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¿Puede el Brasil de Lula dar lecciones de racismo a España?
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¿Puede el Brasil de Lula dar lecciones de racismo a España?

De nuevo, la propaganda parida por el angloimperio corre como la pólvora por la América del Sur para sembrar la imagen de una España con cuernos y rabo, logrando con ello la división y el autoodio de todo el bloque hispanoparlante

Foto: El presidente de Brasil, Lula da Silva. (EFE/Andre Borges)
El presidente de Brasil, Lula da Silva. (EFE/Andre Borges)
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A raíz de los insultos racistas recibidos por el jugador del Real Madrid Vinícius Junior, Brasil ha lanzado una campaña para tachar a España y los españoles (así, en general) de racistas. Racista cada centímetro del país y todos los ciudadanos del primero al último. Este es el enésimo choque que tenemos con la izquierda latinoamericana por cuestiones históricas de identidad étnica. Primero el mexicano AMLO nos exigió disculpas por la conquista de América, luego el colombiano Petro vino a Madrid a hablarnos del "yugo español". La operación de acusación por parte de Brasil no llega sola, sino perfectamente sincronizada con los medios angloamericanos que, desde la BBC hasta el New York Times, han amplificado la polémica al máximo. El plan: desprestigiar LaLiga en favor de su Premier League y nuestra Copa Mundial 2030 en favor de su Eurocopa 2028.

Estamos ante una auténtica reedición futbolística de la "leyenda negra". De nuevo, la propaganda parida por el angloimperio corre como la pólvora por la América del Sur para sembrar la imagen de una España con cuernos y rabo, logrando con ello la división y el autoodio de todo el bloque hispanoparlante (el más grande del mundo). Todo ello, como siempre, con la complicidad de unas élites traidoras que tenemos como Gobierno. Nuestro Ministerio de Igualdad se ha apresurado a firmar una dura condena (de los insultos, del racismo, de Valencia, de España y del hombre blanco en general) conjuntamente con el Ministerio de Igualdad Racial de Brasil. Sí, en Brasil, además de un ministerio dedicado al MeToo y la queer theory, tienen un ministerio encargado de importar toda la morralla yanqui del Black Lives Matter, la affirmative action ('discriminación inversa') y la critical race theory ('teoría crítica de la raza').

El caso es que en Brasil viven en un futuro muy negro (con perdón) que quizá sea nuestro futuro

¿No sabe el lector en qué consisten todas estas zarandajas? No se preocupe, da la impresión de que sus propios promotores tampoco lo tienen claro. Todo formaría parte de un intrincado paradigma según el cual: 1) Las razas no existen pero el racismo sí. 2) El racismo está en fase de crecimiento descontrolado, pero cada vez es más indetectable y microscópico. 3) Es necesario dejar de juzgar a la gente por su raza, pero la raza es el factor más relevante de la gente. 4) Todos somos racistas, pero solo los blancos pueden ser racistas realmente. 5) La discriminación es lo más negativo de este mundo y para combatirla hace falta discriminar de forma positiva. ¿Que ahora se entiende todavía menos? Ya tendrá tiempo de enterarse a medida que nuestra izquierda lo traduzca a España. Quizá bajo el liderazgo de alguna "cuota" (Serigne Mbayé o Rita Bosaho), tumbando estatuas de Colón con una nueva Ley de Memoria Histórica, o reformando la ley mordaza para prohibir las cabalgatas de Reyes en que Baltasar lleve la cara pintada.

El caso es que en Brasil viven en un futuro muy negro (con perdón) que quizá sea nuestro futuro. Aquí aún estamos aprendiendo a cambiar de sexo, calculando si los niños tienen vulva o las niñas tienen pene (o qué demonios tienen les niñes), mientras que en Brasil ya han alcanzado el concepto de fluidez racial: uno puede sentirse branco ('blanco'), preto ('negro'), pardo ('mestizo'), amarelo ('asiático') o indígena, e ir cambiando de una cosa a la otra. En la última década, por ejemplo, ha aumentado por encima del 30% el número de brasileños que se identifican como negros. Antes la mayoría se identificaba simplemente como mestizos, según la costumbre hispana de no creer en las razas puras.

Una mitad de este extraño fenómeno de fluidez racial en el censo puede explicarse por los nuevos movimientos identitarios del estilo black power y first nations que llegan de las embajadas de EEUU. La civilización angloamericana, a diferencia de la hispana, está obsesionada con la raza. Antaño como supremacismo y hoy como masoquismo. La otra mitad del fenómeno se explica por las nuevas políticas de cuotas, también importadas del Norte, que reservan casi la mitad de plazas públicas a quienes se identifiquen como negros o indígenas. Al final, esta medida deja igualmente atrás a los pobres y favorece solamente a las clases medias "racializadas", las únicas que pueden aprovechar las plazas reservadas en universidad y Administración, al tener la capacidad económica de llegar hasta los estudios secundarios y de permitirse el tiempo de opositar. Las cuotas solo serían eficaces contra la desigualdad si se calculasen con base en la clase económica, pero, al fin y al cabo, este (anti)racismo no pretende acabar con el capitalismo, sino hacerlo más diverso.

Foto: Ione Belarra junto a Yolanda Díaz en una imagen de archivo. (EFE/Fernando Alvarado)

En todo caso, el denominador común es que Brasil está más cercano que España del "núcleo irradiador" del pensamiento liberal-progresista: las facultades en EEUU (y su agregado de la CIA). La derecha española (que es igual de palurda que la izquierda, pero aún más anglófila) lleva años repitiendo que nuestros progres quieren avanzar hacia el socialismo autoritario de Cuba o Venezuela. ¡Nada de eso! Lo que quieren es imitar la sociedad líquida de alguna izquierda latinoamericana que legaliza la marihuana, la gestación subrogada y el aborto hasta los seis meses.

Yolanda Díaz e Irene Montero no se miran en el espejo del Che Guevara, sino en el de la ministra de Igualdad Racial brasileña, Anielle Franco. Una señora que pasó 12 años lavándose el cerebro con las susodichas teorías raciales en los susodichos campus gringos (la North Carolina Central University y la Florida A&M University). Ahora difunde el ideario (anti)racista desde Brasil bajo el patrocinio de la Fundación Ford, gigante económico estadounidense que le "regaló" hace un par de años decenas de miles de euros.

Otra que reconoce orgullosamente cobrar de la Fundación Ford es Sônia Guajajara, que está al mando del Ministerio de Pueblos Indígenas. ¡Otro ministerio del futuro! Allá en Brasil, consiste en la señora Guajajara compareciendo en el Consejo de Ministros a ritmo de chocalho y con la cabeza cubierta de plumas de colores. Aquí en España consistirá, el día de mañana, en un Ministerio de Plurinacionalidad que defienda a nuestros "pueblos originarios". Quizá los socios de ERC haciendo valer los correbous y la Moreneta frente a la paletada opresora del toro de la Vega y la Virgen del Rocío. O unos cuantos cargos designados por Bildu que —como está de moda estos días— decidan reciclar su carrera de terroristas cambiando el estruendo de las pistolas por el de los irrintzis. Veremos.

Otra finalidad de las teorías antirracistas indigenistas es mantener a esta región en el subdesarrollo industrial

El caso es que ambas ministras brasileñas están en nómina de la Fundación Ford y, quizá, de otros tentáculos de Washington que han estado operando en el mundo hispano: la Open Foundation, Kellog, Bollingen, Carnegie, Rockefeller… Su objetivo es claro: sembrar ideas conflictivas entre distintas razas, entre indígenas y criollos, entre españoles de ambos hemisferios, entre católicos y evangélicos, etc. Ello perpetúa la situación de fragmentación del mundo iberófono, para ventaja del capitalismo financiero de EEUU. Mientras los hispanos se acusan entre ellos de ser pobres porque uno esclavizó a otro y el otro le robó el oro al uno, el imperialismo económico de Wall Street esclaviza a todos con la deuda y en un solo día extrae más oro que en todo el Siglo de Oro.

Otra finalidad de las teorías antirracistas —decoloniales— indigenistas es mantener a esta región en el subdesarrollo industrial y la subordinación político-militar. Basta con ver el mensaje encargado por la Ford a la ministra emplumada en la COP23 (sí, la reunión "ecologista" a la que los ricos vuelan en jet privado para debatir cómo quitarnos el coche). Allí afirmó la Guajajara que para no ofender a la Pachamama debía detenerse el sector agrícola y ganadero de Brasil. El sector que da de comer a la mayor parte del país y que —oh, casualidad— es el principal competidor de EEUU en el continente americano.

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La ministra plumífera también ha ofrecido a John Kerry, delegado de Biden, intervenir en Brasil como mejor desee para "proteger el Amazonas y a las minorías indígenas". Toda una tarjeta verde ecológica para la intervención de la OTAN, que gusta del expansionismo militar en nombre de los valores más "inclusivos". Ya se sabe: llevar el multiculturalismo a los Balcanes, la igualdad de género a Oriente Medio, la libertad del trabajo sexual al Pacífico o las carrozas del Orgullo LGBTQ+ a Ucrania.

Mientras no rechacemos toda la mercancía intelectual averiada sobre racismo y antirracismo que se expande por Occidente, seguiremos siendo esclavos, sea cual sea el color de nuestra piel. Seguiremos enfrentados entre hispanos europeos, hispanos americanos e hispanos africanos, para goce de anglos europeos, anglos americanos y anglos asiáticos. Y, lo que es peor, seguiremos escandalizados por cualquier minoría ruidosa haciendo el impresentable al borde de las gradas, mientras que nos pasa desapercibida la minoría silenciosa que gobierna el mundo desde detrás de las cristaleras en lo alto del palco.

A raíz de los insultos racistas recibidos por el jugador del Real Madrid Vinícius Junior, Brasil ha lanzado una campaña para tachar a España y los españoles (así, en general) de racistas. Racista cada centímetro del país y todos los ciudadanos del primero al último. Este es el enésimo choque que tenemos con la izquierda latinoamericana por cuestiones históricas de identidad étnica. Primero el mexicano AMLO nos exigió disculpas por la conquista de América, luego el colombiano Petro vino a Madrid a hablarnos del "yugo español". La operación de acusación por parte de Brasil no llega sola, sino perfectamente sincronizada con los medios angloamericanos que, desde la BBC hasta el New York Times, han amplificado la polémica al máximo. El plan: desprestigiar LaLiga en favor de su Premier League y nuestra Copa Mundial 2030 en favor de su Eurocopa 2028.

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