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Por qué la marca azul de Twitter y un nuevo medicamento para adelgazar son lo mismo
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EL ERIZO Y EL ZORRO

Por qué la marca azul de Twitter y un nuevo medicamento para adelgazar son lo mismo

Como explica el filósofo Alain de Botton, a los seres humanos nos aflige una incertidumbre congénita sobre nuestro valor, por eso recurrimos a símbolos de estatus

Foto: El papa Francisco ha perdido su 'check' azul. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)
El papa Francisco ha perdido su 'check' azul. (Reuters/Guglielmo Mangiapane)

La semana pasada, Twitter eliminó la marca azul que aparecía junto al nombre de algunos usuarios. El propósito original de ese check era asegurar que la identidad de la persona era real —que la usuaria Taylor Swift, por ejemplo, era realmente Taylor Swift—, pero con el tiempo esa pequeña señal fue cambiando de significado y se convirtió en un símbolo de estatus. Significaba que quien la tenía —un periodista, un escritor, un simple tuitstar— era "alguien" más o menos importante. Quizá nadie le reconociera por la calle, pero al menos en el pequeño mundo de Twitter tenía un prestigio otorgado por el hecho de que la red le había concedido la marca, que, por supuesto, a menos que uno fuera realmente importante, había que pedir de manera expresa. Al desaparecer, esa señal de estatus se ha desvanecido y hay gente realmente desolada: no Taylor Swift, sino los tuiteros que antes se sentían dignificados y ahora se ven, simplemente, como uno más.

Por supuesto, ahora cualquiera puede tener esa marca: basta con pagarla, aunque uno sea un bot o alguien real pero completamente desconocido. Ello forma parte de una tendencia en internet que irá a más por una simple razón: los directivos de las grandes plataformas se han dado cuenta de que el estatus no puede ser gratis, porque a los humanos nos gusta tanto sentirnos distintos y más importantes, que estamos dispuestos a pagar por ello si existe esa opción. Ahora, los que antes tenían el check azul se ríen de quienes pagan por él, pero solo porque creen que ya no da estatus.

Ahora, los que antes tenían el 'check' azul se ríen de quienes pagan por él, pero solo porque creen que ya no da estatus

De hecho, lo que han entendido las plataformas es que internet, tal como lo conocíamos, era demasiado igualitario. La decisión de Facebook e Instagram de poner una versión de pago que da más visibilidad a sus miembros o el impulso del metaverso —en el que podrás lucir marcas y comprar con dinero ropa o atributos que te hagan destacar— tiene que ver con eso: como en la vida real, internet quiere conceder estatus a quien pague por él. El invento de los NFT, las imágenes digitales que uno puede comprar junto con un certificado de originalidad (signifique eso lo que signifique en internet), fue un intento de reproducir en la red lo que ya sucede en el mercado del arte: aunque no seamos capaces de distinguir una reproducción de su original, solo el segundo da prestigio y estatus a quien lo tiene colgado en la pared de su casa. Para enseñarle al mundo que tienes una ilustración NFT que cuesta dos millones de dólares —es lo que se llegó a pagar por un dibujo digital titulado "mono aburrido" en el que aparecía, precisamente, un mono aburrido con estética de cómic— ni siquiera hace falta invitar a nadie a casa: basta con ponerlo en tu avatar. Estatus global garantizado.

Foto: Billetes de 1 dólar (Reuters)

Esta transformación de la economía del estatus digital va a ser muy elocuente y lucrativa. Porque la lucha por el estatus es uno de los fenómenos más connaturales del ser humano. "La atención que nos prestan los demás nos importa porque nos aflige una incertidumbre congénita sobre nuestro valor —dice el filósofo Alain de Botton en un librito muy interesante, Ansiedad por el estatus—, y en consecuencia tendemos a permitir que los halagos jueguen un papel determinante en la manera en que nos vemos a nosotros mismos". Y cualquier alteración en esas leyes del estatus, que conceden o retiran la atención de los demás, produce conmociones profundas en las relaciones personales.

La delgadez también es estatus

La desolación de muchos tuiteros por su pérdida repentina de estatus me recordó a otra noticia reciente y mucho más relevante: la aparición de una nueva generación de medicamentos para adelgazar. Estos se descubrieron por azar —se desarrollaron para regular la glucosa en los casos de diabetes— y parece que, a diferencia de las recetas tradicionales para perder peso, funcionan. Es importante en términos de salud: un 38% de la población mundial, según algunos cálculos, tiene sobrepeso, y reducir ese problema puede ser todo un logro sanitario. Pero, al igual que la eliminación de la marca azul de Twitter, supondrá un terremoto para el extraño fenómeno del estatus. En las últimas décadas, estar delgado se ha convertido en un símbolo de distinción un poco absurdo. Quizá los delgados sean más atractivos, pero las cosas que atribuimos a la delgadez carecen de sentido: que uno tiene buenos genes, o capacidad de sacrificio, o predisposición al deporte, o simplemente el dinero suficiente para cuidarse. Son rasgos que nuestras sociedades consideran muy positivos y envidiables. Pero, si todo el mundo puede estar delgado sin sacrificios, gracias a un medicamento: ¿se perderá otra manera de impresionar a los demás, de transmitir estatus, relevancia social e incluso virtud moral?

Los delgados están de suerte: los medicamentos contra el sobrepeso todavía son muy caros

Los humanos somos adictos al estatus. "Nuestro ‘ego’, la concepción que tenemos de nosotros mismos, puede imaginarse como un globo pinchado —dice De Botton—. Siempre requiere el helio del amor externo para permanecer hinchado y siempre es vulnerable a las punzadas más leves de desdén". Por eso queremos una marca azul en Twitter o estar delgados, o innumerables cosas más. Pero para que algo transmita estatus hace falta que sea un bien escaso: que haya pocos tuiteros con check azul y relativamente pocos delgados. De lo contrario, no sirve absolutamente para nada. Como atestigua el hecho de que ahora lo elegante sea no tener la marca de Twitter y que antes, cuando había pocos gordos, fueran estos quienes gozaban de un estatus privilegiado.

El mercado del estatus se transforma, pues. Pero los delgados están de suerte: los medicamentos contra el sobrepeso todavía son muy caros. Eso puede ser un grave inconveniente sanitario, pero evitará que tengan el mismo disgusto que los tuiteros a quienes les quitaron el privilegio de parecer distintos y, con eso, un poco mejores.

La semana pasada, Twitter eliminó la marca azul que aparecía junto al nombre de algunos usuarios. El propósito original de ese check era asegurar que la identidad de la persona era real —que la usuaria Taylor Swift, por ejemplo, era realmente Taylor Swift—, pero con el tiempo esa pequeña señal fue cambiando de significado y se convirtió en un símbolo de estatus. Significaba que quien la tenía —un periodista, un escritor, un simple tuitstar— era "alguien" más o menos importante. Quizá nadie le reconociera por la calle, pero al menos en el pequeño mundo de Twitter tenía un prestigio otorgado por el hecho de que la red le había concedido la marca, que, por supuesto, a menos que uno fuera realmente importante, había que pedir de manera expresa. Al desaparecer, esa señal de estatus se ha desvanecido y hay gente realmente desolada: no Taylor Swift, sino los tuiteros que antes se sentían dignificados y ahora se ven, simplemente, como uno más.

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