Es noticia
Ni tú ni nadie sabe quién es Antonio Ferres
  1. Cultura
Mala fama

Ni tú ni nadie sabe quién es Antonio Ferres

'Memorias de un hombre perdido' debería ocupar un sitio destacado en la literatura española sobre la posguerra

Foto: El escritor Antonio Ferres en 2002. (EFE/Gustavo Cuevas)
El escritor Antonio Ferres en 2002. (EFE/Gustavo Cuevas)

Si hay un franquismo inagotable es el de la literatura. Olvídense del franquismo histórico (hasta 1975), del sociológico (vivo o muerto según conviene) y del sexual (aún por explorar). Es el océano de memorias, novelas y diarios sobre, contra, acerca de, con, sin, desde y para el franquismo, lo que parece no tener fin. Podría leer usted toda la vida únicamente libros con Franco dentro. Es casi un vicio, una vez que te asomas, este ensanchamiento por relatos de la dictadura, esta levadura literaria del periodo. No se acaba nunca el pan nuestro de cada día de Franco.

Casi más por curiosidad que por ganas de volver a Franco, abrí Memorias de un hombre perdido (Debate), de Antonio Ferres. Es un libro parcialmente extraordinario, pero freudianamente lo tiene todo.

placeholder Portada de 'Memorias de un hombre', de Antonio Ferres.
Portada de 'Memorias de un hombre', de Antonio Ferres.

Primero, se trata de unas memorias publicadas en 2002, cuando Ferres tenía 78 años. El autor falleció en 2020, a los 96. La reedición en Debate debemos suponer que se debe al empeño de Constantino Bértolo, prologuista de la novedad, y no a que en Debate supieran quién es Antonio Ferres. Ni tú ni nadie sabe quién es Antonio Ferres.

Fue un autor de los que odiaba Umbral, de aquel grupito del medio siglo que hacía realismo social. La piqueta, La mina, Central eléctrica… Ese era el ritmo apasionante de su narrativa. Las cosas, los trabajos, la denuncia. Siempre tuvieron mala fama y fueron difíciles de resucitar. Ahora, con el feminismo resucitador de todas las autoras olvidadas, estos autores olvidados no tienen ni la más mínima oportunidad. Lo digo sin elevar juicio: es así.

Nunca leí a Ferres porque la literatura con mensaje, intención o compromiso me trae sin cuidado, como a cualquier persona sensata. Pero Memorias de un hombre perdido me ha parecido un libro muy bonito, muy complejo, documental a la par que artístico.

Tristeza y brevedad

Primero, tiene algo de los Diarios 1984-1989 de Sandor Marai, y eso es decir mucho a su favor. Tiene esa tristeza, esa falta de ambición que nos deja a solas con un señor que nos cuenta, pura y sincera, su vida. No son edades, los 70, para buscar premios o lectores, y hay ahí, en ese escribir ya como para uno mismo, un ascetismo y una limpieza moral impresionantes.

Después, llama la atención que un hombre de más de 70 años que ha vivido una guerra y un exilio pueda resumir su vida en apenas 180 páginas. Muchos botarates sobre sus primeros veinte años de vida escriben quinientas páginas (Knausgaard). Hay, entonces, en esa brevedad, algo también muy curioso de comprobar. La vida, vista desde la vejez, son cuatro momentos, dos o tres encrucijadas, e ir dejándose morir.

"Lo único que recuerda de sí mismo nuestro autor es la lucha política, la resistencia a Franco, las reuniones secretas y la solidaridad obrera"

Cuando iba por la página 105 de estas memorias de un escritor, me pregunté: ¿y cuándo se pone a escribir este hombre? Ferres, si no he leído mal, no se pone a escribir en las 180 páginas que dura contar su vida. Escribir, para este escritor, no existió, nunca hay una noche de inspiración, una larga jornada de escritura, una cena con editores o un cabildeo literario. Los libros, si atendemos al recuerdo de Ferres, los libros de Ferres, digo, se escribieron solos, al paso, y no hace falta contarlo, del mismo modo que en las novelas se eluden todas las veces que el personaje duerme, desocupa su vientre o desayuna, come y cena.

Este desdén por el trabajo de escritor (Ferres publicó regularmente desde 1959 hasta 2018) me ha hecho pensar incluso que su olvido está plenamente justificado: Antonio Ferres no era escritor, en la medida en la que él mismo no se recuerda escritor, no se recuerda escribiendo, no se recuerda yendo a las librerías a ver si está su libro. Lo único que recuerda de sí mismo nuestro autor es la lucha política, la resistencia a Franco, las reuniones secretas y la solidaridad obrera. Y por eso todo lo que queda de él es una calle en Orcasitas (Madrid).

Cuanto más alejado está lo que narra del presente (del nuestro y del autor a la hora a la que escribe), más literatura desprende

Estas memorias tienen como dos partes, fatalmente muy distintas. Cuanto más alejado está lo que narra del presente (del nuestro y del autor a la hora a la que escribe), más literatura desprende. Cuanto más próximo al momento en que Ferres se diagnostica la vida, peor. Esto es así porque Antonio no ha superado la guerra civil ni el exilio, y todo lo que no sea guerra y exilio no acaba de entenderlo. Su vida se va volviendo una lectura de titulares de prensa, y es triste ver a un señor llenar su autobiografía con titulares de prensa, la revolución de los claveles, la matanza de Atocha… No hay ahí ni una gota de vida.

En la primera parte de su libro, que por suerte ocupa más de la mitad, sí hay una memoria bellísima de la vida, un estilo parco, pero lúcido, un punteado de la realidad española del medio siglo que se lee con tanto gusto como aprovechamiento de testimonio. "El andén de Hendaya estaba atestado de gente, sobre todo grupos de obreros y campesinos españoles emigrantes. Hombres pequeños y tristes, como vacíos de edad, aunque debían de ser jóvenes, con grandes maletas viejas de cartón o de madera, atadas con cuerdas".

Adoración por La gallina ciega

Ferres usa con ligereza, muy sutilmente, la aliteración: "negros pueblos perdidos", "jóvenes alejados de la tragedia", y a veces suena, en su modestia, a cuento de Felibesto Hernández: "En aquel primer viaje hacia un país libre sentía yo un gran nerviosismo".

Rechina, hacia el final, su adoración por La gallina ciega (1971), el libro similar que escribió Max Aub. Repetir incansablemente esta referencia literaria es algo que un buen editor hubiera reprochado al autor, pero ya saben que buenos editores hay menos que buenos libros. (Memorias de un hombre perdido es mucho mejor que La gallina ciega, por cierto.)

"Es un escritor que no escribe, que no lee, cuya formación es científica, y, sin embargo, encontró trabajo de profesor de literatura "

Otra cosa que me ha fascinado del libro es que su autor no lee nunca, no está a las novedades, ni al refugio de los clásicos. Es un escritor que no escribe, que no lee, cuya formación es científica, y, sin embargo, encontró trabajo de profesor de literatura en varias universidades, entre México y Estados Unidos.

Salen sí, muchos nombres de escritores en el libro, pero más como amigos o compañeros de lucha que como tales escritores. No hace falta ponerlos aquí, esos nombres, porque son exactamente los que nadie recuerda ya.

Si hay un franquismo inagotable es el de la literatura. Olvídense del franquismo histórico (hasta 1975), del sociológico (vivo o muerto según conviene) y del sexual (aún por explorar). Es el océano de memorias, novelas y diarios sobre, contra, acerca de, con, sin, desde y para el franquismo, lo que parece no tener fin. Podría leer usted toda la vida únicamente libros con Franco dentro. Es casi un vicio, una vez que te asomas, este ensanchamiento por relatos de la dictadura, esta levadura literaria del periodo. No se acaba nunca el pan nuestro de cada día de Franco.

Literatura
El redactor recomienda