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Todas las tonterías que vas a hacer para que no te confundan con un turista
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Héctor G. Barnés

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Todas las tonterías que vas a hacer para que no te confundan con un turista

Hoy todos decimos que somos viajeros para diferenciarnos de los turistas, pero apenas hay diferencia: la mayoría de viajeros solo son pijos que pueden permitirse lo que la mayoría no

Foto: Largas colas de turistas que esperan un taxi en el aeropuerto. (EFE/Cati Cladera)
Largas colas de turistas que esperan un taxi en el aeropuerto. (EFE/Cati Cladera)
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Llegan las vacaciones y con ellas, esa mutación que tanto hemos anhelado. En el momento en que apagamos el ordenador del trabajo dejamos de pertenecer a ese grupo de gente que pasa once meses al año quejándose de los turistas a ser nosotros los turistas. Perdón, ¿turistas? No, hombre. Nosotros no somos turistas, somos viajeros. Tanto en Tailandia como en Almuñécar, somos viajeros.

El viajero es la versión auténtica, consciente, ilustrada y sensible del masificado, anónimo, paleto y hooligan turista. En nuestra cabeza, la diferencia está clara. En la práctica, no tanto, como muestra que si paseamos por nuestra ciudad seamos incapaces de diferenciar el uno del otro. A la vista del local, todos son guiris. Pero cuando somos nosotros los que salimos al extranjero, nos asalta ese sentimiento tan propio del capitalismo tardío, la culpa. Uno no puede pasarse el año rajando de los turistas y de repente convertirse en uno.

El viajero deambula por los lugares donde no hay nadie porque no hay nada que ver

La solución, convertirse en viajero, un término imbuido de todos esos valores positivos que ya no tiene el turista. A nivel de impacto social, económico y ambiental probablemente no haya mucha diferencia entre uno y otro, pero ¿qué más da? Lo importante, al fin y al cabo, es sentirse bien con uno mismo. Así que para saber qué es exactamente un viajero y qué lo distingue de un turista, he leído unos cuantos de los miles de artículos que se han escrito sobre las diferencias entre ambos, porque al parecer es algo que nos obsesiona a todos.

Los turistas visitan los lugares típicos: los monumentos majestuosos, los grandes museos que albergan las obras maestras de la humanidad, los paisajes más bellos. Los viajeros, no. Prefieren descubrir los lugares perdidos de cada ciudad. Así que imagino que si vienen a Madrid terminarán paseando por el PAU El Cañaveral, el polígono industrial Julián Camarillo o los contenedores de mi calle que hacen las veces de retrete público. Nuestro Manneken Pis. El viajero es ese tipo excéntrico que deambula por los lugares donde no hay nadie porque no hay nada que ver. Alguien que ha decidido darle la espalda a la belleza y que desprecia la experiencia de todos esos millones de viajeros que le antecedieron.

O tal vez simplemente quieran descubrir con sus propios ojos, sin que se lo diga nadie, que si vas a Roma merece la pena visitar el Coliseo.

placeholder ¿Turista o viajero? (EFE/Daniel Cáceres)
¿Turista o viajero? (EFE/Daniel Cáceres)

Los turistas se hospedan en hoteles, apartamentos y otros alojamientos de rancio abolengo. Los viajeros prefieren sortear lo populachero y quedarse en los pisos ofertados en plataformas como AirBnb, que a la larga, terminan impactando mucho más en los precios de la vivienda local. Que se lo digan a Málaga. Pero cómo van a quedarse ellos en el mismo hotel que los turistas, por dios, si pueden vivir como un vecino cualquiera.

Los turistas comen lo típico de cada lugar: pasta en Italia, vino y queso en Francia, paella en España. Los viajeros son mucho más listos y prefieren no dejarse engañar por las trampas para turistas, así que probablemente terminarán comiendo pasta en España, vino y queso en Italia y paella en Francia.

Los turistas se preparan el viaje a conciencia y no dejan ningún espacio para la sorpresa. Saben lo que van a hacer, cuándo lo van a hacer y probablemente ya hayan decidido qué van a sentir cuando lo hagan. Los viajeros, por el contrario, fluyen, porque el objetivo es que su experiencia "emane" de lo cotidiano. Lo cual en la práctica significa que unos y otros terminarán haciendo lo mismo, pero los segundos perderán mucho más tiempo llegando a la misma conclusión o sufriendo la clavada del siglo porque son demasiado orgullosos como para mirar las recomendaciones de Tripadvisor.

Para el viajero los locales son los personajes secundarios de sus peripecias

Los viajeros interactúan con la población local. Eso significa que importunarán a ese pobre paisano que bastante tiene con aguantar a tipos de otro país hablándoles en inglés o, peor, chapurreando su idioma, con el único objetivo de sentirse más "integrados". Porque para el viajero, los locales son los personajes secundarios de su apasionante peripecia internacional. El turista, al menos, es más honesto a la hora de reconocer el rol que unos y otros interpretan en la economía turística.

Los turistas llevan una gran maleta con todo lo que van a necesitar a lo largo de su travesía. Los viajeros, no, marchan ligeros de equipaje. Porque no tienen tantas necesidades, dicen, pero también porque si necesitan algo ya se lo comprarán, añado yo.

El turista tiene una fecha de retorno determinada, el viajero sale de casa sin billete de vuelta porque es posible que alargue su viaje hasta el infinito y más allá. El turista sabe que tarde o temprano tendrá que reincorporarse a ese gris puesto de asalariado que le ha permitido costearle a él y a su familia unas vacaciones low cost en otro país, mientras que el viajero no tiene que rendir cuentas a nadie.

placeholder Los viajeros se desplazan en dromedario. (EFE/Alberto Estévez)
Los viajeros se desplazan en dromedario. (EFE/Alberto Estévez)

Los turistas suelen viajar en transportes masificados como autobús, tren o avión. Los viajeros son individualistas. Pueden hacerlo por su cuenta, en coches alquilados, motocicletas, haciendo autostop o... también en avión, porque a eso sí que no renuncian. O sea, igual, pero más contaminante.

Porque el turista suele viajar acompañado (con su pareja, con su familia, con sus amigos) pero el viajero lo hace solo. El turista es masa dentro de la masa, mientras que el viajero se ve como una mezcla de superhombre nietzscheano y ascético monje budista. El colmo del individualismo.

De entre todas esas diferencias, mi preferida es que los turistas viven su viaje con muchísima ilusión, demasiada ilusión (el entusiasmo está visto hoy con desprecio) mientras que para los viajeros "cada salida es una extensión más de su vida porque es intrínseca a su forma de ser y su forma de concebir la vida", así que se toman eso de irse a Myanmar con más calma. Como el que se baja a la cafetería de casa a tomarse un café y un cruasán.

Para no ser un turista, sea pijo

El pobre turista, nos cuentan todas estas guías, sale de casa con la fecha de su retorno grabada en la cabeza e intentando acaparar todas las experiencias, fotografías y souvenirs posibles que a su retorno le recuerden que no ha sido un espejismo. El viajero no necesita todas esas baratijas porque el viaje es su estado natural.

Ese es el consejo que resume el resto de consejos: para no ser un turista, sea pijo.

Porque si ha llegado hasta aquí es probable que esté pensando lo mismo que yo, que la diferencia entre un turista y un viajero es que estos pueden permitirse todo aquello a lo que los masificados turistas no pueden acceder.

No necesitan prepararse el viaje, porque tienen tanto dinero que pueden perder el tiempo; no tienen por qué pasar horas y horas buscando los alojamientos más económicos y los restaurantes con mejor calidad-precio, sino dejarse ir, aunque eso les suponga gastar más; no estresarse ante el paso del tiempo porque no tienen un aburrido trabajo al que volver. Lo que diferencia al turista del viajero es que unos tienen que contar cada céntimo que gastan y los otros, no.

placeholder Yasmina Reza por nosotros. (EFE/Víctor Lerena)
Yasmina Reza por nosotros. (EFE/Víctor Lerena)

La filosofía del viajero moderno, que es la evolución de ese modelo decimonónico en el cual solo unos pocos burgueses privilegiados podían permitirse viajar a países lejanos, es la del elitismo disfrazado de concienciación. En el fondo no hay ninguna diferencia sustancial entre turistas y viajeros, más que el desprecio hacia todos aquellos pobres que un día empezaron a imitar a los ricos, como aquello que decía Yasmina Reza de que el turismo es una de las grandes plagas de nuestra era (junto al terrorismo, nada menos) mientras ella misma estaba de gira promocional, sin darse cuenta del clasismo de sus palabras. No se preocupe por ser un turista, peor es ser un viajero snob.

Llegan las vacaciones y con ellas, esa mutación que tanto hemos anhelado. En el momento en que apagamos el ordenador del trabajo dejamos de pertenecer a ese grupo de gente que pasa once meses al año quejándose de los turistas a ser nosotros los turistas. Perdón, ¿turistas? No, hombre. Nosotros no somos turistas, somos viajeros. Tanto en Tailandia como en Almuñécar, somos viajeros.

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