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'Sly': Stallone y el lado oscuro de la fama (y de su padre)
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'Sly': Stallone y el lado oscuro de la fama (y de su padre)

Netflix ha estrenado 'Sly', el documental en el que Sylvester Stallone repasa su carrera y su relación con la fama y el éxito

Foto: Sylvester Stallone en 'Sly'. (Netflix)
Sylvester Stallone en 'Sly'. (Netflix)

Usted no es nadie hoy en día si no tiene un documental en Netflix. Un documental apañadito —ya sea en formato largometraje o serie— en el que cuente su historia de superación, lo talentoso que usted es, lo mucho que duele la fama y donde deje entrever alguna pequeña tara o algún ligero fracaso para que nadie pueda decir que le han dedicado una hagiografía... ¡y encima le han pagado! Recientemente, lo hemos visto en la serie de David Beckhamchaval humilde con un talento descomunal para chutar a portería hace historia, se casa con una cantante famosa, pero está a punto de romper su matrimonio por los rumores de infidelidad que lo rodean; parece el hombre ideal, rubio, guapo y en forma a sus 48 años, pero no se deje engañar, ¡es demasiado ordenado!— y ahora lo vemos en Sly, el largo documental con el que Sylvester Stallone quiere que lo veamos como mucho más que un saco de músculos —chaval humilde con talento descomunal para escribir guiones e interpretar a personajes brutos, pero sensibles, pero que cuando le llega la fama se da cuenta de que está solo en el mundo y solo busca la aprobación de su padre, que nunca llega; moreno, carismático e inteligente, pero no se deje engañar, ¡es demasiado perfeccionista!—.

Sylvester Stallone se convirtió en un icono americano cuando en 1976 estrenó Rocky, película que lo lanzó a la fama como actor, que le conseguiría dos nominaciones al Oscar, una como guionista y otra como actor principal, y que anticiparía la fiebre de la creatina que se instalaría en los años ochenta y que se mantiene —en menor volumen— hoy en el estereotipo de musculitos de gimnasio. De pronto, el chico pobre hijo de la cigarrera y el peluquero pasó a ganar cientos de miles de dólares y a monopolizar las portadas de las revistas y los programas de entrevistas. El tipo de la cara torcida era la estrella de moda; pero ese era el principio del fin, según cuenta Stallone en su documental: habrá que creerle.

El camino a la fama no había sido fácil. Nacido en el barrio de Hell's Kitchen (la Cocina del Infierno) en Nueva York en 1946, Stallone visita la calle de su casa, ahora gentrificada, pero antiguamente una zona marginal de esas en las que la gente se comunicaba gritando de ventana a ventana. De su padre cuenta que era "una persona muy física" y celosa —con todo lo que esto insinúa— y que su madre era muy guapa, muy coqueta y muy ruidosa —luego se convirtió en astróloga—. Una pareja disfuncional que discutía violentamente y que acabó rompiendo la familia a la mitad: Sylvester y su padre se mudaron a Maryland y su hermano Frank a Filadelfia con su madre.

placeholder Stallone, en un momento de 'Rocky'. (Netflix)
Stallone, en un momento de 'Rocky'. (Netflix)

Cuenta Stallone el motivo de su parálisis facial: su madre se puso de parto en un autobús de camino al trabajo y la llevaron a un hospital de caridad, donde nació el futuro actor. Tardaron mucho y se le quedó ese rictus que lo haría famoso. Mal estudiante y peor adolescente, pasó de colegio en colegio hasta que encontró solaz en la interpretación: en la universidad se puso las pilas, se formó como actor y fue el protagonista de un montaje de Muerte de un viajante, donde un profesor de Harvard le recomendó que se dedicase profesionalmente al cine.

Se marchó a Nueva York. Pidió limosna, durmió en estaciones de autobús y se buscó las castañas. Tanto, que participó en una película porno en 1970 llamada The Italian Stallion, dato que no menciona en Sly y que contribuiría muy bien a su relato de descenso a los infiernos antes de la fama. Madonna seguro que sí lo hubiera hecho. Es una anécdota que no pasa de tal y que todo el mundo conoce, con lo que un "sí, está bien, hice una película porno por la que me pagaron 200 dólares" hubiese alejado al documental de esta loa autocomplaciente disfrazada de reflexión profunda sobre las hieles de la fama en la que ha quedado el documental.

Después de años encadenando papeles diminutos en los que siempre se le exigía salir sin camiseta, Stallone decidió que si nadie apostaba por él, él mismo apostaría. Se encerró a escribir la historia de un boxeador en busca del estrellato, aunque el actor y guionista confiesa que, en realidad, Rocky no es más que la historia de amor de un hombre solitario.

A partir de aquí Sly repasa los altibajos de una carrera diseccionada también por voces como la de Quentin Tarantino, admirador suyo, o Arnold Schwarzenegger, eterno rival y ahora compañero en Los mercenarios. Todos hablan de un Sly tozudo, trabajador, inteligente. Pero quien más habla de ello es el propio Stallone, lo que le resta un poco de mérito al retrato heroico que le dedica Netflix. Relata también el nacimiento de Rambo, otro icono de los ochenta en el que realmente quiso representar a su padre, un veterano de la Segunda Guerra Mundial con problemas de control de la ira y la frustración. Hasta tal punto llegó la competitividad del padre de Stallone con su hijo, que el primero escribió un guion llamado Sunny, sobre un supuesto hijo de Rocky, con ánimo de que Sylvester lo produjera y conseguir también él la fama y el dinero. "La fama puede romper familias", se lamenta el hermano de Sylvester, Frank, que pasó de ser un proyecto de actor y cantante a "el hermano de Sylvester Stallone".

placeholder Stallone, en su faceta de director. (Netflix)
Stallone, en su faceta de director. (Netflix)

La historia familiar se va entrecruzando con su relación con el fracaso en Hollywood, con lo mucho que tuvo que pelear para encontrar su hueco en el star system y cuánto de lejos estaba dispuesto a llegar —romperse el cuello en una escena de acción de Los mercenarios— para conseguir la excelencia. Planos de Stallone con gafas y planos de Stallone escribiendo mientras su propia voz añade contexto: es muy trabajador, muy perfeccionista, un genio. ¡Ha estado incluso dispuesto a morir para entretenernos! Algo que no se le niega, pero queda un poco raro escuchado en sus propios y mullidos labios. Porque Stallone reflexiona sobre el paso del tiempo y la pérdida de la juventud, pero ignora el gran elefante rosa que hay en su cara, que son las cantidades ingentes de colágeno que rellenan sus facciones.

Una echa de menos documentales en los que el resultado final no dependa del visto bueno del documentado, porque solo dan como resultado tediosos autoaplausos en los que la estrella no muestra ni mínimamente que, en realidad, es humana. Ojalá volver a los tiempos del Madonna: Truth or Dare, de Alek Keshishian, cuando el creador tenía vía y acceso libre al famoso, al que podíamos ver en situaciones no demasiado favorecedoras para el retrato y relato oficial. Ojalá volver a los tiempos en los que pudimos ver a Madonna intentando llevarse a la cama a Antonio Banderas delante de su entonces mujer, Ana Leza. Porque, ¿qué es lo que puede hacer más grande a la luna que reconocer su lado oscuro?

Usted no es nadie hoy en día si no tiene un documental en Netflix. Un documental apañadito —ya sea en formato largometraje o serie— en el que cuente su historia de superación, lo talentoso que usted es, lo mucho que duele la fama y donde deje entrever alguna pequeña tara o algún ligero fracaso para que nadie pueda decir que le han dedicado una hagiografía... ¡y encima le han pagado! Recientemente, lo hemos visto en la serie de David Beckhamchaval humilde con un talento descomunal para chutar a portería hace historia, se casa con una cantante famosa, pero está a punto de romper su matrimonio por los rumores de infidelidad que lo rodean; parece el hombre ideal, rubio, guapo y en forma a sus 48 años, pero no se deje engañar, ¡es demasiado ordenado!— y ahora lo vemos en Sly, el largo documental con el que Sylvester Stallone quiere que lo veamos como mucho más que un saco de músculos —chaval humilde con talento descomunal para escribir guiones e interpretar a personajes brutos, pero sensibles, pero que cuando le llega la fama se da cuenta de que está solo en el mundo y solo busca la aprobación de su padre, que nunca llega; moreno, carismático e inteligente, pero no se deje engañar, ¡es demasiado perfeccionista!—.

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