y se homologan como nuestras costumbres.

Ayer diseñé unos baños. No puse bidé ni puse bañera. No hacía falta, nadie lo esperaba. El cliente no se quejó, es más, no se dio ni cuenta, o lo hizo y no tuvo a bien mencionarlo porque no tenía tiempo que perder, y hace tiempo que aprendí que las cosas que están bien raramente se mencionan. No puse ni bidé ni bañera porque sé que sobran, que nadie los quiere, y con nadie me refiero a los promotores, los vendedores, y los consumidores de viviendas. Igual puede que haya gente que sí los use, pero me hubieran llamado la atención de haberlos dibujado en los planos, así que me ahorro la queja.

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